MONOGRAFÍAS FILOSÓFICAS CRÍTICAS X
Patricio
Valdés Marín
CONTENIDO
1. Una metafísica del universo
2. Las categorías metafísicas
3. Causalidad y estructuración
4. La energía
5. Energía cuantificada
6. Contradicciones de la teoría general de la
relatividad
7. Una cosmología
Lo
biológico - https://unihummono3.blogspot.com
8. La esencia de la vida
9. El instinto de dominio – una teoría
10.
El sistema de la afectividad
11.
El cerebro y la conciencia
Lo
epistemológico I - https://unihummono4.blogspot.com
12.
La psiquis
13.
El discurso filosófico histórico
14.
Una teoría del conocimiento I
15.
Una teoría del conocimiento II
16.
Los límites del conocimiento humano
17.
Crítica de la ciencia a la epistemología filosófica
18.
La filosofía y la ciencia
19.
El lenguaje
Lo
transcendente I - https://unihummono6.blogspot.com
20.
Una cosmovisión
21.
Cuestiones religiosas
22.
Dios
23.
La eternidad
24.
La línea divisoria
Lo
transcendente II - https://unihummono7.blogspot.com
25.
Reflexionando sobre el significado de la existencia de Jesús
26.
Jesús de Nazaret y el cristianismo
27.
Breve historia de la humanidad y su relación con lo divino
Lo
socio-político I - https://unihummono8.blogspot.com
28.
Antecedentes antropológicos de la sociedad
29.
El ser humano y la sociedad
30.
Fundamentos antropológicos de la política
Lo
socio-político II - https://unihummono9.blogspot.com
31.
La política
32.
La guerra
33.
El Leviatán y los Estados Unidos
Lo
económico - https://unihummono10.blogspot.com
34.
El derecho de propiedad privada
35.
La ética del capitalismo
36.
La tecnología
37.
En el espíritu de El Capital de Karl
Marx
38. Las
peculiaridades de la economía de los Estados Unidos
34. EL DERECHO DE PROPIEDAD PRIVADA
El derecho de propiedad privada es
substancial al capitalismo de libre mercado. El capitalismo está pronto a
sucumbir. En el futuro próximo el derecho de propiedad privada expirará y quedará sólo los derechos de propiedad
personal y comunitaria.
Introducción
Estamos asistiendo a los últimos días del capitalismo,
era que nació con la Revolución Industrial y que terminará previsible y
prontamente en un próximo colapso económico general y una catastrófica Tercera
Guerra Mundial. Esto ocurre ahora, cuando ya no queda virtualmente más capital
que acumular y cuando el gran capital se ha concentrado en menos del 0,01% de
la población mundial del sistema económico occidental. La posición dominante de
este pequeñísimo grupo oligárquico ha adquirido además un incontrarrestable
poder político-militar que no puede encauzar sino a la destrucción.
Lo más distintivo del capitalismo de libre mercado y que
damos por natural, como si hubiera existido desde la eternidad, es el fenómeno
socio-económico-jurídico del derecho de propiedad privada. Capitalismo es el
nombre dado al sistema económico donde la propiedad del capital, que es uno de
los factores de la producción, es privada. El derecho de propiedad privada se
refiere a la posesión de riqueza para obtener, poseer, usar, usufructuar, beneficiarse, controlar, emplear,
disponer de y dejar en herencia tierra, capital, cosas y otras formas de propiedad. Una riqueza es un bien o recurso material escaso
o no, que puede ser alternativamente usado, usufructuado y dispuesto por otros
individuos. Este derecho no es un
derecho humano, sino que es un derecho positivo que el poder político que la
plutocracia domina lo transforma en un privilegio. En contraposición está el
derecho de propiedad personal. Éste es un derecho fundamental y humano que la
sociedad civil debe proteger y promover y el Estado debe proteger de robo y
usurpación como parte del derecho a la seguridad y la protección. El derecho de
propiedad personal asegura la vida y la libertad individual del propietario al
otorgarle los medios fundamentales de subsistencia para una vida digna e
independiente. Se refiere a las cosas que cada persona necesita, como la
vivienda, el automóvil, los implementos de trabajo, la ropa, los medios de
entretenimiento y cultura. En la actualidad ambos derechos de propiedad, el
privado y el personal, se confunden.
El capitalismo es tan connatural al derecho de propiedad
privada como el benigno Dr. Jekyll es al perverso Mr. Hyde de la novela de
Robert Louis Stevenson, 1886, que trata del cuento de un trastorno psiquiátrico
por el cual una misma persona tiene dos identidades con características
opuestas entre sí. En este sentido el capitalismo, que es el Dr. Jekyll , es
alabado por haber aumentado la riqueza, generado más productos, acrecentado el
empleo, expandido los mercados; además ha permitido el desarrollo económico que
lleva a la humanidad a la civilización, ha probado ser un sistema económico que
funciona exitosamente para producir y distribuir enormes cantidades y
variedades de bienes y servicios, ha dado la posibilidad de acceso de bienes de
consumo a la inmensa mayoría de las personas y entrega la oportunidad al
emprendedor para innovar, crear, producir y acometer sus proyectos con
provecho, beneficiándose no solo a sí mismo, sino que a muchos otros. Por el
contrario el derecho de propiedad privada, que es encarnado por Mr. Hyde,
representa la absoluta posesión de riqueza sin miramientos al bien común, la
justicia social, la solidaridad, la opresión, la explotación y todo ello en
función del egoísmo, el lucro y el poder personal y la satisfacción de la
codicia. Es la raíz de la inequidad y al que se puede trazar todos los males
por los que el mundo atraviesa, desde las angustias personales hasta las
guerras totales.
A partir del capitalismo la sociedad se ha dividido entre
explotadores y explotados, burgueses y proletarios, capitalistas y
trabajadores, conduciendo a unos pocos a la súper abundancia y condenando a la
vasta mayoría a penalidades sin fin. La democracia liberal, que formalmente nos
rige y que surgió con el capitalismo, separa tradicionalmente a los electores
en partidos políticos. Estos se distinguen por su acceso o no a las riquezas,
que deberían pertenecer por naturaleza a la comunidad. El partido conservador
aglutina a los propietarios de bienes y viven de sus rentas; el partido liberal
une a los propietarios de los medios de producción y viven de las utilidades y
beneficios; el partido social demócrata agrupa a los profesionales y pequeños
empresarios y viven de sus honorarios y utilidades; finalmente los partidos
socialista y comunista reúne a los trabajadores y viven de sus empequeñecidos salarios.
El derecho de propiedad es el único derecho cuyos beneficios son propios y
cuyas obligaciones son de los demás. Es además radicalmente distinto de los
derechos humanos, pues, mientras éstos emanan de la naturaleza misma del ser
humano y de su función esencial, aquél depende del reconocimiento de privilegios
por parte de la sociedad civil. Puesto que es ejercido legalmente por una
pequeña minoría, el objetivo de una justicia social es una utopía.
Antecedentes históricos
Remontándonos al pasado remoto, podemos teorizar que la
propiedad privada, en tanto derecho, comenzó a cobrar importancia social y
política cuando la economía entró en la Revolución agrícola y pastoril-ganadera,
iniciada hace unos diez mil años atrás. El ganado debía ser criado y el grano
cultivado antes de ser consumido. Esta empresa productiva requería inversión de
capital, es decir, acumulación de trabajo. Estos bienes ya no estaban
disponibles en la naturaleza para ser consumidos a voluntad tras un esfuerzo
momentáneo de caza o recolección. Un esfuerzo cuantitativo había sido agregado
a la riqueza, acrecentándola. Esta nueva riqueza era naturalmente más codiciada
y debía, por lo tanto, ser protegida y defendida contra vecinos o
cazadores-recolectores trashumantes que no sabían el significado de propiedad.
Era necesario exigir de éstos el reconocimiento de que estas riquezas eran para
el beneficio de quienes habían puesto su trabajo. No se podía esperar que la
buena voluntad del extraño asegurara este reconocimiento. Además, todas las sociedades primitivas solían compartir
ciertos derechos de propiedad, como el derecho a cazar o pescar en un
determinado lugar. Aunque existía cierta propiedad personal, como el hogar, las
armas o los utensilios de cocina, la propiedad real era común.
En el feudalismo, que fue la era
anterior al capitalismo, la propiedad era una donación
hereditaria o merced de tierras y vasallos dada por monarcas por propia
voluntad a nobles en recompensa. Entonces, la tierra podía ocuparse pero no se tenía en propiedad
y también implicaba muchas obligaciones. Un ejemplo del presente, pero que va
despareciendo frente al avance del sistema occidental, es el de los pacíficos
habitantes originarios andinos, quienes han vivido durante miles de años sin
saber de guerras en comunidades sin clases sociales y sin el
poder político que otorga la propiedad privada. La igualdad social posibilita
la estabilidad y la armonía a las relaciones sociales. La comunidad, donde se
manifiesta la voluntad de los individuos, contenía la fuerza de la supervivencia
individual y colectiva. Lo peculiar de la comunidad es que la propiedad de la
tierra no es individual, sino que comunitaria. La comunidad asigna anualmente
los lotes de terreno de cultivo a las familias, consiguiendo su repartición
equitativa según las necesidades y capacidades de las familias, aparta además
tierras para su descanso, exige a los individuos trabajar por el bien común y
obliga al individuo a acatar la voluntad de la comunidad en la prosecución del
bien común. Reconoce la propiedad personal y familiar que son
los bienes de consumo o cosas
producidas por un individuo.
Históricamente, anterior
al capitalismo, el concepto propiedad se refería a la tenencia de tierras; con
el capitalismo, significa la posesión privada sobre los medios de producción y
propiedad rentable y se ha expandido para abarcar las posesiones personales. Antes la propiedad personal no tenía
importancia en comparación con la propiedad de la tierra. La tierra no empezó a
considerarse como «propiedad privada» de personas hasta después del
feudalismo y se convirtió en un bien que podía comprarse y venderse como
cualquier otro bien. Con la Revolución Industrial y el consiguiente abandono de
la agricultura, aparecieron las acciones y bonos y la propiedad personal
alcanzó la misma importancia que la propiedad real. La burguesía, que
acumulaba riqueza, podía transmitirla mediante un testamento.
Actualmente, en contra de todos los anhelos por la
solidaridad, la equidad y la igualdad, el concepto de derecho a la propiedad
privada se ha venido fortaleciendo aún más en la cultura contemporánea,
principalmente a causa de 1º la incapacidad que tuvieron los socialismos reales
para resolver los temas de desarrollo y crecimiento económicos con libertad y
2º el enorme poder político que detentan los ricos en la sociedad civil y el
Estado, por lo que la propiedad privada como derecho natural se ha venido
haciendo parte constitutiva del ordenamiento jurídico, político y social. Esta
tendencia, que tuvo su más conspicuo comienzo con el individualismo surgido en
el Renacimiento y el nacimiento de la aristocracia terrateniente que reemplazó
a los señores feudales, se ha encarnado con vigor desde la Revolución
Industrial y el asentamiento de la burguesía, cuando se desarrolló plenamente
el comercio y la industria, en el siglo XVIII, en Europa y Norteamérica.
Extremando la idea de subsidiariedad, el neoliberalismo otorga al Estado la
función no sólo de proteger y defender la propiedad privada de los medios de
producción, sino que también hacerla posible y promoverla, al tiempo de negarle
al Estado el derecho a la posesión de los medios de producción económica.
El individualismo y la solidaridad
Ya en el Renacimiento apareció la idea de
que el ser humano puede hacerse a sí mismo, desvinculado de toda autoridad
religiosa o moral. El individualismo es una abstracción de la naturaleza de
la persona para explicar, según las escuelas inglesas de pensamiento
–empirismo, positivismo y utilitarismo–, la relación entre los seres humanos y
la de éstos con la sociedad civil y el Estado. Naturalmente, al ser una
abstracción, se omite la complejidad del ser humano. Los
filósofos ingleses enfatizaron dos aspectos: 1º El individuo existe para
sí mismo, independientemente de la sociedad, pues
la propia finalidad del individuo le es tan exclusiva que no necesita de otros
seres, 2º el respeto y la no interferencia a la acción de los otros seres
humanos y el Estado en la suposición de que
cada cual anda tras lo suyo. La ideología del individualismo surgió de
la tendencia exagerada a suponer que la identidad consigo misma es igual a ser
objeto de su propia actividad. Afirma que el individuo existe para sí mismo,
independientemente del grupo social, y el Estado no puede interferir con su
acción. Por ella se sostiene que la psicología de los individuos está hecha
para perseguir su propio bienestar e interés particular, sin reparar en el
interés general ni en la acción colectiva hacia cada uno. Thomas Hobbes
subrayó la idea de que la finalidad que cada uno persigue es su propia
felicidad. Para Locke el hombre es un ser razonable, la libertad es inseparable
de la felicidad y el fin de la política es la búsqueda de la felicidad. No hay
felicidad sin protección política y no hay política que no entienda que el
individuo desee una felicidad razonable. Adam Smith supuso que existe
una relación causal entre el afán de lucro individual y su efecto en el
bienestar colectivo si se deja que las leyes del mercado operen libremente.
En la visión del individualismo extremo Carl Schmitt
sostenía hace poco tiempo atrás que el origen de la propiedad privada se debió
a la apropiación de tierra para el sustento individual. Pero esta argumentación
omite un hecho evidente: esta apropiación consistió en acciones colectivas de
tribus cazadoras recolectoras devenidas en comunidades agrícolas, y no fueron,
de modo alguno, acciones individuales de apropiación que además devinieron en
propiedades individuales que podían dejarse en herencia a los hijos. Como aún
ocurre en culturas agrícolas más primitivas, las tierras eran de propiedad
comunal y no privada. Las modernas organizaciones nacionales tienen como modelo
las antiguas comunidades, y los individuos mantienen la psicología social
heredada genéticamente de la vida tribal experimentada por cientos de miles de
años de adaptación y que se fundamenta en la solidaridad y la cooperación.
En el mismo punto de vista del individualismo de Schmitt,
anteriormente, Juan Jacobo Rousseau exageró algo la nota respecto a que el
derecho de propiedad privada no proviene de ninguna ley natural, sino que
siguió al hecho de la toma de posesión cuando decía con cierto cinismo: “el
primer hombre que, después de proclamar «esto es mío» (probablemente con un
mazo en la mano) y encontró gente lo suficientemente simple como para creerle,
fue el verdadero fundador de la sociedad civil”. Sin embargo, el hecho
antropológico es que la sociedad civil es anterior al derecho de propiedad. En
efectos, los seres humanos tenemos dos tipos de tendencias que nos hacen ser
seres sociales. Una de ellas se refiere a nuestras carencias, y se puede
definir como la necesidad de convivir, pertenecer y ser aceptado por una
comunidad; la otra se relaciona con nuestras riquezas personales, y se puede
expresar como la necesidad de compartir, cooperar y proveer lo que cada uno
posee más allá de posesiones de cosas materiales.
La idea individualista de que el objetivo de la acción
individual es su propio bienestar está detrás de la práctica política de la no
participación ciudadana, concibiéndose como suficiente la representación de los
intereses individuales y la participación en el mercado. Lo que realmente ha ocurrido es que se ha forzado a
sostener, mediante una ideología persistente y poderosa, que las fuerzas
centrípetas del individuo producen indirectamente un encuentro solidario de
fuerzas centrífugas que se juntan en virtud del mercado, desvalorizando lo
social y lo democrático. La ética
individualista ha elevado el pecado capital de la codicia a la categoría de una
virtud cardinal. Deshumaniza la estructura social al interponer el dinero como
principal vínculo en las relaciones humanas. Origina individuos egoístas al
enfatizar el lucro individual como motor y fin de la actividad humana. Impone
el valor de la competencia individualista a nuestra natural psicología de
cooperación social. Trastoca el carácter de creatividad y contribución del
trabajo por mera mercancía impersonal. Genera un consumismo y un exitismo
desenfrenado. Propone modelos para el deber ser que son estereotipos irreales e
irrealizables, provocando angustias generalizadas.
En contra de la ideología liberal del individualismo se
puede afirmar que ésta no responde a los hechos antropológicos de la
solidaridad, la equidad y la cooperación. En primer lugar, el ser humano es una
criatura que, como todo ser viviente, está tras su propia supervivencia y
reproducción, pero, como homo sapiens,
es una criatura que ha evolucionado genéticamente a lo largo de centenas de
miles de años de vida tribal que han impreso indeleblemente en nuestro genoma
una psicología de cooperación, solidaridad y participación en la sociedad,
siendo su psicología social, no individualista, sino que principalmente
cooperadora y solidaria. Adicionalmente, su inteligencia le permite proyectar
intencionalmente su vida, más que a la pura satisfacción de sus necesidades
inmediatas, hacia incluso la posibilidad de lo transcendente, lo que lo hace un
ser eminentemente moral. Ambos hechos han permitido al ser humano ser la
especie más exitosa del planeta. La república es el régimen político que hace
suya estas características antropológicas cuando la tribu deviene en nación. Puesto que la
naturaleza humana no se explica únicamente por el egoísmo, sino que también por
la solidaridad, el individualismo tiene, ideológicamente hablando, una enorme
contradicción.
La ética humanista
critica a la ética individualista cuando contrapone al egoísmo y la codicia del
individualismo relaciones sociales más equitativas y cooperadoras y por ser la
antítesis de la solidaridad y la igualdad natural de los seres humanos. El humanismo
afirma que el individualismo capitalista se sustenta en un aspecto limitado de
la múltiple funcionalidad del ser humano (el egoísmo y la codicia) y deja la
función altruista y solidaria sin expresión posible y limitada al estrecho
ámbito de las relaciones familiares y la filantropía. El problema de este
desequilibrio de tendencias individuales tiene no sólo graves repercusiones
psicológicas, sino también los tiene sobre la estabilidad social. La ideología
individualista siempre repugnará a la conciencia solidaria que sostiene que la
subsistencia social depende de la acción altruista y que cualquier otra cosa es
la legitimación del abuso y el privilegio. Incluso muchos humanistas preferirían
una sociedad más solidaria que rica y poderosa.
Propiedad y filosofía
El aspecto jurídico de la propiedad privada surgió en
Inglaterra, cuando, por la influencia del individualismo de los siglos XVII y
XVIII, heredero del pensamiento centrado en el hombre iniciado en el
Renacimiento, se consagró el derecho de propiedad privada. Para una oligarquía
acostumbrada a hacer valer sus privilegios apelando al derecho divino no le
costó hacer la transición de validarlos con el derecho natural. Los agricultores
medianos de aquella época pretendían resguardarse de los privilegios y
arbitrariedades de los grandes propietarios de la nobleza y el alto clero. John
Locke contribuyó a dar al dominio jurídico los fundamentos filosóficos y
éticos. En su Segundo
tratado sobre el gobierno civil: un ensayo acerca el verdadero origen, alcance
y fin del gobierno civil (1690)
él creyó, reflejando la opinión de la
ascendente clase burguesa, que el derecho a la propiedad es un derecho
natural primitivo y comprende el derecho a la vida, a la libertad y a la
posesión de hacienda en función siempre del trabajo desarrollado. La propiedad
confiere la felicidad y la mayor felicidad coincide con el mayor poder. Creía
que cada uno tiene el derecho a poseer la totalidad del fruto de su trabajo, pues
si el individuo posee su propio cuerpo, también posee su trabajo y,
relacionando trabajo y valor de la hacienda, posee el fruto de éste. Un
individuo tiene derecho de propiedad sobre toda la tierra que pueda labrar,
sembrar y cultivar para aprovechar sus productos. En el fondo, suponía,
probablemente con la mayor ingenuidad, que el trabajo es la única fuente
honesta de riqueza, y ésta podía ser heredada por su hijo. De este modo, el derecho de propiedad de hecho se
fundamenta jurídica y filosóficamente sobre estas ideas de este autor.
Locke opinó además que
la propiedad existe en el estado de naturaleza, siendo anterior a la sociedad
civil. Él imaginó que los hombres salen posteriormente
de la naturaleza y constituyen una sociedad civil y un sistema de gobierno cuyo
propósito es la defensa de la propiedad. El poder político sería una especie de
depósito confiado por propietarios a propietarios y la salvaguarda de la
propiedad sería el propósito de un gobierno y la razón por la cual los hombres
entran en sociedad. Con un cierto tono hobbsiano, él afirmaba que el objeto
supremo y principal que persiguen los hombres al unirse formando una comunidad
y colocándose bajo un gobierno, es la preservación de sus propiedades. La
sociedad que él propuso y que contentaría las aspiraciones naturales de los
hombres es una sociedad donde el derecho a la propiedad está garantizado por un
sistema legislativo y político de total imparcialidad que protege al individuo
y a sus derechos de otros individuos que pretenden arrebatárselos.
Cuando Locke escribió su pensamiento, aún no surgía la
Revolución Industrial. Imaginaba una sociedad de agricultores y pastores que
trabajaban directamente la tierra para obtener los frutos que posibilitaban su
supervivencia. Fue la época cuando la nobleza feudal se convirtió en
aristocracia agraria, en los siglos XVI y XVII. Lo que él estaba defendiendo
era la propiedad del labriego sobre el erario de tierra, el caballo, el arado,
el establo, la morada que éste necesitaba para vivir y sostener digna y
honestamente a su familia, la cosecha, la semilla. Así, el labriego podía
satisfacer sus necesidades vitales y ser libre. Jamás Locke sospechó que el
derecho de propiedad privada que proponía como derecho inalienable, fundamental
y natural sería el débil respaldo jurídico y ético de la propiedad inapelablemente
privada sobre el capital y bienes rentables y que iba ampararlas grandes
fortunas que la industria y el comercio de una economía desarrollada hacen
posible, los gigantescos imperios económicos e industriales del siglo siguiente
y el gran capital de los siglos posteriores. Menos pudo prever este influyente
filósofo la enorme acumulación de capital requerida por las grandes empresas
nacidas del carbón y el hierro, y las aún mayores surgidas del acero y la
electricidad, de los materiales sintéticos y la electrónica, de las
comunicaciones y los transportes, e incluso de la guerra.
Tiempo después, otro empirista inglés,
Adam Smith, estimó, en su obra Investigación sobre la naturaleza y
causas de la riqueza de las naciones, 1776, que en el mercado los individuos, actuando según su
propio interés, consiguen una asignación mucho más eficaz de los recursos
productivos que cualquier intervención del Estado. Pero no es el propósito del
libre mercado la equidad ni que las múltiples necesidades humanas puedan todas
o mínimamente ser satisfechas. El mercado, que se rige supuestamente por leyes propias, autónomas e
invisibles, a través de la oferta y la demanda allí generadas, induce o inhibe
a los productores (vendedores) a producir o no determinados
productos, en determinadas cantidades y a determinados costos. La ventaja y
única justificación del libre mercado en la producción de mercaderías es que el
productor consigue conocer cuál es la conveniencia o inconveniencia de producir
y ofrecer o consumir una mercadería particular. El mecanismo para este
conocimiento es el precio relativo de la mercadería al que se llega en el
mercado. El precio de la mercadería es la señal que el mercado transmite tanto
al productor como al consumidor. En
el intercambio comercial la conveniencia, que es puramente egoísta, se llama
utilidad o lucro para el productor y satisfacción individual para el
consumidor. El precio sólo tiene referencia a la oferta y la demanda de la
mercadería o “cosas necesarias y convenientes para la vida que la nación
consume anualmente” y no al costo. Este
pensamiento conformó el fundamento del pensamiento económico liberal e instaló
a Adam Smith como el padre de la economía
política contemporánea. El
mecanismo del precio de la mercadería está condicionado por la existencia de la
división social y ésta depende, a su vez, de la incuestionable creencia y
conformidad social con el derecho de propiedad privada. Además, Smith reconoció un benéfico egoísmo “racional” que
llevaría indirectamente al bienestar general de las sociedades a través del
proceso de una mano invisible y que se ve expresado a través de la
competencia de individuos y
empresas que buscan sólo su
propio interés, desdeñando la solidaridad y la cooperación.
La muy aludida libertad como finalidad
de la acción humana no la define solo la posibilidad de elegir, como pretende
el liberalismo y según exige el libre mercado, potestad que tienen también los
animales. Fundamentalmente es lo que caracteriza la acción intencional, que es
la capacidad personal para auto-determinarse.
La libertad es la acción en las tres instancias de la conciencia. En lo
intelectual la libertad se ejerce para buscar la verdad, superar la ignorancia
y, sobre todo, los prejuicios y obtener, no tanto información y conocimiento,
sino sabiduría. En lo afectivo la libertad se ejerce para ser feliz al superar
el miedo, la angustia y el sufrimiento. En el plano de la efectividad, que es
propiamente el de la acción intencional, la libertad se ejerce desde la
perspectiva moral, no tanto para buscar el bien y evitar el mal, que no son
fuerzas o estados objetivos, sino para superar el odio y conseguir amar. En
este sentido, la libertad es una característica de la acción humana más
profunda que el trivial significado que el liberalismo pretende darle y que se
queda sólo en un rechazo hacia una autoridad represora.
Efectos del
ordenamiento del derecho de propiedad privada
Desigualdad social
La causa profunda de la desigualdad
social es que en el medio económico del libre mercado el trabajo naturalmente
abunda, mientras el capital es siempre escaso. El trabajo asalariado es obligado a entrar al mismo
libre mercado de la producción que el capital. Allí el primero, por su relativa
abundancia, tiene una gran oferta, mientras el segundo, por su relativa
escasez, es muy demandado. De este modo, se perpetúa y acrecienta la brecha
social entre quienes trabajan y se ven obligados a vivir en la escasez y
quienes son propietarios y viven en la abundancia. A causa de esta desigualdad
estructural el capital se sigue acumulando y concentrando y obteniendo el poder
que éste trae consigo, mientras el trabajo obtiene cada vez una mayor
desmedrada remuneración y debe doblegarse cada vez más a una ley en cuya
legislación participa marginalmente. Este factor de desigualdad es más desequilibrante cuando el
trabajo no es calificado y el capital es intensivo en tecnología, que no más
que el modo de prescindir de mayor trabajo. De hecho, el trabajo debe ser
efectuado a cualquier precio, pues quien lo ejecuta se ve obligado primeramente
a sobrevivir. En cambio, el capital, que está siempre en gran demanda, es
cómodamente invertido en la actividad que ofrezca el mayor beneficio dable y en
el menor plazo posible, al tiempo de obtener la garantía que podrá ser
recuperado. Incluso si la calidad del trabajo mejorara en cuanto una mayor
productividad del trabajo como resultado de una mayor capacitación, disciplina
y dedicación, y si estas características pertenecieran en forma generalizada a
toda la fuerza laboral, el nivel de remuneraciones se mantendría necesariamente
bajo a causa de la competencia general entre los trabajadores.
En la perspectiva del propietario de
los medios de producción, las riquezas que se producen le pertenecen
necesariamente, pero no al trabajo que interviene directamente con el esfuerzo
de producción. Para este propietario las funciones del trabajo no son
precisamente la identificación afectiva del trabajador con su actividad laboral,
ni su asociación con otros seres humanos a través de su actividad. Tampoco es
su dignificación mediante su trabajo, ni el gozo intenso que le puede producir
desempeñar una actividad útil y apreciar su producto. Puesto que estas
valoraciones, propias de las antiguas artesanías, no maximizan el lucro, no les
son útiles. En cambio, lo que este propietario ve en el trabajo es un
desmesurado salario a cambio de ineficiencia y poca productividad del
trabajador. Algunos propietarios se
enorgullecen imaginando que son benefactores sociales cuando suponen que dan
trabajo. Esta idea sería verdadera si el capital tuviera un origen extra-social
y su posesión existiera por derecho natural. Sin embargo, el derecho de
propiedad privada lo otorga la misma sociedad a la que también pertenecen los
trabajadores y que tendría por finalidad el bien común. Los propietarios (o
burguesía), que buscan la maximización de beneficios, logran conseguir
automáticamente una cierta tasa de desempleo a través de intensificar la inversión
en bienes de capital y/o desarrollar tecnologías sustitutivas de mano de obra
y, por tanto, logran aumentar la oferta de trabajo y la consecuente disminución
de empleo, lo que se traduce en miseria para los cesantes y pobreza para una
mayoría de trabajadores. En su búsqueda por disminuir los costos en mano de
obra la burguesía no ha dudado históricamente en invertir en regiones de
abundancia de mano de obra, explotar mano de obra infantil, incorporar la mujer
al trabajo, extender el horario de trabajo hasta límites insostenibles.
La opulencia y la precarización
El régimen del derecho de propiedad privada permite a los
propietarios la posesión irrestricta de los medios que pueden satisfacer hasta
los caprichos más nimios. Posibilita que un individuo posea una riqueza que
escandaliza al resto que vive en medio de tanta necesidad. Trata de bienes
escasos que alternativamente pueden satisfacer exclusivamente el capricho más
absurdo de algún individuo por medios escasos que pueden ser aprovechados potencialmente
por muchos otros, más necesitados. Consagra un privilegio mientras impone una
restricción a la democracia y una limitación a la natural igualdad en dignidad
de las personas. Lo consagra como un derecho de carácter absoluto, adquiriendo
mayor importancia que los otros derechos humanos, y en su defensa la
legislación no trepida en restringirlos. Controla a quien tiene solamente la
propiedad sobre su propio cuerpo, el que debe rendir el esfuerzo exigido por el
desigual mercado a cambio de un salario que le permitirá, si acaso, subsistir. Produce
valores culturales desfigurados, como el consumismo, el exitismo, el
individualismo. En resumen, produce una crítica inestabilidad social.
En la industria y el comercio el
derecho de propiedad compra al trabajador sólo su tiempo y su esfuerzo
inteligente, que es su energía. Un animal, como el caballo, el burro y el buey,
solo aportan tiempo y esfuerzo. Para reemplazar al ser humano el propietario
puede invertir en robots de enorme productividad, pero el humano es más
versátil que el robot que está diseñado para desempeñar una sola labor. Además,
el costo del ser humano, que se auto-estructura a sí mismo, es bajo, ya que le
basta reponer la energía gastada, como ya se sabe cuando se calcula el sueldo
mínimo. Adicionalmente, se reproduce sin gran costo, como descubrieron los
esclavistas de siglos pasados, lo que incrementaba sus riquezas. En una
sociedad tan individualista se olvida que el esfuerzo puesto en la creación de
cualquier riqueza nunca es individual, sino que colectivo, por lo cual lo que
es obtenido socialmente debería ser también compartido socialmente. Si alguien
usufructúa privadamente de algún bien, no es por mérito propio, sino que es por
un privilegio que la sociedad civil cooptada le otorga. En la actualidad la expansión del la propiedad
privada del capital ha forzado mediante los bajos salarios y la accesibilidad
del crédito al endeudamiento masivo. Le es más conveniente a la burguesía
existir en base de cobrar intereses que invertir el capital en la producción.
El monopolio del
poder político
El derecho de propiedad privada se origina finalmente del
ejercicio del poder que emana precisamente de la posesión, pues en el
capitalismo el poder político proviene del poder económico. La historia nos
enseña que los burgueses, que son los poseedores del capital, adquieren, por el
mismo hecho de poseerlo, un poder político correlativo tan poderoso que pocas
dificultades han tenido para hacer valer el derecho de propiedad privada. Es
natural que quienes poseen propiedad poseen también el poder político para
imponer, legitimar y justificar legalmente el derecho de propiedad privada. El
orden jurídico se establece según el interés económico de quienes detentan el
poder político. El Estado burgués es funcional a los intereses de la clase
propietaria, la que se agrupa política y socialmente para defender sus
privilegios, constituyendo una clase social dominante en la cual se reproducen
y acrecientan su poder. La única justificación para reconocer el derecho de
propiedad privada no está generalmente en la esencia de los seres humanos y su
natural convivencia, sino en la conveniencia de la clase dominante. Quienes han
querido oponerse a este dictamen han sido violentamente eliminados mediante
guerras, gobiernos autoritarios y la misma ley. La imposición del derecho de propiedad privada exige un
Estado policial y muchos golpes de Estado y guerras. Harold J. Laski ya
señaló en Reflections on the Revolution
of Our Time, 1933, que, considerando que el Estado pertenece a los
poseedores del poder económico, las reformas alcanzan al límite que las clases
acaudaladas consentirían sin llegar a las armas.
El mundo se desarrolla en el inestable equilibrio impuesto
por el derecho de propiedad privada. Éste demanda leyes cada vez más severas y
represivas para defenderlo y emplea cada vez mayor fuerza policial en la medida
que aumenta la inequidad social, lo que genera fuertes tensiones sociales y
políticas. La historia de las guerras y conflagraciones capitalistas es testigo
de lo duro que se torna la lucha para hacer prevalecer los propios intereses
económicos sobre aquellos de los demás, sin considerar para nada el bien común
y menos la equidad. Este dominio es en el mejor de los casos un chantaje, pues
se proclama que si sus privilegios no fueran respetados, no habría inversiones y
la nación arriesgaría la anarquía a causa del desempleo y el completo desastre
económico. Considerando que la inversión de capital es fundamental para el
desarrollo y crecimiento económico de una nación, a ésta más le conviene
acceder a sus exigencias. Mediante el cohecho, la amenaza de la pérdida de
empleo y el manejo ideológico efectuado a través de los medios masivos de
comunicación, los que controlan, logran imponer al pueblo su voluntad.
El
poder de la burguesía es tal que llega a elaborar ideologías que ensalzan el sistema
económico capitalista y el derecho de propiedad privada y la difunden a través de los medios de comunicación social
de los que ella es propietaria en su mayoría. Impone los mitos que todos
llegamos a aceptar como verdaderos: el crecimiento económico como finalidad de
la acción política, la autorrealización como propósito de la acción personal,
el gozo como objetivo de la existencia individual, el dinero como condición de
la felicidad, la participación en el mercado como la expresión de la libertad,
y la iniciativa privada como su expresión máxima, mientras el gran capital se
apodera del mundo. Asimismo, a través de la propaganda electoral la burguesía
logra mayorías representativas más allá de sus números. El efecto de la
interacción política-capital es doble: la propiedad privada del capital es
celosamente protegida por el poder político, poder que el mismo capital
contribuye a establecer y controlar; segundo, el capital, que tiende a
concentrarse generando las enormes diferencias económicas entre los individuos,
produce recíprocamente el dominio de muchos por pocos en muchos ámbitos de la
vida, además del económico.
A nivel mundial la oligarquía plutocrática del imperio ha
fagocitado su nación, sobornando y
aprovechándose de sus instituciones armadas, sus agencias de inteligencia y su
administración para dominar al mundo y apropiarse de sus riquezas. En este
proceso la población se ha empobrecido y endeudado hasta estar a pronto de
hacer crisis.
La explotación de la naturaleza
Tal como el derecho de propiedad privada explota el
trabajo, ha explotado también la naturaleza como si fuera infinita y no fuera
afectada. Solamente en el último medio siglo ha ido surgiendo la conciencia
ecologista y ha percibido que la naturaleza es muy limitada después de haber
visto fotografías de la Tierra tomadas desde la Luna que. La voracidad que
impulsa la codicia por lucrar al máximo posible enceguece al capitalista que
deja de ver el despilfarro, la contaminación y el agotamiento de la naturaleza.
Ninguna riqueza que pueda ser extraída logrará satisfacerlo. No cejará en
explotarla hasta que no quede más que un yermo sin fauna ni vegetación y quede
cubierto de pestilencia.
El Milenio
Diametralmente opuesto al
derecho de propiedad privada será el Milenio. El Milenio es la era profetizada
que vendrá al mundo después que ocurran los dos eventos más tremendos y
portentosos de toda la historia de la humanidad, la
Tercera Guerra Mundial y los Tres Días de Oscuridad y que pondrán fin de la era
capitalista, la división social, la división del trabajo, el libre mercado
basado en la libertad de precios y el derecho de propiedad privada. En mi
investigación de las profecías para nuestra época, contabilicé 94 vaticinios
que se referían al Milenio. La descripción del Milenio
escrita por el clarividente Jonathan
Erskine Hollingsworth, en su libro The
Destiny of America, 1898, es sin duda la que tiene un mayor número de
detalles relativos a la economía de aquella futura era, los que transcribiré
sin añadidos a continuación:
LA SOCIEDAD
“No
había ni alta, mi media, ni baja, ni ninguna clase social, dispuesta en
oposición, ya que había igualdad de inteligencia, igualdad de conocimientos, y
un deseo universal para ayudarse mutuamente en todas las formas que pudiera
hacer la vida más bella… Tampoco había pobres, pues cada hombre y cada mujer
era un terrateniente, con un título claro a las posesiones que habían sido
ganados por el trabajo honrado, ni podía cualquiera ser despojado o robado de
su interés en el predio, excepto únicamente por el delito de la pereza o la
avaricia, u otro delito igualmente degradante.”
LA PROPIEDAD
“Y
vi cómo los hombres reconocían las leyes de Dios en lo que se refiere a la tierra,
que es el regalo del Creador a sus hijos, y, por lo tanto, les pertenecía en su
conjunto, incluso lo mismo que el aire y el agua. Así que a ningún hombre se le
permitía apropiarse u ocupar el dominio público en detrimento de otros, pero a
todos se les permitía una parte igual, para que ellos pudieran cultivar y
mantener una granja durante su vida. Pero dependiendo del número de hijos, la
cantidad reservada podía mantenerse durante generaciones, proporcionando a los
sucesores continuar cultivando la tierra. Así,
la tierra era dividida en pequeñas propiedades, y cada acre estaba
estrechamente cultivado, de modo que no había más vastas propiedades en poder
de las personas que vivían en la ociosidad a expensas de los que trabajan… A
medida que el mundo crecía en edad y sabiduría la maldición de la riqueza
individual se eliminaba gradualmente por la promulgación de leyes justas, con
lo que no se permitía a ningún individuo poseer más de la riqueza de la nación
que a otro, porque toda la riqueza pertenecía al pueblo, después de haber
sido producido por el pueblo y para el uso de las personas... El arte de la
guerra quedó en el olvido, pues todas las causas de la discordia armada habían
fenecido con la adopción y el funcionamiento de esas sabias leyes que prohíben
para siempre la concentración de la riqueza en las manos de cualquier persona o
cualquier empresa, en detrimento del pueblo en su conjunto. Y las tribus de la
tierra se moldearon en una gran confederación en la cual cada miembro compartía
por igual la riqueza del mundo. Por lo tanto, no podía haber envidia entre
grupos...”
EL CAPITAL
“Mucho
capital se invertía en la construcción y equipamiento de centros de enseñanza…
Se hicieron florecer los lugares desiertos de la tierra como la rosa.”
LA USURA
“La
usura fue abolida, recibir interés fue penalizado, mientras que aceptar
garantía de un préstamo era un delito, y los culpables eran llevados
rápidamente ante la justicia y castigados en proporción a la atrocidad del
delito, ya que la nueva constitución declaraba expresamente que ningún hombre
se aprovechara de la debilidad o ignorancia de un conciudadano, y por sus
disposiciones todo hombre se hizo “guarda de su hermano" bajo la ley… La
codicia era considerada una enfermedad mental. Después de su primera aparición,
el paciente era rápida y silenciosamente llevado a un sanatorio aislado donde
los síntomas se observaban cuidadosamente por especialistas cualificados en el
tratamiento de este trastorno particular. Aquí fueron cuidadosamente cuidados y
amablemente atendidos hasta que se eliminaban las últimas trazas de la
enfermedad…”
EL DINERO
“El
uso de "dinero" en cualquier forma fue declarado inconstitucional, y
la maldición de las edades, la verdadera "raíz de todos los males"
expiró y solo se aceptaba la mano de obra en el pago de todas las formas de
impuestos… Teniendo permiso de mi guía, traté de aprender algo del sistema
financiero que se impuso en el país sin una moneda, donde ningún medio de
intercambio existiera y el "dinero" era desconocido (¿tarjetas de
débito?). Estaba espantado en aprender cómo es de simple el plan que aseguraba
a cada hombre la justa recompensa de su trabajo y que impedía a cualquier otro
cosechar los frutos de su trabajo. Consistía en dar a todos y cada uno un
equivalente exacto por los servicios prestados, ya sea del cerebro o de la
mano. Los únicos documentos en cualquier forma que se asemejaba dinero eran
certificados de "tiempo" emitidos por el gobierno central, lo que
representaba el valor estimado del trabajo en horas…”
EL TRABAJO
“Cada
hombre disfrutaba del fruto de su trabajo, porque con el aumento de los
recursos aumentaba el confort, y los privilegios añadidos, y todos compartían
similares ventajas… El trabajo por sí solo era honorable, por lo tanto, con el
trabajo se era respetado, y quien obraba mejor recibía los más altos honores,
mientras que todos y cada uno compartía por igual en la recompensa de la
industria… Seis horas los hombres se dedicaban a trabajar con sus manos…”
EL SALARIO
“Por
un intercambio racional de ocupación todas las diferencias en la capacidad, por
un lado, o en el carácter penoso de la tarea, en el otro, estaban equilibradas,
y establecían una escala uniforme… Sin embargo, estas fichas no se les daban a
cambio de los productos básicos, pero se llevaban a cabo como prueba de que el
solicitante tenía derecho a aquellas mercancías que él podría desear en un
plazo adecuado. Estas facturas mensuales de crédito eran tomadas cada año por
el gobierno, que a su vez hacía emitir un memo o una nota, haciendo un
cuidadoso registro de la misma, de modo que si había alguna posibilidad de
perder su trabajo, otro podía sacarla.”
El Milenio se
caracterizará porque se eliminarán los tres órdenes originarios y naturales de Adam
Smith, pues se alcanzaría la igualdad natural de los seres humanos en la que la
riqueza, es decir, la propiedad de riquezas naturales más allá de la capacidad
personal de explotación y la propiedad de capital, ha actuado como una cuña
para dividir la sociedad en clases, es decir, entre terratenientes,
capitalistas y trabajadores que se ven obligados a vender su trabajo para
subsistir. Rentas e intereses son privilegios intolerables que no tienen
sustento filosófico ni natural alguno; su origen es usualmente la especulación,
la usura, la apropiación por la fuerza y el robo. Son personificados por
Satanás, que será encadenado y arrojado al abismo (Apocalipsis 20:1-3), y serán
abolidos.
Esta posibilidad obliga
a repensar la esencia del libre mercado como instrumento para el intercambio de
mercaderías. El libre mercado que
supere el precio, que incluye la utilidad como incentivo y es señal, debería
basarse en otra señal que sea concordante con la igualdad social. En primer
lugar, el precio de la mercadería debería ser igual al costo requerido para
producirla, incluida la remuneración (y no la utilidad) para el productor y
comerciante. En segundo término, la señal más apropiada sería simplemente la
“velocidad de consumo” o tiempo en que la mercadería en cuestión esté en el
inventario. Si la velocidad relativa es alta, es clara señal para el oferente
de incrementar su producción. Por el contrario, si dicha velocidad es baja, el
oferente deberá disminuir su actividad en producirla y buscar producir otros
bienes. En consecuencia, este mecanismo cumple completamente con la única
ventaja del libre mercado.
35. LA ÉTICA DEL CAPITALISMO
La economía trata de la explotación de los recursos
naturales para transformarlos en bienes y servicios y satisfacer las múltiples
necesidades de la población humana. El capitalismo es el nombre dado a una
economía donde la propiedad del capital es privada. Es un fenómeno socio-económico que comenzó en el tercer cuarto del
siglo XVIII, con la Revolución Industrial, y terminará ahora en un enorme
descalabro. Se caracteriza por:
● Privilegiar
al capital sobre los demás factores de la producción.
● El lucro
como incentivo de la actividad económica.
● La
industrialización para producir bienes de consumo masivos.
● La
subordinación al libre mercado. El valor de los productos es el que resulte
de la libre oferta y demanda que en el mercado se produzca por los bienes y
servicios.
El capitalismo, basado en el ethos cultural anglosajón, se puede resumir como sigue:
● La base del
crecimiento económico de una sociedad es la persecución del lucro individual,
que se expresa como iniciativa privada y que se realiza en la libre empresa.
● Refuerza el egoísmo característico del
individualismo propulsado por el empirismo inglés.
● La
empresa privada produce bienes y servicios y origina empleo.
● El
neoliberalismo adiciona la idea de
subsidiariedad, por el cual el Estado tiene la función de proteger la libre
empresa, asegurar el libre mercado, eximirse de las actividades de producción y
distribución y verificar que toda actividad económica sea mediada por la libre
empresa.
● El
Estado debe facilitar el emprendimiento privado en todo lo referente a
infraestructura económica, seguridad pública, enseñanza pública, disciplina
laboral y crea las condiciones para las inversiones de capital, ya que éstas
están en relación directa con el empleo, y el empleo es la condición que
persigue el Estado para mantener la paz y el orden social, asegurar su
prevalencia y reprimir la anarquía.
● Divide
la sociedad entre capitalistas y trabajadores. Aquellos pueden ser rentistas,
inversionistas y prestamistas. Éstos pueden ser empleados o independientes si
tienen profesión (que es capital invertido en conocimiento). Un comerciante
combina capital y trabajo.
● Existe una
oposición categórica entre capital y trabajo.
● El empresario tiene todo el poder y la autoridad
dentro de la empresa y una responsabilidad limitada.
● El trabajador
no debe tener iniciativa ni poder de decisión en la empresa y debe hacer
disciplinadamente lo que se le ordena.
● La dinámica
del libre mercado orienta la empresa para producir según la demanda y al precio
que aquél genera.
● La
competitividad en el mercado está en relación directa con la productividad y la
innovación.
Éticamente, el
capitalismo se caracteriza por lo siguiente:
● Considera los derechos de libertad y propiedad
como inalienables, naturales y necesarios para la autodeterminación individual.
● Es la antítesis de la equidad moral y la
igualdad natural de los seres humanos.
● Genera una brecha insalvable entre ricos y
pobres.
● La complacencia y la crueldad de los ricos.
● Los desórdenes sociales y políticos y las guerras
que genera.
● La gran frustración de las expectativas puestas en
satisfacer todas las necesidades humanas.
● La propiedad privada del capital.
● El afán de lucro.
● La explotación del trabajo y la naturaleza.
● El uso de la tecnología en esta explotación.
● Creer que el libre mercado es libre.
● Depender del crecimiento económico, produciendo
estrés en los otros factores.
● Su cultura basada en el exitismo, el
consumismo y la competencia que impulsa la expansión económica.
● Sin trabajar el capitalista recibe rentas,
intereses, utilidades y beneficios.
● El capital tiende a concentrarse y
acumularse ilimitadamente, llegando a adquirir un poder excesivo que avasalla
el poder político.
● Se basa en el egoísmo, contraponiéndose al
hecho antropológico que subraya la solidaridad.
● Someter al mismo mercado el capital y el trabajo,
generando una relación desigual.
● Reducir el trabajo humano a mera actividad
mecánica inducida por la división del trabajo.
● En el mercado, siempre existe gran demanda de
capital y también gran oferta de trabajo, lo que genera un desequilibrio
primordial entre capital y trabajo de modo que siempre el capital tiende a
acumularse y el nivel de remuneraciones tiende a disminuir.
● Requerir una tasa de desempleo con el objeto de
disminuir el poder del trabajo frente al capital.
● Reemplazar trabajo por tecnología.
● Necesita incesantemente nuevos recursos
naturales que explotar, siendo que éstos son finitos.
● Es incompatible con una economía sustentable
que implica no emplear más recursos que los que la naturaleza es capaz de
producir a largo plazo.
● La devastación ecológica.
● Emparejar la diversidad y arrasar con las
culturas, sus tradiciones y sus riquezas.
● Apoderarse de la democracia y transformar los
ciudadanos en consumidores.
Breve historia del pensamiento de la
economía capitalista
El pensamiento económico moderno emergió solamente cuando
se tuvo experiencia concreta de la efectividad del desarrollo económico
industrial en la creación de riqueza, a comienzos de la Revolución industrial. James
Watt (1736-1819) no pudo saber entonces que al mejorar la máquina de vapor de
Newcomen desencadenaba enormes fuerzas físicas y morales, políticas, sociales y
económicas, en la llamada Revolución Industrial. La máquina de vapor y, más
tarde, el motor de explosión y la turbina reemplazan el esfuerzo muscular de
tanto hombres como animales y funcionan con fácilmente accesibles combustibles
provenientes de antiguos organismos biológicos fosilizados en carbón, petróleo
y gas natural. Había que aprovechar la riqueza energética para crear riqueza
material. Su combustión transforma las riquezas naturales en bienes de consumo
casi ilimitadamente, pero causa el calentamiento global, enormes depósitos de
basura, contaminación masiva de la naturaleza y extinción de flora y fauna.
Watt había abierto la naturaleza a la codicia, y el capital requerido para
explotarla produjo la burguesía, que, por su parte, ideó la forma para acumular
el capital aprovechándose de la naturaleza. Pronto la burguesía puso una
barrera jurídica a este impulso: la propiedad del capital, lo que dividió la
sociedad entre burgueses (o Estado totalitario comunista) y proletarios, es
decir, ricos que ponen su capital y pobres que ponen su propio esfuerzo.
Con anterioridad las actividades más notables de la
economía eran la agricultura, la artesanía y el comercio, y el pensamiento
económico se desarrolló en torno a cómo obtener mayor provecho a estas
actividades. Los artesanos buscaban satisfacer la demanda que se originaba en
los más opulentos, mientras que los comerciantes y mercaderes sabían de siempre
que la riqueza se obtiene simplemente comprando bienes principalmente en
tiempos o lugares cuando o donde éstos existen en abundancia y son baratos,
para luego venderlos cuando o donde son escasos y caros. Para ello se
construían bodegas o graneros o se efectuaban largos y riesgosos viajes.
Consumir especias de la isla Célebes en torno al siglo XV no era barato, siendo
el comercio de este producto el incentivo que tuvieron los navegantes
portugueses, el que tuvo Colón para descubrir el Nuevo Mundo (1492) y el que
tuvo también Magallanes para dar la vuelta al mundo (1520). Había que quitarle
a Venecia el monopolio que poseía. El
Príncipe, 1513, de Nicolás Maquiavelo (1469-1527) no es otra cosa que la
descripción del método para mantener el poder y ganar, en la Italia renacentista, las
guerras que se peleaban en torno a la preeminencia comercial.
El mercantilismo fue la doctrina económica que prevaleció
anteriormente, en los siglos XVI, XVII y primera mitad del XVIII, y se
caracterizó por una fuerte injerencia en el comercio por parte del Estado, que
emergía entonces, en torno a la autoridad encarnada en el rey, cada vez más
poderoso, donde su razón de ser era el predominio de su reino. Supuso que el
volumen de comercio internacional se mantenía inalterable, y para acrecentar la
riqueza había que controlar una mayor parte de este comercio. Pero ya a fines
del siglo XVIII fue apareciendo como evidente que la riqueza podía surgir de la
producción física de bienes gracias a las máquinas propulsadas por la energía
del vapor. Gran cantidad de bienes podían ser producidos e introducidos en el
mercado con una relativamente baja inversión en capital, y todos podían obtener
ganancias. Fue la época de la naciente burguesía capitalista.
Adam Smith
El pensamiento acerca de cómo se produce el crecimiento
económico, que es la clave del bienestar social y que contradecía radicalmente
al mercantilismo, se apartó de la imagen de relacionar la economía con
riquezas, privilegios y puramente comercio. Este pensamiento apareció en 1776,
cuando el escocés Adam Smith (1723-1790) publicó sus ideas en su muy influyente
libro Investigación sobre la naturaleza y
causas de la riqueza de las naciones. Él vinculó la riqueza con el trabajo
y el capital invertido en producir. Afirmaba que el trabajo anual de cada nación
es el fondo del que se deriva todo el suministro de cosas necesarias y
convenientes para la vida que la nación consume anualmente y concluía:
“Todo el producto
anual de la tierra y del trabajo de una nación... naturalmente se divide, como
ya se ha observado, en tres partes; la renta de la tierra, los salarios del
trabajo, y las ganancias del capital, y constituye un ingreso a tres órdenes
diferentes de personas; los que viven de rentas, los que viven de salarios, y
los que viven por la ganancia. Esas son los tres órdenes originarios, y
principales partes componentes de toda sociedad civilizada, de cuyos ingresos
esos de todos los otros órdenes últimamente se derivan” (Libro I, cap. XI:
Conclusión).
Smith fue el primer economista político en analizar las
causas del crecimiento económico. Si la fuente de la riqueza se halla en el
trabajo, se desprende que aumentando la productividad laboral, se aumenta
también la riqueza. Pues bien, la productividad laboral es generada, según
Smith, por la división del trabajo. De este modo, la expansión de la producción
especializada y también la ampliación de los mercados y el comercio
internacional abría posibilidades ilimitadas para que la sociedad aumentara su
riqueza y su bienestar social. En el siglo siguiente estas ideas abrieron el
camino de la industrialización y de la aparición del capitalismo moderno.
Las ideas de Smith no solo buscaron ser un tratado
sistemático de economía, sino también uno de moralidad. En su primer famoso
libro Teoría de los sentimientos morales
(1759), Smith, intentando alejarse del juicio de Thomas Hobbes, que el egoísmo
constituye las bases de todo comportamiento humano, aseguró que esas se
encuentran en el proceso de simpatía, a través del cual un sujeto es capaz de
ponerse en el lugar de otro, aun cuando no obtenga beneficio de ello. No
obstante reconoció años después, en la citada La riqueza de las naciones, un benéfico egoísmo “racional” que
llevaría indirectamente al bienestar general de las sociedades a través del
proceso de una mano invisible. Smith profundizó esta lógica, indicando
que dicho proceso se ve expresado a través de la competencia, un mecanismo que
sería capaz por sí mismo de asignar con eficiencia y equidad tanto los recursos
como el producto de la actividad económica. Al igual que los fisiócratas, Smith
intentaba demostrar la existencia de una Ley de la naturaleza que funcionaría
cuanto menos se la perturbara y ayudó a generalizar la idea de que si existe un
orden natural aplicable a la economía, ese orden exige la no intervención del
Estado, porque las cosas se rigen conforme a una voluntad o mecanismo superior.
Smith infirió que los individuos en el mercado, actuando
según su propio interés, consiguen una asignación mucho más eficaz de los
recursos productivos que cualquier intervención del Estado. El mercado, que se
rige por leyes propias, autónomas e invisibles, a través de la oferta y la
demanda allí generadas, induce o inhibe a los productores a producir o no
determinados productos, en determinadas cantidades y a determinados costos. De
este modo, a través de la oferta y la demanda de productos que se transan en el
mercado, se determina el valor relativo para los mismos, entregando además una
señal sobre la conveniencia o inconveniencia de producirlos o consumirlos. Este
pensamiento conformó el fundamento del pensamiento económico liberal e instaló
a Smith como padre de la economía política contemporánea. Sin embargo, la tesis
de la mano invisible no es capaz de garantizar la distribución equitativa de la
prosperidad económica de acuerdo a algún criterio moral de recompensa al
esfuerzo o la capacidad individual. Una economía de mercado retribuye a los
individuos de acuerdo a su capacidad para producir cosas que otros están
dispuestos a pagar. La mano invisible no guía a los individuos ni a las
empresas, que buscan su propio interés, hacia la eficiencia económica.
Thomas Robert Malthus
Si relacionamos los conceptos alimentos (medios de
subsistencia) y población, la cantidad de individuos que componen una población
depende de la cantidad de alimentos que es producida. Es en este contexto que
el clérigo inglés Thomas Robert Malthus (1766-1834) afirmaba, preocupado, en su
Ensayo sobre el principio de la población,
1798, que la población humana crece más rápidamente que los alimentos. Según él
calculaba a gran distancia de la objetividad científica aquélla se iría
duplicando cada 25 años, creciendo de período de período, en una progresión
geométrica. Por otra parte, los alimentos, en las circunstancias más
favorables, no aumentarían sino en una progresión aritmética. En consecuencia,
la población estaría limitada necesariamente por los alimentos, de modo que
puede crecer siempre que éstos crezcan. Así, llegará un punto en el que la
población no encontrará alimentos suficientes para su subsistencia. Además,
según él, los alimentos están limitados y, cuando se hayan agotado, la vida
humana desaparecerá. También es de esta relación económica-social, que
determina quien posee, quien trabaja y quien consume, que surgirían las estructuras
políticas y éticas.
Tras su visión pesimista de la sociedad se encuentran dos
oscuras concepciones de la realidad. 1º La naturaleza humana está por sí misma
imposibilitada de mejorar, ya que toda virtud proviene de Dios. Percibió
negativamente el drama de la Revolución Francesa, refutando el optimismo de la
Ilustración y su idea de progreso y de la capacidad ilimitada de la mejora de
la sociedad. 2º Sin crítica alguna aceptaba que en la sociedad existen los
propietarios ricos y los pobres que deben trabajar para subsistir. Existen
ricos privilegiados que no necesitan una población excesiva si ésta podía
ocasionarles gastos en forma de impuestos. En cambio, los pobres eran
naturalmente irresponsables y su situación
de imprevisión era exclusiva de ellos mismos. Apreciaba que se multiplican
presas del instinto de reproducción, sin obstáculos suficientes y en
condiciones de miseria, liberados de toda restricción moral. Finalmente eran
una carga innecesaria para el Estado en formas de ayuda que suponen costos
innecesarios. En un caso de extremo individualismo y egoísmo Malthus
proporcionaba buena conciencia a las clases dominantes y fortalecía el orden
social existente, llegando a aseverar que un hombre que nace en un mundo ya
ocupado, y si sus padres no pueden alimentarlo y la sociedad no necesita su
trabajo, él no tiene derecho alguno a reclamar ni la más pequeña porción de
alimento y está demás en el mundo; en el gran banquete de la naturaleza no hay
cubierto para él; como en el cuento de Pulgarcito, lla naturaleza le exige que
se vaya y no tardará de ejecutar ella misma tal orden.
David Ricardo
Las ideas de Malthus influenciaron el pensamiento
económico clásico, sobre todo el del economista político inglés David Ricardo
(1772-1823). Ricardo expuso sus ideas en su libro Principio de economía política y tributación, 1817. En el prefacio,
afirmó que el principal problema de la economía política es determinar las
leyes que regulan la distribución (de la renta). Con este fin, desarrolló una
teoría del valor-trabajo, a la que adhirió más tarde Marx. Ésta considera que
el valor de cambio de las mercancías depende de la cantidad de trabajo
necesaria para su producción. El beneficio es la diferencia entre el precio de
venta y el precio de costo, siendo el precio de costo el importe de salarios,
de modo que los beneficios del capital están incluidos en los precios de las
mercancías. Suponía que el capital invertido en la producción se compone
únicamente de salarios. El valor de una mercadería está determinado por la
cantidad de trabajo incorporado y aumenta cuando aumenta la cantidad de trabajo
necesaria para su fabricación y disminuye en caso contrario.
El precio “natural” del trabajo (el salario), que Ricardo
considera una mercancía al igual que Smith, proviene del número de horas
destinadas a la producción y es equivalente al que proporciona al trabajador
los medios de subsistir y perpetuar la especie. Este “salario natural” puede
permitir, o no, mantener al trabajador y a su familia sobre el nivel de subsistencia,
pudiendo coincidir, o no, con el determinado por el mercado a través de la
oferta y demanda de trabajo. Si no coinciden, se produciría movimientos de
crecimiento o descenso de la población, según que el salario de mercado sea
superior o inferior al natural, manteniéndose por tanto entre ellos una
tendencia al equilibrio. Explicaba el proceso de crecimiento de una economía y
su posterior estancamiento. Decía que dicho proceso genera un aumento de
capital. La inversión de capital produce una demanda de la fuerza de trabajo,
trayendo consigo un aumento del salario de mercado por sobre el “salario de
subsistencia”. Pero, en lo que denominó “la ley de hierro de los salarios”,
idea basada en las de Malthus, este excedente hace aumentar la población, produciendo
una mayor oferta de mano de obra que hace que el salario de mercado vuelva a
los niveles del salario de subsistencia, provocando con ellos una escasez de
mano de obra y por consiguiente un aumento en los salarios. Esta teoría influyó
en Marx para afirmar que el obrero nunca disfrutaría de los beneficios del
capitalismo. Como ahora existe mayor población, los recursos fáciles de
explotar se agotan, y el beneficio que obtiene el capital termina por ser
traspasado a los propietarios agrícolas. Al igual que Malthus, Ricardo se
pronuncia contra las leyes de protección de los pobres y por el control de la
natalidad.
Ricardo observaba que los salarios “normales” no
aumentan. Éstos son más o menos equivalentes a una canasta de bienes que
proporciona los medios de subsistencia a los trabajadores. Lo que aumenta para
él era el precio de los productos de la tierra y, concretamente, la renta de la
tierra, y consecuentemente la tendencia a la baja de los beneficios. Para él el rentista es quien toma una
fracción del ingreso nacional que debería ir al capitalista y se convierte en
un obstáculo a la acumulación y al progreso. Ricardo propuso que ésta podía ser
contrarrestada con la importación de cereales baratos. Pensaba que todo aquello
que contribuyera a disminuir el valor de los productos agrícolas sería
absolutamente favorable para el desarrollo económico. Planteó la importación
masiva de cereales de países en los cuales la renta de la tierra no fuera tan
elevada como en Inglaterra como forma de impedir que subiera el salario normal,
lo cual facilitaría el aumento de los beneficios y la acumulación necesaria
para el crecimiento. Buscó rediseñar la economía británica en una división
internacional del trabajo donde Gran Bretaña sería un centro productor de
manufacturas que cambiaría por alimentos producidos en ultramar. Ricardo
analizaba el crecimiento económico para una situación particular de poco
dinamismo económico, de pocos actores diferenciados, como capitalistas,
trabajadores, propietarios agrícolas, y con conceptos muy concretos.
John Stuart Mill
El filósofo, historiador y economista inglés John Stuart
Mill (1806-1873) es considerado como el último economista clásico. Su
pensamiento económico, que expuso en su libro Principios de economía política y algunas de las aplicaciones en la
filosofía social, 1848, sigue en general a Ricardo y Malthus, pero es más
realista en que las motivaciones del actuar humano trascienden la ganancia
pecuniaria y el interés individual. Desafió la pretensión de la escuela clásica
de que salarios, renta y ganancias resultan de leyes inmutables, sino que de
condiciones particulares modificables. Así, consideró que el principio
maltusiano de población no es una barrera al progreso y que deberíamos
sacrificar crecimiento económico en beneficio del medioambiente y limitar la
población para prevenir el riego de la hambruna. También, frente al postulado
de Ricardo de que el salario promedio está determinado por una cantidad fija de
capital dividida por el número de trabajadores, Mill estimó que había otros
factores que determinan los salarios.
En dicha obra Mill identificó tres factores de la
producción: el trabajo, los objetos materiales y el capital. El capital es el
fruto acumulado de los productos del trabajo. También distinguió entre
producción y distribución. Ambas son regidas por leyes distintas. La primera
responde a reglas naturales en su creencia de la superioridad del socialismo,
en que la producción debiera ser impulsada por cooperativas pertenecientes a
trabajadores. La segunda obedece a reglas humanas y políticas, de modo que la
forma que los bienes son distribuidos depende de las reglas de propiedad y de
la voluntad de los poderosos.
Su libro Sobre la
libertad, 1859, se transformó en la fuente filosófica del liberalismo y se
resume en que en las relaciones económicas entre los individuos el Estado no
debe intervenir, ya que las personas son soberanas en sus acciones, apoyando el
laissèz faire defendido por Ricardo y
su padre James Mill. Pensaba que una vez cumplida su función policial de
seguridad y protección, el Estado no sirve para mejorar el estado material de
la gente. Posteriormente mencionó como excepción al laissèz faire el caso de la reducción de las horas de trabajo, la
que debe ordenarse por ley.
Alfred Marshall
Haciendo caso omiso de la teoría marxista de que el
capital pudiera ser estatal y pudiera haber planificación estatal en vez de
mercado, pero fiel a la legitimidad del derecho de propiedad privada expuesto
por John Locke, Alfred Marshall (1842-1924) se basó en muchas de las ideas de
Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill y Thomas Robert Malthus. A
diferencia de los clásicos, él estaba convencido, no obstante, de que la
economía tenía la tarea principal de eliminar la pobreza, que tras la Revolución
industrial se había paradójicamente expandido e intensificado a pesar del
sostenido crecimiento de la riqueza. Desarrolló en un todo coherente las ideas
de oferta y demanda, la determinación de los costos de producción y precios de
venta, la elasticidad de los precios, el funcionamiento de los mercados y la
utilidad marginal. En un sentido amplio Marshall esperaba reconciliar las
teorías clásicas y modernas del valor. John Stuart Mill había examinado la
relación existente entre el valor de las mercaderías y sus costos de
producción, en la teoría de que el valor depende del esfuerzo gastado en su
manufactura. Por otra parte, los teóricos de la utilidad marginal habían
elaborado la teoría del valor basada en la idea de maximización de la utilidad,
sosteniendo que el valor depende de la demanda. Marshall usó ambas teorías,
pero se centró más en los costos, desarrollando la idea para diferenciar costos
fijos y costos variables.
La escuela neoclásica es un enfoque económico basado en
el análisis marginalista y el equilibrio de oferta y demanda, en la que la
utilidad marginal es una idealización del valor de un bien definido por su
relativa abundancia o escasez. En su libro más importante, Principios de economía, 1890, Marshall destacó que el precio y el
volumen producido de un bien están determinados por tanto la oferta como la
demanda. Ambas curvas son como las dos hojas de una tijera que se interceptan
en el punto de equilibrio. Observó que el precio es el mismo para cada unidad
de un bien que un consumidor compra, pero que el valor de cada unidad adicional
disminuye, de modo que un consumidor comprará unidades hasta un punto donde el
valor marginal se iguala al precio. En consecuencia, de todas las unidades
previas a la última el consumidor obtiene un beneficio al pagar menos que el
valor del bien para él mismo. El tamaño del beneficio es igual a la diferencia
entre el valor para el consumidor de todas estas unidades y la cantidad pagada
por éstas. Esta diferencia es llamada la oferta del consumidor. Marshall también
introdujo el concepto de la oferta del productor, referida a la cantidad pagada
al productor menos la cantidad que éste voluntariamente aceptaría. El análisis
de las tijeras superó la teoría del valor desde el centro del análisis y la
reemplazó con la teoría del precio. Además, los precios pasaron a ser
existenciales, dependientes de la relación entre la oferta y la demanda.
Para Marshall el crecimiento económico depende de la
cantidad de bienes producidos, estando determinados por cualquier relación dada
entre capital y trabajo. La remuneración de ambos es la “productividad
marginal”, entendida en el caso del capital como la utilidad marginal, que es
el incremento de la producción superior al tipo de interés de mercado que el
capital paga. En el caso del trabajo la productividad marginal se refiere al
incremento en el valor de la producción generado por la última cantidad de
trabajo aplicada. Finalmente, en su Principios
de economía, Marshall agrega la organización industrial a los factores de
la producción económica conocidos: tierra, capital y trabajo. Supone entre
otras cosas que los factores productivos siempre estarán plenamente empleados,
aun cuando los salarios sean menores que los de subsistencia. Para eliminar la
pobreza es necesario aumentar la productividad, entendida como el incremento de
la producción y la eficiencia; y la eficiencia es cualificación del trabajo.
Para seguir siendo rentable, toda empresa, que es el motor para elevar salarios
y el nivel de vida, debe ser competitiva, lo que la obliga a ser más rentable.
Joseph A. Schumpeter
Si Marshall se centró en la eficiencia o cualificación
(capacitación) laboral del trabajador como medio para incrementar la
productividad y, de esta manera, elevar el nivel de salarios, el economista austro-estadounidense,
Joseph A. Schumpeter (1883-1950), el crecimiento económico tiene por
protagonista el espíritu emprendedor del empresario, pues depende de esta
acción que asume riesgos y beneficios en un medio competitivo para estimular la
inversión y la innovación, ambas causas para que aumente o disminuya el
progreso económico. Su obra tiene como clave una forma de concebir el sistema
capitalista en contraposición con la economía neoclásica tradicional, la que
transforma los datos fundamentales en parámetros constantes que explican el
simple proceso de incremento o crecimiento acumulativo. Para Schumpeter el
capitalismo es por naturaleza una situación de cambio económico y nunca puede
ser estacionario. Es discontinuidad, alteración, novedad, reducción constante
de todos los parámetros variables. Aspiraba a crear una teoría general del
capitalismo que pudiese explicar el funcionamiento de esta condición de cambio
económico. Buscaba comprender el fundamento de los que él denominaba “el
ventarrón de la destrucción creativa,” mediante el cual el capitalismo
revoluciona constantemente sus propias condiciones de existencia. El proceso de
destrucción creadora es el hecho esencial del capitalismo. Describe el proceso
de innovación que tiene lugar en una economía de mercado en el que los nuevos
productos destruyen viejas empresas y modelos de negocios.
Su protagonista central y héroe es el emprendedor
innovador. Las innovaciones de los emprendedores son la fuerza que hay detrás
de un crecimiento económico sostenido a largo plazo, pese a que puedan destruir
en el camino el valor de compañías bien establecidas. La posibilidad de generar
ganancias, que pueden llegar a ser excepcionalmente grandes, es el señuelo que
atrae a la actividad económica a este tipo particular de individuo. Su acción
estaría regida por lo que Schumpeter llamó “espíritu emprendedor”, es decir,
por la voluntad de transformar las condiciones existentes, de superar
obstáculos y romper con las rutinas, de ir contra la corriente, crear cosas nuevas
y llevar a la práctica nuevas posibilidades económicas.
Los cambios económicos que surgen de la misma dinámica
económica del sistema capitalista constituyen el desarrollo propiamente tal.
Schumpeter distingue el proceso de desarrollo del mero crecimiento de la
economía, pues éste no representa fenómenos cualitativamente diferentes. Aún
reconociendo la importancia del crecimiento económico, estaba interesado en el
proceso de crecimiento que se relaciona con la introducción de novedades
cualitativas que alteran radicalmente el funcionamiento mismo del sistema que
desplazan para siempre el estado de equilibrio existente con anterioridad. Su
estudio del crecimiento es precisamente de este fenómeno y de los procesos que
lo acompañan. Está caracterizado por procesos que imposibilitan constantemente
la competencia perfecta, basada en la transparencia del sistema y en el libre
ingreso a todas las esferas productivas.
La teoría neoclásica reconoce estos hechos como
imperfecciones que conducen a un uso no óptimo de los recursos, afectando
negativamente la eficacia de los sistemas de precios y distribución.
Schumpeter, por el contrario, reconoce en este fenómeno el motor mismo que
propulsa el excepcional progreso tecnológico-productivo que distingue al
sistema capitalista. Concluye que la introducción de nuevos métodos de
producción y de nuevas mercaderías difícilmente podría concebirse en una
situación de competencia perfecta. La posibilidad de establecer posiciones
temporales de monopolio determina el desarrollo o progreso económico y las
rentas o beneficios del emprendedor son las únicas que él define como ganancia.
De este modo, las ganancias provienen de las actividades desestabilizadoras de
los emprendedores cuando consiguen, mediante la innovación, abaratar decisivamente
sus costos de producción o introducir nuevas mercancías y comprenden nuevos
productos, nuevos métodos, nuevas formas de organización empresarial, nuevos
mercados y nuevas fuentes de materia prima. Schumpeter afirmaba que sin
desarrollo no hay ganancia y sin ésta no hay desarrollo. Pero este crecimiento
es irregular, pues obedece a ciclos económicos, donde una expansión que
destruye el equilibrio económico es seguida por una recesión que vuelve a
restablecerlo.
John Maynard Keynes
El economista británico John Maynard Keynes (1883-1946),
padre de la economía moderna y fundador de la macroeconomía, fue el mayor
crítico de la economía clásica. Cuando, en 1929, el sistema económico liberal
hizo crisis sin posibilidad de ser restablecido según el libre mercado y, a
partir de 1930, se instaló la “Gran Depresión”, él tuvo la genialidad de
explicar el paro que se produjo. En 1991, la revista Time incluyó a Keynes en
la lista de las 100 personas más influyentes del siglo XX, comentando que: “Su
radical idea que el gobierno debe gastar el dinero que no tiene pudo haber
salvado el capitalismo.” En el más famoso de sus numerosos libros, Teoría general del empleo, el interés y el
dinero, 1936, expresó su principal teoría de que el paro del trabajo es una
consecuencia de una caída en la demanda agregada (la “demanda agregada” es la
suma del consumo, la inversión y el gasto gubernamental) y, por lo tanto, para
lograr el pleno empleo sería necesaria la intervención del Estado, a través de
la inversión, para reactivar la economía. En una situación de desempleo y
capacidad productiva no utilizada, sólo puede aumentarse el empleo y el ingreso
total incrementando primero los gastos, sea en consumo o inversión. El sistema
económico liberal no era capaz por sí mismo de salir del paro, pues éste se
produce porque el trabajo, controlado por sindicatos, no acepta salarios más
bajos que un determinado nivel, prefiriendo el paro y el desempleo. De este
modo, puede haber equilibrio de los otros factores y, al mismo tiempo, haber
desempleo, no utilización de materias primas y medios de producción. En estos
casos la economía debe depender para su salvación, no del mercado, sino del
Estado.
La principal novedad de su pensamiento fue la posibilidad
de controlar el ciclo económico mediante la estabilización de los precios. Para
eso era necesario entender el mecanismo de este ciclo. Cuando la inversión
supera el ahorro, el resultado es la inflación. Cuando sucede lo contrario, el
resultado es el descenso del nivel de precios, la caída de la producción y el
aumento del desempleo, es decir, una recesión. La razón es que el sistema
capitalista no tiende al pleno empleo ni al equilibrio de los factores
productivos, sino hacia un equilibrio que solo de forma accidental coincidirá
con el pleno empleo. Las decisiones de ahorro las toman unos individuos en
función de sus ingresos, mientras que las decisiones de inversión las toman los
empresarios en función de sus expectativas. No hay ninguna razón por la que
ahorro e inversión deban coincidir. Cuando las expectativas de los empresarios
son favorables, grandes volúmenes de inversión provocan una fase expansiva.
Cuando las expectativas son desfavorables, la contracción de la demanda puede
provocar una depresión. Adicionalmente, el tipo de interés, que tiene efectos
sobre el ahorro, que es inversamente proporcional a la inversión, nunca baja de
un determinado límite, aun cuando se produzca gran liquidez. Cuando el interés
es bajo, mayores bajas no influyen sobre el total de la inversión. Debido a la inestabilidad de la demanda
agregada a causa de los shocks ocurridos en mercados privados, como
consecuencia de los altibajos en la confianza de los inversores, la principal
conclusión de su análisis fue una apuesta por la intervención pública directa
en materia de gasto público que permite cubrir la brecha o déficit de la
demanda agregada. Así, una depresión puede solucionarse fomentando el gasto y
desalentando el ahorro.
La teoría económica neoclásica sostenía que en el corto o
mediano plazo los mercados libres podrían automáticamente proveer pleno empleo.
Keynes argumentó que la demanda agregada determina el nivel general de la
actividad económica, y que una demanda agregada inadecuada podría llevar a
prolongados periodos de desempleo. El Estado debía intervenir activamente para
moderar los ciclos recesivos y depresivos de la actividad económica, impidiendo
la caída de la demanda mediante el aumento de sus propios gastos. Debía
estimular la demanda, generando una demanda adicional que tirase la producción
mediante el desarrollo de políticas de inversión pública, poner en circulación
abundante dinero, incrementar los salarios, e intervenir en todos los sectores
de la economía. A través de medidas fiscales y monetarias, la política de
gobierno debería originar una demanda adicional, agregada, capaz de cubrir el
déficit entre la demanda efectiva privada y la producción total a fin de
alcanzar los objetivos de empleo y producción.
El contexto más general de la nueva economía de Keynes
era ciertamente el mismo que el de la economía neoclásica, que dividía a la
sociedad entre propietarios y trabajadores, como si fuera efecto de un orden
natural incuestionable e inmutable. Este contexto se sostenía en una
legitimidad del derecho de propiedad tan débil como fuerte era su imposición
legal y en el generalizado e inconfesable prejuicio aristocrático-burgués, tan
característico de Europa, de considerar al trabajador como un ser inferior,
ordinario, limitado y carente de refinamientos, debiéndose sentir afortunado
por acceder a los medios de subsistencia. Tras más de 16 generaciones, en
Hispanoamérica, en la clase blanca, se perpetúa la impronta étnica de la
conquista, que es dominar, poseer y ser servido. El discurso democrático no ha
logrado producir mella. En ninguna parte se ha querido comprender la inequidad
fundamental de que mediante la economía liberal y el libre mercado la
remuneración siempre será inferior a la participación del capital, ya que el
trabajo siempre está tan ofertado como demandado es el capital.
Las teorías de Keynes fueron tan influyentes que la
macroeconomía continúa en la actualidad desarrollando y discutiendo sus teorías
y sus aplicaciones. El periodo que va desde el término de la Segunda Guerra
Mundial hasta 1973 se caracterizó porque las políticas keynesianas fueron
adoptadas por todo el mundo, dando lugar a un periodo de prosperidad y
crecimiento económicos. Por entonces, el keynesianismo constituía la principal
enseñanza universitaria del mundo. Sin embargo, hacia el final del periodo, al
tiempo de observarse una gran acumulación de capital, aumentó el desempleo y la
inflación. En la década de 1980, en contra la tendencia social demócrata y la
planificación centralizada la teoría (que pasó a llamarse neoliberalismo) que
abogaba por liberar el poder empresarial, restablecer la libertad de mercado y
crear un sistema económico global lideró la reforma económica.
Friedrich Hayek
Friedrich Hayek (1899-1992) se distinguió del conjunto de
economistas políticos por sus raíces culturales. Provenía de una familia de
intelectuales austriacos que estaba inmersa en el racionalismo continental y
muy ajeno del positivismo anglosajón. Tenía la tendencia de erigir principios
axiomáticos indemostrables, entes de razón, de los cuales deducir sus modelos
teóricos. Un punto de partida de su construcción conceptual económica es el
“orden espontáneo”. Vio que la solución natural para el problema de coordinar
las acciones de los individuos estaba en el sistema de precios del libre
mercado, encontrando que detrás de esta coordinación no hay intencionalidad
alguna. La competencia en el mercado genera un tipo de orden que es el producto
de “la acción humana, pero no de diseño humano” (una frase que Hayek tomó del
mentor de Adam Smith, Adam Ferguson). Este orden espontáneo es un sistema que
resulta de la acción independiente de muchos individuos, y produce beneficios
generalizados, no intencionados y mayormente no previstos por quienes sus
acciones lo generan. Los precios de mercado son los transmisores de informaciones
económicas tácitas y dispersas y sirven para compartir y sincronizar muchos
conocimientos individuales y resolver problemas de cálculo económico.
Suponiendo concurrencia libre, gran número de participantes y productos
idénticos, Hayek dedujo que el mercado es un juego en el cual no existe la
valoración de justo o injusto, por lo que la justicia social en una frase sin
sentido, del mismo modo como la distribución de ingresos. La redistribución del
ingreso por parte del gobierno es una intrusión inaceptable sobre la libertad
individual. Toda interferencia racional y consciente a la acción individual
espontánea, como imponer diseños racionales, es una amenaza para la
civilización. El surgimiento y el crecimiento de sociedades extensas han sido
el producto de un azar evolutivo aún en curso. La propiedad privada está en el
nacimiento de la civilización. (Ref. Derecho,
legislación y libertad, 1973, 1976, 1979; La fatal arrogancia, 1988).
Hayek sostuvo que el socialismo no es factible, ya que un
cálculo planificador es imposible por la carencia de precios de mercado. Argüía
que un planificador no podía funcionar, pues no disponía de datos que
simplemente no podían existir. La razón es que solo el mercado genera los
datos, que son los precios. Hayek escribió posteriormente muchos artículos
sobre el tema y que reunió en su libro Planificación
económica colectivista: estudios críticos sobre las posibilidades del
socialismo (1935). Suponía que una economía socialista, ante la
inexistencia de mercado, necesita una institución que elabore un plan central
que determine todo lo que se debe producir. El problema aparecería ante la
inexistencia de alguna guía o referencia, como los precios de mercado, que
indicara lo que se debe producir. Sin embargo este argumento fue refutado por
Oskar Lange, Fred Taylor y Abba Lerner, quienes propusieron un procedimiento
iterativo de dos reglas (a partir de la intervención de una junta central de
planificación) por el cual una economía planificada podía alcanzar la misma
solución que el libre mercado.
Otro principio axiomático de Hayek fue suponer que el
socialismo y el comunismo implementados por el Estado son incompatibles con la
libertad individual, conduciendo necesariamente al establecimiento de regímenes
totalitarios. En general estas críticas iban dirigidas hacia cualquier
intervención del Estado en la economía. Argumentaba en su inveterado
racionalismo que sin propiedad privada, se crea una dependencia tan grande del
Estado que nos convierte prácticamente en esclavos. Para imponer unos objetivos
comunes a una sociedad, aunque se quiera hacer de manera bienintencionada, se
debe coaccionar y tomar medidas represivas a quienes no acepten a la autoridad
central. En consecuencia, quienes llegaran al poder serían siempre los peores elementos
de la sociedad, como asesinos y criminales, puesto que estarían dispuestos a
tomar estas medidas. (Ref. Camino de servidumbre, 1944, y Los fundamentos de la libertad, 1960).
La llamada “teoría austriaca del ciclo económico”, la
teoría del capital y la teoría monetaria se consideran la contribución de Hayek
más importante a la economía, y la hizo durante su juventud, entre 1931 y 1941.
Tomó las bases para su teoría de Teoría
del dinero y el crédito (1912) de Ludwig von Mises (1899-1992), su mentor,
e hizo su propia interpretación. Mostraba cómo las fluctuaciones de producción
y empleo en una secuencia temporal de producción están relacionadas a la
estructura del capital. Explicaba en Precios
y producción (1931) el origen del ciclo económico a partir del crédito
concedido por el banco central y los tipos de interés artificialmente bajos,
que estimulaba a mal invertir, provocan una mala coordinación entre producción,
consumo e inflación. Hayek argüía que el banco central no tiene la información
relevante para controlar la oferta de dinero ni tiene la habilidad para usarla
correctamente. El problema macroeconómico central es uno de coordinación
inter-temporal de cómo los recursos entre capital y bienes de consumo pueden
ajustarse a las preferencias entre consumo presente y futuro.
En los primeros años de la década de 1930 Hayek y Keynes
estaban cada uno construyendo su propio modelo del mundo al mismo tiempo. Cada
uno estaba familiarizado con las ideas del otro. Sin embargo, la mayoría de los
economistas creyeron que la Teoría
general del empleo, el interés y el dinero (1936) de Keynes explicaba mejor
el fenómeno de la Gran Depresión y cómo solucionar el grave problema. Después
de esto, Hayek dejó las cuestiones técnicas para dedicarse a temas más filosóficos. Más tarde, en 1947, creó junto a otros un
foro internacional, llamado Mont Pèlerin Society, para difundir sus ideas y
oponerse al socialismo. Estaba enseñando en Friburgo, cuando, en 1968, se
retiró. Sin embargo, en 1974, recibió el Premio Nobel de Economía, lo que
inesperadamente hizo revivir tanto su obra como su persona, volviéndose
extraordinariamente popular y prolífico en el ambiente ultraconservador de la
época.
Milton Friedman
Milton Friedman (1912-2006) (el siguiente texto ha sido
extraído del ensayo de Paul Krugman, “¿Quién era Milton Friedman?”, 2008) tuvo
como guía de su vida intelectual la economía clásica de libre mercado de Adam
Smith. Esta vida se desdobló en tres intereses. 1. La economía teórica de
análisis técnicos sobre el comportamiento de los consumidores y la inflación.
2. La política monetarista. 3. Su interés ideológico de divulgar la doctrina
del libre mercado. El rigor científico estuvo solo en su primer interés, que le
dio la fama sobre la que divulgaron a la masa sus otros dos intereses, de bases
ambivalentes y dudosas.
Respecto a su economía teórica, Friedman estuvo
interesado en el comportamiento que podían tener los consumidores en el
mercado. En el pasado, se suponía que el consumidor sabe lo que quiere basado
en la utilidad marginal. Idealmente regía la utilidad y la sensatez. Para
obtener un cierto orden, se debe simplificar la diversidad en forma abstracta
según un comportamiento racional. Friedman sostenía que las teorías económicas
deberían juzgarse, no por su realismo psicológico, sino por su capacidad para
predecir el comportamiento, y este comportamiento es racional. Ya en 1957, en
su libro Una teoría de la función del
consumo, él había sostenido que el mejor modo de entender el ahorro y el
gasto era pensando que los individuos hacen planes racionales sobre cómo gastar
lo que tienen a lo largo de su vida. La relación entre renta y gasto se
fundamentan en su hipótesis de la renta permanente y en el “modelo del ciclo
vital” de Ando y Modigliani. La fama de
Friedman se multiplicó cuando aplicó la teoría del consumidor a la
inflación. En 1958, A. W. Phillips había señalado que históricamente ha
existido una relación inversa entre desempleo e inflación, lo que condujo a
debatir sobre qué punto de la curva de inflación el gobierno debería escoger
para conseguir una tasa de desempleo baja. En 1967, Friedman sostuvo que la
correlación entre inflación y desempleo no funciona a largo plazo. Para llegar
a esta conclusión, había aplicado, como en el caso sobre el comportamiento de
los consumidores, la idea del comportamiento racional. Así, después de un
periodo de inflación sostenido, las personas introducirían las expectativas de
inflación futura a sus decisiones, lo cual anularía cualquier efecto positivo
de la inflación sobre el empleo. El gran triunfo de Friedman fue predecir el fenómeno de la estanflación.
Durante décadas, la imagen pública y la fama de Friedman
se definieron en gran medida por sus pronunciamientos sobre política monetaria
y su creación de la doctrina conocida como monetarismo. El monetarismo enfatiza
el rol del gobierno para controlar la cantidad de dinero en circulación y
asegura que variaciones de la oferta monetaria tiene grandes influencias en el
producto nacional en el corto plazo y en el nivel de precio en plazos mayores.
La política monetaria tiene por objetivo la tasa de crecimiento de la oferta de
dinero. Ahora, sin embargo, el monetarismo se considera un fracaso y sus
aseveraciones son engañosas. Veamos. Keynes había sostenido que en condiciones
de depresión (cuando los tipos de interés son muy bajos), los cambios en la
oferta monetaria tienen pocas consecuencias sobre la economía. Por eso, creía
que hacía falta una política presupuestaria (aumento del gasto público) para
sacar a los países de la Gran Depresión. La política presupuestaria supone una
intervención más profunda del sector público en la economía que la política
monetaria. Los economistas de libre mercado suponen que la política monetaria
es suficiente. Friedman hizo una cruzada a favor de la política monetaria que
culminó con la publicación en 1963 de A
Monetary History of the United States, 1867-1960, en colaboración con Anna
Schwartz. Su parte más controvertida fue el relativo a la Gran Depresión,
declarando que “La contracción de la economía es de hecho un trágico testimonio
de las fuerzas monetarias”. El hecho fue que la base monetaria (dinero más
reservas bancarias) que la Reserva Federal controlaba aumentó durante los
primeros años de la Gran Depresión, pero la oferta monetaria (dinero más
depósitos bancarios) cayó drásticamente. La explicación estaba en una caída de
confianza tras una oleada de quiebras que hizo disminuir los préstamos,
haciendo desplomar el gasto, que fue la causa próxima de la depresión. Por su
parte Friedman y Schwartz sostenían que la caída de la oferta monetaria había
convertido lo que podría haber sido una recesión ordinaria en una depresión
catastrófica, vale decir, la Reserva Federal habría provocado la caída de la
oferta monetaria total, causando la Gran Depresión. Estaba claro que la
intención de Friedman y Schwartz era demostrar la superioridad del mercado
libre sobre el sector público, al que despreciaban. Haber traído los debates
históricos de la década de 1930 a la de 1960 formaba parte de la defensa que
hacía Friedman al monetarismo. De modo que, según él, la Reserva Federal debió
haber seguido la norma monetarista de haber mantenido el crecimiento de la
oferta monetaria en una tasa baja y constante (3% anual) y de no desviarse de
ese objetivo, con independencia de lo que ocurriese en la economía. Afirmaba
que las variaciones a la curva de crecimiento de la economía hubieran sido
suficientemente pequeñas para ser tolerables. El monetarismo fue una fuerza
poderosa en el debate económico durante tres décadas, a partir de 1959, pero
quedó desvirtuado cuando se lo intentó poner en práctica.
Friedman quería llevar las ideas del libre mercado a sus
límites lógicos. Ni la idea de que los mercados son medios eficientes de
asignar bienes escasos ni la propuesta de que los controles de precios crean
escaseces e ineficacias era nueva. Lo nuevo fue que Friedman pedía una y otra
vez soluciones de mercado a problemas como educación, atención sanitaria,
tráfico de drogas ilegales, que en opinión de casi todos los demás exigían una
intervención estatal extensa. Friedman era un excelente divulgador, estilo que
marcaría la celebrada serie televisiva Free
to Choose, en la década de 1980. Su campaña a favor de los libres mercados
a partir de 1976 ayudó a acelerar el proceso. Proteccionismo frente a libre
comercio; reglamentación frente a liberalización; salarios establecidos por
negociación y salarios mínimos frente a salarios establecidos por el mercado.
Llegó a convencer al público que el cambio de políticas económicas promovido
por él ha sido una fuerza positiva. Sin embargo, ello no ha resultado verdadero
por una gran cantidad de sonados fracasos. El comedido Friedman de la economía
teórica se transformó en un eufórico propulsor del libre mercado y sus dotes
teatrales, unidas a su habilidad para organizar datos objetivos, lo
convirtieron en el mejor portavoz de las virtudes del libre mercado desde Adam
Smith.
Resumen
Adam Smith fue el primero en analizar las causas del
crecimiento económico cuando vinculó la riqueza con el trabajo y el capital
invertido en producir y descubrió que los individuos en el mercado, actuando
según su propio interés, consiguen una asignación mucho más eficaz de los
recursos productivos que cualquier intervención del Estado. Malthus descubrió
la relación causal entre la cantidad de alimentos que es producida y la
cantidad de individuos que componen una población. David Ricardo buscaba
descubrir las leyes que regulan la distribución en la cantidad de trabajo
necesaria para la producción. Mill identificó tres factores de la producción:
el trabajo, los objetos materiales y el capital, siendo el capital trabajo
acumulado. Marx y Engels formularon una hipótesis de que a partir de los modos
de producción se produce un tipo complementario de relaciones de producción
correspondiente a la contradicción social fundamental de la división de los
hombres entre explotadores y explotados. Marshall relacionó causalmente la
oferta y la demanda para determinar costos de producción, precios de venta,
elasticidad de los precios, funcionamiento de los mercados y utilidad marginal.
Schumpeter descubrió que el crecimiento económico tiene por protagonista el
espíritu emprendedor e innovador del empresario, quien asume riesgos y
beneficios en un medio de permanente cambio económico. Keynes apuntó a la
intervención, no del mercado, sino que del Estado, a través de la inversión
para reactivar la economía, para conseguir el pleno empleo, tras una recesión
severa. Para explicar el libre mercado Hayek procedía más como filósofo
racionalista que como científico, pero volvía a ser científico para mostrar
cómo las fluctuaciones de producción y empleo en una secuencia temporal de
producción están relacionadas a la estructura del capital. Friedman fue un
riguroso científico para analizar el comportamiento racional del consumidor y
para aplicar la teoría del consumidor a la inflación y explicar la
estanflación, pero fue un descomedido para imponer la política monetarista y
divulgar la doctrina del libre mercado.
Algunas reflexiones
Los mitos bíblicos que sustentan la
economía capitalista
Los mitos nos sirven para explicarnos la misteriosa
realidad en forma significativa. Aunque ellos son interpretaciones parciales de
la realidad, sirven para que podamos acercarnos a su comprensión,
permitiéndonos actuar en consonancia. Los mitos en los que llegamos a creer
llegan a determinar nuestra acción. La economía es una actividad humana que
está especialmente sustentada en los mitos del paraíso relatados en el libro
del Génesis, moldeando nuestras creencias y valores. Estos mitos son acerca de
la relación del ser humano con la naturaleza, del trabajo y de la posibilidad
de recuperar el paraíso perdido a través de la actividad económica.
En relación a la naturaleza, está el mito: “Y creó Dios
al hombre a imagen suya, a imagen de Dios los creó, y los creó macho y hembra;
y los bendijo Dios, diciéndoles: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra;
sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre
los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra»” (Gen 1,
27-28). Desde el punto de vista capitalista, este mito supone que la naturaleza
ha sido entregada al ser humano para disponer de ella en su propio beneficio, y
que su explotación no tiene límites, pues es una donación divina.
Adicionalmente, la economía se define en términos de sometimiento y dominio. El
“someted y dominad” describe el ámbito del capitalismo, que es dominio sobre
los recursos naturales, sobre el trabajo que los transforma en bienes y
servicios, sobre el conocimiento para explotarlos y transformarlos, sobre el
mercado donde éstos se distribuyen para el consumo y la satisfacción de la
multiplicidad de necesidades humanas, todo ello con el objeto de ejercer
irrestrictamente el poder que tanto individuos como colectividades logran
capitalizar sin mayores consideraciones de tipo ético o social, como si fuera
un derecho natural dado por Dios. A regañadientes se acepta la legislación
restrictiva a la actividad económica.
El mismo Génesis es fuente del mito que para comer se
debe trabajar y que el trabajo es esfuerzo y sufrimiento. “Al hombre (Dios) le
dijo: «Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del árbol de que te prohibí
comer, diciéndote: no comas de él, por ti será maldita la tierra; con trabajo
comerás de ella todo el tiempo de tu vida; te daré espinas y abrojos y comerás
de las hierbas del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que
vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado; ya que eres polvo, y al polvo
volverás»” (Gen 3, 17-19). La identificación de trabajo con sufrimiento es
propia de la cultura occidental, que considera doloroso el esfuerzo que demanda
el trabajo. El someted y dominad bíblico es recíprocamente esfuerzo y dolor. El
mito supone que sólo mediante un trabajo esforzado y duro es posible
transformar las cosas naturales en cosas artificiales que permitan satisfacer
mejor las necesidades humanas. Sin embargo, en el capitalismo ha surgido la idea de que el trabajo es
también algo, no sólo gratificador, sino que realizador. Desde la Primera Guerra
Mundial la mujer aprendió que podía desempeñar trabajos reservados para
hombres, permitiéndole no sólo su propia realización vocacional, sino que
también su independencia económica.
También en el libro del Génesis se encuentra otro mito,
el referido a la descripción del Paraíso. Podemos leer: “Plantó luego Yahvé un
jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo Yahvé
brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos
al paladar... Salía de Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en
cuatro brazos... Tomó pues, Yahvé al hombre, y lo puso en el jardín de Edén
para que lo cultivase y guardase” (Gen 2, 28-15). Pero más adelante en el
relato, nos enteramos que la primera pareja fue castigada con la pérdida del
Paraíso por desobedecer a Dios. Este mito no sólo intenta explicar nuestra
condición humana de sufrimiento, dolor y muerte, sino que también apunta a un
destino que supera tales males y que había sido perdido por la desobediencia de
origen. Recogiendo este perenne anhelo, el mito concibe la posibilidad de
retornar al paraíso perdido. El paraíso se concibe como un estado de paz y
armonía donde la vida transcurre llena de felicidad y abundancia. El mito capitalista
agrega que a través del trabajo y la mecanización se conseguirá la abundancia y
la satisfacción de las necesidades materiales para todos. Incluso en pleno
siglo veinte se llegó a pensar que la tecnología, la automatización y ahora la
robotización podrían hasta reemplazar el esfuerzo humano y obtener los
productos necesarios para toda la humanidad. El mito socialista le había
agregado por mano de Lenin: “de cada uno de acuerdo a su capacidad, a cada uno
de acuerdo a su necesidad”. De este modo, en el socialismo ha surgido la
creencia que es posible el esfuerzo solidario y compartir lo producido según
las necesidades individuales.
Si la economía era una materia escasamente desarrollada
en el mundo tribal primitivo, reduciéndose a actividades colectivas de caza y
recolección, el capitalismo supone que podría superar los antagonismos humanos
siempre que se pudiera establecer el libre mercado y la total apertura
económica. Al hacerlo, impone una concepción del ser humano que parte del empirismo
inglés de un individuo egoísta que, persiguiendo su propia satisfacción,
consigue sin siquiera buscarlo la satisfacción de todos. Pero omite afirmar que
sobre las necesidades individuales, privilegia a los poseedores del capital en
desmedro del trabajado, generando inconmensurables diferencias entre ricos y
pobres. Omite además la tendencia centrípeta humana del afán por la
supervivencia y la reproducción, que en un medio tribal se hacía de modo
solidario y cooperativo; en el capitalismo esta tendencia es potenciada en un
medio completamente individualista. Además deforma el pensamiento político al
sostener que la economía es una actividad individual que es ajena a la sociedad
civil e independiente del Estado. Por último supone, sin crítica alguna, que el
capitalismo crea las condiciones de libertad para que cada cual pueda trabajar
y, a través de su esfuerzo, obtener los medios para satisfacer sus necesidades,
en circunstancias que quien realiza el trabajo sólo obtiene una participación
muy menguada de la riqueza que produce.
Reflexiones antropológicas sobre la
economía
La economía es una actividad humana que intenta
liberarnos del determinismo biológico de la supervivencia, que es común a todos
los seres vivientes. Este determinismo lleva a los seres vivos a satisfacer sus
necesidades vitales en un medio que necesariamente contiene recursos vitales
escasos, cumpliéndose el principio evolutivo de la supervivencia del más apto
en un ambiente de competencia. Si estos recursos fueran más abundantes, el
número de comensales aumentaría, con lo que se volvería al nivel de escasez
inicial y a la competencia, indicando que la economía nos libera del
determinismo, pero a costa de conflictos sociales. Desde el punto de vista
puramente fisiológico, el ser humano pertenece a la especie de seres vivos
menos adaptada de todas a un medio particular. Sin embargo, su inteligencia
abstracta y racional, que lo distingue de todas las otras especies, le permite
ser la especie más flexible y dúctil para vivir en distintos ambientes. Crea
tecnologías, que no son otra cosa que extensiones de su cuerpo, y se empeña
para explotar distintos nichos ecológicos, es decir, distintos recursos
naturales, resultando ser usualmente más eficiente que los competidores de
otras especies en el nicho del que dependen para depredar y utilizar. Además,
la inteligencia humana, a diferencia de la de los animales, que viven
exclusivamente en el presente, es capaz de desarrollar proyectos de futuro en
base a la experiencia obtenida y la experimentación. La economía es entonces la
actividad humana dedicada a explotar racionalmente los recursos naturales, no
sólo para satisfacer las necesidades de una población humana en forma inmediata
(como es el caso de las otras especies), sino también para asegurar que estas
necesidades serán satisfechas en el futuro.
La actividad económica, aunque es social y colectiva, no
es necesariamente fraternal. Los sistemas económicos son socialmente injustos,
favoreciendo a algunos más que a otros. Los bienes y servicios son
relativamente escasos y no alcanzan para todos, quedando algunos con
abundancias y muchos con carencias. La producción requiere trabajo, que es una
actividad humana que implica esfuerzo, sacrificio y sufrimiento, y debe ser
forzada de alguna u otra manera, pero que se resume en el adagio paulino “quien
no trabaja, no come”. En el origen de las guerras y los peores sufrimientos
humanos está la economía. Los pueblos más civilizados se caracterizan por la
búsqueda de la justicia, la equidad y la fraternidad, y tratan de dar solución
a los siete pecados capitales (lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y
soberbia) que contiene la economía en su búsqueda del bien común.
Sin embargo, la economía no trata simplemente de la
organización social y tecnológica destinada a la satisfacción de las
necesidades materiales de los seres humanos. Desde luego, no nos conformamos de
ninguna manera con el hecho de que la muerte representa el fracaso más rotundo a
todos los esfuerzos desplegados para nuestra supervivencia individual.
Buscaremos toda forma que nos asegure de alguna manera u otra la eternidad. El
poder, la gloria y la riqueza han sido los recursos favoritos que los seres
humanos han buscado en sus vanos intentos por conseguir la vida inmortal. De
allí que el concepto “necesidad humana” sea tan amplio que abarca desde la
indigencia más total hasta la pequeñísima privación que existe para la
superabundancia, desde la miseria más abyecta hasta la mínima carencia que
falta para abarcar toda la infinita gama de la diversidad posible. Para quien
siendo fatalmente limitado y mortal pretende la gloria y la inmortalidad a
través de la posesión de riquezas, las necesidades son imposibles de
satisfacer. La economía, más que vincularse objetivamente con la producción y
distribución de bienes y servicios, contiene una carga de irracionalidad y
egoísmo que se manifiesta, por ejemplo, en fundarse sobre el concepto netamente
burgués del derecho inalienable sobre la propiedad privada, aunque degrade
valores antropológicos vitales, como la solidaridad. Detrás de la defensa
absurda de este pretendido derecho se encuentra el pavor a la muerte y el ansia
irracional por la inmortalidad. Si los bienes materiales son así definidos
porque sirven para que los seres humanos puedan sobrevivir y proyectarse, no
existe justificación ética alguna para que aquellos se destinen para asegurar
una supuesta inmortalidad.
Si las riquezas son limitadas en razón de su relativa escasez
o su costo, las necesidades satisfechas en demasía relativa de un individuo
significa la insatisfacción relativa de las necesidades de otro individuo. Un
producto durable de uso privado es consumido sólo por su poseedor; si fuera de
uso público, serían muchos quienes se beneficiarían. Un producto de consumo
directo, como el pan, puede satisfacer alternativamente las necesidades de
distintos consumidores. La economía se vincula con la política para resolver el
problema de quien, en último término, será el consumidor privilegiado que
logrará satisfacer alguna necesidad en particular. El Estado, que tiene el
poder para dirigir, controlar y regular la actividad económica, es visto por
grupos de poder como el medio para mejorar su relativa condición respecto a una
riqueza. Si el Estado se funda en la democracia, que es el único régimen
político que está en función de los derechos humanos, entonces la guía para su
accionar político es el bien común; en cambio, si se funda en, digamos, el capitalismo,
entonces no debemos escandalizarnos que sea el beneficio del capital privado el
principio de su ordenamiento político. No corresponde a la función del
pensamiento económico analizar cuáles son las necesidades humanas que deben ser
satisfechas, cuáles son prioritarias o cuáles constituyen derechos de las
personas, pues pertenecen, desde el punto de vista teórico, a la ética y, desde
el punto de vista práctico, a la política. Desde sus respectivas perspectivas,
ambos intervienen en el ámbito de los intereses individuales de supervivencia y
reproducción y de los intereses colectivos de subsistencia. No obstante, cuando
el poder político aplica algún modelo económico, se producen fuerzas tan
poderosas que intervienen directamente sobre estos intereses, muchas veces
desequilibrándolos y distorsionándolos, y generando incluso injusticias,
despilfarros, carestías, daños ecológicos y guerras.
El capitalismo se hace la siguiente pregunta: ¿cómo
desarrollar la economía y hacerla crecer? La economía no es una actividad
estática relativa a la producción y distribución de bienes y servicios, sino
que el capitalismo, mediante la propiedad del capital, trata del dominio,
control, gestión, organización y administración de los factores de la
producción y la distribución de lo producido. Entre las fuerzas que intervienen
la principal proviene de la misma actividad humana. Ésta actúa ya sea
directamente, ya sea dirigiendo y controlando distintas fuerzas, ya sea
inventando tecnologías para obtener productos nuevos, mejores y más económicos.
Aunque la actividad laboral es fuente de gran gozo cuando se domina el arte de
transformar las cosas, se aprecia el producto terminado, se colabora en un
esfuerzo común y se obtiene la retribución por el esfuerzo comprometido, la
industrialización impone al trabajador una inhumana carga y rutina, siendo el
ritmo de la máquina la que marca la cadencia a su actividad, pues ésta está más
interesada en producir más al menor costo posible, relegando a la trastienda
los elementos que hacen grato el trabajo.
Economía, sociedad y Estado
Una característica esencial de la economía en general es
la de ser una actividad colectiva. Son los individuos las unidades discretas
últimas que conforman la fuerza laboral, que constituyen la empresa, que la
gestionan con mayor o menor eficiencia, que poseen los conocimientos técnicos,
que desarrollan e innovan en tecnologías, que adquieren los derechos de
explotación de las riquezas naturales, que arriesgan su capital, que
distribuyen, comercian y publicitan los productos y que, por último, consumen
los productos finales. En este sentido, la economía depende de la sociedad
civil por estar constituida por los mismos individuos, los seres humanos. La
sociedad civil organizada políticamente conforma el Estado que es el que regula
la actividad económica, cobra impuestos y efectúa gastos significativos.
La actividad colectiva se hace necesaria para controlar
las diversas fuerzas requeridas para crear riqueza. Desde siempre las partidas
de caza y las tareas de recolección, a través de las cuales se obtenía el
sustento, eran normalmente empresas colectivas y participaban en ellas todos
los miembros del grupo social de una u otra manera, siendo el compartir el
alimento, sentados a la mesa, una señal de convivencia, cooperación y
solidaridad. Las artesanías ampliaron el impacto colectivo cuando se
especializaron y lograron mayor productividad, lo que promovió la necesidad por
el intercambio comercial más allá del simple trueque. La agricultura, como otras
actividades económicas, es una actividad altamente social por cuanto requiere
trabajo colectivo, aprendizaje de técnicas, protección de los cultivos, transportes,
mercados, seguridad de obtener beneficios por el esfuerzo desarrollado. La
economía industrial depende de una estructuración social aún más compleja. Las
necesidades de supervivencia y reproducción individual y de subsistencia de la
sociedad constituyen fuerzas poderosas que gravitan esencialmente sobre la
economía. Puesto que la economía conforma sistemas particulares y determinados
según condiciones ideológicas, tecnológicas y de recursos humanos y naturales,
la mayor o menor adecuación y adaptación a las condiciones económicas
predominantes por parte de un individuo, un grupo social, una nación o una
región del mundo determina su relativo éxito o fracaso. Una falla en un
componente decisivo de la economía puede hacer colapsar toda la estructura
social. Por otra parte, existen actividades económicas menos frágiles a embates
económicos, y que poseen autarquía, como las de un campesino, un pescador o un
recolector a un nivel de auto-subsistencia.
La actividad económica tiene por finalidad, no el
perfecto funcionamiento de ella misma, ni tampoco el lucro de algunos pocos y
la miseria de los restantes, sino el bienestar de los individuos que componen
la sociedad civil. Todos los individuos dedican gran parte de sus esfuerzos
diarios a la actividad económica. Sin embargo, si en la realidad no ocurre que
a similar esfuerzo exista una correlativa retribución, es por la enorme
funcionalidad de los denominados agentes económicos, que son en último término
los seres humanos en la perspectiva de su funcionalidad económica y su poder
relativo. Su funcionalidad proviene en gran medida del poder que les otorga el
derecho de posesión de bienes materiales, y proviene también de determinados
privilegios que pudieran detentar. También un modo de producción se impone
cuando determinadas condiciones de recursos económicos, tecnologías y mercados
son favorables para quienes controlan algún factor de la economía. Tanto la
forma de posesión de un bien como el modo de relacionarse con un producto
determinan algún tipo de poder relativo, que gravita sobre la política.
La sociedad determina relaciones de poder entre los
mismos individuos que establecen quienes, cómo y en qué medida deben realizar
los esfuerzos para producir; quienes, cómo y en qué medida lo producido se
puede consumir, lo que implica muchas veces la posibilidad misma de sobrevivir;
y quienes, en último término, adquieren mayor poder para controlar y dirigir la
economía. Dentro de una sociedad los individuos se agrupan en clases sociales.
En una sociedad de economía capitalista estas clases se identifican
principalmente por su poder económico y los intereses mantenidos en común. Adoptan
además los valores éticos y estéticos de clase. Tratan de controlar una mayor
proporción del poder político total. Los poseedores del capital tienen el poder
económico. Poseen los recursos naturales, las materias primas, las tecnologías,
las empresas, las propiedades, los productos. Disponen de todas estas cosas hasta
el límite mismo permitido por las leyes que legitiman la posesión. Obtienen
rentas, beneficios, intereses y utilidades. Estos rentistas, inversionistas,
negociantes y prestamistas, se ubican a la derecha del espectro político, pues
prefieren una economía liberal, donde el poder del Estado tenga poca injerencia
en los asuntos económicos, pero defienden una estructura política conservadora
y autoritaria, pues se le señala al Estado el doble objetivo del poder
necesario para imponer orden y disciplina al trabajo y la autoridad suficiente
para proteger enérgicamente la propiedad privada. En contraste aquéllos con
poco o nada de poder económico se ubican naturalmente a la izquierda y
tradicionalmente se identifica con posturas socialistas. Suponen que si no se
tiene el poder que la posesión de capital confiere, al menos se debe buscar el
alero del poder político, que tendría una capacidad para restringir el poder,
los abusos y los privilegios de los capitalistas y propietarios, aunque muy
limitada.
En una economía capitalista los agentes económicos que
venden y compran concurren en un mercado que supuestamente debe estar libre de
toda presión, en especial la del Estado. Es decir, no debería existir otra
influencia más que el interés individual de dichos agentes, de modo que el
mercado pueda operar supuestamente según la oferta y la demanda que allí se
genera, y que termina por establecer la escala de precios, los que sirven
también como señales para regular las cantidades que se ofrecen y demandan. Sin
embargo, la dicotomía Estado-mercado es simbólica, pues los dos conceptos no
son equivalentes y se refieren a entidades que existen en escalas distintas,
estando el primero en una escala que comprende el segundo. En efecto, el Estado
recibe se autoridad de los seres humanos en tanto individuos sociales y
gobierna sobre los mismos, mientras que el mercado comprende los productos de
los agentes económicos en tanto vendedores y compradores. En este sentido, un
ciudadano no es equiparable a un consumidor. Un ciudadano es una persona que
como miembro de una sociedad civil es sujeto de deberes y derechos. Un
consumidor es un individuo que participa en el mercado según las reglas que
éste establece. Un contribuyente está equivocado cuando exige al Estado cuando
considera que no le está dando el servicio que espera; un contribuyente debe
ser primeramente un ciudadano activo y no un consumidor decepcionado.
La relación vendedor-comprador no está en un mismo plano.
Lo que hace esta diferencia en una relación que se supone lineal es el poder
relativo de las partes, que proviene de dos factores. Primero, del equilibrio
establecido por la cantidad que se ofrece y se demanda. Por ejemplo, si la
oferta por trabajo es mayor que la que se demanda, la remuneración disminuye.
Segundo, del derecho de posesión. Para ser agente económico se debe poseer
algo. El hecho de poseer significa o un derecho otorgado por la sociedad civil
o una capacidad individual favorable. Hay agentes que poseen el capital, otros
que poseen las materias primas, otros que poseen sólo su propio trabajo, otros
que poseen la capacidad para administrar una empresa, otros más que poseen los
conocimientos tecnológicos. La otorgación de un derecho y la normativa de su
ejercicio dependen en último término del Estado y la sociedad civil. Posesión
significa tanto dominio y sometimiento como una capacidad para ejercer fuerza,
pues lo que se posee son estructuras funcionales que nos proveen energía o que
son extensiones de nosotros mismos. Los tipos distintos de posesión son la
fuente de las principales desigualdades sociales, y un Estado democrático tiene
por función eliminarlas. Si no logra hacerlo es porque grupos de poder se han
apoderado parcial o totalmente de éste.
Factores de la economía
La materia prima
La materia prima no es lo mismo que el concepto
aristotélico para referirse a un componente del ser metafísico. Lo que ambas
tienen en común es la característica de estar en potencia. La materia prima
económica corresponde a los elementos en su estado inicial con respecto a un
proceso productivo dado, cuyo término es el producto. Las materias primas son bienes
que se encuentran en estado natural o que ya han sido parcial e
intencionadamente modificadas por los seres humanos en el proceso productivo.
Con la aplicación de los otros factores, se transforman en bienes
funcionalmente útiles. Desde el momento en que una materia es demandada,
constituye una riqueza y su relativa escasez o abundancia, incluyendo su costo,
determina su valor. El origen primero de la materia prima es la naturaleza.
Ésta está constituida por las riquezas naturales tanto físicas como biológicas,
y se habla entonces de recursos naturales.
En la economía capitalista su necesario crecimiento amenaza
la capacidad de recuperación neta para muchos de los recursos naturales. Se ha
introducido el concepto de “economía sustentable”, que implica no emplear más recursos que los que la naturaleza es capaz de
producir a largo plazo. La relación existente entre capital y recursos
naturales es desequilibrada, sobre todo con la acumulación exponencial del
capital que persigue ser reinvertido. Pero la naturaleza de nuestra limitada
Tierra ya no tiene capacidad para seguir siendo explotada a las crecientes
tasas actuales. Nos estamos ahogando en contaminación, basura y páramos
estériles, mientras los recursos terrestres se están agotando. El resultado
significará pérdida de capital.
El capital
El capital es uno de los factores de la producción. Es la
energía acumulada por el trabajo realizado anteriormente y no consumido y la
posesión de recursos naturales aún no explotados que se emplean en el proceso
de producción de bienes y servicios. El capital se puede usar 1º para:
desarrollar y diseñar el producto según un modelo de negocio, realizar los
estudios de mercado y determinar el segmento de mercado, confeccionar el
proyecto de evaluación económica, organizar la empresa, adquirir los terrenos,
los elementos de trabajo y las maquinarias, implementos e instrumentos, la
amortización, cubrir los costos de la puesta en marcha, promover el producto,
adquirir insumos, pagar remuneraciones, cubrir los costos de almacenaje, pagar
fletes, comerciar el producto, cubrir gastos varios, etc., hasta que retorne a
través de la venta de lo producido. El precio del producto es igual a lo
invertido en su producción, que es el costo, más un superávit, que es la
utilidad o ganancia. 2º El capital se puede usar para ser prestado a un
tercero, a cambio de percibir intereses hasta que aquél sea retornado. Los
bancos tienen sus modalidades para crear capital de la nada en la perspectiva
de que parte del que es prestado retorna
al banco en depósitos por inversiones del capital que anteriormente había sido
prestado, de modo que un mismo capital se presta muchas veces a distintos prestatarios.
3º También el capital puede ser utilizado para comprar bienes principalmente
inmuebles y arrendarlos a cambio de una renta que supere los intereses que
beneficia al capital más la amortización de los dichos bienes.
El mayor o menor beneficio que se espera obtener de una
inversión depende de tres factores: la oportunidad, el riesgo y las
expectativas de rentabilidad de la inversión. El capital se invierte
naturalmente en aquellos negocios que prometen el mayor beneficio posible, en
el menor tiempo posible y con el menor riesgo posible. El capital también se
puede perder o destruir. Puesto que normalmente no se tiene el control de todas
las condiciones que pueden afectar una inversión, el negocio puede fracasar y
el capital invertido puede ser consumido como la gasolina que se quema al aire
libre sin provecho alguno.
Desde el punto de vista ético, el capital se refiere específicamente
a los derechos sobre dicha energía acumulada. Su propiedad llega a ser un
factor de la producción absolutamente desequilibrante y hegemónico, pues si
tiene la capacidad para comprar los restantes factores de la producción,
también los puede llegar a dominar y controlar. . El derecho de propiedad
privada se refiere a la posesión de riqueza para obtener, poseer, usar, usufructuar, beneficiarse, controlar,
emplear, disponer de y dejar en herencia tierra, capital, cosas y otras formas
de propiedad. Una riqueza es un bien o recurso material escaso
o no, que puede ser alternativamente usado, usufructuado y dispuesto por otros
individuos. Este derecho no es un
derecho humano, sino que es un derecho positivo que el poder político que la
plutocracia domina lo transforma en un privilegio. En contraposición está el
derecho de propiedad personal. Éste es un derecho fundamental y humano que la
sociedad civil debe proteger y promover y el Estado debe proteger de robo y
usurpación como parte de los derechos a la seguridad y la protección. El
derecho de propiedad personal asegura la vida y la libertad individual del
propietario al otorgarle los medios fundamentales de subsistencia para una vida
digna e independiente. Se refiere a las cosas que cada persona necesita, como
la vivienda, el automóvil, los implementos de trabajo, la ropa, los medios de
entretenimiento y cultura. En la actualidad ambos derechos de propiedad, el
privado y el personal, se confunden intencionalmente.
John Locke (1632-1704), el conocido filósofo inglés,
creyó que el derecho a la propiedad es un
derecho natural primitivo y comprende el derecho a la vida, a la libertad y a
la posesión de hacienda en función siempre del trabajo desarrollado. Cada uno
tiene el derecho a poseer la totalidad del fruto de su trabajo. Opinó además que la propiedad existe en el estado
de naturaleza, siendo anterior a la sociedad civil. El objeto que persiguen los seres humanos al
unirse para formar una comunidad y colocarse bajo un gobierno, donde el derecho
a la propiedad está garantizado por un sistema legislativo y político, es la
preservación de sus propiedades. Jamás Locke sospechó que el derecho de
propiedad privada que proponía como derecho natural e inalienable, sería
fundamental y naturalmente el débil respaldo jurídico y ético de la propiedad inapelablemente
privada sobre el capital y bienes rentables y que iba amparar las grandes fortunas
industriales y el comerciales, los gigantescos imperios económicos e
industriales del siglo siguiente y el gran capital de los siglos posteriores y
que una economía desarrollada hace posible. Menos pudo prever este influyente
filósofo la enorme acumulación de capital requerida por las grandes empresas
nacidas del carbón y el hierro, y las aún mayores surgidas del acero y la
electricidad, de los materiales sintéticos y la electrónica, de las comunicaciones
y los transportes e incluso de la guerra. Por el contrario el filósofo francés,
J. J. Rousseau (1712-1778), había afirmado que el derecho a la propiedad no
proviene de la ley natural, tal como los derechos a la vida y la libertad, sino
que siguió al hecho de la toma de posesión cuando decía con cierto cinismo: “el
primer hombre que, después de proclamar «esto es mío» y encontró gente lo
suficientemente simple como para creerle, fue el verdadero fundador de la
sociedad civil”. Se puede concluir que la sociedad civil, investida de tanto
poder podría sin duda dar vuelta este argumento para apropiarse de esta
propiedad y legitimar además esa acción en función de la equidad y el bien
común. En efecto, es la sociedad civil la que otorga al individuo derechos para
poseer y no una supuesta ley natural.
Los derechos de uso y usufructo del capital son
conferidos por el Estado según las conveniencias del interés común. El Estado no
es neutral respecto al uso de capital, ya que su inversión es un factor
decisivo de la producción económica y, por tanto, del desarrollo y crecimiento
económico de una nación. Resulta ser aún menos neutral con respecto a la
propiedad del capital, y ello por dos razones. Por una parte, la posesión de
capital genera poder económico, el que trae aparejado poder político. Por la
otra, el usufructo de los beneficios del capital incrementa los privilegios de
su poseedor. En consecuencia, la ideología económica que un Estado llegue a
adoptar llega a ser muy sensible en la estructuración social. El derecho
conferido a la posesión de capital privado genera naturalmente desigualdades
sociales, siendo en ciertas situaciones éstas muy profundas, y como
consecuencia promueve además diferencias políticas, haciendo más poderosos a
los poseedores de capital, quienes tienden a formar partidos políticos muy
gravitantes en el interés general. Cuando son los particulares los reclamantes
de la posesión de capital, se esgrime el argumento de la subsidiariedad y de la
iniciativa privada como motor eficaz del desarrollo económico, pero ocultan su
codicia y ambición detrás de una actitud altruista. Repugna a la Ética que el
capitalismo engendre en los poseedores de capital individuos tan egoístas,
codiciosos, soberbios, tacaños, pretenciosos, vacuos, crueles, vanidosos y
miserables.
El trabajo
El trabajo se refiere a la actividad humana, tanto física
como intelectual, que está envuelta directamente en la producción. Es el
esfuerzo que debe desempeñar el ser humano para procurarse de los productos que
le permiten sobrevivir. Los animales también realizan esfuerzo en la actividad
de procurase los recursos que le permiten sobrevivir y reproducirse. Pero los
seres humanos se distinguen del resto de los animales por varias razones. Entre
éstas ellos valoran económica, social y psicológicamente su actividad de producir;
utilizan energía no humana y medios naturales y artificiales para reemplazar
los propios; también ejercen más actividad en producir que la estrictamente
necesaria para sobrevivir y reproducirse. Además de procurar los medios de
supervivencia y desarrollo al ser humano, permite indirectamente a cada
individuo relacionarse socialmente, obtener una identidad particular,
satisfacer sus necesidades de creatividad, pasar el tiempo y también adquirir
un relativo dominio sobre su existencia. El ocio, por otra parte, si no es un
descanso entre el trabajo o no constituye una actividad distinta, genera
ansiedad y frustración. El trabajo, al producir riquezas, confiere poder y
prestigio.
El capitalismo redujo el trabajo humano a mera actividad mecánica inducida por la
división del trabajo. La máquina de vapor, como unidad motriz que mediante un
largo eje rotatorio horizontal, cuya longitud abarcaba el largo de la fábrica,
movía las diversas máquinas e imponía el ritmo y el tiempo del trabajo de los
trabajadores. Esta situación no se flexibilizó con el motor eléctrico, que
independizaba el funcionamiento de cada máquina, sino que hizo posible la
introducción de la línea de montaje según parámetros tayloristas, la que
encasilló aún más la actividad humana. El futuro del trabajo está ahora
determinado por el desarrollo y la extensión de la computación, la
automatización y la robótica. Quien no se adapte a estas nuevas condiciones
verá peligrar su fuente de ingresos para sobrevivir. El
individuo, revestido de su función económica de trabajador, cambia su esfuerzo
y tiempo por una remuneración. Las funciones del trabajo no son precisamente la
identificación afectiva del trabajador con su actividad laboral, ni su
asociación con otros seres humanos a través de su actividad. Tampoco es su
dignificación mediante su trabajo, ni el gozo intenso que le puede producir
desempeñar una actividad útil y apreciar su producto. Puesto que estas
valoraciones, propias de las antiguas artesanías, no maximizan el beneficio del
capital, no les son útiles. En cambio, lo que el capitalista ve en el trabajo
es un desmesurado salario a cambio de ineficiencia y poca productividad del
trabajador. Algunos capitalistas se
enorgullecen imaginando que son benefactores sociales cuando suponen que dan
trabajo. Esta idea sería verdadera si el capital tuviera un origen extra-social
y su posesión fuera por derecho natural. Sin embargo, el derecho de posesión lo
otorga la misma sociedad a la que también pertenecen los trabajadores y que
tiene por finalidad el bien común.
La causa profunda de la desigualdad social es que en el
libre mercado el trabajo naturalmente abunda, mientras el capital es siempre
escaso. En el mercado se produce una sobreoferta de trabajo al tiempo que siempre
existe una sobre demanda por capital. La participación de los beneficios de la
actividad económica resulta bastante desigual y muy poco equitativa, siendo la
participación del beneficio en cualquier emprendimiento productivo mucho mayor
para quien posee el capital. Este factor es más desequilibrante cuando el
trabajo no es calificado y el capital es intensivo en tecnología. De hecho, el
trabajo debe ser efectuado a cualquier precio, pues quien lo ejecuta está
forzado primeramente a sobrevivir. En cambio, el capital, que está siempre en
gran demanda, es cómodamente invertido en la actividad que ofrezca el mayor
beneficio dable y en el menor plazo y riesgo posible. Incluso si la calidad del
trabajo mejorara en cuanto una mayor productividad del trabajo como resultado
de una mayor capacitación, disciplina y dedicación, y si estas características
pertenecieran en forma generalizada a toda la fuerza laboral, el nivel de
remuneraciones se mantendría necesariamente baja, lo suficiente para permitir
que los trabajadores sostengan dicha calidad que está en relación directa con
la productividad general.
El capitalismo busca la maximización de los beneficios y
logra conseguir automáticamente una cierta tasa de desempleo a través de
intensificar la inversión en bienes de capital y/o desarrollar tecnologías
sustitutivas de mano de obra y, por tanto, de mayor oferta de trabajo, lo que
se traduce en miseria para los cesantes y pobreza para una mayoría de
trabajadores. También busca disminuir el costo del trabajo y no ha dudado
históricamente en invertir en regiones de abundancia de mano de obra, explotar
mano de obra infantil, incorporar a la mujer al trabajo, extender el horario de
trabajo hasta límites insostenibles, abogar por la flexibilidad laboral.
La
utopía del progreso sin límites supuso que el trabajo podía ser reemplazado
totalmente por la máquina y los seres humanos podían vivir en el ocio. También lo
paradójico es la tendencia del capital de reemplazar el trabajo por tecnología,
dejando abierta la pregunta: ¿quién llegará a comprar los productos si las
remuneraciones se van suprimiendo, disminuyendo así el número de consumidores? Vemos,
por tanto, que en la actual economía tecnologizada y neoliberal el valor
relativo del trabajador es bajo, aunque esté bien capacitado, y su empleador se
lo hace saber mediante un trato despótico y muy poco humano. Y sin embargo,
este trabajador puede sentirse afortunado porque tiene un empleo. Quien es
absolutamente prescindible por el sistema son los miles de millones de seres
humanos en el mundo que no están capacitados para un puesto en demanda, pero
que deben buscarse su diario sustento en precarias tareas, como
microempresario, pequeño comerciante, peón temporero, pequeño campesino sin
capital y otras tareas tan marginales como recurridas.
La gestión
La gestión es un cuarto factor de la producción. En cualquier emprendimiento económico hay
intencionalidad y se requiere administración, control y planificación. En una
economía capitalista la gestión empresarial pertenece exclusivamente al
propietario, o sus representantes, que concentra todas las decisiones posibles
que se puedan tomar. Es lo que se llama “libre empresa”. Mientras el empresario tiene todo el poder y la
autoridad dentro de la empresa pero una responsabilidad limitada, el trabajador
no debe tener iniciativa ni poder de decisión en la empresa y debe hacer
disciplinadamente lo que se le ordena so pena de ser despedido y reemplazado. Determinar
dónde, cómo, cuándo y cuánto invertir influye decisivamente en la empresa, su
orientación y tamaño, las condiciones de trabajo, los beneficios, los productos
y hasta en sus precios.
La tecnología
La tecnología también es un factor de la producción y es
la aplicación en la técnica a la ciencia, que es el conocimiento teórico del
cómo funcionan las cosas. El grado de desarrollo material es directamente
proporcional a la eficiencia del trabajo a través de la tecnología. La
tecnología tiene una doble función: produce extensiones extremadamente
eficientes de nuestro cuerpo, reemplazando más efectiva y económicamente el
esfuerzo, tanto intelectual como físico, para dominar y hacer más accesible las
riquezas naturales, y sirve tanto para que nos adaptemos mejor al medio como
para adaptar el medio a nosotros. Una tecnología se desarrolla hasta el límite
mismo de la funcionalidad para explotar y utilizar el objeto.
Hace tan sólo dos siglos, cuando se llegó a dominar el
vapor, comenzó la llamada Revolución industrial y el capitalismo, creándose una
relación íntima entre capitalismo y tecnología. La aplicación de la ciencia a
la técnica, junto con la inversión de cuantioso capital en investigación y
desarrollo tecnológico han provocado en nuestra época una “explosión
tecnológica”. La tecnología es un factor de la producción capitalista puesto en
cómo maximizar y explotar óptimamente los recursos económicos. Es conocimiento
acumulado, a menudo celosamente guardado. Es capital invertido en
investigación, innovación y desarrollo. Es propiedad de alguien que busca
beneficiarse. Es una poderosa fuerza que tiene decisivos y profundos efectos
sobre la estructura social y económica. Puesto que lo que obtiene son máquinas,
productos, procesos y materiales para extraer más recursos, reemplazar el
trabajo y producir masivamente, es también una forma de acumulación y concentración
de capital. Una nueva tecnología optimiza el beneficio del capital al conseguir
productos más competitivos. El capital es invertido en tecnología con un doble
propósito: reducir los costos del trabajo y explotar mejor la naturaleza. La
tecnología en combinación con el capital privado tiene básicamente como efecto
el consumismo de las masas y el despilfarro de una minoría, la expoliación de
los recursos naturales, una explosión demográfica generadora de seres humanos
condenados a la miseria y la concentración de poder en manos de unos pocos. Se
puede comprender entonces que la tecnología, en la cual se cifraron tantas
esperanzas, no pueda dar respuesta en forma directa a los problemas más vitales
de una mayoría cada vez más grande de la humanidad, como la indigencia, la
ignorancia, la falta de libertad.
Ya Marx denunciaba que el capital invierte en tecnología,
inventando máquinas sustitutivas de trabajo, para limitar el costo del trabajo
y mantener los salarios bajos. Posteriormente, Schumpeter dio otro cariz a esta
relación. La libre competencia entre empresas no existe; lo que existe es la
competencia entre nuevos productos. La aparición de innovaciones en el mercado
aventaja lo conocido. Nuevos bienes, nuevos métodos de producción, nuevos
mercados, nuevas materias primas obtienen mayores beneficios, aun cuando se
vendan a precio de mercado. Estas innovaciones tecnológicas, generadas por la
inversión de capital, resultan competitivas hasta que otras innovaciones las
desbancan de su situación ventajosa. Lo que esta argumentación está soslayando
es que la inversión de capital en tecnología es justamente para reemplazar el
trabajo por tecnología, siempre que el costo de esta tecnología sea menor que
el costo del trabajo. En la actualidad se está hablando de robotizar los
procesos de producción, haciendo el trabajo innecesario. Entonces el capital
dejará de tener una función social y servirá sólo para enriquecer aún más a los
ricos, mientras los pobres, que son la inmensa mayoría de la población,
desaparecerán de la faz de este mundo feliz.
Simultáneamente, la explosión tecnológica posee otra
faceta. Ha generado una situación enteramente inédita al presionar en exceso
sobre los finitos recursos de la naturaleza. A pesar de que hasta hace un par
de décadas se creía que el progreso económico que traía la tecnología y el
conocimiento científico permitirían solucionar todos los problemas de la
humanidad, actualmente se percibe que nunca como ahora el ser humano está
rompiendo los equilibrios ecológicos de los que forma íntimamente parte, y este
proceso destructivo del medio ambiente se está llevando a cabo con la misma
aceleración exponencial con que se desarrolla la tecnología. Por ejemplo, la
moto-sierra que está derribando los bosques del planeta tiene apenas 50 años
desde su primera aparición.
La economía liberal
El individualismo
El capitalismo desarrolló una ideología, la liberal, cuyo
origen se encuentra en la filosofía inglesa que realza el individualismo. Éste
es la idea de que el ser humano puede hacerse a sí
mismo, desvinculado de toda autoridad religiosa y moral, y el Estado no
puede interferir con su acción en la suposición de
que cada cual anda tras lo suyo. Es una abstracción de la naturaleza de
la persona para explicar la relación entre los seres humanos y la de éstos con
la sociedad civil y el Estado. Naturalmente, al ser una abstracción, se omite
la complejidad del ser humano. Los filósofos
ingleses –empiristas, positivistas y utilitaristas– enfatizaron los siguientes aspectos: 1º El individuo
existe para sí mismo, independientemente de la sociedad, y su propia finalidad le es tan exclusiva que no necesita
de otros seres, siendo ésta perseguir su propia felicidad, concebida
como gozo; para conseguir este objetivo, debe afanarse en producir riqueza
material, que es lo único que puede satisfacer todas sus necesidades. 2º Todo es
una mercancía, es útil y se transa en un libre mercado. Todo, incluyendo el
capital, tiene natural e inalienablemente dueño y es propiedad privada. Toda
propiedad hace digno al ser humano en el libre emprendimiento, sin considerar
que se emprende libremente a costa del trabajo obligado y mal remunerado de la
inmensa mayoría. 3º Lo original a partir de
Adam Smith es la idea que sostiene que a través de este afán individual es
posible alcanzar el bienestar social y la felicidad de todos a través de la
acción de fuerzas puramente egoístas dentro de un orden espontáneo, pero
enmarcadas por las leyes del mercado, obteniéndose el mayor beneficio económico
posible para la mayoría y generando enormes riquezas para la satisfacción de
las necesidades de todos. Él dedujo que el mercado llega al equilibrio
económico cuando la oferta se iguala a la demanda, sin necesidad de que el
Estado intervenga. Este pensamiento conformó el fundamento del pensamiento
económico liberal e instaló a Smith como padre de la economía política
contemporánea.
La ideología del individualismo surgió de la tendencia
exagerada a suponer que la identidad consigo misma es igual a ser objeto de su
propia actividad. Por ella se sostiene que la psicología de los individuos está
hecha para perseguir su propio bienestar e interés particular, sin reparar en
el interés general ni en la acción colectiva hacia cada uno. Thomas Hobbes (1588-1679) subrayó la idea de que la
finalidad de cada uno es su propia felicidad. Para Locke el hombre es un ser
razonable, la libertad es inseparable de la felicidad y el fin de la política
es la búsqueda de la felicidad. No hay felicidad sin protección política y no
hay política razonable que no entienda que el individuo desee la felicidad.
Adam Smith supuso que existe una relación causal entre el afán de lucro
individual y su efecto en el bienestar colectivo si se deja que las leyes del
mercado operen libremente. Mediante esta ideología
se sostiene que las fuerzas centrípetas del individuo producen indirectamente
un encuentro solidario de fuerzas centrífugas que se juntan en virtud del
mercado, desvalorizando lo social y lo democrático. La ética individualista ha elevado los
pecados capitales de la codicia y el egoísmo a la categoría de virtudes
cardinales. Ella deshumaniza la sociedad al interponer el dinero como el principal
vínculo de las relaciones humanas. Origina individuos egoístas al enfatizar el
lucro individual como motor y fin de la actividad humana. Impone el valor de la
competencia individualista a nuestra natural psicología de cooperación y
solidaridad. Trastoca el carácter de creatividad y contribución del trabajo por
mera mercancía impersonal. Genera un consumismo y un exitismo desenfrenado.
Propone modelos para el deber ser que son estereotipos irreales e
irrealizables, provocando angustias generalizadas.
Sin embargo, el individualismo no responde a los hechos
antropológicos de la solidaridad, la equidad y la cooperación. Aquella idea
está detrás de la práctica política de la no participación ciudadana,
concibiéndose como suficiente la representación de los intereses individuales y
la participación en el mercado. El ser humano ha evolucionado genéticamente a
lo largo de centenas de miles de años de vida tribal que han impreso
indeleblemente en nuestro genoma una psicología de cooperación, solidaridad y
participación en la sociedad. Este hecho ha permitido al ser humano ser la
especie más exitosa del planeta. Puesto que la naturaleza
humana no se explica únicamente por el egoísmo, sino que también por la
solidaridad, el individualismo tiene, ideológicamente hablando, una enorme
contradicción. Adicionalmente, su
condición de sapiens le permite proyectar intencionalmente su vida, más que a
la pura satisfacción de sus necesidades inmediatas, hacia incluso la
posibilidad de lo transcendente, lo que lo hace un ser eminentemente moral. La
ideología individualista siempre repugnará a la conciencia solidaria que
sostiene que la subsistencia social depende de la acción altruista y que
cualquier otra cosa es la legitimación del abuso y el privilegio.
El liberalismo actual se basa en el concepto de la
“libertad para elegir”. Tal es el título de uno de los libros (1980) más
populares de unos de los propulsores principales de esta ideología, Milton
Friedman. El liberalismo supone que el individuo es libre porque, siguiendo a
David Hume (1711-1776), “tiene la capacidad para actuar o no actuar de acuerdo
a las determinaciones de la voluntad”, pudiendo elegir entre una multiplicidad
de alternativas para obtener un fin deseado, cosa que pueden hacer los animales.
Como mejor se expresa la libertad es en la economía y se puede ejercer en su
plenitud en el libre mercado, donde sirve para comprar y vender. En la economía
capitalista la libertad se ejerce principalmente para emprender, pero queda
limitada a la minoría que tiene acceso al capital. Igualmente, la libertad
para ser empleado está limitada por las
oportunidades que ofrece el mercado laboral. Sin embargo, en el ser humano la
libertad, que le es fundamentalmente, es mucho más. Es lo que caracteriza la
acción intencional, que es la capacidad personal para auto-determinarse. La libertad es la acción en las tres
instancias de la conciencia. En lo intelectual la libertad se ejerce para
buscar la verdad, superar la ignorancia y, sobre todo, los prejuicios y
obtener, no tanto información y conocimiento, sino sabiduría. En lo afectivo la
libertad se ejerce para ser feliz al superar el miedo, la angustia y el
sufrimiento. En el plano de la efectividad, que es propiamente el de la acción
intencional, la libertad se ejerce desde la perspectiva moral, no tanto para
buscar el bien y evitar el mal, que no son fuerzas o estados objetivos, sino
para superar el odio y conseguir amar. En este sentido, la libertad es una
característica de la acción humana más profunda que el trivial significado que
el liberalismo pretende darle y que acentúa el rechazo hacia una autoridad
represora.
Por el imperativo de la empresa libre y su interés
particular un régimen liberal necesita debilitar la participación ciudadana en
el poder político y generar simultáneamente una clase política aún más
desvinculada de la ciudadanía. La actividad política del ciudadano queda reducida
a votar por el candidato impuesto por la clase política, que está dominada por
la oligarquía capitalista. La democracia liberal adquiere sólo una estructura
formal y no logra representar al pueblo. Los partidos políticos responden a
interese de clase: rentistas, emprendedores, profesionales y trabajadores. Supone
que todas las posibles relaciones humanas se reducen al intercambio
mercantilista y transaccional. Así, el trabajador y el empleador intercambian
trabajo por salario, el productor y el consumidor intercambian producto por
dinero, el médico y el paciente intercambian salud por honorarios, incluso los
esposos intercambian sexo por protección. El liberalismo quisiera que las
funciones del Estado se redujeran a administrar eficientemente la macroeconomía
y a mantener los servicios públicos mínimos, como el judicial y el policial, de
modo que permitiera la estabilidad económica que posibilite la máxima seguridad
para los negocios. Anhela que el Estado posibilite al máximo las libertades
económicas y limite recíprocamente a un mínimo las libertades civiles, como si
el individuo fuera sólo un ser que busca satisfacer sus apetitos más
elementales. En el fondo, está más preocupado por la protección de la propiedad
privada por medios jurídicos y policiales y teme que los desposeídos se
rebelen.
La democracia republicana y el
capitalismo
La teoría republicana realizó una verdadera revolución en
la práctica política al erigir a la persona y su acción libre como la razón de
ser de la acción política, y que se resume en dos aspectos: 1º el
reconocimiento y la defensa de los derechos de las personas y 2º la acción
política para determinar y alcanzar el bien común, que es el ámbito donde las
personas son iguales y donde pueden auto-determinarse. Anteriormente, la acción
política del monarca se desenvolvía gravosa y autoritariamente en los amplios
espacios que permitían los derechos de pueblos y estamentos particulares.
Actualmente, el liberalismo percibe en los ciudadanos su capacidad para actuar
libremente sólo en el ámbito del mercado, cuando la ley no lo prohíbe y cuando
hay elecciones. La democracia es un régimen político que reconoce que los
individuos, si bien son partes de un todo como la sociedad civil (que
es heredera directa de la primitiva tribu y la antigua polis griega), son
personas y poseen derechos naturales (a la vida, la libertad, la
protección) anteriores a aquella por tener objetivos que le son
propios, que la trascienden y que deben ser reconocidos por misma sociedad y
por el ente regulador y gobernante que ésta erige soberanamente. El
Estado rige con plena potestad y autoridad sobre aquella parte de la
persona que se relaciona con la sociedad civil referente al bien común, la
convivencia, el orden y la paz social.
La relación del capitalismo con la democracia es
embarazosa. El problema socio-económico más importante actual es la magnitud y
el crecimiento de la pobreza en una sociedad cuya burguesía es cada vez más
rica y poderosa. El efecto de la interacción política/capital es doble: 1º la
propiedad privada del capital es celosamente protegida por el poder político,
que el mismo capital contribuye a establecer y controlar; 2º el capital, que
tiende a concentrarse, produce recíprocamente el dominio de muchos por pocos en
muchos ámbitos de la vida, además del ideológico y el económico. El capitalismo
engendra diferencias sociales profundas al producir bolsones de gran miseria
que quedan marginados del sistema. Remunera el trabajo según una escala que en
su extremo inferior cuenta con una proporción significativa de cesantes y
subempleados dispuestos a cualquier salario y denigración para mejorar su
precaria realidad. Sostiene a través del esfuerzo de muchos la opulencia y el
poder más inverosímil de pocos. Crea riquezas que son despilfarradas en suntuosos
lujos. Un régimen no puede considerarse democrático cuando por proteger un
derecho civil, como el derecho de propiedad privada, viola derechos naturales y
de mayor jerarquía, como los derechos a la vida y la libertad. El crecimiento
económico se potencia a través de la división del trabajo, que se profundiza a
medida que se amplía la extensión de los mercados y la especialización.
El derecho de propiedad, que surgió de vincular la
posesión de tierras e implementos de trabajo con quien la trabaja y de
identificar el producto del trabajo con el derecho a poseerlo, ha sido
defendido con todo el imperio de la ley, aún cuando es sabido que su
acumulación, cuando no del robo, proviene de la audacia, la habilidad
financiera y la fortuna de estar en el lugar y el tiempo oportuno. La historia
nos enseña que quienes poseen el capital, los burgueses, adquieren, por el
mismo hecho de poseerlo, un poder político correlativo tan poderoso que pocas
dificultades han tenido para legitimar y hacer valer el derecho de propiedad
privada, y quienes han querido oponerse a este dictamen han sido violentamente
eliminados mediante revoluciones, guerras, gobiernos autoritarios y la misma
ley. Ocurre que en una sociedad capitalista, las instituciones políticas han
tenido que adaptarse al imperio del capital privado. Harold J. Laski
(1893-1950) ya señaló en Reflections on
the Revolution of Our Time, 1933, que, considerando que el Estado pertenece
a los poseedores del poder económico, las reformas alcanzan al límite que las
clases acaudaladas consentirían sin llegar a las armas.
No se debe confundir la economía de mercado con la
economía capitalista. Las funciones de ambas son muy distintas. La de la
economía de mercado es determinar el valor de las mercancías y, a través del precio
que adquieren en el mercado, conocer su relativa demanda u oferta, lo que sirve
para señalar la dirección del desplazamiento de la economía y principalmente de
la producción. Por el contrario, la función de la economía capitalista es
justamente controlar dicho desplazamiento a través del predominio del capital
privado, el que persigue la maximización del beneficio. La economía de mercado es
dominada por la economía capitalista a causa del enorme poder que adquiere el
capital al poseer la capacidad para determinar los modos de los otros factores
de producción y de manejar además la voluntad del consumidor a través de la
inversión en publicidad y la propaganda de ideologías que le favorecen. La
publicidad es una inversión de capital que procura revertir la natural relación
causal que se produce cuando una necesidad induce la producción de un bien o de
un servicio que la satisfaga; incluso llega a imponer la moda, que es la ética
de su consumo indicando cómo, dónde, cuándo, hasta cuándo y en qué cantidad es
permitido consumirlo. El interés general ya no efecto efecto de una acción
políticamente debatida, sino de la acción en el mercado de una multiplicidad de
individuos que buscan su propio interés. De hecho, la economía capitalista
utiliza la economía de mercado para sus propios fines. Al determinar dónde,
cómo, cuándo y cuánto invertir influye decisivamente en las remuneraciones, los
productos y hasta en sus precios. En la economía de mercado el capital consigue
un poder tan extraordinario que la modifica hasta el punto de generar
monopolios y cárteles para manipular el libre mercado.
Se afirma que el capital privado es más eficiente que
otro tipo de propiedad de capital, lo que algunos explican por el antiguo
proverbio “al ojo del amo engorda el caballo”. Lo que efectivamente explica
este adagio es que el amo, en procura de engordar al caballo, está dispuesto a
utilizar cualquier recurso, aunque sea mucho más eficiente empleado en otras
finalidades. A pesar de utilizar los recursos hasta el derroche, el capitalismo
no ha logrado solucionar los problemas económicos fundamentales, como ha
prometido, que es el pleno empleo y la satisfacción de las necesidades básicas
de alimentación, vivienda, salud, educación y entretenimiento para toda la
población Tampoco el capitalismo es eficiente en la preservación del medio
ambiente. Igualmente, se ha construido el mito de la eficiencia de la libre
empresa, donde el propietario disfruta el ejercicio del poder como Lenin jamás
lo pudo soñar. La libre empresa está más preocupada por mantenerse en el
mercado que por producir bienes y servicios que tengan verdadera utilidad y que
hayan sido producidos empleando concienzudamente los recursos. El objetivo que
tiene el capitalista es si la empresa en cuestión tiene capacidad para generar
utilidades que aseguren el interés que busca y acreciente su capital.
El capitalismo y la naturaleza
Los límites del crecimiento
Desde fines del siglo XVII hasta la Revolución Francesa los
pensadores de la Ilustración habían querido iluminar la cultura, que estaba aún
sumida en la oscuridad medieval, con la luz de la razón. Deseaban combatir la
ignorancia, la superstición y la tiranía, construir un mundo mejor para poner
fin a las carencias materiales y la esclavitud del trabajo y transformar la
triste heredad humana. Comenzaron desbancando la monarquía de derecho divino. Poco
después, se creyó que la Revolución Industrial permitiría el sueño del mundo
feliz añorado por la Ilustración. Sin embargo, del inocuo invento de la máquina
a vapor que dependía de combustibles fósiles, que reemplazaba el esfuerzo
muscular y que causaba el progreso material, surgió el inicuo sistema que conocemos como
capitalismo. Junto con las maravillas tecnológicas emergió el pensamiento
económico sobre cómo producir riquezas y distribuirlas. Desde hace dos siglos y
medio la economía moderna se ha ido constituyendo más en un arte que en una
ciencia, y, manejada por la enriquecida burguesía, su propósito ha sido la creación de riqueza
material y el crecimiento a costa de la explotación del trabajo y la naturaleza.
Si antes la gloria por actos heroicos era una forma de
reconocimiento, actualmente, y no de modo casual, se ha generalizado el afán
por la realización personal que fuerza a los individuos a obtener éxito, siendo
éste la capacidad para poseer y consumir. Probablemente, en culturas tribales
el rico tejido de relaciones sociales, donde cada individuo era estimado y
querido con cariño, lo mantenía lejano de las actuales ansias de
reconocimiento. Se comprende entonces que la tecnología presione sobre los
recursos naturales hasta el extremo mismo de sus posibilidades. El crecimiento
económico está trayendo efectos de consecuencias críticas para el futuro no
sólo de la humanidad, sino de toda la biosfera terrestre. La necesidad de
subsistencia de las distintas naciones en nuestra estrecha Tierra fuerza la
creación de economías altamente competitivas que tienen como efecto necesario
la destrucción del medio ambiente. Además, esta competencia no sólo es inmisericorde,
sino que relega la mayoría marginada a la miseria. Este crecimiento está
afectando gravemente los equilibrios de los sistemas ecológicos, los que han
resultado ser frágiles para los embates de la economía de crecimiento,
acelerados por la explosión tecnológica y la acumulación de capital. El enorme
consumo de recursos naturales no renovables y de recursos renovables a tasas
mayores que su capacidad de renovación está generando su acelerado agotamiento.
Los distintos ecosistemas son incapaces de absorber y neutralizar los desechos
producidos, deteriorando vastas extensiones del planeta y degradando la
totalidad del medio ambiente.
Es impensable que la actual población mundial consiga
superar su actual estado de miseria y subdesarrollo a causa de que simplemente
no existen los recursos naturales suficientes. Nos estamos ahogando en
contaminación, mientras que lo que va quedando son espantosas cicatrices de
basura y páramos estériles, creciente agotamiento de los recursos naturales y
la marginación en la abyecta miseria de poblaciones cada vez más numerosas. Los
objetivos políticos han venido verificando un desplazamiento. Atrás quedaron
las utopías milenaristas por irrealizables. El espacio dejado por ellas está
siendo ocupado por políticas netamente pragmáticas y cortoplacistas de
supervivencia nacional e incluso local. Mientras tanto, asistimos a un diálogo
de sordos entre ecologistas fundamentalistas del tipo conservacionista,
aterrados por las probables consecuencias del crecimiento, y economistas neoliberales
que siguen creyendo en la capacidad del capitalismo para solucionar los
problemas de la humanidad, mientras son ciegos a las ominosas señales de la
naturaleza. Después de todo nuestra Tierra es demasiado pequeña para el poder
de expoliación de la economía de crecimiento. Cada vez más, ella nos resulta
más delicada y pobre para la insaciable voracidad y la ilimitada codicia del
gran capital y de las sociedades consumistas que éste promueve, o de las
colosales guerras de destrucción y muerte por dominar los recursos que van
quedando. La curva de crecimiento se cruza con la curva de recursos. Lo que
queda entre ambas es marginación. El crecimiento económico genera miseria
cuando sobrepasa los límites que impone la naturaleza.
Desde hacía algún tiempo algunos estudiosos estaban
advirtiendo que en alguna fecha próxima el consumo de energía fósil, sobre la
que se erige nuestra civilización, iba a llegar al punto de la curva de
producción de energía cuando el petróleo que había sido consumido históricamente
fuera mayor que las reservas conocidas. Esta fecha llegó probablemente en
septiembre de 2008, y significó elevar sus costos de producción, haciendo
insostenible el crecimiento económico basado en energía barata. Pareciera que
la tesis maltusiana está de alguna manera relacionada con el cuento de Pedrito
y el lobo. Probablemente, Malthus estuvo equivocado cuando diagnosticó que
mientras la población crece en progresión geométrica, los alimentos lo hacen
únicamente en progresión aritmética. Pero no se equivocó en cuanto al
pronóstico acerca de que los alimentos no alcanzarán para todas las bocas que
también hablan y ríen. Tal vez no es un problema ni matemático ni geométrico,
sino que de límites.
El capitalismo y la ecología
Basado en la propiedad privada del capital y de los
medios de producción, en el libre mercado tanto de mercancías como del trabajo,
en el lucro y en la empresa privada, el capitalismo nos convenció desde su
propia posición de enorme poder que es el modelo más eficaz y libertario para
darnos la oportunidad de usufructuar de los bienes materiales. Los beneficios
fueron tan aparentes que la sociedad concedió a la clase propietaria una
cantidad de privilegios, tales como ejercer enorme influencia en la vida
política, adjudicarse la tajada mayor, administrar la economía según sus
propios intereses y actuar como verdaderos déspotas en sus propias empresas. El
precio que la sociedad ha debido también
pagar ha sido supervalorar la codicia y el individualismo por sobre la
solidaridad y la equidad. El significado de la acción del capitalismo sobre la
naturaleza es que la inversión de capital tiene siempre por efecto la explotación
de recursos naturales. Toda actividad económica se apoya en última instancia en
la explotación de recursos naturales y en el consumo de energía, si no el
capital no obtiene ganancia. Así, en el tiempo el capitalismo va degradando la
naturaleza en forma también exponencial hasta su límite. El duro hecho de que
la existencia de la posibilidad de desarrollo del capitalismo dependa de que se
produzca más y de que se consuma lo que se produce, incide fuertemente en los
recursos físicos de la naturaleza.
En la economía capitalista la relación existente entre
capital y naturaleza es tan desequilibrada como la relación capital y trabajo.
Las valoraciones culturales inducidas por el capitalismo que ponen el énfasis
en el individualismo, el exitismo, la competencia, el crecimiento y desarrollo
económico, la expansión de mercados y el consumismo, previsiblemente están
conduciendo a la humanidad hacia un descalabro ecológico en un futuro
relativamente cercano. Tras estas valoraciones se encuentra el poder del gran
capital, que persigue el máximo beneficio en la explotación de los recursos,
pero no necesariamente la eficiencia, tampoco la racionalidad ni la necesidad,
y menos aún la equidad y la solidaridad. Son los mismos capitalistas, que no
arriesgan perder el poder económico que disponen, que mantienen este sistema
funcionando a como dé lugar y se oponen tenazmente a cualquier reforma al
sistema que los pudiera perjudicar en lo más mínimo. Los capitalistas han
participado en el juego político y militar y siempre han triunfado para
mantenerse en el poder gracias a sus enormes recursos y su propia codicia.
Ahora este mismo éxito podría ser su perdición y la de todos.
Concretamente, los ecologistas critican severamente al
capitalismo ante la evidencia puramente práctica acerca del límite mismo del
crecimiento, que es la destrucción de la naturaleza. 1º El éxito de la economía
capitalista depende de que existan suficientes riquezas naturales que aporten a
la inversión de capital una ganancia que debe ser mayor que el costo requerido
en su explotación, por lo que es un sistema económico que necesita en forma
creciente explotar la naturaleza para su propia preservación. 2º En su
desarrollo el capitalismo está supeditado a la codicia humana, que termina por
gravitar sobre los recursos naturales. 3º El capitalismo se fundamenta en la
utopía del tecnologicismo; éste asegura la provisión de bienes y servicios sin
límite de esfuerzo ni de explotación de recursos alguno para satisfacer todas
las necesidades de los individuos. 4º La globalización es la tendencia del
capitalismo para acceder a la explotación de todas las riquezas naturales de la
Tierra, sin reserva alguna. Globalizado como está en la actualidad, el
capitalismo está destruyendo irreversible y aceleradamente la naturaleza
mientras el planeta está desnudando su dramática finitud. En resumen la
acumulación de capital que la actividad económica genera aumenta en forma
exponencial, de la misma manera como aumenta la explotación de los recursos
naturales y la contaminación de la naturaleza hasta el extremo mismo de sus
posibilidades. Los efectos de estas acciones son que sin nuevos recursos que
explotar en un futuro mediato, la economía capitalista colapsará, arrastrando
consigo la civilización que creó.
La economía sustentable
La cultura es a la sociedad lo que el conocimiento y el
sentimiento es al ser humano. Aquella no sólo constituye el modo creativo de
adaptación del grupo social a un medio en permanente cambio, también contiene
normas éticas y valoraciones sobre las cosas que han emergido en el duro y
constante embate por la subsistencia de la sociedad y la supervivencia de los individuos
que la componen. La dificultad y el éxito que una norma ética o un valor
cultural tiene para estructurarse en la cultura son directamente proporcionales
a su estabilidad. El exitismo y el consumismo, como metas individuales, y el
crecimiento y la expansión económica, como metas sociopolíticas, son
manifestaciones muy enraizadas en nuestra cultura contemporánea. Ellos no sólo
se expresan plenamente en una economía de mercado y aperturista, sino que son
la expresión más acabada de este tipo de economía. Del mismo modo como en el
pasado la cultura occidental produjo monjes, filósofos, conquistadores,
misioneros, exploradores, colonizadores, imperialistas, la cultura
contemporánea ahora engendra capitalistas, tecnócratas, trabajadores y
consumidores. Sin embargo, los ecólogos están desde hace unas tres o más
décadas advirtiendo y alertando sobre los peligros que entraña para la biosfera
y para la humanidad misma la actual tendencia cultural promovida por la idea de
progreso de un crecimiento económico ilimitado y exponencial. 1º El caudal del
conocimiento tecnológico ha venido experimentando un enorme crecimiento
acumulativo desde un comienzo que coincide con el principio de la edad
neolítica, hace unos cien mil años atrás, hasta hace casi un siglo atrás. Como
contraste se puede observar en las últimas décadas un desarrollo tecnológico
explosivo acaecido en términos del progreso material y dominio sobre las cosas.
2º Íntimamente relacionado con el desarrollo tecnológico, el capital ha
experimentado una acumulación también exponencial. 3º Las riquezas naturales
están sufriendo, por el contrario, un agotamiento en la misma medida que los
otros factores crecen exponencialmente. Mientras se creyó en el progreso
económico indefinido, sin pensar que los recursos naturales son limitados,
surgieron muchas ideologías políticas y económicas que profetizaban el término
de la miseria y realizaban profundas ingenierías sociales. El desarrollo
económico genera miseria cuando sobrepasa los límites que impone la naturaleza.
El problema es que una economía sustentable que impone
limitaciones radicales al desarrollo es incompatible con un capitalismo
competitivo que persigue el máximo beneficio. Los requerimientos del medioambiente
y las tecnologías alternativas de energía y explotación de recursos naturales
es el pago mínimo que debe hacer el capital para no destruir por completo la
naturaleza y no terminar por destruirse a sí mismo. La presente encrucijada
requiere además un radical cambio de actitud frente a la naturaleza y al ser
humano. Nuevas normas éticas y valoraciones deberán ser estructuradas en
nuestra cultura. Una economía sustentable sería propia de una era
postindustrial, ya que al adaptarse a la explotación de recursos renovables de
la naturaleza, obtendría escaso o nulo crecimiento, no pudiendo generar la
riqueza que el capitalismo de la era industrial demanda. Los efectos de esta
nueva economía de no crecimiento podrían ser muchos. Es de suponer que
difícilmente podría ser tolerado el incontrolado crecimiento demográfico, las
destructivas guerras, el masivo derroche. Las nuevas y restringidas condiciones
de producción tendrían que priorizar la satisfacción de las innumerables
necesidades humanas. Un nuevo orden económico compatible con las libertades y
derechos humanos debería emerger. La esperanza deberá ser puesta en la
capacidad que tienen los seres humanos para adaptarse a estas nuevas
condiciones y crear nuevos instrumentos y modelos económicos.
Para que funcione la economía sustentable debe reunir dos
condiciones: primero, utilizar recursos renovables dentro del límite de su
capacidad de regeneración, y segundo, desechar contaminantes dentro del límite
de la capacidad de absorción del sistema ecológico. El desarrollo sustentable
implica un severo control a escala mundial de la propiedad de capital; su
inversión deberá regirse no por el beneficio particular, sino que por el bien
común, y deberá ser compatible con su impacto ambiental. Mayor valor tendría
para los seres humanos la preservación del medioambiente que el consumismo.
Nuevos valores y normas jurídicas y éticas deberán ser constituidos. En la
futura cultura las personas deberán volverse más responsables, solidarias y
austeras. El exitismo, el consumismo, la competencia, el individualismo, el
lucro, que el capitalismo nos ha hecho tanto apreciar, ya no serán valores
aceptables. Del mismo modo como la era preindustrial produjo en el pasado
labriegos, pastores, artesanos y comerciantes y la actual era industrial
engendra capitalistas, gestores, trabajadores, técnicos y consumidores, en la
era postindustrial aparecerán otras actividades para los inquietos seres
humanos.
36. LA TECNOLOGÍA
La tecnología es ciencia aplicada a la técnica mediante la invención.
También es la extensión del cuerpo humano para hacer el trabajo más rápido y
más eficiente. Igualmente, es uno de los factores de producción económica. Por
último, la tecnología es inversión de capital para reemplazar el trabajo y
obtener mayores beneficios por ahorro de salario y sus granjerías, como siete
horas diarias de trabajo y cinco días a la semana, vacaciones, previsión,
desahucio, ocio y conflictos laborales, y también para explotar las riquezas
naturales en forma más efectiva e intensiva.
La técnica
En el reino animal la
fuerza muscular es el único esfuerzo que está al servicio del organismo
biológico para desplazarse y obtener activamente los medios de supervivencia.
Desde la aparición del homo sapiens
los individuos de nuestra especie han ido inventando técnicas para controlar el
trabajo de las variadas fuerzas de la naturaleza y reemplazar en forma más
efectiva el trabajo muscular humano directo. Hace unos 130.000 años, poco antes
de la última glaciación, los seres humanos adquirieron la plena capacidad del
pensamiento abstracto y lógico junto con el lenguaje articulado que nos
caracteriza y que nos permite inventar e innovar y acumular el desarrollo técnico.
De este modo, el grado de civilización es directamente proporcional a la
eficiencia del trabajo humano a través de la técnica. El rendimiento del
trabajo del ser humano, en su estado salvaje, es mínimo y apenas alcanza para
satisfacer las necesidades básicas de alimentación, vestuario y vivienda,
siendo la técnica de sus artefactos muy primitiva. Tal vez no se pueda decir lo
mismo respecto a sus probablemente más sofisticadas técnicas y aptitudes para
cazar o pescar. El progreso aparece con el aumento del rendimiento y la
disminución del esfuerzo, y eso es efecto de las técnicas.
La técnica es aquel conjunto de conocimientos prácticos para confeccionar
instrumentos, utensilios, implementos y
artefactos. Siendo el fruto de la inteligencia humana, ella constituye
verdaderas extensiones del cuerpo humano hacia objetos donde el cuerpo es
ineficiente o no puede alcanzar. Ella obtiene de la naturaleza los recursos para
el bienestar de los seres humanos. La técnica tiene una doble función: produce extensiones de nuestro cuerpo para
hacernos más accesible los recursos de la naturaleza y sirve tanto para que nos
adaptemos mejor al medio como para adaptar el medio a nosotros. Una técnica se desarrolla hasta el límite mismo de la funcionalidad para explotar
y utilizar el objeto.
Lo que no deja de
sorprender es la forma exponencial que ha tenido el desarrollo de la técnica. Durante unos 2,5 millones de años, a juzgar por el registro
arqueológico de poco más que utensilios de piedra que tenían además escasas
diferencias apreciables, éste apenas progresó en calidad y variedad. A partir
de la aparición del homo sapiens,
este desarrollo comenzó a cobrar una levísima aceleración, según nuestra
moderna óptica, pero sin duda tan grande para aquel entonces que significó más
tarde la salida de escena histórica de todos los competidores homo, como los homo
erectus y los neandertales. Hace apenas unos diez a ocho mil años atrás
muchos pueblos alrededor de la Tierra comenzaron la nueva vida sedentaria de la
agricultura y la ganadería a través del cultivo de plantas y la domesticación
de animales y del ejercicio de la selección artificial y el control de las
condiciones para el desarrollo filogenético de muchas especies vegetales y
animales. Esta revolución tecnológica condujo adicionalmente a la posesión de
bienes y a la acumulación de riquezas.
La tecnología y la ciencia
Junto con el
entonces creciente ̶ y ahora acelerado
̶ desarrollo de la ciencia moderna, el
capitalismo surgió a fines del siglo XVIII, gracias al invento del motor a
vapor que, al remplazar la fuerza muscular
̶ tanto humana como animal ̶
posibilitó el crecimiento y desarrollo de la actividad productiva,
principalmente en la explotación minera y la producción industrial. En la actualidad, el vertiginoso desarrollo tecnológico nos ha
acostumbrado al cambio, haciéndonos creer que el futuro traerá la solución a
todos nuestros problemas existenciales. Esta nueva actividad demandó la formación de capitales y la
incorporación de los talleres artesanales a la fábrica. La sociedad se dividió
entre capitalistas y trabajadores, es decir, entre los poseedores de las
riquezas requeridas para estos mayores emprendimientos y los desposeídos que
estaban obligados a ofrecer su trabajo a la producción industrial a cambio de
un salario.
La historia de la
tecnología es la historia de la invención y está relacionada íntimamente
con la historia de la ciencia. El desarrollo
de la ciencia ha posibilitado al conocimiento tecnológico fundamentarse en el
conocimiento teórico del cómo funcionan las cosas del universo. A medida que avanzaba el siglo XIX, se produjo
grandes avances en las tecnologías de transporte, construcción y
comunicaciones. El motor a vapor se aplicó al barco de vapor y el ferrocarril.
El ascensor, la fotografía y el cine, el submarino han sido algunos de los
inventos del siglo. El desarrollo científico de la electricidad posibilitó el
telégrafo y también la lámpara incandescente. En el astillero de Portsmouth fue
donde, al fabricar poleas para embarcaciones completamente mediante máquinas,
se inició la era de la producción en masa. Las máquinas herramientas se
empezaron a emplear para fabricar nuevas máquinas. Los barcos de vapor
finalmente se fabricaron completamente de metal. Hacia el final del siglo se
fabricaron motores eléctricos, de combustión interna y de turbina a vapor. La
Segunda Revolución Industrial de finales del siglo XIX vio el rápido desarrollo
de las tecnologías química, eléctrica, petrolífera y del acero.
La tecnología del siglo XX tuvo un desarrollo bastante
mayor que en el siglo anterior y novedosos inventos hicieron su aparición. El
avión, el teléfono, la radiocomunicación, el radar, la grabación de sonido, la
televisión, el motor a reacción, los plásticos, el aprovechamiento de la
energía nuclear, la farmacéutica, los satélites, el almacenamiento magnético de
datos, la computación, la fibra óptica, el internet son algunas de las
tecnologías que surgieron y que nos ha hecho cambiar la vida. El empleo del
método científico y las inversiones en investigación contribuyeron al avance de
la ciencia y la tecnología modernas. Algunas tecnologías se desarrollaron rápidamente
debido a las guerras o a la amenaza de ellas.
La
tecnología y el capital
La tecnología es un
factor de la producción destinado a cómo maximizar y explotar óptimamente los
recursos económicos, que son otros dos factores (naturaleza y trabajo). Es conocimiento
acumulado, a menudo celosamente guardado. Es capital invertido en costosa
investigación, innovación y desarrollo. Es propiedad de alguien que busca
beneficiarse. Es una poderosa fuerza que tiene decisivos y profundos efectos
sobre la economía. Consecuentemente, el desarrollo y el crecimiento económico
es principalmente fruto de la tecnología. Mientras mayor sea la fuerza, como
resultado de la combinación del capital y la tecnología, tanto mayor será el
poder capaz de ser ejercido sobre la naturaleza y también sobre la misma
sociedad.
La tecnología es
inversión de capital ̶ que es otro de
los factores de la producción ̶ y sirve
los propósitos de éste, que es el beneficio. El capital puede ser invertido en
bienes de capital, materias primas y trabajo, y generar, por lo tanto, mayor
cantidad de productos y más económicos. También puede ser invertido, desde luego,
en la tecnología que pasará a formar parte de las exclusividades de una empresa
particular. Una nueva tecnología puede crear mayor expansión económica al
conseguir los recursos y su transformación en producto con menor costo,
optimizando el beneficio. Aquél puede ser invertido en tecnología con un doble
propósito: explotar mejor la naturaleza y también reducir los costos del
trabajo y hacerlo más eficiente. Puesto que lo que obtiene son máquinas, moldes
y matrices, procesos y materiales para extraer más recursos naturales y hacer
más efectivo y abaratar el trabajo, es también una forma de acumulación y
concentración de capital. Una nueva tecnología puede optimizar el beneficio del
capital al conseguir productos más competitivos. Para el economista Joseph
Schumpeter (1883-1950) la libre competencia entre empresas no existe; lo que
existe es la competencia entre nuevos productos. La aparición de innovaciones
en el mercado aventaja lo conocido. Nuevos bienes, nuevos métodos de
producción, nuevos mercados, nuevas materias primas obtienen mayores
beneficios, aun cuando se vendan a precio de mercado. Estas innovaciones
tecnológicas, generadas por la inversión de capital, resultan competitivas
hasta que otras innovaciones las desbancan de su situación ventajosa.
El crecimiento económico
es principalmente fruto de la tecnología. Puesto que la tecnología crece en
forma exponencial, el crecimiento económico es también exponencial. En
realidad, como se ha podido comprobar con fuerza desde al menos la Revolución
industrial, la combinación de capital y tecnología produce una aceleración del
desarrollo económico semejante a la aceleración de la reacción nuclear de una planta
atómica para generar electricidad, donde la adición de material radiactivo
acelera el número de reacciones hasta un punto que se arriesga a sobrepasar el
límite auto-sustentable. Siguiendo esta analogía, podríamos suponer que, pasado
ese punto, se debe cuidar no llegar a juntar mayor cantidad de material que
supere lo que se denomina masa crítica, para que la reacción no se acelere
tanto que llegue al punto de explosión. El problema de nuestros tiempos es el
producido por los límites naturales impuestos a un desarrollo económico basado
en el desarrollo tecnológico. También esta analogía es descriptiva en otra
materia, la de desechos nucleares. Toda actividad económica tiene un cierto
impacto en el medio ambiente, el que se intensifica y se prolonga en el tiempo
con un desarrollo económico mayor.
Si bien el capital
invertido en tecnología genera una diversidad de productos, el desarrollo
tecnológico ha permitido a la inversión de capital liberarse de un lugar
definido. La necesidad por capital apareció con la revolución agropecuaria de
hace diez mil años, y la inversión se mantenía firmemente unida a la tierra o
al territorio. La
Revolución industrial, basada en grandes usinas de textiles,
hierro, productos químicos, etc., también ligaba el capital a un lugar
determinado, el de aquellas faenas. En la actualidad, gracias a la disminución
del costo de transporte y al desarrollo de las telecomunicaciones, las
industrias y los mercados son virtualmente móviles y el capital se invierte
donde las condiciones de trabajo y/o de consumo son más favorables. En
consecuencia, el desarrollo tecnológico ha posibilitado la movilidad del
capital y éste se ha hecho transnacional, invirtiéndose en cualquier lugar
geográfico que entregue el mayor beneficio.
Las poderosas
instituciones estatales de defensa y aeroespaciales de las potencias económicas,
financiadas con la tributación ciudadana, costean empresas privadas para
desarrollar productos de sofisticada tecnología para uso bélico y de prestigio
nacional. Con el tiempo, en la medida que los costos de los productos se
reducen a causa de un mayor desarrollo, las aplicaciones civiles aumentan en
áreas como la cibernética, las comunicaciones, la aviónica, la farmacéutica y
muchas más. Las empresas se fortalecen con una tecnología exclusiva y un
producto muy competitivo y demandado, dominando el mercado internacional y
enriqueciendo de paso la nación donde están establecidas.
Los factores de producción
económica no son ciertamente estáticos, sino que van sufriendo cambios en el
tiempo. Podemos observar que el trabajo tiende a especializarse y a utilizar
más la inteligencia que los músculos. La empresa tiende a ser más eficiente,
más impersonal, más grande. El capital tiende a aumentar, a acumularse y a
concentrarse, adquiriendo cada vez mayor poder político y social, además del
económico. En fin, la tecnología tiende a ser más científica, siendo su
desarrollo y el de la ciencia un caso de simbiosis entre ambas.
Podemos observar ahora
que la tecnología en combinación con el capital privado tiene básicamente como
efecto el consumismo y el despilfarro, la expoliación de los recursos
naturales, una explosión demográfica generadora de seres humanos condenados a
la miseria y la concentración de poder en manos de unos pocos. Se puede
comprender entonces que la tecnología, en la cual se cifraron tantas
esperanzas, no pueda dar respuesta en forma directa a los problemas más vitales
de una mayoría creciente de la humanidad, como la indigencia, la ignorancia, la
falta de libertad, la desesperanza.
La
tecnología y el poder
Un producto es competitivo
siempre que tenga ventajas comparativas; y lo que en nuestro mundo altamente
tecnológico permite que un producto las tenga es principalmente una tecnología
exclusiva. Una tecnología no exclusiva no hace que el producto posea una
ventaja comparativa. No basta con copiar tecnologías por todos conocidas para
conseguir un producto aún más competitivo. Si una empresa no usa la tecnología
de punta, simplemente no podrá estar en el mercado; pero si esta tecnología de
punta es además exclusiva, es decir, que sólo dicha empresa la pueda utilizar
por poseer derechos sobre aquella, será comparativamente muy ventajosa. La
exclusividad la otorga una patente de invención y, consecuentemente, se trata
de un privilegio que destruye el libre mercado al conformar un monopolio. Se
alega que este privilegio es la compensación por el capital invertido en
investigación y desarrollo y que pocas veces consigue el pleno éxito.
El origen de la alta
tecnología se puede trazar a las potencias económicas y militares, que han perseguido
el poder hasta la total hegemonía geopolítica. Buscando el prestigio
internacional y la superioridad bélica, no han reparado en gastos para
desarrollar hasta las complejas tecnologías que les permite poseer el poder
militar incontestable y evitar ―con bastante paranoia― cualquier amenaza contra
su seguridad nacional. Sin duda, todos reconocen no sólo que la superioridad
bélica está al servicio de los esfuerzos hegemónicos de las potencias para
dominar los mercados, sino que también el costo para erigir estos gigantescos
establecimientos militares se paga largamente con los beneficios de dominar de
hecho los mercados, siempre que el impulso para dominarlo todo se mantenga
dentro de un límite razonable de gastos.
La
tecnología y la educación
La tecnología no es una
fuerza ni económica ni socialmente neutra. Quien posee tecnología está en
condiciones económicas más favorables, y quien dispone de la tecnología de
punta está en posición aún más ventajosa. No en vano el acceso a una buena
educación, que es inversión de capital en conocimiento tecnológico, es en la
actualidad tan codiciado, no importando que las exigencias sean cada vez
mayores. La demanda por la educación en tecnologías es directamente proporcional
al desarrollo tecnológico y a la complejidad que éste trae consigo.
La antigua educación
universitaria, en el sentido literal de conocimiento universal por el saber, ha
quedado obsoleta, pues era impartida a ciertos grupos más o menos aristocráticas,
quienes debían ocupar su ocio en cuestiones “dignificantes”. En cambio, una
sociedad tecnológica requiere especialistas. La educación universitaria actual,
que no pretende ser literalmente universitaria en el sentido de conocimiento del
universo, sino educación superior o educación profesional, ha quedado en manos
de institutos altamente especializados que en rigor no deberían llamarse
“universidades”. Una educación acerca del conocimiento de los diversos aspectos
del universo es demasiado onerosa para las legiones de estudiantes que buscan
una profesión o un oficio que les permita valerse económicamente y sobrevivir medianamente
en nuestro mundo tan poblado y competitivo. Pero el problema es que la demanda
estudiantil es tan grande que muchos futuros profesionales quedarán
forzosamente cesantes.
La
tecnología y la naturaleza
Globalmente, la explosión
tecnológica ha generado una situación enteramente inédita al presionar en
exceso sobre los finitos recursos de la naturaleza. Históricamente, en áreas
muy localizadas del mundo lo recursos naturales habían sido agotados debido a
la actividad humana y hasta civilizaciones, como la antigua sumeria o la maya,
habían colapsado como consecuencia. Hasta hace un par de décadas se creía que
el progreso económico que traía la tecnología y el conocimiento científico
permitiría solucionar todos los problemas de la humanidad. En la actualidad se
percibe que nunca como ahora el ser humano está rompiendo los equilibrios
ecológicos de los que forma íntimamente parte, y este proceso destructivo del
medio ambiente de todo el mundo se está llevando a cabo con la misma
aceleración exponencial con que se desarrolla la tecnología. Por ejemplo, la
moto-sierra que está derribando los bosques del planeta tiene apenas 50 años desde
su primera aparición. La relación de la tecnología con la naturaleza no es
estática, sino que va sufriendo cambios en el tiempo. La naturaleza tiende a
ser explotada para cubrir mayores aspectos de ella. Pero al intensificar su
explotación, su riqueza se agota y ella misma se contamina a niveles
irrecuperables, generando todo tipo de situaciones ecológicas inestables.
La tecnología y el trabajo
A pesar de que el
capitalismo sometió el trabajo libre al trabajo asalariado o proletario, el
trabajo no siempre ha tenido como su adversario al capitalismo, sino que,
equivocadamente, a la tecnología. Muy pronto, en el capitalismo se observó que
se producía un conflicto entre la incorporación de tecnologías y los puestos de
trabajo. Entre los años 1811 y 1916, los luditas emprendieron la destrucción de
las más modernas y mecanizadas máquinas textiles por la simple razón que éstas
reemplazaban a los trabajadores de la fábrica. Pero este movimiento fue poco
práctico, ya que las fábricas se multiplicaban más rápido que la organización
ludita, cuyos miembros terminaban despedidos. Sin embargo, cuando
aún no existía ninguna estructura sindical, el objetivo real de los luditas fue
ganar una mejor posición negociadora con sus empleadores y crear también solidaridad
entre trabajadores.
El equilibrio capital trabajo es precario, no sólo
porque el capital es naturalmente más
demandado y el trabajo es más ofertado, sino porque el capital invierte en
tecnología para reemplazar al trabajo. La tecnología, que consiste en extensiones extremadamente eficientes
del cuerpo humano para dominar mejor a la naturaleza, no es otra cosa que el
reemplazo más efectivo y económico del esfuerzo, tanto intelectual como físico,
del trabajador. La inversión de capital en tecnología suprime la necesidad de
trabajo. Ya Karl Marx (1818-1883) denunciaba que el capital invierte en
tecnología, inventando máquinas sustitutivas de trabajo, para limitar el costo
de la mano de obra y mantener los salarios bajos.
Pero la tendencia del capital privado para disminuir
salarios y/o lugares de trabajo o remplazar capital por trabajo es como
dispararse a los pies. Una empresa invierte en tecnología para mejorar su
posición en el mercado frente a sus competidores. Pero esta práctica va contra
sus intereses, ya que el salario se gasta en su totalidad para comprar lo que
el capitalista produce masivamente, puesto que el trabajador es el consumidor.
En la actualidad, obtusos tecnócratas imaginan un mundo
manejado por robots, preguntándose seriamente si acaso por su supuesta enorme
inteligencia los robots lograrán algún día dominar a los seres humanos. Pero
ellos no son capaces de entender primero qué es la inteligencia humana ni que
el remplazo del trabajo por la automatización
solo conseguirá una cesantía, una fuerte disminución del consumo y un
descalabro económico, atentando contra los intereses de lucro del capital, ni
mucho menos cuestionar que la base de todo el andamiaje es la sociedad, que
está compuesta en su gran mayoría por trabajadores asalariados. La historia
muestra una y otra vez que un pueblo sometido, manipulado y oprimido acaba por
rebelarse y desbancar el régimen. Tal vez dichos tecnócratas estén siendo menos
ambiciosos que un ingeniero social y estén concibiendo humildemente los robots
para satisfacer únicamente los caprichos más nimios de los más ricos y
poderosos.
37. EN EL ESPÍRITU DE EL CAPITAL
DE KARL MARX
UNA TRADUCCIÓN DESDE LA DIALÉCTICA MATERIALISTA MARXISTA A LA
TERMODINÁMICA Y LA RELACIÓN CAUSAL
El subtítulo se
explica porque he preferido el lenguaje de la ciencia que el de la dialéctica
por representar más fielmente la realidad.
Definiciones
El capital es
energía acumulada y la energía es la capacidad para realizar trabajo útil. Está
representado por dinero, que está depositado usualmente en el banco. En una
economía sana el dinero está representado por oro y/o plata que mantiene el
banco central del Estado, que emite la moneda. Cuando esta entidad es privada,
su política es favorecer a sus dueños.
Un producto se genera
cuando se usa la energía acumulada en la compra de medios de producción,
trabajo, naturaleza, gestión y tecnología, que son los factores de producción.
Un producto es una
estructura de orden físico o intelectual confeccionado por trabajo, gestión,
tecnología y medios de producción a partir de material primas. Un producto es
funcional cuando satisface una necesidad de otros, por lo que lo hace
apetecible y social.
Desde que es
concebido como producto hasta que se torna en mercancía el proceso productivo
es la transformación que sufre un objeto a partir de la materia prima hasta que
es apto para ser consumido.
El valor de un
producto es la energía gastada en el proceso de producción.
El trabajo, que
puede ser muscular o mecánico e intelectual, es gasto de energía en el proceso
productivo.
El trabajo es
realizado por el individuo desposeído que se ofrece al capitalista-empleador
como empleado y que, a cambio de salario, no tiene otra cosa que ofrecer que su
esfuerzo, que es medido según capacidad y tiempo.
El valor del
salario lo determina el mercado.
La tecnología, que
persigue acortar los tiempos de producción y aumentar la eficiencia en las
etapas del proceso, es la aplicación de la ciencia a algún aspecto del proceso
productivo o a la concepción de un producto. Es usualmente una extensión del
cuerpo humano, ya sea en su funcionamiento mecánico, sensible o lógico, y busca
reemplazar el trabajo humano cuando es más eficiente y económico.
El producto se
transforma en mercadería cuando llega al mercado y se le agrega transporte,
bodegaje, mercadeo y publicidad. Algunas veces quien produce y comercializa es
el mismo individuo o empresa; otras veces son individuos o empresas distintos,
cada uno de los cuales con sus propios afanes de lucro.
El mercado es el
lugar físico o virtual donde concurre la mercadería con su valor de cambio o
precio y el comprador que busca satisfacer una necesidad. La transacción
comercial se realiza cuando el valor de uso para el comprador corresponde al
valor de cambio de la mercadería.
El valor de cambio
de una mercadería es la energía que el comprador está dispuesto a gastar e
incluye la energía en producirla y comerciarla más un suplemento de energía que
es la ganancia. El objetivo del productor es doble: recuperar la energía
gastada en el producto-mercadería y que su ganancia sea la máxima posible. Lo
segundo lo consigue a través de la disminución de los costos de producción,
donde el costo del trabajo es el más recurrido, el mercadeo, la publicidad, la
exclusividad, la mayor demanda del producto, etc.
Un punto central es
que en el capitalismo el capital es, más que propiedad personal, propiedad
privada de individuos, que son los capitalistas. Su propiedad es un derecho.
Este derecho no es ni natural ni inalienable como ellos intentan convencer,
sino que es positivo y es otorgado por el Estado. Una parte de sus costos de
producción es el impuesto a un Estado represor para la protección del capital y
de este derecho.
El Estado es la
entidad que gobierna la sociedad civil e históricamente surge cuando se
derrumba el poder divino del rey y su poder se laiciza ya en tiempos de
Machiavello. Tiene al monopolio del poder de las armas y no admite competencia
a su autoridad. Se rige por las leyes que formulan la mayoría de los
representantes de los ciudadanos; los capitalistas, ahora como plutocracia, se
valen de su enorme poder económico para controlar al Estado para que actúe
según sus intereses, en especial en la defensa de la propiedad privada.
Un capitalista
puede usar su capital en emprendimientos productivos que generen ganancias y se
le llama emprendedor, en adquirir bienes inmuebles para percibir su renta y se
le llama rentista, en prestarlo a cambio de un interés y se le llama
prestamista, que es propiamente la función de la banca.
Las clases sociales
se dividen según su rol en la economía capitalista, que son básicamente los
capitalistas o burgueses más su entorno y los trabajadores o proletarios.
Tradicionalmente
los partidos políticos se ubican en el espectro que va de la derecha a la izquierda.
La derecha se la reparte los conservadores y los liberales. Los primeros son
los rentistas y los prestamistas y persiguen un Estado fuerte que proteja sus
intereses. Los segundos son los emprendedores y buscan un Estado débil que les
permita el laissez-faire. El centro lo ocupan los pequeños capitalistas que
trabajan con su capital o lo han invertido para adquirir una profesión. En la
izquierda se ubican los trabajadores que por no tener capital deben emplearse
para obtener un salario.
El autodestructivo determinismo en la dinámica del capitalismo
Crecimiento y naturaleza
El
capitalismo porta la semilla de su propia destrucción. El capital en el
capitalismo naturalmente crece, ya que, por una parte, el capitalista no
invertirá si no existe una ganancia garantizada y, por la otra, no meterá su
capital en el colchón. Parte del capital se invierte en explotar la naturaleza
para extraer sus riquezas, es decir, no hay emprendimiento capitalista que en
parte no explote los recursos naturales. Mientras el capital crece
exponencialmente aunque sea a una tasa mínima, la naturaleza es finita. Un
crecimiento sustentable es antagónico con el capitalismo, ya que no le es
suficientemente competitivo. Como se sabe, muchos recursos naturales ya han
sido agotados irreversiblemente y otros ya están en la lista de recursos en
vías de extinción. Así será con los recursos más escasos y demandados. El
colapso del capitalismo ocurrirá necesariamente cuando se agote un recurso de
vital importancia. Muchos apuntan a la energía, específicamente al petróleo,
asegurando que ya se pasó su peak de producción industrial. Paralelamente, la
naturaleza se ha visto crecientemente afectada por la basura y la
contaminación. El calentamiento global es una espada de Damocles pendiente en
cercenar toda la civilización mundial.
Acumulación y concentración de capital
Según
el párrafo anterior, la acumulación de capital ha sido exponencial. El
fenómeno, que es paralelo a la acumulación, es la concentración del capital a
causa de la competencia que existe en el mercado o la forma de evadirla. Según el
informe de Oxfam publicado en enero de 2018 el 82 % de la riqueza generada el
año 2017 fue acaparada por el 1 % más rico de la población mundial, mientras
que los 3.700 millones de personas que componen la mitad más pobre del mundo no
vieron aumentar su riqueza. La riqueza de los más ricos ha aumentado en un
promedio anual de 13 % desde 2010, que es seis veces más rápido que los
salarios de los trabajadores ordinarios, que han aumentado en un promedio anual
de sólo 2 %. El número de multimillonarios aumentó a un ritmo sin precedentes
de uno cada dos días entre marzo de 2016 y marzo de 2017. Adicionalmente, datos
de Credit Suisse revelan que 42 personas poseen en 2017 la misma riqueza que la
mitad más pobre de la humanidad. Estas tendencias se explican por el
crecimiento natural del capitalismo.
Brecha social e injusticia
Evidentemente,
la brecha entre los más ricos y los más pobres del planeta dentro del sistema
capitalista aumenta paralela al crecimiento económico. La causa estructural es
que en mismo mercado la demanda por capital es siempre creciente, mientras que
también lo es la oferta de trabajo, generando este injusto desequilibrio. Otra
causa es que tras la mayor competitividad y una mayor ganancia el capitalista o
la empresa invierte en tecnología para disminuir trabajo o racionalizar el
trabajo y así reducir costos de producción. Además, instigada por el movimiento
feminista, entre otras causas, la incorporación de la mujer a la masa laboral
ha tenido como consecuencia inmediata la drástica disminución de los salarios
promedios. De esta manera, en vez de ser de beneficio para toda la sociedad, el
capitalismo es un sistema que sirve para favorecer exclusivamente a los capitalistas.
Así, el capitalismo ha provocado una injusticia social similar a la del Imperio
romano, cuando más de la mitad de los habitantes eran esclavos. En ambos casos
las elites han sido tan autocomplacientes como autorreferentes.
Alienación del trabajador
La alienación es inherente al capitalismo. Marx consideraba
que el trabajador, desde el punto de vista capitalista, no es una persona en sí
misma, sino una mercancía, llamada fuerza de trabajo, que puede representarse equivalentemente
como dinero. El trabajador es una determinada cantidad de dinero utilizable,
como mano de obra, para la multiplicación del mismo. El capitalista compra con
dinero el trabajo de los demás y los trabajadores cambian la fuerza de trabajo,
que es su mercancía, por la mercancía del capitalista, que es el salario. La
fuerza de trabajo para el trabajador es su actividad vital que le asegura los
medios necesarios para subsistir. El trabajador es libre de cambiar de
capitalista, pero no puede desprenderse de la clase de los capitalistas, a
quienes se ha alquilado. El trabajador no recoge el verdadero valor de lo que
produce y esta explotación lo priva además de sus herramientas artesanales. La
alienación surge cuando el producto del trabajo del trabajador, en lugar de
satisfacer sus necesidades, se vuelve algo ajeno y cobra una existencia
totalmente independiente del mismo que fue quien lo produjo. Además, el
trabajador ignora usualmente lo que está produciendo. Una vez que ese producto
cobra su independencia, se genera el trabajo alienado, a través del cual el
hombre se vuelve esclavo cada vez más y más de las cosas que produce. Mientras
más produce y mayor es su actividad, el trabajador tendrá menos, su vida ya no
le pertenecerá a él, sino al objeto, el que cobra vida propia y se opone al
trabajador de forma autónoma. Su agobiada vida transcurre entre angustia y
depresión que lo incapacita y recurre a la droga y el alcohol en forma
creciente.
Robotización
Sólo
imaginan la robotización de la producción quienes no tienen el más leve
conocimiento de que la economía es regida por el capitalismo. La robotización
forma parte de la tendencia de recurrir a la tecnología para reemplazar el
trabajo humano. En contra de esta tendencia surgió ya entre los años 1811 y
1816 el “ludismo”, que fue un movimiento que protestaba contra las nuevas
máquinas que destruían el empleo. La realidad es que el crecimiento económico
depende en gran medida de la masa asalariada que lo gasta casi en su totalidad
en productos industriales. Una reducción, por no decir abolición, de los
salarios haría decrecer la economía. El desempleo tiene un efecto negativo
sobre la economía, no sólo porque se resta trabajo a su actividad, sino que la
energía representada por el salario deja de fluir hacia los productores.
Persiguiendo la competitividad, el capitalista no ceja en introducir más
tecnología que reemplace trabajo humano.
Burbujas financieras
Las
burbujas financieras ocurren cuando la emisión monetaria supera la masa
monetaria necesaria requerida por la actividad comercial y la capacidad de
ahorro. El excedente monetario es inflacionario y se dirige a ciertos activos
financieros o económicos que sufren una inflación llamada burbuja. En la
actualidad, en EE.UU., el FED, que es su banco central y que es privado, ha
seguido una política, llamada “flexibilización monetaria”. Se supuso que
inyectando mayor financiamiento a la economía, se podía reactivarla. El efecto
fue crear tanto gigantescas burbujas como opulentos millonarios y acortar
distancias para un grandioso colapso económico.
Deuda impagable
El
sistema crediticio, que ha permitido acceder a bienes de consumo a la mayoría
de la población, tiene como efecto haber consumido los productos antes de haber
repuesto la energía gastada en producirlos. El sistema crediticio se beneficia,
ya que gana por los intereses de sus préstamos, pero tiene un efecto
destructivo si la codicia de la banca sobrepasa la capacidad de pago de
intereses de los deudores, como ha sido patente en la pasada crisis económica
de los “subprimes” y que se está
apuntando como la causa de la gran crisis financiera y económica que se
avecina.
38. LAS PECULIARIDADES DE LA ECONOMÍA
DE LOS ESTADOS UNIDOS
Existen
características particulares en la economía de los Estados Unidos que probaron
ser fortalezas para construir un gran imperio. Sin embargo, por abusar
despiadadamente del poder imperial éstas se ha tornado en debilidades que han
producido su decadencia y, ahora último, su desintegración y que arrastrará al
mundo al colapso del capitalismo. La mala semilla ha fructificado y ha
condenado irremediablemente al imperio.
Introducción
El contexto
político estadounidense puede describirse como una poderosísima plutocracia
que, como un ávido parásito, se ha desarrollado subrepticiamente al amparo de
una democracia en forma como su respetable y creíble fachada según sus
intereses de mayor poder y riqueza. Se la designa como el “gobierno en la sombra”,
en el sentido que no se sabe quiénes ni cómo la dirigen. Éste se vale del
llamado “estado profundo” para implementar su política económica a nivel
mundial. El estado profundo es una burocracia autónoma del poder soberano del
pueblo y su dirección no es responsable ante las autoridades electas. Sus
agencias más conspicuas son la CIA y la NSA, en el ámbito internacional, y el
FBI, en el ámbito nacional. La CIA dirige además otra decena de agencias
menores. El Pentágono también participa con un costoso poder militar y su brazo
armado se extiende a 700 bases militares repartidas en el mundo entero y 10
flotas aeronavales, llevando a cabo una decena de conflictos armados
simultáneamente y mostrando ostentosamente sus músculos. Además mantiene un
exagerado arsenal nuclear capaz de destruir la biósfera varias veces. Las
agencias de inteligencia están dedicadas a la inteligencia global y a
desarrollar operaciones encubiertas al margen de la ley y destinadas a
controlar los otros gobiernos del mundo, ya sea a través de las elecciones o el
cambio de régimen. El propósito es que las corporaciones, incluida la banca,
que el gobierno profundo posee, puedan explotar los recursos extranjeros con el
mayor beneficio posible, proteger sus inversiones y facilitar la venta de sus
productos. Como un sirviente, el aparataje del Estado republicano es funcional
al estado profundo a través del chantaje, la corrupción, el soborno e incluso
la ideología. El CFR (Council on Foreign Relations) agrupa ideológicamente a
los altos servidores de estas agencias. Ellos son intercambiables con los
ejecutivos de las corporaciones y los altos servidores públicos. Todos adhieren
a las ideas de hegemonía global, unipolarismo y al mito del destino manifiesto de
EE.UU. El acicate son puestos muy bien remunerados si desempeñan las tareas
ordenadas, las que normalmente son antipatrióticas y reñidas con el bien común
y el estado de derecho. Los principales medios de comunicación, que son los del
“main stream media” (MSM), son de propiedad de unas seis corporaciones, que
comulgan con el establishment y propalan las noticias que les manipula la CIA,
manteniendo adormecido e ignorante de la realidad al público en general y a
nosotros en particular.
El Dólar
La Conferencia de
Bretton Woods, llevada a cabo en Julio de 1944 y que reunió a delegados de 44
naciones aliadas, estableció un sistema monetario internacional basado en el
dólar, la moneda estadounidense, que era respaldado por oro a razón de US$35
por onza de oro.
A principios de la
década de 1970, a causa de la estanflación, el acuerdo de Bretton Woods se
había derrumbado. El 15 de agosto de 1971, en el llamado Nixon shock, EE.UU.
terminó unilateralmente la convertibilidad del dólar al oro, dejando que el
dólar flotara libremente entre las otras monedas fiat. El presidente Nixon y su Secretario de Estado, Henry
Kissinger, sabían que la destrucción del patrón oro para el dólar causaría una
disminución en su demanda global artificial. Mantener esta demanda era vital
para que EE.UU. continuara expandiendo su gasto en bienestar y guerra. Requería
que esta demanda se sustituyera por algún otro mecanismo. De 1971 y 1973, en
una serie de reuniones Kissinger y la familia real saudita llegaron a un
acuerdo. Según éste, EE.UU. ofrecía protección militar a los campos petroleros
de Arabia Saudita, accedía a proporcionar a los saudíes armas y a garantizar la
protección de Israel.
Para 1975, todas las naciones productoras de petróleo de
la OPEP habían acordado fijar el precio de su petróleo en dólares y mantener sus
excedentes de petróleo en títulos de deuda del gobierno de EE.UU. Desde entonces el petróleo de la OPEP se cotiza en
dólares estadounidenses, denominados petrodólares. Un petrodólar es un
dólar estadounidense que recibe un productor de petróleo a cambio de vender
petróleo y que luego se deposita en bancos occidentales. La demanda mundial artificial de dólares
estadounidenses no sólo se mantendría intacta, sino que se dispararía debido a
la creciente demanda de petróleo en todo el mundo.
Desde la perspectiva
del imperio, este nuevo sistema de dólares por petróleo era mucho más preferible
que el anterior sistema de dólares por oro, ya que sus requisitos económicos
eran mucho menos estrictos. Sin las restricciones impuestas por un estándar de
oro rígido, la base monetaria de los EE.UU. podría crecer a tasas
exponenciales. El dólar se convertía en la moneda de reserva nacional y de
intercambio internacional. Para obtener dólares muchos países optaron por
desarrollar una estrategia orientada a la exportación con los Estados Unidos
con el fin de intercambiar sus bienes y servicios por dólares estadounidenses
que necesitan para comprar petróleo en los mercados mundiales. En esencia, EE.UU.
recibe un doble préstamo de cada transacción petrolera global. En primer lugar,
se exige a los consumidores de petróleo que compren petróleo en dólares. Los
beneficios excesivos de las naciones productoras de petróleo se colocan en
títulos de deuda pública de EE.EE. mantenidos en bancos occidentales. El
sistema petrodólar proporciona al menos tres beneficios inmediatos a los
Estados Unidos. Aumenta la demanda mundial de dólares. Aumenta la demanda
mundial de títulos de deuda estadounidenses. Le da a los Estados Unidos la
capacidad de comprar petróleo con una moneda que puede imprimir a voluntad.
Después de que los Estados
Unidos y sus ciudadanos hubieran gozado de este gigantesco privilegio
monetario, que les permitía una vida excesiva a expensas de otras naciones, no
hubo vuelta atrás. A pesar de la presión ejercida por países extranjeros para
proteger el valor del dólar frenando el gasto excesivo del gobierno, Washington
mostró pocas restricciones fiscales y continuó viviendo por encima de sus
posibilidades. Era obvio para todos que EE.UU. carecía de la disciplina fiscal
básica necesaria para evitar la destrucción de su propia moneda. No obstante,
EE.UU. persiste en defender que el petróleo se transe en su moneda y ha
emprendido destructivas y costosas guerras contra países productores de
petróleo (Irak, Libia, Siria, etc.) que han osado pensar en otra política.
Sin embargo, la
amenaza proviene ahora del petroyuan chino, siendo China el mayor importador de
petróleo del mundo. Además, China puede deshacerse de sus reservas en bonos del
tesoro estadounidense si prosigue la estúpida guerra comercial iniciada por
Trump. En la actualidad lo único que mantiene el valor del dólar es la
confianza que aún se le tiene.
El Fed
El Sistema de la
Reserva Federal, el Fed, es el banco central de los Estados Unidos. Fue
establecido por el presidente Woodrow Wilson, quien firmó la Ley de la Reserva
Federal en ley el 23 de diciembre de 1913. Tiene tres funciones principales: debe
proporcionar y mantener un sistema de pagos eficaz, supervisar y regular las
operaciones bancarias y llevar a cabo la política monetaria.
Lo notable es que
el Fed es un banco privado y no estatal, por lo que obedece a los intereses de
sus propietarios, que conforman una plutocracia, y no a los de la nación. Diez
bancos controlan las doce sucursales del Fed:
N.M. Rothschild de Londres, Rothschild Bank de Berlín, Warburg Bank de
Hamburgo, Warburg Bank de Amsterdam, Lehman Brothers de Nueva York, Lazard
Brothers de París, Kuhn Loeb Bank de Nueva York, Israel Moses Seif Bank de
Italia, Goldman Sachs de Nueva York y JP Morgan Chase Bank de Nueva York. Asimismo, William Rockefeller, Paul Warburg,
Jacob Schiff (ligado a Kuhn Loeb) y James Stillman (miembro de Citigroup)
poseen grandes acciones de la Reserva Federal. Además de varios trillones en
derivativos, estos diez bancos poseen los activos de las más importantes
corporaciones transnacionales y las controlan. También por corrupción y
chantaje ellos manejan el CFR, el estado profundo, el Pentágono, el gobierno,
el congreso y el poder judicial.
La ley de 1913 le
dio al Fed el poder sobre el suministro de dinero y la determinación de las
tasas de interés. Por extensión el Fed tiene poder sobre la economía. El Fed tiene
el control de la oferta de dinero a través de su poder para crear crédito con
tasas de interés y requisitos de reserva, añadiéndolos electrónicamente a las
cuentas de los agentes de bonos de los bancos del sistema. Los bancos que
reciben los créditos los utilizan como reservas y su monto lo prestan varias
veces debido a la magia del encaje fraccionario. Cuando el gobierno necesita
dinero, el Tesoro de los Estados Unidos emite bonos y los entrega a agentes de
bonos independientes, que los subastan al Fed. Entonces el Fed crea un crédito
en la cuenta del Tesoro de los Estados Unidos, es decir, el Fed simplemente crea
un crédito, generando dinero de la nada. Los bonos del gobierno incluyen el
interés que fija el mismo Fed y que el gobierno le debe pagar anualmente con
los impuestos que recauda mientras no los cancele, mientras los bancos dueños
del Fed se enriquecen colosal y fácilmente con esta simple recaudación de
intereses.
En lugar de que la
crisis financiera de 2008 siguiera su curso recesivo y de quiebras, el Fed, bajo
Ben Bernanke, prefirió implementar una política monetaria no convencional,
llamada “relajación cuantitativa” o QE (quantitative easing), por sus siglas en
inglés, que es una compra de activos a gran escala con el fin de estimular la
economía, aumentar la liquidez y reforzar las condiciones del mercado
financiero. Consiste en que el Fed redujo en muy poco tiempo las tasas de
interés del 5,25 por ciento al 0 y 0,25
por ciento y compró activos como valores públicos u otros valores del mercado respaldados
por hipotecas y valores del Tesoro, en el rango de cientos de miles de millones
de dólares, aumentando la oferta monetaria al inundar las instituciones
financieras con capital en un esfuerzo por promover el aumento de los préstamos
y la liquidez. Los bancos se fortalecieron. Sin embargo, tal como un terremoto
se produce periódicamente cuando las tensiones de las placas se hacen
irresistibles, el QE sólo logró postergar el inevitable sismo, que después será
muchísimo mayor. Entre 2008 y 2015, los activos totales según el balance
general de la Reserva Federal aumentaron de 900.000 millones de dólares a 4,5
billones de dólares. Juntos, la banca central europea, el Banco de Inglaterra,
el Banco de Japón y la Reserva Federal han acumulado balances de más de 14
billones de dólares. Los efectos de esta emisión inorgánica han sido el aumento
de la especulación financiera, la creación de burbujas financieras, el aumento
de los valores accionarios, la disminución en la confianza internacional en el
dólar, pero el capital creado de la nada no ha impulsado el crecimiento
económico.
Ahora el Fed está
intentando revertir su expansiva política que no ha conducido al crecimiento,
pero su “quatitative tightening” de aumentar las tasas de interés está
colisionando con la política de Trump de facilitar el financiamiento a las
corporaciones.
La deuda
Por 1950 los bancos
comenzaron a otorgar, además de créditos hipotecarios, créditos de consumo a la
clase trabajadora. Pronto ésta podía adquirir, sin haber ahorrado previamente,
viviendas, automóviles, electrodomésticos, etc. El sistema crediticio permitió
formar una gran clase media afluente y generó el “American way of life”. Los
intereses recaudados enriqueció la banca y la industria se expandió. Sin
embargo, la energía que se gastaba en el consumo de estos productos era
obtenido del futuro en forma de deuda.
Hasta 1990 los
Estados Unidos era el principal acreedor del mundo, ahora es su principal
deudor. Al 30 de abril de 2018, la deuda pública ascendía a 15,3 billones de
dólares y la intragubernamental a 5,7 billones de dólares, para un total o
"Deuda Nacional" de 21 billones de dólares (105% del PGB) y se estima
que se duplicará por 2028. La deuda total sube anualmente en alrededor de 1
billón de dólares. Desde luego, ella es una deuda imposible de pagar y los
ingresos por impuestos escasamente cubren el pago de intereses. Las causas de
los déficits y la deuda son directamente la consecuencia de financiar guerras
en el Medio Oriente sin aumentar los impuestos para pagarlas (según Trump, en
las guerras de Medio Oriente se han gastado inútilmente 7 billones de dólares),
el aumento de la seguridad nacional y otros costos de defensa fuera de la
guerra (se está investigando la desaparición de 21 billones de dólares del
Pentágono), los recortes masivos de impuestos para las empresas y los
inversionistas desde 2001, el crecimiento económico en dos tercios de lo normal
en la última década, generando menos ingresos fiscales, la escalada de los
costos de los programas de salud del gobierno debido a la escalada de precios
en el sector de la salud, y ningún crecimiento de los salarios reales para el
80 por ciento de la fuerza laboral, lo que resulta en el aumento de los costos
de los cupones de alimentos, Seguridad de Ingreso Suplementario, y otros
beneficios.
La corporatocracia
La
“corporatocracia” es un término reciente utilizado para referirse a un sistema
económico y político controlado por corporaciones o intereses corporativos. Las
corporaciones transnacionales causan estragos en los sistemas financieros,
económicos, sociales y ecológicos en una colonización progresiva de la vida
pública en la que sólo 147 organizaciones controlan ahora el 40 por ciento del
comercio mundial. Las 200 principales corporaciones son más grandes que las
economías combinadas de 182 países y tienen el doble de influencia económica
que el 80% de toda la humanidad.
El origen de las
corporaciones estadounidenses fueron los magnates industriales del siglo XIX.
Algunos de los más famosos fueron: John Jacob Astor (bienes raíces, pieles),
Andrew Carnegie (acero), Jay Gould (ferrocarriles), J. P. Morgan (finanzas,
consolidación industrial), William Randolph Hearst (magnate de los medios de
comunicación), John D. Rockefeller (Standard Oil), Cornelius Vanderbilt
(transporte marítimo, ferrocarriles).
Se arguye que la
causa de la desigualdad de ingresos es el resultado del auge de la
corporativización. Se caracteriza por organizaciones y bancos semimonopólicos,
grandes confederaciones de empleadores, que a menudo actúan con instituciones
estatales cómplices de manera que desalientan (o bloquean) el funcionamiento
natural de una economía libre. Los principales efectos de la corporativización
son la consolidación del poder económico y la riqueza. El crecimiento relativo
de los ingresos y la riqueza está ocurriendo entre los grandes empresarios descritos
como súper-elites, peces gordos corporativos y traficantes de ruedas
financieros y que ganan US$2 millones o más cada año. Las tasas efectivas de
impuestos corporativos de los Estados Unidos también han caído
significativamente y no han seguido el ritmo del crecimiento de los beneficios.
Otro indicio del aumento del poder de las empresas fue la eliminación de las
restricciones a su capacidad de recompra de acciones corporativas. También la
concentración de corporaciones aumenta su influencia sobre el gobierno, como el
poder de imponer la desregulación. Son peligrosas para la democracia por su
capacidad de influir y, a menudo, de infiltrarse en los gobiernos y su
capacidad de actuar como una auténtica clase social internacional para defender
sus intereses comerciales contra el bien común. Es este poder de toma de
decisiones, así durante los últimos 30 años, lo que ha dado lugar a cambios en
las constituciones nacionales y en la legislación nacional e internacional, lo
que ha creado el ambiente para el crimen corporativo y la impunidad. Asimismo las corporaciones tienen una influencia significativa en las
regulaciones y en los reguladores que las monitorean.
Confesiones de un sicario económico, escrito por John Perkins, 2004, proporciona su
relato de su carrera con una firma consultora de ingeniería. Su papel fue
convencer a los líderes de países subdesarrollados para que aceptaran préstamos
de desarrollo sustanciales para grandes proyectos de construcción e ingeniería
que ayudarían principalmente a las familias más ricas y a las élites locales,
más que a los pobres, mientras se aseguraban de que estos proyectos fueran
contratados con compañías estadounidenses. Más tarde, estos préstamos le darían
a los EE.UU. influencia política y acceso a los recursos naturales para las
empresas de EE.UU.
El complejo
militar-industrial es una alianza informal entre el Pentágono y la industria de
defensa que lo abastece; en conjunto su interés común influye en la política
pública. Un factor impulsor detrás de esta relación entre el gobierno y las
corporaciones con mentalidad defensiva es que ambas partes se benefician, una
de ellas de la obtención de armas de guerra y la otra de que se les pague por
suministrarlas. El término ganó popularidad después de su uso en el discurso de
despedida del Presidente Dwight D. Eisenhower el 17 de enero de 1961, quien advirtió
que los Estados Unidos debe "protegerse contra la adquisición de
influencia injustificada... por parte del complejo militar-industrial".
Este complejo incluye a miembros del Congreso, de distritos dependientes de las
industrias militares, el Departamento de Defensa, junto con los servicios
militares y contratistas militares privados. En 2011, Estados Unidos gastó más
en su ejército que las 13 naciones siguientes juntas. Los 9 mayores
contratistas de defensa son Lockheed Martin Corporation, la Compañía Boeing, la
Compañía Raytheon, General Dynamics Corporation, Northrop Grumman Corporation,
United Technologies Corporation, L-3 Comunicaciones y BAE Systems. Ellos
conforman un poderoso lobby para inducir al país a sostener guerras y, bajo el
supuesto que las industrias de armas proveen empleo y ventas, el presidente
Trump se ha tornado en su principal agente de ventas. Por ejemplo, si el
promedio de bombas arrojadas durante el gobierno de Bush fue de 21 bombas al
día y el de Obama, 25 bombas diarias, con Trump el promedio ha subido a 121
bombas arrojadas diariamente por las fuerzas armadas de EE.UU.
El neoliberalismo ha
sido la idea para promover el comercio y la inversión global en un intento de
encontrar siempre recursos más baratos, para maximizar los beneficios y la
eficiencia de las corporaciones. La globalización es la interdependencia de los
países como resultado de la creciente integración del comercio internacional y
las inversiones. Considerando que el capital, la tecnología y las mercaderías
pueden desplazarse por el mundo, al trabajo no le está permitido, por lo que la
globalización permite a las empresas acceder a mano de obra a precios más baratos.
Con el pretexto de que era mejor que EE.UU. se convirtiera de país productor a
uno que ofrecería servicios, las corporaciones comenzaron, a partir de la
década de 1990, a inducir al gobierno para flexibilizar la política de
inversión y a tercerizar su producción en países con costos laborales e
inmobiliarios mucho más bajos. Los resultados han sido nefastos para el empleo
en EE.UU. Aunque las cifras oficiales indican un desempleo del 4%, están
ocultando un gran desempleo. Según Pew Research Center, en enero de 2017 el
número total de empleados fue del 59,2% de la fuerza de trabajo, mientras 35,2%
no quería trabajar. El resto, aunque buscaba trabajo, no lo conseguía. Por otra
parte, el número en el programa de asistencia alimenticia (Food stamps) ha
subido de 18 millones, en el año 2000, a 45 millones, en el año 2015.
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