jueves, 21 de febrero de 2019


MONOGRAFÍAS FILOSÓFICAS CRÍTICAS X



Patricio Valdés Marín


CONTENIDO

  1. Una metafísica del universo                       
  2. Las categorías metafísicas            
  3. Causalidad y estructuración                       
  4. La energía                         
  5. Energía cuantificada                      
  6. Contradicciones de la teoría general de la relatividad          
  7. Una cosmología                            
  8. La esencia de la vida                     
  9. El instinto de dominio – una teoría             
10. El sistema de la afectividad                       
11. El cerebro y la conciencia              
Lo epistemológico I - https://unihummono4.blogspot.com
12. La psiquis                                     
13. El discurso filosófico histórico                  
14. Una teoría del conocimiento I                     
Lo epistemológico II - https://unihummono5.blogspot.com                              
15. Una teoría del conocimiento II                                
16. Los límites del conocimiento humano         
17. Crítica de la ciencia a la epistemología filosófica    
18. La filosofía y la ciencia                              
19. El lenguaje                                    
Lo transcendente I - https://unihummono6.blogspot.com
20. Una cosmovisión               
21. Cuestiones religiosas                     
22. Dios                      
23. La eternidad           
24. La línea divisoria                
Lo transcendente II - https://unihummono7.blogspot.com
25. Reflexionando sobre el significado de la existencia de Jesús         
26. Jesús de Nazaret y el cristianismo                          
27. Breve historia de la humanidad y su relación con lo divino              
Lo socio-político I - https://unihummono8.blogspot.com
28. Antecedentes antropológicos de la sociedad         
29. El ser humano y la sociedad                      
30. Fundamentos antropológicos de la política            
Lo socio-político II - https://unihummono9.blogspot.com
31. La política              
32. La guerra               
33. El Leviatán y los Estados Unidos   
34. El derecho de propiedad privada   
35. La ética del capitalismo                 
36. La tecnología         
37. En el espíritu de El Capital de Karl Marx     
38. Las peculiaridades de la economía de los Estados Unidos     


 

34. EL DERECHO DE PROPIEDAD PRIVADA




El derecho de propiedad privada es substancial al capitalismo de libre mercado. El capitalismo está pronto a sucumbir. En el futuro próximo el derecho de propiedad privada expirará y  quedará sólo los derechos de propiedad personal y comunitaria.



Introducción



Estamos asistiendo a los últimos días del capitalismo, era que nació con la Revolución Industrial y que terminará previsible y prontamente en un próximo colapso económico general y una catastrófica Tercera Guerra Mundial. Esto ocurre ahora, cuando ya no queda virtualmente más capital que acumular y cuando el gran capital se ha concentrado en menos del 0,01% de la población mundial del sistema económico occidental. La posición dominante de este pequeñísimo grupo oligárquico ha adquirido además un incontrarrestable poder político-militar que no puede encauzar sino a la destrucción.

Lo más distintivo del capitalismo de libre mercado y que damos por natural, como si hubiera existido desde la eternidad, es el fenómeno socio-económico-jurídico del derecho de propiedad privada. Capitalismo es el nombre dado al sistema económico donde la propiedad del capital, que es uno de los factores de la producción, es privada. El derecho de propiedad privada se refiere a la posesión de riqueza para obtener, poseer, usar, usufructuar, beneficiarse, controlar, emplear, disponer de y dejar en herencia tierra, capital, cosas y otras formas de propiedad. Una riqueza es un bien o recurso material escaso o no, que puede ser alternativamente usado, usufructuado y dispuesto por otros individuos.  Este derecho no es un derecho humano, sino que es un derecho positivo que el poder político que la plutocracia domina lo transforma en un privilegio. En contraposición está el derecho de propiedad personal. Éste es un derecho fundamental y humano que la sociedad civil debe proteger y promover y el Estado debe proteger de robo y usurpación como parte del derecho a la seguridad y la protección. El derecho de propiedad personal asegura la vida y la libertad individual del propietario al otorgarle los medios fundamentales de subsistencia para una vida digna e independiente. Se refiere a las cosas que cada persona necesita, como la vivienda, el automóvil, los implementos de trabajo, la ropa, los medios de entretenimiento y cultura. En la actualidad ambos derechos de propiedad, el privado y el personal, se confunden.

El capitalismo es tan connatural al derecho de propiedad privada como el benigno Dr. Jekyll es al perverso Mr. Hyde de la novela de Robert Louis Stevenson, 1886, que trata del cuento de un trastorno psiquiátrico por el cual una misma persona tiene dos identidades con características opuestas entre sí. En este sentido el capitalismo, que es el Dr. Jekyll , es alabado por haber aumentado la riqueza, generado más productos, acrecentado el empleo, expandido los mercados; además ha permitido el desarrollo económico que lleva a la humanidad a la civilización, ha probado ser un sistema económico que funciona exitosamente para producir y distribuir enormes cantidades y variedades de bienes y servicios, ha dado la posibilidad de acceso de bienes de consumo a la inmensa mayoría de las personas y entrega la oportunidad al emprendedor para innovar, crear, producir y acometer sus proyectos con provecho, beneficiándose no solo a sí mismo, sino que a muchos otros. Por el contrario el derecho de propiedad privada, que es encarnado por Mr. Hyde, representa la absoluta posesión de riqueza sin miramientos al bien común, la justicia social, la solidaridad, la opresión, la explotación y todo ello en función del egoísmo, el lucro y el poder personal y la satisfacción de la codicia. Es la raíz de la inequidad y al que se puede trazar todos los males por los que el mundo atraviesa, desde las angustias personales hasta las guerras totales.

A partir del capitalismo la sociedad se ha dividido entre explotadores y explotados, burgueses y proletarios, capitalistas y trabajadores, conduciendo a unos pocos a la súper abundancia y condenando a la vasta mayoría a penalidades sin fin. La democracia liberal, que formalmente nos rige y que surgió con el capitalismo, separa tradicionalmente a los electores en partidos políticos. Estos se distinguen por su acceso o no a las riquezas, que deberían pertenecer por naturaleza a la comunidad. El partido conservador aglutina a los propietarios de bienes y viven de sus rentas; el partido liberal une a los propietarios de los medios de producción y viven de las utilidades y beneficios; el partido social demócrata agrupa a los profesionales y pequeños empresarios y viven de sus honorarios y utilidades; finalmente los partidos socialista y comunista reúne a los trabajadores y viven de sus empequeñecidos salarios. El derecho de propiedad es el único derecho cuyos beneficios son propios y cuyas obligaciones son de los demás. Es además radicalmente distinto de los derechos humanos, pues, mientras éstos emanan de la naturaleza misma del ser humano y de su función esencial, aquél depende del reconocimiento de privilegios por parte de la sociedad civil. Puesto que es ejercido legalmente por una pequeña minoría, el objetivo de una justicia social es una utopía.



Antecedentes históricos



Remontándonos al pasado remoto, podemos teorizar que la propiedad privada, en tanto derecho, comenzó a cobrar importancia social y política cuando la economía entró en la Revolución agrícola y pastoril-ganadera, iniciada hace unos diez mil años atrás. El ganado debía ser criado y el grano cultivado antes de ser consumido. Esta empresa productiva requería inversión de capital, es decir, acumulación de trabajo. Estos bienes ya no estaban disponibles en la naturaleza para ser consumidos a voluntad tras un esfuerzo momentáneo de caza o recolección. Un esfuerzo cuantitativo había sido agregado a la riqueza, acrecentándola. Esta nueva riqueza era naturalmente más codiciada y debía, por lo tanto, ser protegida y defendida contra vecinos o cazadores-recolectores trashumantes que no sabían el significado de propiedad. Era necesario exigir de éstos el reconocimiento de que estas riquezas eran para el beneficio de quienes habían puesto su trabajo. No se podía esperar que la buena voluntad del extraño asegurara este reconocimiento. Además, todas las sociedades primitivas solían compartir ciertos derechos de propiedad, como el derecho a cazar o pescar en un determinado lugar. Aunque existía cierta propiedad personal, como el hogar, las armas o los utensilios de cocina, la propiedad real era común.

En el feudalismo, que fue la era anterior al capitalismo, la propiedad era una donación hereditaria o merced de tierras y vasallos dada por monarcas por propia voluntad a nobles en recompensa. Entonces, la tierra podía ocuparse pero no se tenía en propiedad y también implicaba muchas obligaciones. Un ejemplo del presente, pero que va despareciendo frente al avance del sistema occidental, es el de los pacíficos habitantes originarios andinos, quienes han vivido durante miles de años sin saber de guerras en comunidades sin clases sociales y sin el poder político que otorga la propiedad privada. La igualdad social posibilita la estabilidad y la armonía a las relaciones sociales. La comunidad, donde se manifiesta la voluntad de los individuos, contenía la fuerza de la supervivencia individual y colectiva. Lo peculiar de la comunidad es que la propiedad de la tierra no es individual, sino que comunitaria. La comunidad asigna anualmente los lotes de terreno de cultivo a las familias, consiguiendo su repartición equitativa según las necesidades y capacidades de las familias, aparta además tierras para su descanso, exige a los individuos trabajar por el bien común y obliga al individuo a acatar la voluntad de la comunidad en la prosecución del bien común. Reconoce la propiedad personal y familiar que son los bienes de consumo o cosas producidas por un individuo.

Históricamente, anterior al capitalismo, el concepto propiedad se refería a la tenencia de tierras; con el capitalismo, significa la posesión privada sobre los medios de producción y propiedad rentable y se ha expandido para abarcar las posesiones personales. Antes la propiedad personal no tenía importancia en comparación con la propiedad de la tierra. La tierra no empezó a considerarse como «propiedad privada» de personas hasta después del feudalismo y se convirtió en un bien que podía comprarse y venderse como cualquier otro bien. Con la Revolución Industrial y el consiguiente abandono de la agricultura, aparecieron las acciones y bonos y la propiedad personal alcanzó la misma importancia que la propiedad real. La burguesía, que acumulaba riqueza, podía transmitirla mediante un testamento.

Actualmente, en contra de todos los anhelos por la solidaridad, la equidad y la igualdad, el concepto de derecho a la propiedad privada se ha venido fortaleciendo aún más en la cultura contemporánea, principalmente a causa de 1º la incapacidad que tuvieron los socialismos reales para resolver los temas de desarrollo y crecimiento económicos con libertad y 2º el enorme poder político que detentan los ricos en la sociedad civil y el Estado, por lo que la propiedad privada como derecho natural se ha venido haciendo parte constitutiva del ordenamiento jurídico, político y social. Esta tendencia, que tuvo su más conspicuo comienzo con el individualismo surgido en el Renacimiento y el nacimiento de la aristocracia terrateniente que reemplazó a los señores feudales, se ha encarnado con vigor desde la Revolución Industrial y el asentamiento de la burguesía, cuando se desarrolló plenamente el comercio y la industria, en el siglo XVIII, en Europa y Norteamérica. Extremando la idea de subsidiariedad, el neoliberalismo otorga al Estado la función no sólo de proteger y defender la propiedad privada de los medios de producción, sino que también hacerla posible y promoverla, al tiempo de negarle al Estado el derecho a la posesión de los medios de producción económica.



El individualismo y la solidaridad



Ya en el Renacimiento apareció la idea de que el ser humano puede hacerse a sí mismo, desvinculado de toda autoridad religiosa o moral. El individualismo es una abstracción de la naturaleza de la persona para explicar, según las escuelas inglesas de pensamiento –empirismo, positivismo y utilitarismo–, la relación entre los seres humanos y la de éstos con la sociedad civil y el Estado. Naturalmente, al ser una abstracción, se omite la complejidad del ser humano. Los filósofos ingleses enfatizaron dos aspectos: 1º El individuo existe para sí mismo, independientemente de la sociedad, pues la propia finalidad del individuo le es tan exclusiva que no necesita de otros seres, 2º el respeto y la no interferencia a la acción de los otros seres humanos y el Estado en la suposición de que cada cual anda tras lo suyo. La ideología del individualismo surgió de la tendencia exagerada a suponer que la identidad consigo misma es igual a ser objeto de su propia actividad. Afirma que el individuo existe para sí mismo, independientemente del grupo social, y el Estado no puede interferir con su acción. Por ella se sostiene que la psicología de los individuos está hecha para perseguir su propio bienestar e interés particular, sin reparar en el interés general ni en la acción colectiva hacia cada uno. Thomas Hobbes  subrayó la idea de que la finalidad que cada uno persigue es su propia felicidad. Para Locke el hombre es un ser razonable, la libertad es inseparable de la felicidad y el fin de la política es la búsqueda de la felicidad. No hay felicidad sin protección política y no hay política que no entienda que el individuo desee una felicidad razonable. Adam Smith supuso que existe una relación causal entre el afán de lucro individual y su efecto en el bienestar colectivo si se deja que las leyes del mercado operen libremente.

En la visión del individualismo extremo Carl Schmitt sostenía hace poco tiempo atrás que el origen de la propiedad privada se debió a la apropiación de tierra para el sustento individual. Pero esta argumentación omite un hecho evidente: esta apropiación consistió en acciones colectivas de tribus cazadoras recolectoras devenidas en comunidades agrícolas, y no fueron, de modo alguno, acciones individuales de apropiación que además devinieron en propiedades individuales que podían dejarse en herencia a los hijos. Como aún ocurre en culturas agrícolas más primitivas, las tierras eran de propiedad comunal y no privada. Las modernas organizaciones nacionales tienen como modelo las antiguas comunidades, y los individuos mantienen la psicología social heredada genéticamente de la vida tribal experimentada por cientos de miles de años de adaptación y que se fundamenta en la solidaridad y la cooperación.

En el mismo punto de vista del individualismo de Schmitt, anteriormente, Juan Jacobo Rousseau exageró algo la nota respecto a que el derecho de propiedad privada no proviene de ninguna ley natural, sino que siguió al hecho de la toma de posesión cuando decía con cierto cinismo: “el primer hombre que, después de proclamar «esto es mío» (probablemente con un mazo en la mano) y encontró gente lo suficientemente simple como para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”. Sin embargo, el hecho antropológico es que la sociedad civil es anterior al derecho de propiedad. En efectos, los seres humanos tenemos dos tipos de tendencias que nos hacen ser seres sociales. Una de ellas se refiere a nuestras carencias, y se puede definir como la necesidad de convivir, pertenecer y ser aceptado por una comunidad; la otra se relaciona con nuestras riquezas personales, y se puede expresar como la necesidad de compartir, cooperar y proveer lo que cada uno posee más allá de posesiones de cosas materiales.

La idea individualista de que el objetivo de la acción individual es su propio bienestar está detrás de la práctica política de la no participación ciudadana, concibiéndose como suficiente la representación de los intereses individuales y la participación en el mercado. Lo que realmente ha ocurrido es que se ha forzado a sostener, mediante una ideología persistente y poderosa, que las fuerzas centrípetas del individuo producen indirectamente un encuentro solidario de fuerzas centrífugas que se juntan en virtud del mercado, desvalorizando lo social y lo democrático. La ética individualista ha elevado el pecado capital de la codicia a la categoría de una virtud cardinal. Deshumaniza la estructura social al interponer el dinero como principal vínculo en las relaciones humanas. Origina individuos egoístas al enfatizar el lucro individual como motor y fin de la actividad humana. Impone el valor de la competencia individualista a nuestra natural psicología de cooperación social. Trastoca el carácter de creatividad y contribución del trabajo por mera mercancía impersonal. Genera un consumismo y un exitismo desenfrenado. Propone modelos para el deber ser que son estereotipos irreales e irrealizables, provocando angustias generalizadas.

En contra de la ideología liberal del individualismo se puede afirmar que ésta no responde a los hechos antropológicos de la solidaridad, la equidad y la cooperación. En primer lugar, el ser humano es una criatura que, como todo ser viviente, está tras su propia supervivencia y reproducción, pero, como homo sapiens, es una criatura que ha evolucionado genéticamente a lo largo de centenas de miles de años de vida tribal que han impreso indeleblemente en nuestro genoma una psicología de cooperación, solidaridad y participación en la sociedad, siendo su psicología social, no individualista, sino que principalmente cooperadora y solidaria. Adicionalmente, su inteligencia le permite proyectar intencionalmente su vida, más que a la pura satisfacción de sus necesidades inmediatas, hacia incluso la posibilidad de lo transcendente, lo que lo hace un ser eminentemente moral. Ambos hechos han permitido al ser humano ser la especie más exitosa del planeta. La república es el régimen político que hace suya estas características antropológicas cuando la tribu deviene en nación. Puesto que la naturaleza humana no se explica únicamente por el egoísmo, sino que también por la solidaridad, el individualismo tiene, ideológicamente hablando, una enorme contradicción.

La ética humanista critica a la ética individualista cuando contrapone al egoísmo y la codicia del individualismo relaciones sociales más equitativas y cooperadoras y por ser la antítesis de la solidaridad y la igualdad natural de los seres humanos. El humanismo afirma que el individualismo capitalista se sustenta en un aspecto limitado de la múltiple funcionalidad del ser humano (el egoísmo y la codicia) y deja la función altruista y solidaria sin expresión posible y limitada al estrecho ámbito de las relaciones familiares y la filantropía. El problema de este desequilibrio de tendencias individuales tiene no sólo graves repercusiones psicológicas, sino también los tiene sobre la estabilidad social. La ideología individualista siempre repugnará a la conciencia solidaria que sostiene que la subsistencia social depende de la acción altruista y que cualquier otra cosa es la legitimación del abuso y el privilegio. Incluso muchos humanistas preferirían una sociedad más solidaria que rica y poderosa.



Propiedad y filosofía



El aspecto jurídico de la propiedad privada surgió en Inglaterra, cuando, por la influencia del individualismo de los siglos XVII y XVIII, heredero del pensamiento centrado en el hombre iniciado en el Renacimiento, se consagró el derecho de propiedad privada. Para una oligarquía acostumbrada a hacer valer sus privilegios apelando al derecho divino no le costó hacer la transición de validarlos con el derecho natural. Los agricultores medianos de aquella época pretendían resguardarse de los privilegios y arbitrariedades de los grandes propietarios de la nobleza y el alto clero. John Locke contribuyó a dar al dominio jurídico los fundamentos filosóficos y éticos. En su Segundo tratado sobre el gobierno civil: un ensayo acerca el verdadero origen, alcance y fin del gobierno civil (1690) él creyó, reflejando la opinión de la ascendente clase burguesa, que el derecho a la propiedad es un derecho natural primitivo y comprende el derecho a la vida, a la libertad y a la posesión de hacienda en función siempre del trabajo desarrollado. La propiedad confiere la felicidad y la mayor felicidad coincide con el mayor poder. Creía que cada uno tiene el derecho a poseer la totalidad del fruto de su trabajo, pues si el individuo posee su propio cuerpo, también posee su trabajo y, relacionando trabajo y valor de la hacienda, posee el fruto de éste. Un individuo tiene derecho de propiedad sobre toda la tierra que pueda labrar, sembrar y cultivar para aprovechar sus productos. En el fondo, suponía, probablemente con la mayor ingenuidad, que el trabajo es la única fuente honesta de riqueza, y ésta podía ser heredada por su hijo. De este modo, el derecho de propiedad de hecho se fundamenta jurídica y filosóficamente sobre estas ideas de este autor.

Locke opinó además que la propiedad existe en el estado de naturaleza, siendo anterior a la sociedad civil. Él imaginó que los hombres salen posteriormente de la naturaleza y constituyen una sociedad civil y un sistema de gobierno cuyo propósito es la defensa de la propiedad. El poder político sería una especie de depósito confiado por propietarios a propietarios y la salvaguarda de la propiedad sería el propósito de un gobierno y la razón por la cual los hombres entran en sociedad. Con un cierto tono hobbsiano, él afirmaba que el objeto supremo y principal que persiguen los hombres al unirse formando una comunidad y colocándose bajo un gobierno, es la preservación de sus propiedades. La sociedad que él propuso y que contentaría las aspiraciones naturales de los hombres es una sociedad donde el derecho a la propiedad está garantizado por un sistema legislativo y político de total imparcialidad que protege al individuo y a sus derechos de otros individuos que pretenden arrebatárselos.

Cuando Locke escribió su pensamiento, aún no surgía la Revolución Industrial. Imaginaba una sociedad de agricultores y pastores que trabajaban directamente la tierra para obtener los frutos que posibilitaban su supervivencia. Fue la época cuando la nobleza feudal se convirtió en aristocracia agraria, en los siglos XVI y XVII. Lo que él estaba defendiendo era la propiedad del labriego sobre el erario de tierra, el caballo, el arado, el establo, la morada que éste necesitaba para vivir y sostener digna y honestamente a su familia, la cosecha, la semilla. Así, el labriego podía satisfacer sus necesidades vitales y ser libre. Jamás Locke sospechó que el derecho de propiedad privada que proponía como derecho inalienable, fundamental y natural sería el débil respaldo jurídico y ético de la propiedad inapelablemente privada sobre el capital y bienes rentables y que iba ampararlas grandes fortunas que la industria y el comercio de una economía desarrollada hacen posible, los gigantescos imperios económicos e industriales del siglo siguiente y el gran capital de los siglos posteriores. Menos pudo prever este influyente filósofo la enorme acumulación de capital requerida por las grandes empresas nacidas del carbón y el hierro, y las aún mayores surgidas del acero y la electricidad, de los materiales sintéticos y la electrónica, de las comunicaciones y los transportes, e incluso de la guerra.

Tiempo después, otro empirista inglés, Adam Smith, estimó, en su obra Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, 1776, que en el mercado los individuos, actuando según su propio interés, consiguen una asignación mucho más eficaz de los recursos productivos que cualquier intervención del Estado. Pero no es el propósito del libre mercado la equidad ni que las múltiples necesidades humanas puedan todas o mínimamente ser satisfechas. El mercado, que se rige supuestamente por leyes propias, autónomas e invisibles, a través de la oferta y la demanda allí generadas, induce o inhibe a los productores (vendedores) a producir o no determinados productos, en determinadas cantidades y a determinados costos. La ventaja y única justificación del libre mercado en la producción de mercaderías es que el productor consigue conocer cuál es la conveniencia o inconveniencia de producir y ofrecer o consumir una mercadería particular. El mecanismo para este conocimiento es el precio relativo de la mercadería al que se llega en el mercado. El precio de la mercadería es la señal que el mercado transmite tanto al productor como al consumidor. En el intercambio comercial la conveniencia, que es puramente egoísta, se llama utilidad o lucro para el productor y satisfacción individual para el consumidor. El precio sólo tiene referencia a la oferta y la demanda de la mercadería o “cosas necesarias y convenientes para la vida que la nación consume anualmente” y no al costo. Este pensamiento conformó el fundamento del pensamiento económico liberal e instaló a Adam Smith como el padre de la economía política contemporánea. El mecanismo del precio de la mercadería está condicionado por la existencia de la división social y ésta depende, a su vez, de la incuestionable creencia y conformidad social con el derecho de propiedad privada. Además, Smith reconoció un benéfico egoísmo “racional” que llevaría indirectamente al bienestar general de las sociedades a través del proceso de una mano invisible y que se ve expresado a través de la competencia de individuos y empresas  que buscan sólo su propio interés, desdeñando la solidaridad y la cooperación. 

La muy aludida libertad como finalidad de la acción humana no la define solo la posibilidad de elegir, como pretende el liberalismo y según exige el libre mercado, potestad que tienen también los animales. Fundamentalmente es lo que caracteriza la acción intencional, que es la capacidad personal para auto-determinarse.  La libertad es la acción en las tres instancias de la conciencia. En lo intelectual la libertad se ejerce para buscar la verdad, superar la ignorancia y, sobre todo, los prejuicios y obtener, no tanto información y conocimiento, sino sabiduría. En lo afectivo la libertad se ejerce para ser feliz al superar el miedo, la angustia y el sufrimiento. En el plano de la efectividad, que es propiamente el de la acción intencional, la libertad se ejerce desde la perspectiva moral, no tanto para buscar el bien y evitar el mal, que no son fuerzas o estados objetivos, sino para superar el odio y conseguir amar. En este sentido, la libertad es una característica de la acción humana más profunda que el trivial significado que el liberalismo pretende darle y que se queda sólo en un rechazo hacia una autoridad represora.  



Efectos del ordenamiento del derecho de propiedad privada



Desigualdad social


La causa profunda de la desigualdad social es que en el medio económico del libre mercado el trabajo naturalmente abunda, mientras el capital es siempre escaso. El trabajo asalariado es obligado a entrar al mismo libre mercado de la producción que el capital. Allí el primero, por su relativa abundancia, tiene una gran oferta, mientras el segundo, por su relativa escasez, es muy demandado. De este modo, se perpetúa y acrecienta la brecha social entre quienes trabajan y se ven obligados a vivir en la escasez y quienes son propietarios y viven en la abundancia. A causa de esta desigualdad estructural el capital se sigue acumulando y concentrando y obteniendo el poder que éste trae consigo, mientras el trabajo obtiene cada vez una mayor desmedrada remuneración y debe doblegarse cada vez más a una ley en cuya legislación participa marginalmente. Este factor de desigualdad es más desequilibrante cuando el trabajo no es calificado y el capital es intensivo en tecnología, que no más que el modo de prescindir de mayor trabajo. De hecho, el trabajo debe ser efectuado a cualquier precio, pues quien lo ejecuta se ve obligado primeramente a sobrevivir. En cambio, el capital, que está siempre en gran demanda, es cómodamente invertido en la actividad que ofrezca el mayor beneficio dable y en el menor plazo posible, al tiempo de obtener la garantía que podrá ser recuperado. Incluso si la calidad del trabajo mejorara en cuanto una mayor productividad del trabajo como resultado de una mayor capacitación, disciplina y dedicación, y si estas características pertenecieran en forma generalizada a toda la fuerza laboral, el nivel de remuneraciones se mantendría necesariamente bajo a causa de la competencia general entre los trabajadores.

En la perspectiva del propietario de los medios de producción, las riquezas que se producen le pertenecen necesariamente, pero no al trabajo que interviene directamente con el esfuerzo de producción. Para este propietario las funciones del trabajo no son precisamente la identificación afectiva del trabajador con su actividad laboral, ni su asociación con otros seres humanos a través de su actividad. Tampoco es su dignificación mediante su trabajo, ni el gozo intenso que le puede producir desempeñar una actividad útil y apreciar su producto. Puesto que estas valoraciones, propias de las antiguas artesanías, no maximizan el lucro, no les son útiles. En cambio, lo que este propietario ve en el trabajo es un desmesurado salario a cambio de ineficiencia y poca productividad del trabajador.  Algunos propietarios se enorgullecen imaginando que son benefactores sociales cuando suponen que dan trabajo. Esta idea sería verdadera si el capital tuviera un origen extra-social y su posesión existiera por derecho natural. Sin embargo, el derecho de propiedad privada lo otorga la misma sociedad a la que también pertenecen los trabajadores y que tendría por finalidad el bien común. Los propietarios (o burguesía), que buscan la maximización de beneficios, logran conseguir automáticamente una cierta tasa de desempleo a través de intensificar la inversión en bienes de capital y/o desarrollar tecnologías sustitutivas de mano de obra y, por tanto, logran aumentar la oferta de trabajo y la consecuente disminución de empleo, lo que se traduce en miseria para los cesantes y pobreza para una mayoría de trabajadores. En su búsqueda por disminuir los costos en mano de obra la burguesía no ha dudado históricamente en invertir en regiones de abundancia de mano de obra, explotar mano de obra infantil, incorporar la mujer al trabajo, extender el horario de trabajo hasta límites insostenibles.


La opulencia y la precarización


El régimen del derecho de propiedad privada permite a los propietarios la posesión irrestricta de los medios que pueden satisfacer hasta los caprichos más nimios. Posibilita que un individuo posea una riqueza que escandaliza al resto que vive en medio de tanta necesidad. Trata de bienes escasos que alternativamente pueden satisfacer exclusivamente el capricho más absurdo de algún individuo por medios escasos que pueden ser aprovechados potencialmente por muchos otros, más necesitados. Consagra un privilegio mientras impone una restricción a la democracia y una limitación a la natural igualdad en dignidad de las personas. Lo consagra como un derecho de carácter absoluto, adquiriendo mayor importancia que los otros derechos humanos, y en su defensa la legislación no trepida en restringirlos. Controla a quien tiene solamente la propiedad sobre su propio cuerpo, el que debe rendir el esfuerzo exigido por el desigual mercado a cambio de un salario que le permitirá, si acaso, subsistir. Produce valores culturales desfigurados, como el consumismo, el exitismo, el individualismo. En resumen, produce una crítica inestabilidad social.

En la industria y el comercio el derecho de propiedad compra al trabajador sólo su tiempo y su esfuerzo inteligente, que es su energía. Un animal, como el caballo, el burro y el buey, solo aportan tiempo y esfuerzo. Para reemplazar al ser humano el propietario puede invertir en robots de enorme productividad, pero el humano es más versátil que el robot que está diseñado para desempeñar una sola labor. Además, el costo del ser humano, que se auto-estructura a sí mismo, es bajo, ya que le basta reponer la energía gastada, como ya se sabe cuando se calcula el sueldo mínimo. Adicionalmente, se reproduce sin gran costo, como descubrieron los esclavistas de siglos pasados, lo que incrementaba sus riquezas. En una sociedad tan individualista se olvida que el esfuerzo puesto en la creación de cualquier riqueza nunca es individual, sino que colectivo, por lo cual lo que es obtenido socialmente debería ser también compartido socialmente. Si alguien usufructúa privadamente de algún bien, no es por mérito propio, sino que es por un privilegio que la sociedad civil cooptada le otorga.  En la actualidad la expansión del la propiedad privada del capital ha forzado mediante los bajos salarios y la accesibilidad del crédito al endeudamiento masivo. Le es más conveniente a la burguesía existir en base de cobrar intereses que invertir el capital en la producción.


El monopolio del poder político


El derecho de propiedad privada se origina finalmente del ejercicio del poder que emana precisamente de la posesión, pues en el capitalismo el poder político proviene del poder económico. La historia nos enseña que los burgueses, que son los poseedores del capital, adquieren, por el mismo hecho de poseerlo, un poder político correlativo tan poderoso que pocas dificultades han tenido para hacer valer el derecho de propiedad privada. Es natural que quienes poseen propiedad poseen también el poder político para imponer, legitimar y justificar legalmente el derecho de propiedad privada. El orden jurídico se establece según el interés económico de quienes detentan el poder político. El Estado burgués es funcional a los intereses de la clase propietaria, la que se agrupa política y socialmente para defender sus privilegios, constituyendo una clase social dominante en la cual se reproducen y acrecientan su poder. La única justificación para reconocer el derecho de propiedad privada no está generalmente en la esencia de los seres humanos y su natural convivencia, sino en la conveniencia de la clase dominante. Quienes han querido oponerse a este dictamen han sido violentamente eliminados mediante guerras, gobiernos autoritarios y la misma ley. La imposición del derecho de propiedad privada exige un Estado policial y muchos golpes de Estado y guerras. Harold J. Laski ya señaló en Reflections on the Revolution of Our Time, 1933, que, considerando que el Estado pertenece a los poseedores del poder económico, las reformas alcanzan al límite que las clases acaudaladas consentirían sin llegar a las armas.

El mundo se desarrolla en el inestable equilibrio impuesto por el derecho de propiedad privada. Éste demanda leyes cada vez más severas y represivas para defenderlo y emplea cada vez mayor fuerza policial en la medida que aumenta la inequidad social, lo que genera fuertes tensiones sociales y políticas. La historia de las guerras y conflagraciones capitalistas es testigo de lo duro que se torna la lucha para hacer prevalecer los propios intereses económicos sobre aquellos de los demás, sin considerar para nada el bien común y menos la equidad. Este dominio es en el mejor de los casos un chantaje, pues se proclama que si sus privilegios no fueran respetados, no habría inversiones y la nación arriesgaría la anarquía a causa del desempleo y el completo desastre económico. Considerando que la inversión de capital es fundamental para el desarrollo y crecimiento económico de una nación, a ésta más le conviene acceder a sus exigencias. Mediante el cohecho, la amenaza de la pérdida de empleo y el manejo ideológico efectuado a través de los medios masivos de comunicación, los que controlan, logran imponer al pueblo su voluntad.

El poder de la burguesía es tal que llega a elaborar ideologías que ensalzan el sistema económico capitalista y el derecho de propiedad privada y la difunden a través de los medios de comunicación social de los que ella es propietaria en su mayoría. Impone los mitos que todos llegamos a aceptar como verdaderos: el crecimiento económico como finalidad de la acción política, la autorrealización como propósito de la acción personal, el gozo como objetivo de la existencia individual, el dinero como condición de la felicidad, la participación en el mercado como la expresión de la libertad, y la iniciativa privada como su expresión máxima, mientras el gran capital se apodera del mundo. Asimismo, a través de la propaganda electoral la burguesía logra mayorías representativas más allá de sus números. El efecto de la interacción política-capital es doble: la propiedad privada del capital es celosamente protegida por el poder político, poder que el mismo capital contribuye a establecer y controlar; segundo, el capital, que tiende a concentrarse generando las enormes diferencias económicas entre los individuos, produce recíprocamente el dominio de muchos por pocos en muchos ámbitos de la vida, además del económico.

A nivel mundial la oligarquía plutocrática del imperio ha fagocitado su nación,  sobornando y aprovechándose de sus instituciones armadas, sus agencias de inteligencia y su administración para dominar al mundo y apropiarse de sus riquezas. En este proceso la población se ha empobrecido y endeudado hasta estar a pronto de hacer crisis.


La explotación de la naturaleza


Tal como el derecho de propiedad privada explota el trabajo, ha explotado también la naturaleza como si fuera infinita y no fuera afectada. Solamente en el último medio siglo ha ido surgiendo la conciencia ecologista y ha percibido que la naturaleza es muy limitada después de haber visto fotografías de la Tierra tomadas desde la Luna que. La voracidad que impulsa la codicia por lucrar al máximo posible enceguece al capitalista que deja de ver el despilfarro, la contaminación y el agotamiento de la naturaleza. Ninguna riqueza que pueda ser extraída logrará satisfacerlo. No cejará en explotarla hasta que no quede más que un yermo sin fauna ni vegetación y quede cubierto de pestilencia.



El Milenio



Diametralmente opuesto al derecho de propiedad privada será el Milenio. El Milenio es la era profetizada que vendrá al mundo después que ocurran los dos eventos más tremendos y portentosos de toda la historia de la humanidad, la Tercera Guerra Mundial y los Tres Días de Oscuridad y que pondrán fin de la era capitalista, la división social, la división del trabajo, el libre mercado basado en la libertad de precios y el derecho de propiedad privada. En mi investigación de las profecías para nuestra época, contabilicé 94 vaticinios que se referían al Milenio. La descripción del Milenio escrita por el clarividente Jonathan Erskine Hollingsworth, en su libro The Destiny of America, 1898, es sin duda la que tiene un mayor número de detalles relativos a la economía de aquella futura era, los que transcribiré sin añadidos a continuación:

LA SOCIEDAD
“No había ni alta, mi media, ni baja, ni ninguna clase social, dispuesta en oposición, ya que había igualdad de inteligencia, igualdad de conocimientos, y un deseo universal para ayudarse mutuamente en todas las formas que pudiera hacer la vida más bella… Tampoco había pobres, pues cada hombre y cada mujer era un terrateniente, con un título claro a las posesiones que habían sido ganados por el trabajo honrado, ni podía cualquiera ser despojado o robado de su interés en el predio, excepto únicamente por el delito de la pereza o la avaricia, u otro delito igualmente degradante.”

LA PROPIEDAD
“Y vi cómo los hombres reconocían las leyes de Dios en lo que se refiere a la tierra, que es el regalo del Creador a sus hijos, y, por lo tanto, les pertenecía en su conjunto, incluso lo mismo que el aire y el agua. Así que a ningún hombre se le permitía apropiarse u ocupar el dominio público en detrimento de otros, pero a todos se les permitía una parte igual, para que ellos pudieran cultivar y mantener una granja durante su vida. Pero dependiendo del número de hijos, la cantidad reservada podía mantenerse durante generaciones, proporcionando a los sucesores continuar cultivando la tierra. Así, la tierra era dividida en pequeñas propiedades, y cada acre estaba estrechamente cultivado, de modo que no había más vastas propiedades en poder de las personas que vivían en la ociosidad a expensas de los que trabajan… A medida que el mundo crecía en edad y sabiduría la maldición de la riqueza individual se eliminaba gradualmente por la promulgación de leyes justas, con lo que no se permitía a ningún individuo poseer más de la riqueza de la nación que a otro, porque  toda la riqueza pertenecía al pueblo, después de haber sido producido por el pueblo y para el uso de las personas... El arte de la guerra quedó en el olvido, pues todas las causas de la discordia armada habían fenecido con la adopción y el funcionamiento de esas sabias leyes que prohíben para siempre la concentración de la riqueza en las manos de cualquier persona o cualquier empresa, en detrimento del pueblo en su conjunto. Y las tribus de la tierra se moldearon en una gran confederación en la cual cada miembro compartía por igual la riqueza del mundo. Por lo tanto, no podía haber envidia entre grupos...” 

EL CAPITAL
“Mucho capital se invertía en la construcción y equipamiento de centros de enseñanza… Se hicieron florecer los lugares desiertos de la tierra como la rosa.”

LA USURA
 “La usura fue abolida, recibir interés fue penalizado, mientras que aceptar garantía de un préstamo era un delito, y los culpables eran llevados rápidamente ante la justicia y castigados en proporción a la atrocidad del delito, ya que la nueva constitución declaraba expresamente que ningún hombre se aprovechara de la debilidad o ignorancia de un conciudadano, y por sus disposiciones todo hombre se hizo “guarda de su hermano" bajo la ley… La codicia era considerada una enfermedad mental. Después de su primera aparición, el paciente era rápida y silenciosamente llevado a un sanatorio aislado donde los síntomas se observaban cuidadosamente por especialistas cualificados en el tratamiento de este trastorno particular. Aquí fueron cuidadosamente cuidados y amablemente atendidos hasta que se eliminaban las últimas trazas de la enfermedad…”

EL DINERO
“El uso de "dinero" en cualquier forma fue declarado inconstitucional, y la maldición de las edades, la verdadera "raíz de todos los males" expiró y solo se aceptaba la mano de obra en el pago de todas las formas de impuestos… Teniendo permiso de mi guía, traté de aprender algo del sistema financiero que se impuso en el país sin una moneda, donde ningún medio de intercambio existiera y el "dinero" era desconocido (¿tarjetas de débito?). Estaba espantado en aprender cómo es de simple el plan que aseguraba a cada hombre la justa recompensa de su trabajo y que impedía a cualquier otro cosechar los frutos de su trabajo. Consistía en dar a todos y cada uno un equivalente exacto por los servicios prestados, ya sea del cerebro o de la mano. Los únicos documentos en cualquier forma que se asemejaba dinero eran certificados de "tiempo" emitidos por el gobierno central, lo que representaba el valor estimado del trabajo en horas…”

EL TRABAJO
“Cada hombre disfrutaba del fruto de su trabajo, porque con el aumento de los recursos aumentaba el confort, y los privilegios añadidos, y todos compartían similares ventajas… El trabajo por sí solo era honorable, por lo tanto, con el trabajo se era respetado, y quien obraba mejor recibía los más altos honores, mientras que todos y cada uno compartía por igual en la recompensa de la industria… Seis horas los hombres se dedicaban a trabajar con sus manos…”

EL SALARIO
 “Por un intercambio racional de ocupación todas las diferencias en la capacidad, por un lado, o en el carácter penoso de la tarea, en el otro, estaban equilibradas, y establecían una escala uniforme… Sin embargo, estas fichas no se les daban a cambio de los productos básicos, pero se llevaban a cabo como prueba de que el solicitante tenía derecho a aquellas mercancías que él podría desear en un plazo adecuado. Estas facturas mensuales de crédito eran tomadas cada año por el gobierno, que a su vez hacía emitir un memo o una nota, haciendo un cuidadoso registro de la misma, de modo que si había alguna posibilidad de perder su trabajo, otro podía sacarla.” 

El Milenio se caracterizará porque se eliminarán los tres órdenes originarios y naturales de Adam Smith, pues se alcanzaría la igualdad natural de los seres humanos en la que la riqueza, es decir, la propiedad de riquezas naturales más allá de la capacidad personal de explotación y la propiedad de capital, ha actuado como una cuña para dividir la sociedad en clases, es decir, entre terratenientes, capitalistas y trabajadores que se ven obligados a vender su trabajo para subsistir. Rentas e intereses son privilegios intolerables que no tienen sustento filosófico ni natural alguno; su origen es usualmente la especulación, la usura, la apropiación por la fuerza y el robo. Son personificados por Satanás, que será encadenado y arrojado al abismo (Apocalipsis 20:1-3), y serán abolidos.

Esta posibilidad obliga a repensar la esencia del libre mercado como instrumento para el intercambio de mercaderías. El libre mercado que supere el precio, que incluye la utilidad como incentivo y es señal, debería basarse en otra señal que sea concordante con la igualdad social. En primer lugar, el precio de la mercadería debería ser igual al costo requerido para producirla, incluida la remuneración (y no la utilidad) para el productor y comerciante. En segundo término, la señal más apropiada sería simplemente la “velocidad de consumo” o tiempo en que la mercadería en cuestión esté en el inventario. Si la velocidad relativa es alta, es clara señal para el oferente de incrementar su producción. Por el contrario, si dicha velocidad es baja, el oferente deberá disminuir su actividad en producirla y buscar producir otros bienes. En consecuencia, este mecanismo cumple completamente con la única ventaja del libre mercado.




35. LA ÉTICA DEL CAPITALISMO




La economía trata de la explotación de los recursos naturales para transformarlos en bienes y servicios y satisfacer las múltiples necesidades de la población humana. El capitalismo es el nombre dado a una economía donde la propiedad del capital es privada. Es un fenómeno socio-económico que comenzó en el tercer cuarto del siglo XVIII, con la Revolución Industrial, y terminará ahora en un enorme descalabro. Se caracteriza por:
  Privilegiar al capital sobre los demás factores de la producción.
  El lucro como incentivo de la actividad económica.
  La industrialización para producir bienes de consumo masivos.
  La subordinación al libre mercado. El valor de los productos es el que resulte de la libre oferta y demanda que en el mercado se produzca por los bienes y servicios.

El capitalismo, basado en el ethos cultural anglosajón, se puede resumir como sigue:
 La base del crecimiento económico de una sociedad es la persecución del lucro individual, que se expresa como iniciativa privada y que se realiza en la libre empresa.
● Refuerza el egoísmo característico del individualismo propulsado por el empirismo inglés. 
 La empresa privada produce bienes y servicios y origina empleo.
 El neoliberalismo adiciona la idea  de subsidiariedad, por el cual el Estado tiene la función de proteger la libre empresa, asegurar el libre mercado, eximirse de las actividades de producción y distribución y verificar que toda actividad económica sea mediada por la libre empresa.
 El Estado debe facilitar el emprendimiento privado en todo lo referente a infraestructura económica, seguridad pública, enseñanza pública, disciplina laboral y crea las condiciones para las inversiones de capital, ya que éstas están en relación directa con el empleo, y el empleo es la condición que persigue el Estado para mantener la paz y el orden social, asegurar su prevalencia y reprimir la anarquía.
 Divide la sociedad entre capitalistas y trabajadores. Aquellos pueden ser rentistas, inversionistas y prestamistas. Éstos pueden ser empleados o independientes si tienen profesión (que es capital invertido en conocimiento). Un comerciante combina capital y trabajo.
 Existe una oposición categórica entre capital y trabajo.
 El empresario tiene todo el poder y la autoridad dentro de la empresa y una responsabilidad limitada.
 El trabajador no debe tener iniciativa ni poder de decisión en la empresa y debe hacer disciplinadamente lo que se le ordena.
 La dinámica del libre mercado orienta la empresa para producir según la demanda y al precio que aquél genera.
 La competitividad en el mercado está en relación directa con la productividad y la innovación.

Éticamente, el capitalismo se caracteriza por lo siguiente:
● Considera los derechos de libertad y propiedad como inalienables, naturales y necesarios para la autodeterminación individual.
Es la antítesis de la equidad moral y la igualdad natural de los seres humanos.
● Genera una brecha insalvable entre ricos y pobres. 
● La complacencia y la crueldad de los ricos.
● Los desórdenes sociales y políticos y las guerras que genera.
● La gran frustración de las expectativas puestas en satisfacer todas las necesidades humanas.
● La propiedad privada del capital.
● El afán de lucro.
● La explotación del trabajo y la naturaleza.
● El uso de la tecnología en esta explotación.
● Creer que el libre mercado es libre.
● Depender del crecimiento económico, produciendo estrés en los otros factores.
Su cultura basada en el exitismo, el consumismo y la competencia que impulsa la expansión económica.
● Sin trabajar el capitalista recibe rentas, intereses, utilidades y beneficios.
El capital tiende a concentrarse y acumularse ilimitadamente, llegando a adquirir un poder excesivo que avasalla el poder político.
Se basa en el egoísmo, contraponiéndose al hecho antropológico que subraya la solidaridad.
● Someter al mismo mercado el capital y el trabajo, generando una relación desigual. 
● Reducir el trabajo humano a mera actividad mecánica inducida por la división del trabajo.
En el mercado, siempre existe gran demanda de capital y también gran oferta de trabajo, lo que genera un desequilibrio primordial entre capital y trabajo de modo que siempre el capital tiende a acumularse y el nivel de remuneraciones tiende a disminuir.
● Requerir una tasa de desempleo con el objeto de disminuir el poder del trabajo frente al capital.
● Reemplazar trabajo por tecnología.
Necesita incesantemente nuevos recursos naturales que explotar, siendo que éstos son finitos.
Es incompatible con una economía sustentable que implica no emplear más recursos que los que la naturaleza es capaz de producir a largo plazo.
● La devastación ecológica.
● Emparejar la diversidad y arrasar con las culturas, sus tradiciones y sus riquezas.
● Apoderarse de la democracia y transformar los ciudadanos en consumidores.



Breve historia del pensamiento de la economía capitalista



El pensamiento económico moderno emergió solamente cuando se tuvo experiencia concreta de la efectividad del desarrollo económico industrial en la creación de riqueza, a comienzos de la Revolución industrial. James Watt (1736-1819) no pudo saber entonces que al mejorar la máquina de vapor de Newcomen desencadenaba enormes fuerzas físicas y morales, políticas, sociales y económicas, en la llamada Revolución Industrial. La máquina de vapor y, más tarde, el motor de explosión y la turbina reemplazan el esfuerzo muscular de tanto hombres como animales y funcionan con fácilmente accesibles combustibles provenientes de antiguos organismos biológicos fosilizados en carbón, petróleo y gas natural. Había que aprovechar la riqueza energética para crear riqueza material. Su combustión transforma las riquezas naturales en bienes de consumo casi ilimitadamente, pero causa el calentamiento global, enormes depósitos de basura, contaminación masiva de la naturaleza y extinción de flora y fauna. Watt había abierto la naturaleza a la codicia, y el capital requerido para explotarla produjo la burguesía, que, por su parte, ideó la forma para acumular el capital aprovechándose de la naturaleza. Pronto la burguesía puso una barrera jurídica a este impulso: la propiedad del capital, lo que dividió la sociedad entre burgueses (o Estado totalitario comunista) y proletarios, es decir, ricos que ponen su capital y pobres que ponen su propio esfuerzo.

Con anterioridad las actividades más notables de la economía eran la agricultura, la artesanía y el comercio, y el pensamiento económico se desarrolló en torno a cómo obtener mayor provecho a estas actividades. Los artesanos buscaban satisfacer la demanda que se originaba en los más opulentos, mientras que los comerciantes y mercaderes sabían de siempre que la riqueza se obtiene simplemente comprando bienes principalmente en tiempos o lugares cuando o donde éstos existen en abundancia y son baratos, para luego venderlos cuando o donde son escasos y caros. Para ello se construían bodegas o graneros o se efectuaban largos y riesgosos viajes. Consumir especias de la isla Célebes en torno al siglo XV no era barato, siendo el comercio de este producto el incentivo que tuvieron los navegantes portugueses, el que tuvo Colón para descubrir el Nuevo Mundo (1492) y el que tuvo también Magallanes para dar la vuelta al mundo (1520). Había que quitarle a Venecia el monopolio que poseía. El Príncipe, 1513, de Nicolás Maquiavelo (1469-1527) no es otra cosa que la descripción del método para mantener el poder y ganar, en la Italia renacentista, las guerras que se peleaban en torno a la preeminencia comercial.

El mercantilismo fue la doctrina económica que prevaleció anteriormente, en los siglos XVI, XVII y primera mitad del XVIII, y se caracterizó por una fuerte injerencia en el comercio por parte del Estado, que emergía entonces, en torno a la autoridad encarnada en el rey, cada vez más poderoso, donde su razón de ser era el predominio de su reino. Supuso que el volumen de comercio internacional se mantenía inalterable, y para acrecentar la riqueza había que controlar una mayor parte de este comercio. Pero ya a fines del siglo XVIII fue apareciendo como evidente que la riqueza podía surgir de la producción física de bienes gracias a las máquinas propulsadas por la energía del vapor. Gran cantidad de bienes podían ser producidos e introducidos en el mercado con una relativamente baja inversión en capital, y todos podían obtener ganancias. Fue la época de la naciente burguesía capitalista.


Adam Smith


El pensamiento acerca de cómo se produce el crecimiento económico, que es la clave del bienestar social y que contradecía radicalmente al mercantilismo, se apartó de la imagen de relacionar la economía con riquezas, privilegios y puramente comercio. Este pensamiento apareció en 1776, cuando el escocés Adam Smith (1723-1790) publicó sus ideas en su muy influyente libro Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Él vinculó la riqueza con el trabajo y el capital invertido en producir. Afirmaba que el trabajo anual de cada nación es el fondo del que se deriva todo el suministro de cosas necesarias y convenientes para la vida que la nación consume anualmente y concluía:
“Todo el producto anual de la tierra y del trabajo de una nación... naturalmente se divide, como ya se ha observado, en tres partes; la renta de la tierra, los salarios del trabajo, y las ganancias del capital, y constituye un ingreso a tres órdenes diferentes de personas; los que viven de rentas, los que viven de salarios, y los que viven por la ganancia. Esas son los tres órdenes originarios, y principales partes componentes de toda sociedad civilizada, de cuyos ingresos esos de todos los otros órdenes últimamente se derivan” (Libro I, cap. XI: Conclusión).

Smith fue el primer economista político en analizar las causas del crecimiento económico. Si la fuente de la riqueza se halla en el trabajo, se desprende que aumentando la productividad laboral, se aumenta también la riqueza. Pues bien, la productividad laboral es generada, según Smith, por la división del trabajo. De este modo, la expansión de la producción especializada y también la ampliación de los mercados y el comercio internacional abría posibilidades ilimitadas para que la sociedad aumentara su riqueza y su bienestar social. En el siglo siguiente estas ideas abrieron el camino de la industrialización y de la aparición del capitalismo moderno.

Las ideas de Smith no solo buscaron ser un tratado sistemático de economía, sino también uno de moralidad. En su primer famoso libro Teoría de los sentimientos morales (1759), Smith, intentando alejarse del juicio de Thomas Hobbes, que el egoísmo constituye las bases de todo comportamiento humano, aseguró que esas se encuentran en el proceso de simpatía, a través del cual un sujeto es capaz de ponerse en el lugar de otro, aun cuando no obtenga beneficio de ello. No obstante reconoció años después, en la citada La riqueza de las naciones, un benéfico egoísmo “racional” que llevaría indirectamente al bienestar general de las sociedades a través del proceso de una mano invisible. Smith profundizó esta lógica, indicando que dicho proceso se ve expresado a través de la competencia, un mecanismo que sería capaz por sí mismo de asignar con eficiencia y equidad tanto los recursos como el producto de la actividad económica. Al igual que los fisiócratas, Smith intentaba demostrar la existencia de una Ley de la naturaleza que funcionaría cuanto menos se la perturbara y ayudó a generalizar la idea de que si existe un orden natural aplicable a la economía, ese orden exige la no intervención del Estado, porque las cosas se rigen conforme a una voluntad o mecanismo superior.

Smith infirió que los individuos en el mercado, actuando según su propio interés, consiguen una asignación mucho más eficaz de los recursos productivos que cualquier intervención del Estado. El mercado, que se rige por leyes propias, autónomas e invisibles, a través de la oferta y la demanda allí generadas, induce o inhibe a los productores a producir o no determinados productos, en determinadas cantidades y a determinados costos. De este modo, a través de la oferta y la demanda de productos que se transan en el mercado, se determina el valor relativo para los mismos, entregando además una señal sobre la conveniencia o inconveniencia de producirlos o consumirlos. Este pensamiento conformó el fundamento del pensamiento económico liberal e instaló a Smith como padre de la economía política contemporánea. Sin embargo, la tesis de la mano invisible no es capaz de garantizar la distribución equitativa de la prosperidad económica de acuerdo a algún criterio moral de recompensa al esfuerzo o la capacidad individual. Una economía de mercado retribuye a los individuos de acuerdo a su capacidad para producir cosas que otros están dispuestos a pagar. La mano invisible no guía a los individuos ni a las empresas, que buscan su propio interés, hacia la eficiencia económica.


Thomas Robert Malthus


Si relacionamos los conceptos alimentos (medios de subsistencia) y población, la cantidad de individuos que componen una población depende de la cantidad de alimentos que es producida. Es en este contexto que el clérigo inglés Thomas Robert Malthus (1766-1834) afirmaba, preocupado, en su Ensayo sobre el principio de la población, 1798, que la población humana crece más rápidamente que los alimentos. Según él calculaba a gran distancia de la objetividad científica aquélla se iría duplicando cada 25 años, creciendo de período de período, en una progresión geométrica. Por otra parte, los alimentos, en las circunstancias más favorables, no aumentarían sino en una progresión aritmética. En consecuencia, la población estaría limitada necesariamente por los alimentos, de modo que puede crecer siempre que éstos crezcan. Así, llegará un punto en el que la población no encontrará alimentos suficientes para su subsistencia. Además, según él, los alimentos están limitados y, cuando se hayan agotado, la vida humana desaparecerá. También es de esta relación económica-social, que determina quien posee, quien trabaja y quien consume, que surgirían las estructuras políticas y éticas.

Tras su visión pesimista de la sociedad se encuentran dos oscuras concepciones de la realidad. 1º La naturaleza humana está por sí misma imposibilitada de mejorar, ya que toda virtud proviene de Dios. Percibió negativamente el drama de la Revolución Francesa, refutando el optimismo de la Ilustración y su idea de progreso y de la capacidad ilimitada de la mejora de la sociedad. 2º Sin crítica alguna aceptaba que en la sociedad existen los propietarios ricos y los pobres que deben trabajar para subsistir. Existen ricos privilegiados que no necesitan una población excesiva si ésta podía ocasionarles gastos en forma de impuestos. En cambio, los pobres eran naturalmente  irresponsables y su situación de imprevisión era exclusiva de ellos mismos. Apreciaba que se multiplican presas del instinto de reproducción, sin obstáculos suficientes y en condiciones de miseria, liberados de toda restricción moral. Finalmente eran una carga innecesaria para el Estado en formas de ayuda que suponen costos innecesarios. En un caso de extremo individualismo y egoísmo Malthus proporcionaba buena conciencia a las clases dominantes y fortalecía el orden social existente, llegando a aseverar que un hombre que nace en un mundo ya ocupado, y si sus padres no pueden alimentarlo y la sociedad no necesita su trabajo, él no tiene derecho alguno a reclamar ni la más pequeña porción de alimento y está demás en el mundo; en el gran banquete de la naturaleza no hay cubierto para él; como en el cuento de Pulgarcito, lla naturaleza le exige que se vaya y no tardará de ejecutar ella misma tal orden.


David Ricardo


Las ideas de Malthus influenciaron el pensamiento económico clásico, sobre todo el del economista político inglés David Ricardo (1772-1823). Ricardo expuso sus ideas en su libro Principio de economía política y tributación, 1817. En el prefacio, afirmó que el principal problema de la economía política es determinar las leyes que regulan la distribución (de la renta). Con este fin, desarrolló una teoría del valor-trabajo, a la que adhirió más tarde Marx. Ésta considera que el valor de cambio de las mercancías depende de la cantidad de trabajo necesaria para su producción. El beneficio es la diferencia entre el precio de venta y el precio de costo, siendo el precio de costo el importe de salarios, de modo que los beneficios del capital están incluidos en los precios de las mercancías. Suponía que el capital invertido en la producción se compone únicamente de salarios. El valor de una mercadería está determinado por la cantidad de trabajo incorporado y aumenta cuando aumenta la cantidad de trabajo necesaria para su fabricación y disminuye en caso contrario.

El precio “natural” del trabajo (el salario), que Ricardo considera una mercancía al igual que Smith, proviene del número de horas destinadas a la producción y es equivalente al que proporciona al trabajador los medios de subsistir y perpetuar la especie. Este “salario natural” puede permitir, o no, mantener al trabajador y a su familia sobre el nivel de subsistencia, pudiendo coincidir, o no, con el determinado por el mercado a través de la oferta y demanda de trabajo. Si no coinciden, se produciría movimientos de crecimiento o descenso de la población, según que el salario de mercado sea superior o inferior al natural, manteniéndose por tanto entre ellos una tendencia al equilibrio. Explicaba el proceso de crecimiento de una economía y su posterior estancamiento. Decía que dicho proceso genera un aumento de capital. La inversión de capital produce una demanda de la fuerza de trabajo, trayendo consigo un aumento del salario de mercado por sobre el “salario de subsistencia”. Pero, en lo que denominó “la ley de hierro de los salarios”, idea basada en las de Malthus, este excedente hace aumentar la población, produciendo una mayor oferta de mano de obra que hace que el salario de mercado vuelva a los niveles del salario de subsistencia, provocando con ellos una escasez de mano de obra y por consiguiente un aumento en los salarios. Esta teoría influyó en Marx para afirmar que el obrero nunca disfrutaría de los beneficios del capitalismo. Como ahora existe mayor población, los recursos fáciles de explotar se agotan, y el beneficio que obtiene el capital termina por ser traspasado a los propietarios agrícolas. Al igual que Malthus, Ricardo se pronuncia contra las leyes de protección de los pobres y por el control de la natalidad.

Ricardo observaba que los salarios “normales” no aumentan. Éstos son más o menos equivalentes a una canasta de bienes que proporciona los medios de subsistencia a los trabajadores. Lo que aumenta para él era el precio de los productos de la tierra y, concretamente, la renta de la tierra, y consecuentemente la tendencia a la baja de los beneficios.  Para él el rentista es quien toma una fracción del ingreso nacional que debería ir al capitalista y se convierte en un obstáculo a la acumulación y al progreso. Ricardo propuso que ésta podía ser contrarrestada con la importación de cereales baratos. Pensaba que todo aquello que contribuyera a disminuir el valor de los productos agrícolas sería absolutamente favorable para el desarrollo económico. Planteó la importación masiva de cereales de países en los cuales la renta de la tierra no fuera tan elevada como en Inglaterra como forma de impedir que subiera el salario normal, lo cual facilitaría el aumento de los beneficios y la acumulación necesaria para el crecimiento. Buscó rediseñar la economía británica en una división internacional del trabajo donde Gran Bretaña sería un centro productor de manufacturas que cambiaría por alimentos producidos en ultramar. Ricardo analizaba el crecimiento económico para una situación particular de poco dinamismo económico, de pocos actores diferenciados, como capitalistas, trabajadores, propietarios agrícolas, y con conceptos muy concretos.


John Stuart Mill


El filósofo, historiador y economista inglés John Stuart Mill (1806-1873) es considerado como el último economista clásico. Su pensamiento económico, que expuso en su libro Principios de economía política y algunas de las aplicaciones en la filosofía social, 1848, sigue en general a Ricardo y Malthus, pero es más realista en que las motivaciones del actuar humano trascienden la ganancia pecuniaria y el interés individual. Desafió la pretensión de la escuela clásica de que salarios, renta y ganancias resultan de leyes inmutables, sino que de condiciones particulares modificables. Así, consideró que el principio maltusiano de población no es una barrera al progreso y que deberíamos sacrificar crecimiento económico en beneficio del medioambiente y limitar la población para prevenir el riego de la hambruna. También, frente al postulado de Ricardo de que el salario promedio está determinado por una cantidad fija de capital dividida por el número de trabajadores, Mill estimó que había otros factores que determinan los salarios.

En dicha obra Mill identificó tres factores de la producción: el trabajo, los objetos materiales y el capital. El capital es el fruto acumulado de los productos del trabajo. También distinguió entre producción y distribución. Ambas son regidas por leyes distintas. La primera responde a reglas naturales en su creencia de la superioridad del socialismo, en que la producción debiera ser impulsada por cooperativas pertenecientes a trabajadores. La segunda obedece a reglas humanas y políticas, de modo que la forma que los bienes son distribuidos depende de las reglas de propiedad y de la voluntad de los poderosos.

Su libro Sobre la libertad, 1859, se transformó en la fuente filosófica del liberalismo y se resume en que en las relaciones económicas entre los individuos el Estado no debe intervenir, ya que las personas son soberanas en sus acciones, apoyando el laissèz faire defendido por Ricardo y su padre James Mill. Pensaba que una vez cumplida su función policial de seguridad y protección, el Estado no sirve para mejorar el estado material de la gente. Posteriormente mencionó como excepción al laissèz faire el caso de la reducción de las horas de trabajo, la que debe ordenarse por ley.


Alfred Marshall


Haciendo caso omiso de la teoría marxista de que el capital pudiera ser estatal y pudiera haber planificación estatal en vez de mercado, pero fiel a la legitimidad del derecho de propiedad privada expuesto por John Locke, Alfred Marshall (1842-1924) se basó en muchas de las ideas de Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill y Thomas Robert Malthus. A diferencia de los clásicos, él estaba convencido, no obstante, de que la economía tenía la tarea principal de eliminar la pobreza, que tras la Revolución industrial se había paradójicamente expandido e intensificado a pesar del sostenido crecimiento de la riqueza. Desarrolló en un todo coherente las ideas de oferta y demanda, la determinación de los costos de producción y precios de venta, la elasticidad de los precios, el funcionamiento de los mercados y la utilidad marginal. En un sentido amplio Marshall esperaba reconciliar las teorías clásicas y modernas del valor. John Stuart Mill había examinado la relación existente entre el valor de las mercaderías y sus costos de producción, en la teoría de que el valor depende del esfuerzo gastado en su manufactura. Por otra parte, los teóricos de la utilidad marginal habían elaborado la teoría del valor basada en la idea de maximización de la utilidad, sosteniendo que el valor depende de la demanda. Marshall usó ambas teorías, pero se centró más en los costos, desarrollando la idea para diferenciar costos fijos y costos variables.

La escuela neoclásica es un enfoque económico basado en el análisis marginalista y el equilibrio de oferta y demanda, en la que la utilidad marginal es una idealización del valor de un bien definido por su relativa abundancia o escasez. En su libro más importante, Principios de economía, 1890, Marshall destacó que el precio y el volumen producido de un bien están determinados por tanto la oferta como la demanda. Ambas curvas son como las dos hojas de una tijera que se interceptan en el punto de equilibrio. Observó que el precio es el mismo para cada unidad de un bien que un consumidor compra, pero que el valor de cada unidad adicional disminuye, de modo que un consumidor comprará unidades hasta un punto donde el valor marginal se iguala al precio. En consecuencia, de todas las unidades previas a la última el consumidor obtiene un beneficio al pagar menos que el valor del bien para él mismo. El tamaño del beneficio es igual a la diferencia entre el valor para el consumidor de todas estas unidades y la cantidad pagada por éstas. Esta diferencia es llamada la oferta del consumidor. Marshall también introdujo el concepto de la oferta del productor, referida a la cantidad pagada al productor menos la cantidad que éste voluntariamente aceptaría. El análisis de las tijeras superó la teoría del valor desde el centro del análisis y la reemplazó con la teoría del precio. Además, los precios pasaron a ser existenciales, dependientes de la relación entre la oferta y la demanda.

Para Marshall el crecimiento económico depende de la cantidad de bienes producidos, estando determinados por cualquier relación dada entre capital y trabajo. La remuneración de ambos es la “productividad marginal”, entendida en el caso del capital como la utilidad marginal, que es el incremento de la producción superior al tipo de interés de mercado que el capital paga. En el caso del trabajo la productividad marginal se refiere al incremento en el valor de la producción generado por la última cantidad de trabajo aplicada. Finalmente, en su Principios de economía, Marshall agrega la organización industrial a los factores de la producción económica conocidos: tierra, capital y trabajo. Supone entre otras cosas que los factores productivos siempre estarán plenamente empleados, aun cuando los salarios sean menores que los de subsistencia. Para eliminar la pobreza es necesario aumentar la productividad, entendida como el incremento de la producción y la eficiencia; y la eficiencia es cualificación del trabajo. Para seguir siendo rentable, toda empresa, que es el motor para elevar salarios y el nivel de vida, debe ser competitiva, lo que la obliga a ser más rentable.


Joseph A. Schumpeter


Si Marshall se centró en la eficiencia o cualificación (capacitación) laboral del trabajador como medio para incrementar la productividad y, de esta manera, elevar el nivel de salarios, el economista austro-estadounidense, Joseph A. Schumpeter (1883-1950), el crecimiento económico tiene por protagonista el espíritu emprendedor del empresario, pues depende de esta acción que asume riesgos y beneficios en un medio competitivo para estimular la inversión y la innovación, ambas causas para que aumente o disminuya el progreso económico. Su obra tiene como clave una forma de concebir el sistema capitalista en contraposición con la economía neoclásica tradicional, la que transforma los datos fundamentales en parámetros constantes que explican el simple proceso de incremento o crecimiento acumulativo. Para Schumpeter el capitalismo es por naturaleza una situación de cambio económico y nunca puede ser estacionario. Es discontinuidad, alteración, novedad, reducción constante de todos los parámetros variables. Aspiraba a crear una teoría general del capitalismo que pudiese explicar el funcionamiento de esta condición de cambio económico. Buscaba comprender el fundamento de los que él denominaba “el ventarrón de la destrucción creativa,” mediante el cual el capitalismo revoluciona constantemente sus propias condiciones de existencia. El proceso de destrucción creadora es el hecho esencial del capitalismo. Describe el proceso de innovación que tiene lugar en una economía de mercado en el que los nuevos productos destruyen viejas empresas y modelos de negocios.

Su protagonista central y héroe es el emprendedor innovador. Las innovaciones de los emprendedores son la fuerza que hay detrás de un crecimiento económico sostenido a largo plazo, pese a que puedan destruir en el camino el valor de compañías bien establecidas. La posibilidad de generar ganancias, que pueden llegar a ser excepcionalmente grandes, es el señuelo que atrae a la actividad económica a este tipo particular de individuo. Su acción estaría regida por lo que Schumpeter llamó “espíritu emprendedor”, es decir, por la voluntad de transformar las condiciones existentes, de superar obstáculos y romper con las rutinas, de ir contra la corriente, crear cosas nuevas y llevar a la práctica nuevas posibilidades económicas.

Los cambios económicos que surgen de la misma dinámica económica del sistema capitalista constituyen el desarrollo propiamente tal. Schumpeter distingue el proceso de desarrollo del mero crecimiento de la economía, pues éste no representa fenómenos cualitativamente diferentes. Aún reconociendo la importancia del crecimiento económico, estaba interesado en el proceso de crecimiento que se relaciona con la introducción de novedades cualitativas que alteran radicalmente el funcionamiento mismo del sistema que desplazan para siempre el estado de equilibrio existente con anterioridad. Su estudio del crecimiento es precisamente de este fenómeno y de los procesos que lo acompañan. Está caracterizado por procesos que imposibilitan constantemente la competencia perfecta, basada en la transparencia del sistema y en el libre ingreso a todas las esferas productivas.

La teoría neoclásica reconoce estos hechos como imperfecciones que conducen a un uso no óptimo de los recursos, afectando negativamente la eficacia de los sistemas de precios y distribución. Schumpeter, por el contrario, reconoce en este fenómeno el motor mismo que propulsa el excepcional progreso tecnológico-productivo que distingue al sistema capitalista. Concluye que la introducción de nuevos métodos de producción y de nuevas mercaderías difícilmente podría concebirse en una situación de competencia perfecta. La posibilidad de establecer posiciones temporales de monopolio determina el desarrollo o progreso económico y las rentas o beneficios del emprendedor son las únicas que él define como ganancia. De este modo, las ganancias provienen de las actividades desestabilizadoras de los emprendedores cuando consiguen, mediante la innovación, abaratar decisivamente sus costos de producción o introducir nuevas mercancías y comprenden nuevos productos, nuevos métodos, nuevas formas de organización empresarial, nuevos mercados y nuevas fuentes de materia prima. Schumpeter afirmaba que sin desarrollo no hay ganancia y sin ésta no hay desarrollo. Pero este crecimiento es irregular, pues obedece a ciclos económicos, donde una expansión que destruye el equilibrio económico es seguida por una recesión que vuelve a restablecerlo.


John Maynard Keynes


El economista británico John Maynard Keynes (1883-1946), padre de la economía moderna y fundador de la macroeconomía, fue el mayor crítico de la economía clásica. Cuando, en 1929, el sistema económico liberal hizo crisis sin posibilidad de ser restablecido según el libre mercado y, a partir de 1930, se instaló la “Gran Depresión”, él tuvo la genialidad de explicar el paro que se produjo. En 1991, la revista Time incluyó a Keynes en la lista de las 100 personas más influyentes del siglo XX, comentando que: “Su radical idea que el gobierno debe gastar el dinero que no tiene pudo haber salvado el capitalismo.” En el más famoso de sus numerosos libros, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, 1936, expresó su principal teoría de que el paro del trabajo es una consecuencia de una caída en la demanda agregada (la “demanda agregada” es la suma del consumo, la inversión y el gasto gubernamental) y, por lo tanto, para lograr el pleno empleo sería necesaria la intervención del Estado, a través de la inversión, para reactivar la economía. En una situación de desempleo y capacidad productiva no utilizada, sólo puede aumentarse el empleo y el ingreso total incrementando primero los gastos, sea en consumo o inversión. El sistema económico liberal no era capaz por sí mismo de salir del paro, pues éste se produce porque el trabajo, controlado por sindicatos, no acepta salarios más bajos que un determinado nivel, prefiriendo el paro y el desempleo. De este modo, puede haber equilibrio de los otros factores y, al mismo tiempo, haber desempleo, no utilización de materias primas y medios de producción. En estos casos la economía debe depender para su salvación, no del mercado, sino del Estado.

La principal novedad de su pensamiento fue la posibilidad de controlar el ciclo económico mediante la estabilización de los precios. Para eso era necesario entender el mecanismo de este ciclo. Cuando la inversión supera el ahorro, el resultado es la inflación. Cuando sucede lo contrario, el resultado es el descenso del nivel de precios, la caída de la producción y el aumento del desempleo, es decir, una recesión. La razón es que el sistema capitalista no tiende al pleno empleo ni al equilibrio de los factores productivos, sino hacia un equilibrio que solo de forma accidental coincidirá con el pleno empleo. Las decisiones de ahorro las toman unos individuos en función de sus ingresos, mientras que las decisiones de inversión las toman los empresarios en función de sus expectativas. No hay ninguna razón por la que ahorro e inversión deban coincidir. Cuando las expectativas de los empresarios son favorables, grandes volúmenes de inversión provocan una fase expansiva. Cuando las expectativas son desfavorables, la contracción de la demanda puede provocar una depresión. Adicionalmente, el tipo de interés, que tiene efectos sobre el ahorro, que es inversamente proporcional a la inversión, nunca baja de un determinado límite, aun cuando se produzca gran liquidez. Cuando el interés es bajo, mayores bajas no influyen sobre el total de la inversión.  Debido a la inestabilidad de la demanda agregada a causa de los shocks ocurridos en mercados privados, como consecuencia de los altibajos en la confianza de los inversores, la principal conclusión de su análisis fue una apuesta por la intervención pública directa en materia de gasto público que permite cubrir la brecha o déficit de la demanda agregada. Así, una depresión puede solucionarse fomentando el gasto y desalentando el ahorro.

La teoría económica neoclásica sostenía que en el corto o mediano plazo los mercados libres podrían automáticamente proveer pleno empleo. Keynes argumentó que la demanda agregada determina el nivel general de la actividad económica, y que una demanda agregada inadecuada podría llevar a prolongados periodos de desempleo. El Estado debía intervenir activamente para moderar los ciclos recesivos y depresivos de la actividad económica, impidiendo la caída de la demanda mediante el aumento de sus propios gastos. Debía estimular la demanda, generando una demanda adicional que tirase la producción mediante el desarrollo de políticas de inversión pública, poner en circulación abundante dinero, incrementar los salarios, e intervenir en todos los sectores de la economía. A través de medidas fiscales y monetarias, la política de gobierno debería originar una demanda adicional, agregada, capaz de cubrir el déficit entre la demanda efectiva privada y la producción total a fin de alcanzar los objetivos de empleo y producción.

El contexto más general de la nueva economía de Keynes era ciertamente el mismo que el de la economía neoclásica, que dividía a la sociedad entre propietarios y trabajadores, como si fuera efecto de un orden natural incuestionable e inmutable. Este contexto se sostenía en una legitimidad del derecho de propiedad tan débil como fuerte era su imposición legal y en el generalizado e inconfesable prejuicio aristocrático-burgués, tan característico de Europa, de considerar al trabajador como un ser inferior, ordinario, limitado y carente de refinamientos, debiéndose sentir afortunado por acceder a los medios de subsistencia. Tras más de 16 generaciones, en Hispanoamérica, en la clase blanca, se perpetúa la impronta étnica de la conquista, que es dominar, poseer y ser servido. El discurso democrático no ha logrado producir mella. En ninguna parte se ha querido comprender la inequidad fundamental de que mediante la economía liberal y el libre mercado la remuneración siempre será inferior a la participación del capital, ya que el trabajo siempre está tan ofertado como demandado es el capital.

Las teorías de Keynes fueron tan influyentes que la macroeconomía continúa en la actualidad desarrollando y discutiendo sus teorías y sus aplicaciones. El periodo que va desde el término de la Segunda Guerra Mundial hasta 1973 se caracterizó porque las políticas keynesianas fueron adoptadas por todo el mundo, dando lugar a un periodo de prosperidad y crecimiento económicos. Por entonces, el keynesianismo constituía la principal enseñanza universitaria del mundo. Sin embargo, hacia el final del periodo, al tiempo de observarse una gran acumulación de capital, aumentó el desempleo y la inflación. En la década de 1980, en contra la tendencia social demócrata y la planificación centralizada la teoría (que pasó a llamarse neoliberalismo) que abogaba por liberar el poder empresarial, restablecer la libertad de mercado y crear un sistema económico global lideró la reforma económica.


Friedrich Hayek


Friedrich Hayek (1899-1992) se distinguió del conjunto de economistas políticos por sus raíces culturales. Provenía de una familia de intelectuales austriacos que estaba inmersa en el racionalismo continental y muy ajeno del positivismo anglosajón. Tenía la tendencia de erigir principios axiomáticos indemostrables, entes de razón, de los cuales deducir sus modelos teóricos. Un punto de partida de su construcción conceptual económica es el “orden espontáneo”. Vio que la solución natural para el problema de coordinar las acciones de los individuos estaba en el sistema de precios del libre mercado, encontrando que detrás de esta coordinación no hay intencionalidad alguna. La competencia en el mercado genera un tipo de orden que es el producto de “la acción humana, pero no de diseño humano” (una frase que Hayek tomó del mentor de Adam Smith, Adam Ferguson). Este orden espontáneo es un sistema que resulta de la acción independiente de muchos individuos, y produce beneficios generalizados, no intencionados y mayormente no previstos por quienes sus acciones lo generan. Los precios de mercado son los transmisores de informaciones económicas tácitas y dispersas y sirven para compartir y sincronizar muchos conocimientos individuales y resolver problemas de cálculo económico. Suponiendo concurrencia libre, gran número de participantes y productos idénticos, Hayek dedujo que el mercado es un juego en el cual no existe la valoración de justo o injusto, por lo que la justicia social en una frase sin sentido, del mismo modo como la distribución de ingresos. La redistribución del ingreso por parte del gobierno es una intrusión inaceptable sobre la libertad individual. Toda interferencia racional y consciente a la acción individual espontánea, como imponer diseños racionales, es una amenaza para la civilización. El surgimiento y el crecimiento de sociedades extensas han sido el producto de un azar evolutivo aún en curso. La propiedad privada está en el nacimiento de la civilización. (Ref. Derecho, legislación y libertad, 1973, 1976, 1979; La fatal arrogancia, 1988).

Hayek sostuvo que el socialismo no es factible, ya que un cálculo planificador es imposible por la carencia de precios de mercado. Argüía que un planificador no podía funcionar, pues no disponía de datos que simplemente no podían existir. La razón es que solo el mercado genera los datos, que son los precios. Hayek escribió posteriormente muchos artículos sobre el tema y que reunió en su libro Planificación económica colectivista: estudios críticos sobre las posibilidades del socialismo (1935). Suponía que una economía socialista, ante la inexistencia de mercado, necesita una institución que elabore un plan central que determine todo lo que se debe producir. El problema aparecería ante la inexistencia de alguna guía o referencia, como los precios de mercado, que indicara lo que se debe producir. Sin embargo este argumento fue refutado por Oskar Lange, Fred Taylor y Abba Lerner, quienes propusieron un procedimiento iterativo de dos reglas (a partir de la intervención de una junta central de planificación) por el cual una economía planificada podía alcanzar la misma solución que el libre mercado.

Otro principio axiomático de Hayek fue suponer que el socialismo y el comunismo implementados por el Estado son incompatibles con la libertad individual, conduciendo necesariamente al establecimiento de regímenes totalitarios. En general estas críticas iban dirigidas hacia cualquier intervención del Estado en la economía. Argumentaba en su inveterado racionalismo que sin propiedad privada, se crea una dependencia tan grande del Estado que nos convierte prácticamente en esclavos. Para imponer unos objetivos comunes a una sociedad, aunque se quiera hacer de manera bienintencionada, se debe coaccionar y tomar medidas represivas a quienes no acepten a la autoridad central. En consecuencia, quienes llegaran al poder serían siempre los peores elementos de la sociedad, como asesinos y criminales, puesto que estarían dispuestos a tomar estas medidas. (Ref.  Camino de servidumbre, 1944, y Los fundamentos de la libertad, 1960).

La llamada “teoría austriaca del ciclo económico”, la teoría del capital y la teoría monetaria se consideran la contribución de Hayek más importante a la economía, y la hizo durante su juventud, entre 1931 y 1941. Tomó las bases para su teoría de Teoría del dinero y el crédito (1912) de Ludwig von Mises (1899-1992), su mentor, e hizo su propia interpretación. Mostraba cómo las fluctuaciones de producción y empleo en una secuencia temporal de producción están relacionadas a la estructura del capital. Explicaba en Precios y producción (1931) el origen del ciclo económico a partir del crédito concedido por el banco central y los tipos de interés artificialmente bajos, que estimulaba a mal invertir, provocan una mala coordinación entre producción, consumo e inflación. Hayek argüía que el banco central no tiene la información relevante para controlar la oferta de dinero ni tiene la habilidad para usarla correctamente. El problema macroeconómico central es uno de coordinación inter-temporal de cómo los recursos entre capital y bienes de consumo pueden ajustarse a las preferencias entre consumo presente y futuro.

En los primeros años de la década de 1930 Hayek y Keynes estaban cada uno construyendo su propio modelo del mundo al mismo tiempo. Cada uno estaba familiarizado con las ideas del otro. Sin embargo, la mayoría de los economistas creyeron que la Teoría general del empleo, el interés y el dinero (1936) de Keynes explicaba mejor el fenómeno de la Gran Depresión y cómo solucionar el grave problema. Después de esto, Hayek dejó las cuestiones técnicas para dedicarse a temas más filosóficos.  Más tarde, en 1947, creó junto a otros un foro internacional, llamado Mont Pèlerin Society, para difundir sus ideas y oponerse al socialismo. Estaba enseñando en Friburgo, cuando, en 1968, se retiró. Sin embargo, en 1974, recibió el Premio Nobel de Economía, lo que inesperadamente hizo revivir tanto su obra como su persona, volviéndose extraordinariamente popular y prolífico en el ambiente ultraconservador de la época.


Milton Friedman


Milton Friedman (1912-2006) (el siguiente texto ha sido extraído del ensayo de Paul Krugman, “¿Quién era Milton Friedman?”, 2008) tuvo como guía de su vida intelectual la economía clásica de libre mercado de Adam Smith. Esta vida se desdobló en tres intereses. 1. La economía teórica de análisis técnicos sobre el comportamiento de los consumidores y la inflación. 2. La política monetarista. 3. Su interés ideológico de divulgar la doctrina del libre mercado. El rigor científico estuvo solo en su primer interés, que le dio la fama sobre la que divulgaron a la masa sus otros dos intereses, de bases ambivalentes y dudosas.

Respecto a su economía teórica, Friedman estuvo interesado en el comportamiento que podían tener los consumidores en el mercado. En el pasado, se suponía que el consumidor sabe lo que quiere basado en la utilidad marginal. Idealmente regía la utilidad y la sensatez. Para obtener un cierto orden, se debe simplificar la diversidad en forma abstracta según un comportamiento racional. Friedman sostenía que las teorías económicas deberían juzgarse, no por su realismo psicológico, sino por su capacidad para predecir el comportamiento, y este comportamiento es racional. Ya en 1957, en su libro Una teoría de la función del consumo, él había sostenido que el mejor modo de entender el ahorro y el gasto era pensando que los individuos hacen planes racionales sobre cómo gastar lo que tienen a lo largo de su vida. La relación entre renta y gasto se fundamentan en su hipótesis de la renta permanente y en el “modelo del ciclo vital” de Ando y Modigliani. La fama de  Friedman se multiplicó cuando aplicó la teoría del consumidor a la inflación. En 1958, A. W. Phillips había señalado que históricamente ha existido una relación inversa entre desempleo e inflación, lo que condujo a debatir sobre qué punto de la curva de inflación el gobierno debería escoger para conseguir una tasa de desempleo baja. En 1967, Friedman sostuvo que la correlación entre inflación y desempleo no funciona a largo plazo. Para llegar a esta conclusión, había aplicado, como en el caso sobre el comportamiento de los consumidores, la idea del comportamiento racional. Así, después de un periodo de inflación sostenido, las personas introducirían las expectativas de inflación futura a sus decisiones, lo cual anularía cualquier efecto positivo de la inflación sobre el empleo. El gran triunfo de Friedman  fue predecir el fenómeno de la estanflación.

Durante décadas, la imagen pública y la fama de Friedman se definieron en gran medida por sus pronunciamientos sobre política monetaria y su creación de la doctrina conocida como monetarismo. El monetarismo enfatiza el rol del gobierno para controlar la cantidad de dinero en circulación y asegura que variaciones de la oferta monetaria tiene grandes influencias en el producto nacional en el corto plazo y en el nivel de precio en plazos mayores. La política monetaria tiene por objetivo la tasa de crecimiento de la oferta de dinero. Ahora, sin embargo, el monetarismo se considera un fracaso y sus aseveraciones son engañosas. Veamos. Keynes había sostenido que en condiciones de depresión (cuando los tipos de interés son muy bajos), los cambios en la oferta monetaria tienen pocas consecuencias sobre la economía. Por eso, creía que hacía falta una política presupuestaria (aumento del gasto público) para sacar a los países de la Gran Depresión. La política presupuestaria supone una intervención más profunda del sector público en la economía que la política monetaria. Los economistas de libre mercado suponen que la política monetaria es suficiente. Friedman hizo una cruzada a favor de la política monetaria que culminó con la publicación en 1963 de A Monetary History of the United States, 1867-1960, en colaboración con Anna Schwartz. Su parte más controvertida fue el relativo a la Gran Depresión, declarando que “La contracción de la economía es de hecho un trágico testimonio de las fuerzas monetarias”. El hecho fue que la base monetaria (dinero más reservas bancarias) que la Reserva Federal controlaba aumentó durante los primeros años de la Gran Depresión, pero la oferta monetaria (dinero más depósitos bancarios) cayó drásticamente. La explicación estaba en una caída de confianza tras una oleada de quiebras que hizo disminuir los préstamos, haciendo desplomar el gasto, que fue la causa próxima de la depresión. Por su parte Friedman y Schwartz sostenían que la caída de la oferta monetaria había convertido lo que podría haber sido una recesión ordinaria en una depresión catastrófica, vale decir, la Reserva Federal habría provocado la caída de la oferta monetaria total, causando la Gran Depresión. Estaba claro que la intención de Friedman y Schwartz era demostrar la superioridad del mercado libre sobre el sector público, al que despreciaban. Haber traído los debates históricos de la década de 1930 a la de 1960 formaba parte de la defensa que hacía Friedman al monetarismo. De modo que, según él, la Reserva Federal debió haber seguido la norma monetarista de haber mantenido el crecimiento de la oferta monetaria en una tasa baja y constante (3% anual) y de no desviarse de ese objetivo, con independencia de lo que ocurriese en la economía. Afirmaba que las variaciones a la curva de crecimiento de la economía hubieran sido suficientemente pequeñas para ser tolerables. El monetarismo fue una fuerza poderosa en el debate económico durante tres décadas, a partir de 1959, pero quedó desvirtuado cuando se lo intentó poner en práctica.

Friedman quería llevar las ideas del libre mercado a sus límites lógicos. Ni la idea de que los mercados son medios eficientes de asignar bienes escasos ni la propuesta de que los controles de precios crean escaseces e ineficacias era nueva. Lo nuevo fue que Friedman pedía una y otra vez soluciones de mercado a problemas como educación, atención sanitaria, tráfico de drogas ilegales, que en opinión de casi todos los demás exigían una intervención estatal extensa. Friedman era un excelente divulgador, estilo que marcaría la celebrada serie televisiva Free to Choose, en la década de 1980. Su campaña a favor de los libres mercados a partir de 1976 ayudó a acelerar el proceso. Proteccionismo frente a libre comercio; reglamentación frente a liberalización; salarios establecidos por negociación y salarios mínimos frente a salarios establecidos por el mercado. Llegó a convencer al público que el cambio de políticas económicas promovido por él ha sido una fuerza positiva. Sin embargo, ello no ha resultado verdadero por una gran cantidad de sonados fracasos. El comedido Friedman de la economía teórica se transformó en un eufórico propulsor del libre mercado y sus dotes teatrales, unidas a su habilidad para organizar datos objetivos, lo convirtieron en el mejor portavoz de las virtudes del libre mercado desde Adam Smith.


Resumen


Adam Smith fue el primero en analizar las causas del crecimiento económico cuando vinculó la riqueza con el trabajo y el capital invertido en producir y descubrió que los individuos en el mercado, actuando según su propio interés, consiguen una asignación mucho más eficaz de los recursos productivos que cualquier intervención del Estado. Malthus descubrió la relación causal entre la cantidad de alimentos que es producida y la cantidad de individuos que componen una población. David Ricardo buscaba descubrir las leyes que regulan la distribución en la cantidad de trabajo necesaria para la producción. Mill identificó tres factores de la producción: el trabajo, los objetos materiales y el capital, siendo el capital trabajo acumulado. Marx y Engels formularon una hipótesis de que a partir de los modos de producción se produce un tipo complementario de relaciones de producción correspondiente a la contradicción social fundamental de la división de los hombres entre explotadores y explotados. Marshall relacionó causalmente la oferta y la demanda para determinar costos de producción, precios de venta, elasticidad de los precios, funcionamiento de los mercados y utilidad marginal. Schumpeter descubrió que el crecimiento económico tiene por protagonista el espíritu emprendedor e innovador del empresario, quien asume riesgos y beneficios en un medio de permanente cambio económico. Keynes apuntó a la intervención, no del mercado, sino que del Estado, a través de la inversión para reactivar la economía, para conseguir el pleno empleo, tras una recesión severa. Para explicar el libre mercado Hayek procedía más como filósofo racionalista que como científico, pero volvía a ser científico para mostrar cómo las fluctuaciones de producción y empleo en una secuencia temporal de producción están relacionadas a la estructura del capital. Friedman fue un riguroso científico para analizar el comportamiento racional del consumidor y para aplicar la teoría del consumidor a la inflación y explicar la estanflación, pero fue un descomedido para imponer la política monetarista y divulgar la doctrina del libre mercado.



Algunas reflexiones



Los mitos bíblicos que sustentan la economía capitalista 


Los mitos nos sirven para explicarnos la misteriosa realidad en forma significativa. Aunque ellos son interpretaciones parciales de la realidad, sirven para que podamos acercarnos a su comprensión, permitiéndonos actuar en consonancia. Los mitos en los que llegamos a creer llegan a determinar nuestra acción. La economía es una actividad humana que está especialmente sustentada en los mitos del paraíso relatados en el libro del Génesis, moldeando nuestras creencias y valores. Estos mitos son acerca de la relación del ser humano con la naturaleza, del trabajo y de la posibilidad de recuperar el paraíso perdido a través de la actividad económica. 

En relación a la naturaleza, está el mito: “Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios los creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo Dios, diciéndoles: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra»” (Gen 1, 27-28). Desde el punto de vista capitalista, este mito supone que la naturaleza ha sido entregada al ser humano para disponer de ella en su propio beneficio, y que su explotación no tiene límites, pues es una donación divina. Adicionalmente, la economía se define en términos de sometimiento y dominio. El “someted y dominad” describe el ámbito del capitalismo, que es dominio sobre los recursos naturales, sobre el trabajo que los transforma en bienes y servicios, sobre el conocimiento para explotarlos y transformarlos, sobre el mercado donde éstos se distribuyen para el consumo y la satisfacción de la multiplicidad de necesidades humanas, todo ello con el objeto de ejercer irrestrictamente el poder que tanto individuos como colectividades logran capitalizar sin mayores consideraciones de tipo ético o social, como si fuera un derecho natural dado por Dios. A regañadientes se acepta la legislación restrictiva a la actividad económica.

El mismo Génesis es fuente del mito que para comer se debe trabajar y que el trabajo es esfuerzo y sufrimiento. “Al hombre (Dios) le dijo: «Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del árbol de que te prohibí comer, diciéndote: no comas de él, por ti será maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida; te daré espinas y abrojos y comerás de las hierbas del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado; ya que eres polvo, y al polvo volverás»” (Gen 3, 17-19). La identificación de trabajo con sufrimiento es propia de la cultura occidental, que considera doloroso el esfuerzo que demanda el trabajo. El someted y dominad bíblico es recíprocamente esfuerzo y dolor. El mito supone que sólo mediante un trabajo esforzado y duro es posible transformar las cosas naturales en cosas artificiales que permitan satisfacer mejor las necesidades humanas. Sin embargo, en el capitalismo  ha surgido la idea de que el trabajo es también algo, no sólo gratificador, sino que realizador. Desde la Primera Guerra Mundial la mujer aprendió que podía desempeñar trabajos reservados para hombres, permitiéndole no sólo su propia realización vocacional, sino que también su independencia económica.

También en el libro del Génesis se encuentra otro mito, el referido a la descripción del Paraíso. Podemos leer: “Plantó luego Yahvé un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo Yahvé brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar... Salía de Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en cuatro brazos... Tomó pues, Yahvé al hombre, y lo puso en el jardín de Edén para que lo cultivase y guardase” (Gen 2, 28-15). Pero más adelante en el relato, nos enteramos que la primera pareja fue castigada con la pérdida del Paraíso por desobedecer a Dios. Este mito no sólo intenta explicar nuestra condición humana de sufrimiento, dolor y muerte, sino que también apunta a un destino que supera tales males y que había sido perdido por la desobediencia de origen. Recogiendo este perenne anhelo, el mito concibe la posibilidad de retornar al paraíso perdido. El paraíso se concibe como un estado de paz y armonía donde la vida transcurre llena de felicidad y abundancia. El mito capitalista agrega que a través del trabajo y la mecanización se conseguirá la abundancia y la satisfacción de las necesidades materiales para todos. Incluso en pleno siglo veinte se llegó a pensar que la tecnología, la automatización y ahora la robotización podrían hasta reemplazar el esfuerzo humano y obtener los productos necesarios para toda la humanidad. El mito socialista le había agregado por mano de Lenin: “de cada uno de acuerdo a su capacidad, a cada uno de acuerdo a su necesidad”. De este modo, en el socialismo ha surgido la creencia que es posible el esfuerzo solidario y compartir lo producido según las necesidades individuales.

Si la economía era una materia escasamente desarrollada en el mundo tribal primitivo, reduciéndose a actividades colectivas de caza y recolección, el capitalismo supone que podría superar los antagonismos humanos siempre que se pudiera establecer el libre mercado y la total apertura económica. Al hacerlo, impone una concepción del ser humano que parte del empirismo inglés de un individuo egoísta que, persiguiendo su propia satisfacción, consigue sin siquiera buscarlo la satisfacción de todos. Pero omite afirmar que sobre las necesidades individuales, privilegia a los poseedores del capital en desmedro del trabajado, generando inconmensurables diferencias entre ricos y pobres. Omite además la tendencia centrípeta humana del afán por la supervivencia y la reproducción, que en un medio tribal se hacía de modo solidario y cooperativo; en el capitalismo esta tendencia es potenciada en un medio completamente individualista. Además deforma el pensamiento político al sostener que la economía es una actividad individual que es ajena a la sociedad civil e independiente del Estado. Por último supone, sin crítica alguna, que el capitalismo crea las condiciones de libertad para que cada cual pueda trabajar y, a través de su esfuerzo, obtener los medios para satisfacer sus necesidades, en circunstancias que quien realiza el trabajo sólo obtiene una participación muy menguada de la riqueza que produce.


Reflexiones antropológicas sobre la economía


La economía es una actividad humana que intenta liberarnos del determinismo biológico de la supervivencia, que es común a todos los seres vivientes. Este determinismo lleva a los seres vivos a satisfacer sus necesidades vitales en un medio que necesariamente contiene recursos vitales escasos, cumpliéndose el principio evolutivo de la supervivencia del más apto en un ambiente de competencia. Si estos recursos fueran más abundantes, el número de comensales aumentaría, con lo que se volvería al nivel de escasez inicial y a la competencia, indicando que la economía nos libera del determinismo, pero a costa de conflictos sociales. Desde el punto de vista puramente fisiológico, el ser humano pertenece a la especie de seres vivos menos adaptada de todas a un medio particular. Sin embargo, su inteligencia abstracta y racional, que lo distingue de todas las otras especies, le permite ser la especie más flexible y dúctil para vivir en distintos ambientes. Crea tecnologías, que no son otra cosa que extensiones de su cuerpo, y se empeña para explotar distintos nichos ecológicos, es decir, distintos recursos naturales, resultando ser usualmente más eficiente que los competidores de otras especies en el nicho del que dependen para depredar y utilizar. Además, la inteligencia humana, a diferencia de la de los animales, que viven exclusivamente en el presente, es capaz de desarrollar proyectos de futuro en base a la experiencia obtenida y la experimentación. La economía es entonces la actividad humana dedicada a explotar racionalmente los recursos naturales, no sólo para satisfacer las necesidades de una población humana en forma inmediata (como es el caso de las otras especies), sino también para asegurar que estas necesidades serán satisfechas en el futuro.

La actividad económica, aunque es social y colectiva, no es necesariamente fraternal. Los sistemas económicos son socialmente injustos, favoreciendo a algunos más que a otros. Los bienes y servicios son relativamente escasos y no alcanzan para todos, quedando algunos con abundancias y muchos con carencias. La producción requiere trabajo, que es una actividad humana que implica esfuerzo, sacrificio y sufrimiento, y debe ser forzada de alguna u otra manera, pero que se resume en el adagio paulino “quien no trabaja, no come”. En el origen de las guerras y los peores sufrimientos humanos está la economía. Los pueblos más civilizados se caracterizan por la búsqueda de la justicia, la equidad y la fraternidad, y tratan de dar solución a los siete pecados capitales (lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia) que contiene la economía en su búsqueda del bien común.

Sin embargo, la economía no trata simplemente de la organización social y tecnológica destinada a la satisfacción de las necesidades materiales de los seres humanos. Desde luego, no nos conformamos de ninguna manera con el hecho de que la muerte representa el fracaso más rotundo a todos los esfuerzos desplegados para nuestra supervivencia individual. Buscaremos toda forma que nos asegure de alguna manera u otra la eternidad. El poder, la gloria y la riqueza han sido los recursos favoritos que los seres humanos han buscado en sus vanos intentos por conseguir la vida inmortal. De allí que el concepto “necesidad humana” sea tan amplio que abarca desde la indigencia más total hasta la pequeñísima privación que existe para la superabundancia, desde la miseria más abyecta hasta la mínima carencia que falta para abarcar toda la infinita gama de la diversidad posible. Para quien siendo fatalmente limitado y mortal pretende la gloria y la inmortalidad a través de la posesión de riquezas, las necesidades son imposibles de satisfacer. La economía, más que vincularse objetivamente con la producción y distribución de bienes y servicios, contiene una carga de irracionalidad y egoísmo que se manifiesta, por ejemplo, en fundarse sobre el concepto netamente burgués del derecho inalienable sobre la propiedad privada, aunque degrade valores antropológicos vitales, como la solidaridad. Detrás de la defensa absurda de este pretendido derecho se encuentra el pavor a la muerte y el ansia irracional por la inmortalidad. Si los bienes materiales son así definidos porque sirven para que los seres humanos puedan sobrevivir y proyectarse, no existe justificación ética alguna para que aquellos se destinen para asegurar una supuesta inmortalidad.

Si las riquezas son limitadas en razón de su relativa escasez o su costo, las necesidades satisfechas en demasía relativa de un individuo significa la insatisfacción relativa de las necesidades de otro individuo. Un producto durable de uso privado es consumido sólo por su poseedor; si fuera de uso público, serían muchos quienes se beneficiarían. Un producto de consumo directo, como el pan, puede satisfacer alternativamente las necesidades de distintos consumidores. La economía se vincula con la política para resolver el problema de quien, en último término, será el consumidor privilegiado que logrará satisfacer alguna necesidad en particular. El Estado, que tiene el poder para dirigir, controlar y regular la actividad económica, es visto por grupos de poder como el medio para mejorar su relativa condición respecto a una riqueza. Si el Estado se funda en la democracia, que es el único régimen político que está en función de los derechos humanos, entonces la guía para su accionar político es el bien común; en cambio, si se funda en, digamos, el capitalismo, entonces no debemos escandalizarnos que sea el beneficio del capital privado el principio de su ordenamiento político. No corresponde a la función del pensamiento económico analizar cuáles son las necesidades humanas que deben ser satisfechas, cuáles son prioritarias o cuáles constituyen derechos de las personas, pues pertenecen, desde el punto de vista teórico, a la ética y, desde el punto de vista práctico, a la política. Desde sus respectivas perspectivas, ambos intervienen en el ámbito de los intereses individuales de supervivencia y reproducción y de los intereses colectivos de subsistencia. No obstante, cuando el poder político aplica algún modelo económico, se producen fuerzas tan poderosas que intervienen directamente sobre estos intereses, muchas veces desequilibrándolos y distorsionándolos, y generando incluso injusticias, despilfarros, carestías, daños ecológicos y guerras.

El capitalismo se hace la siguiente pregunta: ¿cómo desarrollar la economía y hacerla crecer? La economía no es una actividad estática relativa a la producción y distribución de bienes y servicios, sino que el capitalismo, mediante la propiedad del capital, trata del dominio, control, gestión, organización y administración de los factores de la producción y la distribución de lo producido. Entre las fuerzas que intervienen la principal proviene de la misma actividad humana. Ésta actúa ya sea directamente, ya sea dirigiendo y controlando distintas fuerzas, ya sea inventando tecnologías para obtener productos nuevos, mejores y más económicos. Aunque la actividad laboral es fuente de gran gozo cuando se domina el arte de transformar las cosas, se aprecia el producto terminado, se colabora en un esfuerzo común y se obtiene la retribución por el esfuerzo comprometido, la industrialización impone al trabajador una inhumana carga y rutina, siendo el ritmo de la máquina la que marca la cadencia a su actividad, pues ésta está más interesada en producir más al menor costo posible, relegando a la trastienda los elementos que hacen grato el trabajo.


Economía, sociedad y Estado


Una característica esencial de la economía en general es la de ser una actividad colectiva. Son los individuos las unidades discretas últimas que conforman la fuerza laboral, que constituyen la empresa, que la gestionan con mayor o menor eficiencia, que poseen los conocimientos técnicos, que desarrollan e innovan en tecnologías, que adquieren los derechos de explotación de las riquezas naturales, que arriesgan su capital, que distribuyen, comercian y publicitan los productos y que, por último, consumen los productos finales. En este sentido, la economía depende de la sociedad civil por estar constituida por los mismos individuos, los seres humanos. La sociedad civil organizada políticamente conforma el Estado que es el que regula la actividad económica, cobra impuestos y efectúa gastos significativos.

La actividad colectiva se hace necesaria para controlar las diversas fuerzas requeridas para crear riqueza. Desde siempre las partidas de caza y las tareas de recolección, a través de las cuales se obtenía el sustento, eran normalmente empresas colectivas y participaban en ellas todos los miembros del grupo social de una u otra manera, siendo el compartir el alimento, sentados a la mesa, una señal de convivencia, cooperación y solidaridad. Las artesanías ampliaron el impacto colectivo cuando se especializaron y lograron mayor productividad, lo que promovió la necesidad por el intercambio comercial más allá del simple trueque. La agricultura, como otras actividades económicas, es una actividad altamente social por cuanto requiere trabajo colectivo, aprendizaje de técnicas, protección de los cultivos, transportes, mercados, seguridad de obtener beneficios por el esfuerzo desarrollado. La economía industrial depende de una estructuración social aún más compleja. Las necesidades de supervivencia y reproducción individual y de subsistencia de la sociedad constituyen fuerzas poderosas que gravitan esencialmente sobre la economía. Puesto que la economía conforma sistemas particulares y determinados según condiciones ideológicas, tecnológicas y de recursos humanos y naturales, la mayor o menor adecuación y adaptación a las condiciones económicas predominantes por parte de un individuo, un grupo social, una nación o una región del mundo determina su relativo éxito o fracaso. Una falla en un componente decisivo de la economía puede hacer colapsar toda la estructura social. Por otra parte, existen actividades económicas menos frágiles a embates económicos, y que poseen autarquía, como las de un campesino, un pescador o un recolector a un nivel de auto-subsistencia.

La actividad económica tiene por finalidad, no el perfecto funcionamiento de ella misma, ni tampoco el lucro de algunos pocos y la miseria de los restantes, sino el bienestar de los individuos que componen la sociedad civil. Todos los individuos dedican gran parte de sus esfuerzos diarios a la actividad económica. Sin embargo, si en la realidad no ocurre que a similar esfuerzo exista una correlativa retribución, es por la enorme funcionalidad de los denominados agentes económicos, que son en último término los seres humanos en la perspectiva de su funcionalidad económica y su poder relativo. Su funcionalidad proviene en gran medida del poder que les otorga el derecho de posesión de bienes materiales, y proviene también de determinados privilegios que pudieran detentar. También un modo de producción se impone cuando determinadas condiciones de recursos económicos, tecnologías y mercados son favorables para quienes controlan algún factor de la economía. Tanto la forma de posesión de un bien como el modo de relacionarse con un producto determinan algún tipo de poder relativo, que gravita sobre la política.

La sociedad determina relaciones de poder entre los mismos individuos que establecen quienes, cómo y en qué medida deben realizar los esfuerzos para producir; quienes, cómo y en qué medida lo producido se puede consumir, lo que implica muchas veces la posibilidad misma de sobrevivir; y quienes, en último término, adquieren mayor poder para controlar y dirigir la economía. Dentro de una sociedad los individuos se agrupan en clases sociales. En una sociedad de economía capitalista estas clases se identifican principalmente por su poder económico y  los intereses mantenidos en común. Adoptan además los valores éticos y estéticos de clase. Tratan de controlar una mayor proporción del poder político total. Los poseedores del capital tienen el poder económico. Poseen los recursos naturales, las materias primas, las tecnologías, las empresas, las propiedades, los productos. Disponen de todas estas cosas hasta el límite mismo permitido por las leyes que legitiman la posesión. Obtienen rentas, beneficios, intereses y utilidades. Estos rentistas, inversionistas, negociantes y prestamistas, se ubican a la derecha del espectro político, pues prefieren una economía liberal, donde el poder del Estado tenga poca injerencia en los asuntos económicos, pero defienden una estructura política conservadora y autoritaria, pues se le señala al Estado el doble objetivo del poder necesario para imponer orden y disciplina al trabajo y la autoridad suficiente para proteger enérgicamente la propiedad privada. En contraste aquéllos con poco o nada de poder económico se ubican naturalmente a la izquierda y tradicionalmente se identifica con posturas socialistas. Suponen que si no se tiene el poder que la posesión de capital confiere, al menos se debe buscar el alero del poder político, que tendría una capacidad para restringir el poder, los abusos y los privilegios de los capitalistas y propietarios, aunque muy limitada.

En una economía capitalista los agentes económicos que venden y compran concurren en un mercado que supuestamente debe estar libre de toda presión, en especial la del Estado. Es decir, no debería existir otra influencia más que el interés individual de dichos agentes, de modo que el mercado pueda operar supuestamente según la oferta y la demanda que allí se genera, y que termina por establecer la escala de precios, los que sirven también como señales para regular las cantidades que se ofrecen y demandan. Sin embargo, la dicotomía Estado-mercado es simbólica, pues los dos conceptos no son equivalentes y se refieren a entidades que existen en escalas distintas, estando el primero en una escala que comprende el segundo. En efecto, el Estado recibe se autoridad de los seres humanos en tanto individuos sociales y gobierna sobre los mismos, mientras que el mercado comprende los productos de los agentes económicos en tanto vendedores y compradores. En este sentido, un ciudadano no es equiparable a un consumidor. Un ciudadano es una persona que como miembro de una sociedad civil es sujeto de deberes y derechos. Un consumidor es un individuo que participa en el mercado según las reglas que éste establece. Un contribuyente está equivocado cuando exige al Estado cuando considera que no le está dando el servicio que espera; un contribuyente debe ser primeramente un ciudadano activo y no un consumidor decepcionado.

La relación vendedor-comprador no está en un mismo plano. Lo que hace esta diferencia en una relación que se supone lineal es el poder relativo de las partes, que proviene de dos factores. Primero, del equilibrio establecido por la cantidad que se ofrece y se demanda. Por ejemplo, si la oferta por trabajo es mayor que la que se demanda, la remuneración disminuye. Segundo, del derecho de posesión. Para ser agente económico se debe poseer algo. El hecho de poseer significa o un derecho otorgado por la sociedad civil o una capacidad individual favorable. Hay agentes que poseen el capital, otros que poseen las materias primas, otros que poseen sólo su propio trabajo, otros que poseen la capacidad para administrar una empresa, otros más que poseen los conocimientos tecnológicos. La otorgación de un derecho y la normativa de su ejercicio dependen en último término del Estado y la sociedad civil. Posesión significa tanto dominio y sometimiento como una capacidad para ejercer fuerza, pues lo que se posee son estructuras funcionales que nos proveen energía o que son extensiones de nosotros mismos. Los tipos distintos de posesión son la fuente de las principales desigualdades sociales, y un Estado democrático tiene por función eliminarlas. Si no logra hacerlo es porque grupos de poder se han apoderado parcial o totalmente de éste.



Factores de la economía



La materia prima


La materia prima no es lo mismo que el concepto aristotélico para referirse a un componente del ser metafísico. Lo que ambas tienen en común es la característica de estar en potencia. La materia prima económica corresponde a los elementos en su estado inicial con respecto a un proceso productivo dado, cuyo término es el producto. Las materias primas son bienes que se encuentran en estado natural o que ya han sido parcial e intencionadamente modificadas por los seres humanos en el proceso productivo. Con la aplicación de los otros factores, se transforman en bienes funcionalmente útiles. Desde el momento en que una materia es demandada, constituye una riqueza y su relativa escasez o abundancia, incluyendo su costo, determina su valor. El origen primero de la materia prima es la naturaleza. Ésta está constituida por las riquezas naturales tanto físicas como biológicas, y se habla entonces de recursos naturales.

En la economía capitalista su necesario crecimiento amenaza la capacidad de recuperación neta para muchos de los recursos naturales. Se ha introducido el concepto de “economía sustentable”, que implica no emplear más recursos que los que la naturaleza es capaz de producir a largo plazo. La relación existente entre capital y recursos naturales es desequilibrada, sobre todo con la acumulación exponencial del capital que persigue ser reinvertido. Pero la naturaleza de nuestra limitada Tierra ya no tiene capacidad para seguir siendo explotada a las crecientes tasas actuales. Nos estamos ahogando en contaminación, basura y páramos estériles, mientras los recursos terrestres se están agotando. El resultado significará pérdida de capital.


El capital


El capital es uno de los factores de la producción. Es la energía acumulada por el trabajo realizado anteriormente y no consumido y la posesión de recursos naturales aún no explotados que se emplean en el proceso de producción de bienes y servicios. El capital se puede usar 1º para: desarrollar y diseñar el producto según un modelo de negocio, realizar los estudios de mercado y determinar el segmento de mercado, confeccionar el proyecto de evaluación económica, organizar la empresa, adquirir los terrenos, los elementos de trabajo y las maquinarias, implementos e instrumentos, la amortización, cubrir los costos de la puesta en marcha, promover el producto, adquirir insumos, pagar remuneraciones, cubrir los costos de almacenaje, pagar fletes, comerciar el producto, cubrir gastos varios, etc., hasta que retorne a través de la venta de lo producido. El precio del producto es igual a lo invertido en su producción, que es el costo, más un superávit, que es la utilidad o ganancia. 2º El capital se puede usar para ser prestado a un tercero, a cambio de percibir intereses hasta que aquél sea retornado. Los bancos tienen sus modalidades para crear capital de la nada en la perspectiva de  que parte del que es prestado retorna al banco en depósitos por inversiones del capital que anteriormente había sido prestado, de modo que un mismo capital se presta muchas veces a distintos prestatarios. 3º También el capital puede ser utilizado para comprar bienes principalmente inmuebles y arrendarlos a cambio de una renta que supere los intereses que beneficia al capital más la amortización de los dichos bienes.

El mayor o menor beneficio que se espera obtener de una inversión depende de tres factores: la oportunidad, el riesgo y las expectativas de rentabilidad de la inversión. El capital se invierte naturalmente en aquellos negocios que prometen el mayor beneficio posible, en el menor tiempo posible y con el menor riesgo posible. El capital también se puede perder o destruir. Puesto que normalmente no se tiene el control de todas las condiciones que pueden afectar una inversión, el negocio puede fracasar y el capital invertido puede ser consumido como la gasolina que se quema al aire libre sin provecho alguno.

Desde el punto de vista ético, el capital se refiere específicamente a los derechos sobre dicha energía acumulada. Su propiedad llega a ser un factor de la producción absolutamente desequilibrante y hegemónico, pues si tiene la capacidad para comprar los restantes factores de la producción, también los puede llegar a dominar y controlar. . El derecho de propiedad privada se refiere a la posesión de riqueza para obtener, poseer, usar, usufructuar, beneficiarse, controlar, emplear, disponer de y dejar en herencia tierra, capital, cosas y otras formas de propiedad. Una riqueza es un bien o recurso material escaso o no, que puede ser alternativamente usado, usufructuado y dispuesto por otros individuos.  Este derecho no es un derecho humano, sino que es un derecho positivo que el poder político que la plutocracia domina lo transforma en un privilegio. En contraposición está el derecho de propiedad personal. Éste es un derecho fundamental y humano que la sociedad civil debe proteger y promover y el Estado debe proteger de robo y usurpación como parte de los derechos a la seguridad y la protección. El derecho de propiedad personal asegura la vida y la libertad individual del propietario al otorgarle los medios fundamentales de subsistencia para una vida digna e independiente. Se refiere a las cosas que cada persona necesita, como la vivienda, el automóvil, los implementos de trabajo, la ropa, los medios de entretenimiento y cultura. En la actualidad ambos derechos de propiedad, el privado y el personal, se confunden intencionalmente.

John Locke (1632-1704), el conocido filósofo inglés, creyó que el derecho a la propiedad es un derecho natural primitivo y comprende el derecho a la vida, a la libertad y a la posesión de hacienda en función siempre del trabajo desarrollado. Cada uno tiene el derecho a poseer la totalidad del fruto de su trabajo. Opinó además que la propiedad existe en el estado de naturaleza, siendo anterior a la sociedad civil.  El objeto que persiguen los seres humanos al unirse para formar una comunidad y colocarse bajo un gobierno, donde el derecho a la propiedad está garantizado por un sistema legislativo y político, es la preservación de sus propiedades. Jamás Locke sospechó que el derecho de propiedad privada que proponía como derecho natural e inalienable, sería fundamental y naturalmente el débil respaldo jurídico y ético de la propiedad inapelablemente privada sobre el capital y bienes rentables y que iba amparar las grandes fortunas industriales y el comerciales, los gigantescos imperios económicos e industriales del siglo siguiente y el gran capital de los siglos posteriores y que una economía desarrollada hace posible. Menos pudo prever este influyente filósofo la enorme acumulación de capital requerida por las grandes empresas nacidas del carbón y el hierro, y las aún mayores surgidas del acero y la electricidad, de los materiales sintéticos y la electrónica, de las comunicaciones y los transportes e incluso de la guerra. Por el contrario el filósofo francés, J. J. Rousseau (1712-1778), había afirmado que el derecho a la propiedad no proviene de la ley natural, tal como los derechos a la vida y la libertad, sino que siguió al hecho de la toma de posesión cuando decía con cierto cinismo: “el primer hombre que, después de proclamar «esto es mío» y encontró gente lo suficientemente simple como para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”. Se puede concluir que la sociedad civil, investida de tanto poder podría sin duda dar vuelta este argumento para apropiarse de esta propiedad y legitimar además esa acción en función de la equidad y el bien común. En efecto, es la sociedad civil la que otorga al individuo derechos para poseer y no una supuesta ley natural.

Los derechos de uso y usufructo del capital son conferidos por el Estado según las conveniencias del interés común. El Estado no es neutral respecto al uso de capital, ya que su inversión es un factor decisivo de la producción económica y, por tanto, del desarrollo y crecimiento económico de una nación. Resulta ser aún menos neutral con respecto a la propiedad del capital, y ello por dos razones. Por una parte, la posesión de capital genera poder económico, el que trae aparejado poder político. Por la otra, el usufructo de los beneficios del capital incrementa los privilegios de su poseedor. En consecuencia, la ideología económica que un Estado llegue a adoptar llega a ser muy sensible en la estructuración social. El derecho conferido a la posesión de capital privado genera naturalmente desigualdades sociales, siendo en ciertas situaciones éstas muy profundas, y como consecuencia promueve además diferencias políticas, haciendo más poderosos a los poseedores de capital, quienes tienden a formar partidos políticos muy gravitantes en el interés general. Cuando son los particulares los reclamantes de la posesión de capital, se esgrime el argumento de la subsidiariedad y de la iniciativa privada como motor eficaz del desarrollo económico, pero ocultan su codicia y ambición detrás de una actitud altruista. Repugna a la Ética que el capitalismo engendre en los poseedores de capital individuos tan egoístas, codiciosos, soberbios, tacaños, pretenciosos, vacuos, crueles, vanidosos y miserables.


El trabajo


El trabajo se refiere a la actividad humana, tanto física como intelectual, que está envuelta directamente en la producción. Es el esfuerzo que debe desempeñar el ser humano para procurarse de los productos que le permiten sobrevivir. Los animales también realizan esfuerzo en la actividad de procurase los recursos que le permiten sobrevivir y reproducirse. Pero los seres humanos se distinguen del resto de los animales por varias razones. Entre éstas ellos valoran económica, social y psicológicamente su actividad de producir; utilizan energía no humana y medios naturales y artificiales para reemplazar los propios; también ejercen más actividad en producir que la estrictamente necesaria para sobrevivir y reproducirse. Además de procurar los medios de supervivencia y desarrollo al ser humano, permite indirectamente a cada individuo relacionarse socialmente, obtener una identidad particular, satisfacer sus necesidades de creatividad, pasar el tiempo y también adquirir un relativo dominio sobre su existencia. El ocio, por otra parte, si no es un descanso entre el trabajo o no constituye una actividad distinta, genera ansiedad y frustración. El trabajo, al producir riquezas, confiere poder y prestigio.

El capitalismo redujo el trabajo humano a mera actividad mecánica inducida por la división del trabajo. La máquina de vapor, como unidad motriz que mediante un largo eje rotatorio horizontal, cuya longitud abarcaba el largo de la fábrica, movía las diversas máquinas e imponía el ritmo y el tiempo del trabajo de los trabajadores. Esta situación no se flexibilizó con el motor eléctrico, que independizaba el funcionamiento de cada máquina, sino que hizo posible la introducción de la línea de montaje según parámetros tayloristas, la que encasilló aún más la actividad humana. El futuro del trabajo está ahora determinado por el desarrollo y la extensión de la computación, la automatización y la robótica. Quien no se adapte a estas nuevas condiciones verá peligrar su fuente de ingresos para sobrevivir. El individuo, revestido de su función económica de trabajador, cambia su esfuerzo y tiempo por una remuneración. Las funciones del trabajo no son precisamente la identificación afectiva del trabajador con su actividad laboral, ni su asociación con otros seres humanos a través de su actividad. Tampoco es su dignificación mediante su trabajo, ni el gozo intenso que le puede producir desempeñar una actividad útil y apreciar su producto. Puesto que estas valoraciones, propias de las antiguas artesanías, no maximizan el beneficio del capital, no les son útiles. En cambio, lo que el capitalista ve en el trabajo es un desmesurado salario a cambio de ineficiencia y poca productividad del trabajador.  Algunos capitalistas se enorgullecen imaginando que son benefactores sociales cuando suponen que dan trabajo. Esta idea sería verdadera si el capital tuviera un origen extra-social y su posesión fuera por derecho natural. Sin embargo, el derecho de posesión lo otorga la misma sociedad a la que también pertenecen los trabajadores y que tiene por finalidad el bien común.

La causa profunda de la desigualdad social es que en el libre mercado el trabajo naturalmente abunda, mientras el capital es siempre escaso. En el mercado se produce una sobreoferta de trabajo al tiempo que siempre existe una sobre demanda por capital. La participación de los beneficios de la actividad económica resulta bastante desigual y muy poco equitativa, siendo la participación del beneficio en cualquier emprendimiento productivo mucho mayor para quien posee el capital. Este factor es más desequilibrante cuando el trabajo no es calificado y el capital es intensivo en tecnología. De hecho, el trabajo debe ser efectuado a cualquier precio, pues quien lo ejecuta está forzado primeramente a sobrevivir. En cambio, el capital, que está siempre en gran demanda, es cómodamente invertido en la actividad que ofrezca el mayor beneficio dable y en el menor plazo y riesgo posible. Incluso si la calidad del trabajo mejorara en cuanto una mayor productividad del trabajo como resultado de una mayor capacitación, disciplina y dedicación, y si estas características pertenecieran en forma generalizada a toda la fuerza laboral, el nivel de remuneraciones se mantendría necesariamente baja, lo suficiente para permitir que los trabajadores sostengan dicha calidad que está en relación directa con la productividad general.

El capitalismo busca la maximización de los beneficios y logra conseguir automáticamente una cierta tasa de desempleo a través de intensificar la inversión en bienes de capital y/o desarrollar tecnologías sustitutivas de mano de obra y, por tanto, de mayor oferta de trabajo, lo que se traduce en miseria para los cesantes y pobreza para una mayoría de trabajadores. También busca disminuir el costo del trabajo y no ha dudado históricamente en invertir en regiones de abundancia de mano de obra, explotar mano de obra infantil, incorporar a la mujer al trabajo, extender el horario de trabajo hasta límites insostenibles, abogar por la flexibilidad laboral.
La utopía del progreso sin límites supuso que el trabajo podía ser reemplazado totalmente por la máquina y los seres humanos podían vivir en el ocio. También lo paradójico es la tendencia del capital de reemplazar el trabajo por tecnología, dejando abierta la pregunta: ¿quién llegará a comprar los productos si las remuneraciones se van suprimiendo, disminuyendo así el número de consumidores? Vemos, por tanto, que en la actual economía tecnologizada y neoliberal el valor relativo del trabajador es bajo, aunque esté bien capacitado, y su empleador se lo hace saber mediante un trato despótico y muy poco humano. Y sin embargo, este trabajador puede sentirse afortunado porque tiene un empleo. Quien es absolutamente prescindible por el sistema son los miles de millones de seres humanos en el mundo que no están capacitados para un puesto en demanda, pero que deben buscarse su diario sustento en precarias tareas, como microempresario, pequeño comerciante, peón temporero, pequeño campesino sin capital y otras tareas tan marginales como recurridas.


La gestión


La gestión es un cuarto factor de la producción.  En cualquier emprendimiento económico hay intencionalidad y se requiere administración, control y planificación. En una economía capitalista la gestión empresarial pertenece exclusivamente al propietario, o sus representantes, que concentra todas las decisiones posibles que se puedan tomar. Es lo que se llama “libre empresa”. Mientras el empresario tiene todo el poder y la autoridad dentro de la empresa pero una responsabilidad limitada, el trabajador no debe tener iniciativa ni poder de decisión en la empresa y debe hacer disciplinadamente lo que se le ordena so pena de ser despedido y reemplazado. Determinar dónde, cómo, cuándo y cuánto invertir influye decisivamente en la empresa, su orientación y tamaño, las condiciones de trabajo, los beneficios, los productos y hasta en sus precios.


La tecnología


La tecnología también es un factor de la producción y es la aplicación en la técnica a la ciencia, que es el conocimiento teórico del cómo funcionan las cosas. El grado de desarrollo material es directamente proporcional a la eficiencia del trabajo a través de la tecnología. La tecnología tiene una doble función: produce extensiones extremadamente eficientes de nuestro cuerpo, reemplazando más efectiva y económicamente el esfuerzo, tanto intelectual como físico, para dominar y hacer más accesible las riquezas naturales, y sirve tanto para que nos adaptemos mejor al medio como para adaptar el medio a nosotros. Una tecnología se desarrolla hasta el límite mismo de la funcionalidad para explotar y utilizar el objeto.

Hace tan sólo dos siglos, cuando se llegó a dominar el vapor, comenzó la llamada Revolución industrial y el capitalismo, creándose una relación íntima entre capitalismo y tecnología. La aplicación de la ciencia a la técnica, junto con la inversión de cuantioso capital en investigación y desarrollo tecnológico han provocado en nuestra época una “explosión tecnológica”. La tecnología es un factor de la producción capitalista puesto en cómo maximizar y explotar óptimamente los recursos económicos. Es conocimiento acumulado, a menudo celosamente guardado. Es capital invertido en investigación, innovación y desarrollo. Es propiedad de alguien que busca beneficiarse. Es una poderosa fuerza que tiene decisivos y profundos efectos sobre la estructura social y económica. Puesto que lo que obtiene son máquinas, productos, procesos y materiales para extraer más recursos, reemplazar el trabajo y producir masivamente, es también una forma de acumulación y concentración de capital. Una nueva tecnología optimiza el beneficio del capital al conseguir productos más competitivos. El capital es invertido en tecnología con un doble propósito: reducir los costos del trabajo y explotar mejor la naturaleza. La tecnología en combinación con el capital privado tiene básicamente como efecto el consumismo de las masas y el despilfarro de una minoría, la expoliación de los recursos naturales, una explosión demográfica generadora de seres humanos condenados a la miseria y la concentración de poder en manos de unos pocos. Se puede comprender entonces que la tecnología, en la cual se cifraron tantas esperanzas, no pueda dar respuesta en forma directa a los problemas más vitales de una mayoría cada vez más grande de la humanidad, como la indigencia, la ignorancia, la falta de libertad.

Ya Marx denunciaba que el capital invierte en tecnología, inventando máquinas sustitutivas de trabajo, para limitar el costo del trabajo y mantener los salarios bajos. Posteriormente, Schumpeter dio otro cariz a esta relación. La libre competencia entre empresas no existe; lo que existe es la competencia entre nuevos productos. La aparición de innovaciones en el mercado aventaja lo conocido. Nuevos bienes, nuevos métodos de producción, nuevos mercados, nuevas materias primas obtienen mayores beneficios, aun cuando se vendan a precio de mercado. Estas innovaciones tecnológicas, generadas por la inversión de capital, resultan competitivas hasta que otras innovaciones las desbancan de su situación ventajosa. Lo que esta argumentación está soslayando es que la inversión de capital en tecnología es justamente para reemplazar el trabajo por tecnología, siempre que el costo de esta tecnología sea menor que el costo del trabajo. En la actualidad se está hablando de robotizar los procesos de producción, haciendo el trabajo innecesario. Entonces el capital dejará de tener una función social y servirá sólo para enriquecer aún más a los ricos, mientras los pobres, que son la inmensa mayoría de la población, desaparecerán de la faz de este mundo feliz.

Simultáneamente, la explosión tecnológica posee otra faceta. Ha generado una situación enteramente inédita al presionar en exceso sobre los finitos recursos de la naturaleza. A pesar de que hasta hace un par de décadas se creía que el progreso económico que traía la tecnología y el conocimiento científico permitirían solucionar todos los problemas de la humanidad, actualmente se percibe que nunca como ahora el ser humano está rompiendo los equilibrios ecológicos de los que forma íntimamente parte, y este proceso destructivo del medio ambiente se está llevando a cabo con la misma aceleración exponencial con que se desarrolla la tecnología. Por ejemplo, la moto-sierra que está derribando los bosques del planeta tiene apenas 50 años desde su primera aparición.



La economía liberal



El individualismo


El capitalismo desarrolló una ideología, la liberal, cuyo origen se encuentra en la filosofía inglesa que realza el individualismo. Éste es la idea de que el ser humano puede hacerse a sí mismo, desvinculado de toda autoridad religiosa y moral, y el Estado no puede interferir con su acción en la suposición de que cada cual anda tras lo suyo. Es una abstracción de la naturaleza de la persona para explicar la relación entre los seres humanos y la de éstos con la sociedad civil y el Estado. Naturalmente, al ser una abstracción, se omite la complejidad del ser humano. Los filósofos ingleses –empiristas, positivistas y utilitaristas– enfatizaron los siguientes aspectos: 1º El individuo existe para sí mismo, independientemente de la sociedad, y su propia finalidad le es tan exclusiva que no necesita de otros seres, siendo ésta perseguir su propia felicidad, concebida como gozo; para conseguir este objetivo, debe afanarse en producir riqueza material, que es lo único que puede satisfacer todas sus necesidades. 2º Todo es una mercancía, es útil y se transa en un libre mercado. Todo, incluyendo el capital, tiene natural e inalienablemente dueño y es propiedad privada. Toda propiedad hace digno al ser humano en el libre emprendimiento, sin considerar que se emprende libremente a costa del trabajo obligado y mal remunerado de la inmensa mayoría. 3º Lo original a partir de Adam Smith es la idea que sostiene que a través de este afán individual es posible alcanzar el bienestar social y la felicidad de todos a través de la acción de fuerzas puramente egoístas dentro de un orden espontáneo, pero enmarcadas por las leyes del mercado, obteniéndose el mayor beneficio económico posible para la mayoría y generando enormes riquezas para la satisfacción de las necesidades de todos. Él dedujo que el mercado llega al equilibrio económico cuando la oferta se iguala a la demanda, sin necesidad de que el Estado intervenga. Este pensamiento conformó el fundamento del pensamiento económico liberal e instaló a Smith como padre de la economía política contemporánea.

La ideología del individualismo surgió de la tendencia exagerada a suponer que la identidad consigo misma es igual a ser objeto de su propia actividad. Por ella se sostiene que la psicología de los individuos está hecha para perseguir su propio bienestar e interés particular, sin reparar en el interés general ni en la acción colectiva hacia cada uno. Thomas Hobbes (1588-1679) subrayó la idea de que la finalidad de cada uno es su propia felicidad. Para Locke el hombre es un ser razonable, la libertad es inseparable de la felicidad y el fin de la política es la búsqueda de la felicidad. No hay felicidad sin protección política y no hay política razonable que no entienda que el individuo desee la felicidad. Adam Smith supuso que existe una relación causal entre el afán de lucro individual y su efecto en el bienestar colectivo si se deja que las leyes del mercado operen libremente. Mediante esta ideología se sostiene que las fuerzas centrípetas del individuo producen indirectamente un encuentro solidario de fuerzas centrífugas que se juntan en virtud del mercado, desvalorizando lo social y lo democrático. La ética individualista ha elevado los pecados capitales de la codicia y el egoísmo a la categoría de virtudes cardinales. Ella deshumaniza la sociedad al interponer el dinero como el principal vínculo de las relaciones humanas. Origina individuos egoístas al enfatizar el lucro individual como motor y fin de la actividad humana. Impone el valor de la competencia individualista a nuestra natural psicología de cooperación y solidaridad. Trastoca el carácter de creatividad y contribución del trabajo por mera mercancía impersonal. Genera un consumismo y un exitismo desenfrenado. Propone modelos para el deber ser que son estereotipos irreales e irrealizables, provocando angustias generalizadas.

Sin embargo, el individualismo no responde a los hechos antropológicos de la solidaridad, la equidad y la cooperación. Aquella idea está detrás de la práctica política de la no participación ciudadana, concibiéndose como suficiente la representación de los intereses individuales y la participación en el mercado. El ser humano ha evolucionado genéticamente a lo largo de centenas de miles de años de vida tribal que han impreso indeleblemente en nuestro genoma una psicología de cooperación, solidaridad y participación en la sociedad. Este hecho ha permitido al ser humano ser la especie más exitosa del planeta. Puesto que la naturaleza humana no se explica únicamente por el egoísmo, sino que también por la solidaridad, el individualismo tiene, ideológicamente hablando, una enorme contradicción. Adicionalmente, su condición de sapiens le permite proyectar intencionalmente su vida, más que a la pura satisfacción de sus necesidades inmediatas, hacia incluso la posibilidad de lo transcendente, lo que lo hace un ser eminentemente moral. La ideología individualista siempre repugnará a la conciencia solidaria que sostiene que la subsistencia social depende de la acción altruista y que cualquier otra cosa es la legitimación del abuso y el privilegio.

El liberalismo actual se basa en el concepto de la “libertad para elegir”. Tal es el título de uno de los libros (1980) más populares de unos de los propulsores principales de esta ideología, Milton Friedman. El liberalismo supone que el individuo es libre porque, siguiendo a David Hume (1711-1776), “tiene la capacidad para actuar o no actuar de acuerdo a las determinaciones de la voluntad”, pudiendo elegir entre una multiplicidad de alternativas para obtener un fin deseado, cosa que pueden hacer los animales. Como mejor se expresa la libertad es en la economía y se puede ejercer en su plenitud en el libre mercado, donde sirve para comprar y vender. En la economía capitalista la libertad se ejerce principalmente para emprender, pero queda limitada a la minoría que tiene acceso al capital. Igualmente, la libertad para  ser empleado está limitada por las oportunidades que ofrece el mercado laboral. Sin embargo, en el ser humano la libertad, que le es fundamentalmente, es mucho más. Es lo que caracteriza la acción intencional, que es la capacidad personal para auto-determinarse.  La libertad es la acción en las tres instancias de la conciencia. En lo intelectual la libertad se ejerce para buscar la verdad, superar la ignorancia y, sobre todo, los prejuicios y obtener, no tanto información y conocimiento, sino sabiduría. En lo afectivo la libertad se ejerce para ser feliz al superar el miedo, la angustia y el sufrimiento. En el plano de la efectividad, que es propiamente el de la acción intencional, la libertad se ejerce desde la perspectiva moral, no tanto para buscar el bien y evitar el mal, que no son fuerzas o estados objetivos, sino para superar el odio y conseguir amar. En este sentido, la libertad es una característica de la acción humana más profunda que el trivial significado que el liberalismo pretende darle y que acentúa el rechazo hacia una autoridad represora.  

Por el imperativo de la empresa libre y su interés particular un régimen liberal necesita debilitar la participación ciudadana en el poder político y generar simultáneamente una clase política aún más desvinculada de la ciudadanía. La actividad política del ciudadano queda reducida a votar por el candidato impuesto por la clase política, que está dominada por la oligarquía capitalista. La democracia liberal adquiere sólo una estructura formal y no logra representar al pueblo. Los partidos políticos responden a interese de clase: rentistas, emprendedores, profesionales y trabajadores. Supone que todas las posibles relaciones humanas se reducen al intercambio mercantilista y transaccional. Así, el trabajador y el empleador intercambian trabajo por salario, el productor y el consumidor intercambian producto por dinero, el médico y el paciente intercambian salud por honorarios, incluso los esposos intercambian sexo por protección. El liberalismo quisiera que las funciones del Estado se redujeran a administrar eficientemente la macroeconomía y a mantener los servicios públicos mínimos, como el judicial y el policial, de modo que permitiera la estabilidad económica que posibilite la máxima seguridad para los negocios. Anhela que el Estado posibilite al máximo las libertades económicas y limite recíprocamente a un mínimo las libertades civiles, como si el individuo fuera sólo un ser que busca satisfacer sus apetitos más elementales. En el fondo, está más preocupado por la protección de la propiedad privada por medios jurídicos y policiales y teme que los desposeídos se rebelen.


La democracia republicana y el capitalismo


La teoría republicana realizó una verdadera revolución en la práctica política al erigir a la persona y su acción libre como la razón de ser de la acción política, y que se resume en dos aspectos: 1º el reconocimiento y la defensa de los derechos de las personas y 2º la acción política para determinar y alcanzar el bien común, que es el ámbito donde las personas son iguales y donde pueden auto-determinarse. Anteriormente, la acción política del monarca se desenvolvía gravosa y autoritariamente en los amplios espacios que permitían los derechos de pueblos y estamentos particulares. Actualmente, el liberalismo percibe en los ciudadanos su capacidad para actuar libremente sólo en el ámbito del mercado, cuando la ley no lo prohíbe y cuando hay elecciones. La democracia es un régimen político que reconoce que los individuos, si bien son partes de un todo como la sociedad civil (que es heredera directa de la primitiva tribu y la antigua polis griega), son personas y poseen derechos naturales (a la vida, la libertad, la protección) anteriores a aquella por tener objetivos que le son propios, que la trascienden y que deben ser reconocidos por misma sociedad y por el ente regulador y gobernante que ésta erige soberanamente. El Estado rige con plena potestad y autoridad sobre aquella parte de la persona que se relaciona con la sociedad civil referente al bien común, la convivencia, el orden y la paz social.

La relación del capitalismo con la democracia es embarazosa. El problema socio-económico más importante actual es la magnitud y el crecimiento de la pobreza en una sociedad cuya burguesía es cada vez más rica y poderosa. El efecto de la interacción política/capital es doble: 1º la propiedad privada del capital es celosamente protegida por el poder político, que el mismo capital contribuye a establecer y controlar; 2º el capital, que tiende a concentrarse, produce recíprocamente el dominio de muchos por pocos en muchos ámbitos de la vida, además del ideológico y el económico. El capitalismo engendra diferencias sociales profundas al producir bolsones de gran miseria que quedan marginados del sistema. Remunera el trabajo según una escala que en su extremo inferior cuenta con una proporción significativa de cesantes y subempleados dispuestos a cualquier salario y denigración para mejorar su precaria realidad. Sostiene a través del esfuerzo de muchos la opulencia y el poder más inverosímil de pocos. Crea riquezas que son despilfarradas en suntuosos lujos. Un régimen no puede considerarse democrático cuando por proteger un derecho civil, como el derecho de propiedad privada, viola derechos naturales y de mayor jerarquía, como los derechos a la vida y la libertad. El crecimiento económico se potencia a través de la división del trabajo, que se profundiza a medida que se amplía la extensión de los mercados y la especialización.

El derecho de propiedad, que surgió de vincular la posesión de tierras e implementos de trabajo con quien la trabaja y de identificar el producto del trabajo con el derecho a poseerlo, ha sido defendido con todo el imperio de la ley, aún cuando es sabido que su acumulación, cuando no del robo, proviene de la audacia, la habilidad financiera y la fortuna de estar en el lugar y el tiempo oportuno. La historia nos enseña que quienes poseen el capital, los burgueses, adquieren, por el mismo hecho de poseerlo, un poder político correlativo tan poderoso que pocas dificultades han tenido para legitimar y hacer valer el derecho de propiedad privada, y quienes han querido oponerse a este dictamen han sido violentamente eliminados mediante revoluciones, guerras, gobiernos autoritarios y la misma ley. Ocurre que en una sociedad capitalista, las instituciones políticas han tenido que adaptarse al imperio del capital privado. Harold J. Laski (1893-1950) ya señaló en Reflections on the Revolution of Our Time, 1933, que, considerando que el Estado pertenece a los poseedores del poder económico, las reformas alcanzan al límite que las clases acaudaladas consentirían sin llegar a las armas.

No se debe confundir la economía de mercado con la economía capitalista. Las funciones de ambas son muy distintas. La de la economía de mercado es determinar el valor de las mercancías y, a través del precio que adquieren en el mercado, conocer su relativa demanda u oferta, lo que sirve para señalar la dirección del desplazamiento de la economía y principalmente de la producción. Por el contrario, la función de la economía capitalista es justamente controlar dicho desplazamiento a través del predominio del capital privado, el que persigue la maximización del beneficio. La economía de mercado es dominada por la economía capitalista a causa del enorme poder que adquiere el capital al poseer la capacidad para determinar los modos de los otros factores de producción y de manejar además la voluntad del consumidor a través de la inversión en publicidad y la propaganda de ideologías que le favorecen. La publicidad es una inversión de capital que procura revertir la natural relación causal que se produce cuando una necesidad induce la producción de un bien o de un servicio que la satisfaga; incluso llega a imponer la moda, que es la ética de su consumo indicando cómo, dónde, cuándo, hasta cuándo y en qué cantidad es permitido consumirlo. El interés general ya no efecto efecto de una acción políticamente debatida, sino de la acción en el mercado de una multiplicidad de individuos que buscan su propio interés. De hecho, la economía capitalista utiliza la economía de mercado para sus propios fines. Al determinar dónde, cómo, cuándo y cuánto invertir influye decisivamente en las remuneraciones, los productos y hasta en sus precios. En la economía de mercado el capital consigue un poder tan extraordinario que la modifica hasta el punto de generar monopolios y cárteles para manipular el libre mercado.

Se afirma que el capital privado es más eficiente que otro tipo de propiedad de capital, lo que algunos explican por el antiguo proverbio “al ojo del amo engorda el caballo”. Lo que efectivamente explica este adagio es que el amo, en procura de engordar al caballo, está dispuesto a utilizar cualquier recurso, aunque sea mucho más eficiente empleado en otras finalidades. A pesar de utilizar los recursos hasta el derroche, el capitalismo no ha logrado solucionar los problemas económicos fundamentales, como ha prometido, que es el pleno empleo y la satisfacción de las necesidades básicas de alimentación, vivienda, salud, educación y entretenimiento para toda la población Tampoco el capitalismo es eficiente en la preservación del medio ambiente. Igualmente, se ha construido el mito de la eficiencia de la libre empresa, donde el propietario disfruta el ejercicio del poder como Lenin jamás lo pudo soñar. La libre empresa está más preocupada por mantenerse en el mercado que por producir bienes y servicios que tengan verdadera utilidad y que hayan sido producidos empleando concienzudamente los recursos. El objetivo que tiene el capitalista es si la empresa en cuestión tiene capacidad para generar utilidades que aseguren el interés que busca y acreciente su capital.



El capitalismo y la naturaleza



Los límites del crecimiento


Desde fines del siglo XVII hasta la Revolución Francesa los pensadores de la Ilustración habían querido iluminar la cultura, que estaba aún sumida en la oscuridad medieval, con la luz de la razón. Deseaban combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía, construir un mundo mejor para poner fin a las carencias materiales y la esclavitud del trabajo y transformar la triste heredad humana. Comenzaron desbancando la monarquía de derecho divino. Poco después, se creyó que la Revolución Industrial permitiría el sueño del mundo feliz añorado por la Ilustración. Sin embargo, del inocuo invento de la máquina a vapor que dependía de combustibles fósiles, que reemplazaba el esfuerzo muscular y que causaba el progreso material, surgió  el inicuo sistema que conocemos como capitalismo. Junto con las maravillas tecnológicas emergió el pensamiento económico sobre cómo producir riquezas y distribuirlas. Desde hace dos siglos y medio la economía moderna se ha ido constituyendo más en un arte que en una ciencia, y, manejada por la enriquecida burguesía,  su propósito ha sido la creación de riqueza material y el crecimiento a costa de la explotación del trabajo y la naturaleza.

Si antes la gloria por actos heroicos era una forma de reconocimiento, actualmente, y no de modo casual, se ha generalizado el afán por la realización personal que fuerza a los individuos a obtener éxito, siendo éste la capacidad para poseer y consumir. Probablemente, en culturas tribales el rico tejido de relaciones sociales, donde cada individuo era estimado y querido con cariño, lo mantenía lejano de las actuales ansias de reconocimiento. Se comprende entonces que la tecnología presione sobre los recursos naturales hasta el extremo mismo de sus posibilidades. El crecimiento económico está trayendo efectos de consecuencias críticas para el futuro no sólo de la humanidad, sino de toda la biosfera terrestre. La necesidad de subsistencia de las distintas naciones en nuestra estrecha Tierra fuerza la creación de economías altamente competitivas que tienen como efecto necesario la destrucción del medio ambiente. Además, esta competencia no sólo es inmisericorde, sino que relega la mayoría marginada a la miseria. Este crecimiento está afectando gravemente los equilibrios de los sistemas ecológicos, los que han resultado ser frágiles para los embates de la economía de crecimiento, acelerados por la explosión tecnológica y la acumulación de capital. El enorme consumo de recursos naturales no renovables y de recursos renovables a tasas mayores que su capacidad de renovación está generando su acelerado agotamiento. Los distintos ecosistemas son incapaces de absorber y neutralizar los desechos producidos, deteriorando vastas extensiones del planeta y degradando la totalidad del medio ambiente.

Es impensable que la actual población mundial consiga superar su actual estado de miseria y subdesarrollo a causa de que simplemente no existen los recursos naturales suficientes. Nos estamos ahogando en contaminación, mientras que lo que va quedando son espantosas cicatrices de basura y páramos estériles, creciente agotamiento de los recursos naturales y la marginación en la abyecta miseria de poblaciones cada vez más numerosas. Los objetivos políticos han venido verificando un desplazamiento. Atrás quedaron las utopías milenaristas por irrealizables. El espacio dejado por ellas está siendo ocupado por políticas netamente pragmáticas y cortoplacistas de supervivencia nacional e incluso local. Mientras tanto, asistimos a un diálogo de sordos entre ecologistas fundamentalistas del tipo conservacionista, aterrados por las probables consecuencias del crecimiento, y economistas neoliberales que siguen creyendo en la capacidad del capitalismo para solucionar los problemas de la humanidad, mientras son ciegos a las ominosas señales de la naturaleza. Después de todo nuestra Tierra es demasiado pequeña para el poder de expoliación de la economía de crecimiento. Cada vez más, ella nos resulta más delicada y pobre para la insaciable voracidad y la ilimitada codicia del gran capital y de las sociedades consumistas que éste promueve, o de las colosales guerras de destrucción y muerte por dominar los recursos que van quedando. La curva de crecimiento se cruza con la curva de recursos. Lo que queda entre ambas es marginación. El crecimiento económico genera miseria cuando sobrepasa los límites que impone la naturaleza.

Desde hacía algún tiempo algunos estudiosos estaban advirtiendo que en alguna fecha próxima el consumo de energía fósil, sobre la que se erige nuestra civilización, iba a llegar al punto de la curva de producción de energía cuando el petróleo que había sido consumido históricamente fuera mayor que las reservas conocidas. Esta fecha llegó probablemente en septiembre de 2008, y significó elevar sus costos de producción, haciendo insostenible el crecimiento económico basado en energía barata. Pareciera que la tesis maltusiana está de alguna manera relacionada con el cuento de Pedrito y el lobo. Probablemente, Malthus estuvo equivocado cuando diagnosticó que mientras la población crece en progresión geométrica, los alimentos lo hacen únicamente en progresión aritmética. Pero no se equivocó en cuanto al pronóstico acerca de que los alimentos no alcanzarán para todas las bocas que también hablan y ríen. Tal vez no es un problema ni matemático ni geométrico, sino que de límites.


El capitalismo y la ecología


Basado en la propiedad privada del capital y de los medios de producción, en el libre mercado tanto de mercancías como del trabajo, en el lucro y en la empresa privada, el capitalismo nos convenció desde su propia posición de enorme poder que es el modelo más eficaz y libertario para darnos la oportunidad de usufructuar de los bienes materiales. Los beneficios fueron tan aparentes que la sociedad concedió a la clase propietaria una cantidad de privilegios, tales como ejercer enorme influencia en la vida política, adjudicarse la tajada mayor, administrar la economía según sus propios intereses y actuar como verdaderos déspotas en sus propias empresas. El precio que la sociedad  ha debido también pagar ha sido supervalorar la codicia y el individualismo por sobre la solidaridad y la equidad. El significado de la acción del capitalismo sobre la naturaleza es que la inversión de capital tiene siempre por efecto la explotación de recursos naturales. Toda actividad económica se apoya en última instancia en la explotación de recursos naturales y en el consumo de energía, si no el capital no obtiene ganancia. Así, en el tiempo el capitalismo va degradando la naturaleza en forma también exponencial hasta su límite. El duro hecho de que la existencia de la posibilidad de desarrollo del capitalismo dependa de que se produzca más y de que se consuma lo que se produce, incide fuertemente en los recursos físicos de la naturaleza.

En la economía capitalista la relación existente entre capital y naturaleza es tan desequilibrada como la relación capital y trabajo. Las valoraciones culturales inducidas por el capitalismo que ponen el énfasis en el individualismo, el exitismo, la competencia, el crecimiento y desarrollo económico, la expansión de mercados y el consumismo, previsiblemente están conduciendo a la humanidad hacia un descalabro ecológico en un futuro relativamente cercano. Tras estas valoraciones se encuentra el poder del gran capital, que persigue el máximo beneficio en la explotación de los recursos, pero no necesariamente la eficiencia, tampoco la racionalidad ni la necesidad, y menos aún la equidad y la solidaridad. Son los mismos capitalistas, que no arriesgan perder el poder económico que disponen, que mantienen este sistema funcionando a como dé lugar y se oponen tenazmente a cualquier reforma al sistema que los pudiera perjudicar en lo más mínimo. Los capitalistas han participado en el juego político y militar y siempre han triunfado para mantenerse en el poder gracias a sus enormes recursos y su propia codicia. Ahora este mismo éxito podría ser su perdición y la de todos.

Concretamente, los ecologistas critican severamente al capitalismo ante la evidencia puramente práctica acerca del límite mismo del crecimiento, que es la destrucción de la naturaleza. 1º El éxito de la economía capitalista depende de que existan suficientes riquezas naturales que aporten a la inversión de capital una ganancia que debe ser mayor que el costo requerido en su explotación, por lo que es un sistema económico que necesita en forma creciente explotar la naturaleza para su propia preservación. 2º En su desarrollo el capitalismo está supeditado a la codicia humana, que termina por gravitar sobre los recursos naturales. 3º El capitalismo se fundamenta en la utopía del tecnologicismo; éste asegura la provisión de bienes y servicios sin límite de esfuerzo ni de explotación de recursos alguno para satisfacer todas las necesidades de los individuos. 4º La globalización es la tendencia del capitalismo para acceder a la explotación de todas las riquezas naturales de la Tierra, sin reserva alguna. Globalizado como está en la actualidad, el capitalismo está destruyendo irreversible y aceleradamente la naturaleza mientras el planeta está desnudando su dramática finitud. En resumen la acumulación de capital que la actividad económica genera aumenta en forma exponencial, de la misma manera como aumenta la explotación de los recursos naturales y la contaminación de la naturaleza hasta el extremo mismo de sus posibilidades. Los efectos de estas acciones son que sin nuevos recursos que explotar en un futuro mediato, la economía capitalista colapsará, arrastrando consigo la civilización que creó.


La economía sustentable


La cultura es a la sociedad lo que el conocimiento y el sentimiento es al ser humano. Aquella no sólo constituye el modo creativo de adaptación del grupo social a un medio en permanente cambio, también contiene normas éticas y valoraciones sobre las cosas que han emergido en el duro y constante embate por la subsistencia de la sociedad y la supervivencia de los individuos que la componen. La dificultad y el éxito que una norma ética o un valor cultural tiene para estructurarse en la cultura son directamente proporcionales a su estabilidad. El exitismo y el consumismo, como metas individuales, y el crecimiento y la expansión económica, como metas sociopolíticas, son manifestaciones muy enraizadas en nuestra cultura contemporánea. Ellos no sólo se expresan plenamente en una economía de mercado y aperturista, sino que son la expresión más acabada de este tipo de economía. Del mismo modo como en el pasado la cultura occidental produjo monjes, filósofos, conquistadores, misioneros, exploradores, colonizadores, imperialistas, la cultura contemporánea ahora engendra capitalistas, tecnócratas, trabajadores y consumidores. Sin embargo, los ecólogos están desde hace unas tres o más décadas advirtiendo y alertando sobre los peligros que entraña para la biosfera y para la humanidad misma la actual tendencia cultural promovida por la idea de progreso de un crecimiento económico ilimitado y exponencial. 1º El caudal del conocimiento tecnológico ha venido experimentando un enorme crecimiento acumulativo desde un comienzo que coincide con el principio de la edad neolítica, hace unos cien mil años atrás, hasta hace casi un siglo atrás. Como contraste se puede observar en las últimas décadas un desarrollo tecnológico explosivo acaecido en términos del progreso material y dominio sobre las cosas. 2º Íntimamente relacionado con el desarrollo tecnológico, el capital ha experimentado una acumulación también exponencial. 3º Las riquezas naturales están sufriendo, por el contrario, un agotamiento en la misma medida que los otros factores crecen exponencialmente. Mientras se creyó en el progreso económico indefinido, sin pensar que los recursos naturales son limitados, surgieron muchas ideologías políticas y económicas que profetizaban el término de la miseria y realizaban profundas ingenierías sociales. El desarrollo económico genera miseria cuando sobrepasa los límites que impone la naturaleza.

El problema es que una economía sustentable que impone limitaciones radicales al desarrollo es incompatible con un capitalismo competitivo que persigue el máximo beneficio. Los requerimientos del medioambiente y las tecnologías alternativas de energía y explotación de recursos naturales es el pago mínimo que debe hacer el capital para no destruir por completo la naturaleza y no terminar por destruirse a sí mismo. La presente encrucijada requiere además un radical cambio de actitud frente a la naturaleza y al ser humano. Nuevas normas éticas y valoraciones deberán ser estructuradas en nuestra cultura. Una economía sustentable sería propia de una era postindustrial, ya que al adaptarse a la explotación de recursos renovables de la naturaleza, obtendría escaso o nulo crecimiento, no pudiendo generar la riqueza que el capitalismo de la era industrial demanda. Los efectos de esta nueva economía de no crecimiento podrían ser muchos. Es de suponer que difícilmente podría ser tolerado el incontrolado crecimiento demográfico, las destructivas guerras, el masivo derroche. Las nuevas y restringidas condiciones de producción tendrían que priorizar la satisfacción de las innumerables necesidades humanas. Un nuevo orden económico compatible con las libertades y derechos humanos debería emerger. La esperanza deberá ser puesta en la capacidad que tienen los seres humanos para adaptarse a estas nuevas condiciones y crear nuevos instrumentos y modelos económicos.

Para que funcione la economía sustentable debe reunir dos condiciones: primero, utilizar recursos renovables dentro del límite de su capacidad de regeneración, y segundo, desechar contaminantes dentro del límite de la capacidad de absorción del sistema ecológico. El desarrollo sustentable implica un severo control a escala mundial de la propiedad de capital; su inversión deberá regirse no por el beneficio particular, sino que por el bien común, y deberá ser compatible con su impacto ambiental. Mayor valor tendría para los seres humanos la preservación del medioambiente que el consumismo. Nuevos valores y normas jurídicas y éticas deberán ser constituidos. En la futura cultura las personas deberán volverse más responsables, solidarias y austeras. El exitismo, el consumismo, la competencia, el individualismo, el lucro, que el capitalismo nos ha hecho tanto apreciar, ya no serán valores aceptables. Del mismo modo como la era preindustrial produjo en el pasado labriegos, pastores, artesanos y comerciantes y la actual era industrial engendra capitalistas, gestores, trabajadores, técnicos y consumidores, en la era postindustrial aparecerán otras actividades para los inquietos seres humanos.




36. LA TECNOLOGÍA




La tecnología es ciencia aplicada a la técnica mediante la invención. También es la extensión del cuerpo humano para hacer el trabajo más rápido y más eficiente. Igualmente, es uno de los factores de producción económica. Por último, la tecnología es inversión de capital para reemplazar el trabajo y obtener mayores beneficios por ahorro de salario y sus granjerías, como siete horas diarias de trabajo y cinco días a la semana, vacaciones, previsión, desahucio, ocio y conflictos laborales, y también para explotar las riquezas naturales en forma más efectiva e intensiva.



La técnica



En el reino animal la fuerza muscular es el único esfuerzo que está al servicio del organismo biológico para desplazarse y obtener activamente los medios de supervivencia. Desde la aparición del homo sapiens los individuos de nuestra especie han ido inventando técnicas para controlar el trabajo de las variadas fuerzas de la naturaleza y reemplazar en forma más efectiva el trabajo muscular humano directo. Hace unos 130.000 años, poco antes de la última glaciación, los seres humanos adquirieron la plena capacidad del pensamiento abstracto y lógico junto con el lenguaje articulado que nos caracteriza y que nos permite inventar e innovar y acumular el desarrollo técnico. De este modo, el grado de civilización es directamente proporcional a la eficiencia del trabajo humano a través de la técnica. El rendimiento del trabajo del ser humano, en su estado salvaje, es mínimo y apenas alcanza para satisfacer las necesidades básicas de alimentación, vestuario y vivienda, siendo la técnica de sus artefactos muy primitiva. Tal vez no se pueda decir lo mismo respecto a sus probablemente más sofisticadas técnicas y aptitudes para cazar o pescar. El progreso aparece con el aumento del rendimiento y la disminución del esfuerzo, y eso es efecto de las técnicas.

La técnica es aquel conjunto de conocimientos prácticos para confeccionar instrumentos, utensilios,  implementos y artefactos. Siendo el fruto de la inteligencia humana, ella constituye verdaderas extensiones del cuerpo humano hacia objetos donde el cuerpo es ineficiente o no puede alcanzar. Ella obtiene de la naturaleza los recursos para el bienestar de los seres humanos. La técnica tiene una doble función: produce extensiones de nuestro cuerpo para hacernos más accesible los recursos de la naturaleza y sirve tanto para que nos adaptemos mejor al medio como para adaptar el medio a nosotros. Una técnica se desarrolla hasta el límite mismo de la funcionalidad para explotar y utilizar el objeto.

Lo que no deja de sorprender es la forma exponencial que ha tenido el desarrollo de la técnica. Durante unos 2,5 millones de años, a juzgar por el registro arqueológico de poco más que utensilios de piedra que tenían además escasas diferencias apreciables, éste apenas progresó en calidad y variedad. A partir de la aparición del homo sapiens, este desarrollo comenzó a cobrar una levísima aceleración, según nuestra moderna óptica, pero sin duda tan grande para aquel entonces que significó más tarde la salida de escena histórica de todos los competidores homo, como los  homo erectus y los neandertales. Hace apenas unos diez a ocho mil años atrás muchos pueblos alrededor de la Tierra comenzaron la nueva vida sedentaria de la agricultura y la ganadería a través del cultivo de plantas y la domesticación de animales y del ejercicio de la selección artificial y el control de las condiciones para el desarrollo filogenético de muchas especies vegetales y animales. Esta revolución tecnológica condujo adicionalmente a la posesión de bienes y a la acumulación de riquezas.



La tecnología y la ciencia



Junto con el entonces creciente  ̶ y ahora acelerado ̶  desarrollo de la ciencia moderna, el capitalismo surgió a fines del siglo XVIII, gracias al invento del motor a vapor que, al remplazar la fuerza muscular  ̶ tanto humana como animal ̶  posibilitó el crecimiento y desarrollo de la actividad productiva, principalmente en la explotación minera y la producción industrial. En la actualidad, el vertiginoso desarrollo tecnológico nos ha acostumbrado al cambio, haciéndonos creer que el futuro traerá la solución a todos nuestros problemas existenciales. Esta nueva actividad demandó la formación de capitales y la incorporación de los talleres artesanales a la fábrica. La sociedad se dividió entre capitalistas y trabajadores, es decir, entre los poseedores de las riquezas requeridas para estos mayores emprendimientos y los desposeídos que estaban obligados a ofrecer su trabajo a la producción industrial a cambio de un salario.

La historia de la tecnología es la historia de la invención y está relacionada íntimamente con la historia de la ciencia. El desarrollo de la ciencia ha posibilitado al conocimiento tecnológico fundamentarse en el conocimiento teórico del cómo funcionan las cosas del universo. A medida que avanzaba el siglo XIX, se produjo grandes avances en las tecnologías de transporte, construcción y comunicaciones. El motor a vapor se aplicó al barco de vapor y el ferrocarril. El ascensor, la fotografía y el cine, el submarino han sido algunos de los inventos del siglo. El desarrollo científico de la electricidad posibilitó el telégrafo y también la lámpara incandescente. En el astillero de Portsmouth fue donde, al fabricar poleas para embarcaciones completamente mediante máquinas, se inició la era de la producción en masa. Las máquinas herramientas se empezaron a emplear para fabricar nuevas máquinas. Los barcos de vapor finalmente se fabricaron completamente de metal. Hacia el final del siglo se fabricaron motores eléctricos, de combustión interna y de turbina a vapor. La Segunda Revolución Industrial de finales del siglo XIX vio el rápido desarrollo de las tecnologías química, eléctrica, petrolífera y del acero.

La tecnología del siglo XX tuvo un desarrollo bastante mayor que en el siglo anterior y novedosos inventos hicieron su aparición. El avión, el teléfono, la radiocomunicación, el radar, la grabación de sonido, la televisión, el motor a reacción, los plásticos, el aprovechamiento de la energía nuclear, la farmacéutica, los satélites, el almacenamiento magnético de datos, la computación, la fibra óptica, el internet son algunas de las tecnologías que surgieron y que nos ha hecho cambiar la vida. El empleo del método científico y las inversiones en investigación contribuyeron al avance de la ciencia y la tecnología modernas. Algunas tecnologías se desarrollaron rápidamente debido a las guerras o a la amenaza de ellas.



La tecnología y el capital



La tecnología es un factor de la producción destinado a cómo maximizar y explotar óptimamente los recursos económicos, que son otros dos factores (naturaleza y trabajo). Es conocimiento acumulado, a menudo celosamente guardado. Es capital invertido en costosa investigación, innovación y desarrollo. Es propiedad de alguien que busca beneficiarse. Es una poderosa fuerza que tiene decisivos y profundos efectos sobre la economía. Consecuentemente, el desarrollo y el crecimiento económico es principalmente fruto de la tecnología. Mientras mayor sea la fuerza, como resultado de la combinación del capital y la tecnología, tanto mayor será el poder capaz de ser ejercido sobre la naturaleza y también sobre la misma sociedad.

La tecnología es inversión de capital  ̶ que es otro de los factores de la producción ̶  y sirve los propósitos de éste, que es el beneficio. El capital puede ser invertido en bienes de capital, materias primas y trabajo, y generar, por lo tanto, mayor cantidad de productos y más económicos. También puede ser invertido, desde luego, en la tecnología que pasará a formar parte de las exclusividades de una empresa particular. Una nueva tecnología puede crear mayor expansión económica al conseguir los recursos y su transformación en producto con menor costo, optimizando el beneficio. Aquél puede ser invertido en tecnología con un doble propósito: explotar mejor la naturaleza y también reducir los costos del trabajo y hacerlo más eficiente. Puesto que lo que obtiene son máquinas, moldes y matrices, procesos y materiales para extraer más recursos naturales y hacer más efectivo y abaratar el trabajo, es también una forma de acumulación y concentración de capital. Una nueva tecnología puede optimizar el beneficio del capital al conseguir productos más competitivos. Para el economista Joseph Schumpeter (1883-1950) la libre competencia entre empresas no existe; lo que existe es la competencia entre nuevos productos. La aparición de innovaciones en el mercado aventaja lo conocido. Nuevos bienes, nuevos métodos de producción, nuevos mercados, nuevas materias primas obtienen mayores beneficios, aun cuando se vendan a precio de mercado. Estas innovaciones tecnológicas, generadas por la inversión de capital, resultan competitivas hasta que otras innovaciones las desbancan de su situación ventajosa.

El crecimiento económico es principalmente fruto de la tecnología. Puesto que la tecnología crece en forma exponencial, el crecimiento económico es también exponencial. En realidad, como se ha podido comprobar con fuerza desde al menos la Revolución industrial, la combinación de capital y tecnología produce una aceleración del desarrollo económico semejante a la aceleración de la reacción nuclear de una planta atómica para generar electricidad, donde la adición de material radiactivo acelera el número de reacciones hasta un punto que se arriesga a sobrepasar el límite auto-sustentable. Siguiendo esta analogía, podríamos suponer que, pasado ese punto, se debe cuidar no llegar a juntar mayor cantidad de material que supere lo que se denomina masa crítica, para que la reacción no se acelere tanto que llegue al punto de explosión. El problema de nuestros tiempos es el producido por los límites naturales impuestos a un desarrollo económico basado en el desarrollo tecnológico. También esta analogía es descriptiva en otra materia, la de desechos nucleares. Toda actividad económica tiene un cierto impacto en el medio ambiente, el que se intensifica y se prolonga en el tiempo con un desarrollo económico mayor.

Si bien el capital invertido en tecnología genera una diversidad de productos, el desarrollo tecnológico ha permitido a la inversión de capital liberarse de un lugar definido. La necesidad por capital apareció con la revolución agropecuaria de hace diez mil años, y la inversión se mantenía firmemente unida a la tierra o al territorio. La Revolución industrial, basada en grandes usinas de textiles, hierro, productos químicos, etc., también ligaba el capital a un lugar determinado, el de aquellas faenas. En la actualidad, gracias a la disminución del costo de transporte y al desarrollo de las telecomunicaciones, las industrias y los mercados son virtualmente móviles y el capital se invierte donde las condiciones de trabajo y/o de consumo son más favorables. En consecuencia, el desarrollo tecnológico ha posibilitado la movilidad del capital y éste se ha hecho transnacional, invirtiéndose en cualquier lugar geográfico que entregue el mayor beneficio.

Las poderosas instituciones estatales de defensa y aeroespaciales de las potencias económicas, financiadas con la tributación ciudadana, costean empresas privadas para desarrollar productos de sofisticada tecnología para uso bélico y de prestigio nacional. Con el tiempo, en la medida que los costos de los productos se reducen a causa de un mayor desarrollo, las aplicaciones civiles aumentan en áreas como la cibernética, las comunicaciones, la aviónica, la farmacéutica y muchas más. Las empresas se fortalecen con una tecnología exclusiva y un producto muy competitivo y demandado, dominando el mercado internacional y enriqueciendo de paso la nación donde están establecidas.

Los factores de producción económica no son ciertamente estáticos, sino que van sufriendo cambios en el tiempo. Podemos observar que el trabajo tiende a especializarse y a utilizar más la inteligencia que los músculos. La empresa tiende a ser más eficiente, más impersonal, más grande. El capital tiende a aumentar, a acumularse y a concentrarse, adquiriendo cada vez mayor poder político y social, además del económico. En fin, la tecnología tiende a ser más científica, siendo su desarrollo y el de la ciencia un caso de simbiosis entre ambas.

Podemos observar ahora que la tecnología en combinación con el capital privado tiene básicamente como efecto el consumismo y el despilfarro, la expoliación de los recursos naturales, una explosión demográfica generadora de seres humanos condenados a la miseria y la concentración de poder en manos de unos pocos. Se puede comprender entonces que la tecnología, en la cual se cifraron tantas esperanzas, no pueda dar respuesta en forma directa a los problemas más vitales de una mayoría creciente de la humanidad, como la indigencia, la ignorancia, la falta de libertad, la desesperanza.



La tecnología y el poder



Un producto es competitivo siempre que tenga ventajas comparativas; y lo que en nuestro mundo altamente tecnológico permite que un producto las tenga es principalmente una tecnología exclusiva. Una tecnología no exclusiva no hace que el producto posea una ventaja comparativa. No basta con copiar tecnologías por todos conocidas para conseguir un producto aún más competitivo. Si una empresa no usa la tecnología de punta, simplemente no podrá estar en el mercado; pero si esta tecnología de punta es además exclusiva, es decir, que sólo dicha empresa la pueda utilizar por poseer derechos sobre aquella, será comparativamente muy ventajosa. La exclusividad la otorga una patente de invención y, consecuentemente, se trata de un privilegio que destruye el libre mercado al conformar un monopolio. Se alega que este privilegio es la compensación por el capital invertido en investigación y desarrollo y que pocas veces consigue el pleno éxito.

El origen de la alta tecnología se puede trazar a las potencias económicas y militares, que han perseguido el poder hasta la total hegemonía geopolítica. Buscando el prestigio internacional y la superioridad bélica, no han reparado en gastos para desarrollar hasta las complejas tecnologías que les permite poseer el poder militar incontestable y evitar ―con bastante paranoia― cualquier amenaza contra su seguridad nacional. Sin duda, todos reconocen no sólo que la superioridad bélica está al servicio de los esfuerzos hegemónicos de las potencias para dominar los mercados, sino que también el costo para erigir estos gigantescos establecimientos militares se paga largamente con los beneficios de dominar de hecho los mercados, siempre que el impulso para dominarlo todo se mantenga dentro de un límite razonable de gastos.



La tecnología y la educación



La tecnología no es una fuerza ni económica ni socialmente neutra. Quien posee tecnología está en condiciones económicas más favorables, y quien dispone de la tecnología de punta está en posición aún más ventajosa. No en vano el acceso a una buena educación, que es inversión de capital en conocimiento tecnológico, es en la actualidad tan codiciado, no importando que las exigencias sean cada vez mayores. La demanda por la educación en tecnologías es directamente proporcional al desarrollo tecnológico y a la complejidad que éste trae consigo.

La antigua educación universitaria, en el sentido literal de conocimiento universal por el saber, ha quedado obsoleta, pues era impartida a ciertos grupos más o menos aristocráticas, quienes debían ocupar su ocio en cuestiones “dignificantes”. En cambio, una sociedad tecnológica requiere especialistas. La educación universitaria actual, que no pretende ser literalmente universitaria en el sentido de conocimiento del universo, sino educación superior o educación profesional, ha quedado en manos de institutos altamente especializados que en rigor no deberían llamarse “universidades”. Una educación acerca del conocimiento de los diversos aspectos del universo es demasiado onerosa para las legiones de estudiantes que buscan una profesión o un oficio que les permita valerse económicamente y sobrevivir medianamente en nuestro mundo tan poblado y competitivo. Pero el problema es que la demanda estudiantil es tan grande que muchos futuros profesionales quedarán forzosamente cesantes.



La tecnología y la naturaleza 



Globalmente, la explosión tecnológica ha generado una situación enteramente inédita al presionar en exceso sobre los finitos recursos de la naturaleza. Históricamente, en áreas muy localizadas del mundo lo recursos naturales habían sido agotados debido a la actividad humana y hasta civilizaciones, como la antigua sumeria o la maya, habían colapsado como consecuencia. Hasta hace un par de décadas se creía que el progreso económico que traía la tecnología y el conocimiento científico permitiría solucionar todos los problemas de la humanidad. En la actualidad se percibe que nunca como ahora el ser humano está rompiendo los equilibrios ecológicos de los que forma íntimamente parte, y este proceso destructivo del medio ambiente de todo el mundo se está llevando a cabo con la misma aceleración exponencial con que se desarrolla la tecnología. Por ejemplo, la moto-sierra que está derribando los bosques del planeta tiene apenas 50 años desde su primera aparición. La relación de la tecnología con la naturaleza no es estática, sino que va sufriendo cambios en el tiempo. La naturaleza tiende a ser explotada para cubrir mayores aspectos de ella. Pero al intensificar su explotación, su riqueza se agota y ella misma se contamina a niveles irrecuperables, generando todo tipo de situaciones ecológicas inestables.



La tecnología y el trabajo



A pesar de que el capitalismo sometió el trabajo libre al trabajo asalariado o proletario, el trabajo no siempre ha tenido como su adversario al capitalismo, sino que, equivocadamente, a la tecnología. Muy pronto, en el capitalismo se observó que se producía un conflicto entre la incorporación de tecnologías y los puestos de trabajo. Entre los años 1811 y 1916, los luditas emprendieron la destrucción de las más modernas y mecanizadas máquinas textiles por la simple razón que éstas reemplazaban a los trabajadores de la fábrica. Pero este movimiento fue poco práctico, ya que las fábricas se multiplicaban más rápido que la organización ludita, cuyos miembros terminaban despedidos. Sin embargo, cuando aún no existía ninguna estructura sindical, el objetivo real de los luditas fue ganar una mejor posición negociadora con sus empleadores y crear también solidaridad entre trabajadores.

El equilibrio capital trabajo es precario, no sólo porque  el capital es naturalmente más demandado y el trabajo es más ofertado, sino porque el capital invierte en tecnología para reemplazar al trabajo. La tecnología, que consiste en extensiones extremadamente eficientes del cuerpo humano para dominar mejor a la naturaleza, no es otra cosa que el reemplazo más efectivo y económico del esfuerzo, tanto intelectual como físico, del trabajador. La inversión de capital en tecnología suprime la necesidad de trabajo. Ya Karl Marx (1818-1883) denunciaba que el capital invierte en tecnología, inventando máquinas sustitutivas de trabajo, para limitar el costo de la mano de obra y mantener los salarios bajos.

Pero la tendencia del capital privado para disminuir salarios y/o lugares de trabajo o remplazar capital por trabajo es como dispararse a los pies. Una empresa invierte en tecnología para mejorar su posición en el mercado frente a sus competidores. Pero esta práctica va contra sus intereses, ya que el salario se gasta en su totalidad para comprar lo que el capitalista produce masivamente, puesto que el trabajador es el consumidor.

En la actualidad, obtusos tecnócratas imaginan un mundo manejado por robots, preguntándose seriamente si acaso por su supuesta enorme inteligencia los robots lograrán algún día dominar a los seres humanos. Pero ellos no son capaces de entender primero qué es la inteligencia humana ni que el remplazo del trabajo por la  automatización solo conseguirá una cesantía, una fuerte disminución del consumo y un descalabro económico, atentando contra los intereses de lucro del capital, ni mucho menos cuestionar que la base de todo el andamiaje es la sociedad, que está compuesta en su gran mayoría por trabajadores asalariados. La historia muestra una y otra vez que un pueblo sometido, manipulado y oprimido acaba por rebelarse y desbancar el régimen. Tal vez dichos tecnócratas estén siendo menos ambiciosos que un ingeniero social y estén concibiendo humildemente los robots para satisfacer únicamente los caprichos más nimios de los más ricos y poderosos.




37. EN EL ESPÍRITU DE EL CAPITAL DE KARL MARX




UNA TRADUCCIÓN DESDE LA DIALÉCTICA MATERIALISTA MARXISTA A LA TERMODINÁMICA Y LA RELACIÓN CAUSAL



El subtítulo se explica porque he preferido el lenguaje de la ciencia que el de la dialéctica por representar más fielmente la realidad.



Definiciones



El capital es energía acumulada y la energía es la capacidad para realizar trabajo útil. Está representado por dinero, que está depositado usualmente en el banco. En una economía sana el dinero está representado por oro y/o plata que mantiene el banco central del Estado, que emite la moneda. Cuando esta entidad es privada, su política es favorecer a sus dueños.
Un producto se genera cuando se usa la energía acumulada en la compra de medios de producción, trabajo, naturaleza, gestión y tecnología, que son los factores de producción.
Un producto es una estructura de orden físico o intelectual confeccionado por trabajo, gestión, tecnología y medios de producción a partir de material primas. Un producto es funcional cuando satisface una necesidad de otros, por lo que lo hace apetecible y social.
Desde que es concebido como producto hasta que se torna en mercancía el proceso productivo es la transformación que sufre un objeto a partir de la materia prima hasta que es apto para ser consumido.
El valor de un producto es la energía gastada en el proceso de producción.
El trabajo, que puede ser muscular o mecánico e intelectual, es gasto de energía en el proceso productivo.
El trabajo es realizado por el individuo desposeído que se ofrece al capitalista-empleador como empleado y que, a cambio de salario, no tiene otra cosa que ofrecer que su esfuerzo, que es medido según capacidad y tiempo.
El valor del salario lo determina el mercado.
La tecnología, que persigue acortar los tiempos de producción y aumentar la eficiencia en las etapas del proceso, es la aplicación de la ciencia a algún aspecto del proceso productivo o a la concepción de un producto. Es usualmente una extensión del cuerpo humano, ya sea en su funcionamiento mecánico, sensible o lógico, y busca reemplazar el trabajo humano cuando es más eficiente y económico.
El producto se transforma en mercadería cuando llega al mercado y se le agrega transporte, bodegaje, mercadeo y publicidad. Algunas veces quien produce y comercializa es el mismo individuo o empresa; otras veces son individuos o empresas distintos, cada uno de los cuales con sus propios afanes de lucro.
El mercado es el lugar físico o virtual donde concurre la mercadería con su valor de cambio o precio y el comprador que busca satisfacer una necesidad. La transacción comercial se realiza cuando el valor de uso para el comprador corresponde al valor de cambio de la mercadería.
El valor de cambio de una mercadería es la energía que el comprador está dispuesto a gastar e incluye la energía en producirla y comerciarla más un suplemento de energía que es la ganancia. El objetivo del productor es doble: recuperar la energía gastada en el producto-mercadería y que su ganancia sea la máxima posible. Lo segundo lo consigue a través de la disminución de los costos de producción, donde el costo del trabajo es el más recurrido, el mercadeo, la publicidad, la exclusividad, la mayor demanda del producto, etc.
Un punto central es que en el capitalismo el capital es, más que propiedad personal, propiedad privada de individuos, que son los capitalistas. Su propiedad es un derecho. Este derecho no es ni natural ni inalienable como ellos intentan convencer, sino que es positivo y es otorgado por el Estado. Una parte de sus costos de producción es el impuesto a un Estado represor para la protección del capital y de este derecho.
El Estado es la entidad que gobierna la sociedad civil e históricamente surge cuando se derrumba el poder divino del rey y su poder se laiciza ya en tiempos de Machiavello. Tiene al monopolio del poder de las armas y no admite competencia a su autoridad. Se rige por las leyes que formulan la mayoría de los representantes de los ciudadanos; los capitalistas, ahora como plutocracia, se valen de su enorme poder económico para controlar al Estado para que actúe según sus intereses, en especial en la defensa de la propiedad privada.
Un capitalista puede usar su capital en emprendimientos productivos que generen ganancias y se le llama emprendedor, en adquirir bienes inmuebles para percibir su renta y se le llama rentista, en prestarlo a cambio de un interés y se le llama prestamista, que es propiamente la función de la banca.
Las clases sociales se dividen según su rol en la economía capitalista, que son básicamente los capitalistas o burgueses más su entorno y los trabajadores o proletarios.
Tradicionalmente los partidos políticos se ubican en el espectro que va de la derecha a la izquierda. La derecha se la reparte los conservadores y los liberales. Los primeros son los rentistas y los prestamistas y persiguen un Estado fuerte que proteja sus intereses. Los segundos son los emprendedores y buscan un Estado débil que les permita el laissez-faire. El centro lo ocupan los pequeños capitalistas que trabajan con su capital o lo han invertido para adquirir una profesión. En la izquierda se ubican los trabajadores que por no tener capital deben emplearse para obtener un salario.



El autodestructivo determinismo en la dinámica del capitalismo



Crecimiento y naturaleza


            El capitalismo porta la semilla de su propia destrucción. El capital en el capitalismo naturalmente crece, ya que, por una parte, el capitalista no invertirá si no existe una ganancia garantizada y, por la otra, no meterá su capital en el colchón. Parte del capital se invierte en explotar la naturaleza para extraer sus riquezas, es decir, no hay emprendimiento capitalista que en parte no explote los recursos naturales. Mientras el capital crece exponencialmente aunque sea a una tasa mínima, la naturaleza es finita. Un crecimiento sustentable es antagónico con el capitalismo, ya que no le es suficientemente competitivo. Como se sabe, muchos recursos naturales ya han sido agotados irreversiblemente y otros ya están en la lista de recursos en vías de extinción. Así será con los recursos más escasos y demandados. El colapso del capitalismo ocurrirá necesariamente cuando se agote un recurso de vital importancia. Muchos apuntan a la energía, específicamente al petróleo, asegurando que ya se pasó su peak de producción industrial. Paralelamente, la naturaleza se ha visto crecientemente afectada por la basura y la contaminación. El calentamiento global es una espada de Damocles pendiente en cercenar toda la civilización mundial.


Acumulación y concentración de capital


            Según el párrafo anterior, la acumulación de capital ha sido exponencial. El fenómeno, que es paralelo a la acumulación, es la concentración del capital a causa de la competencia que existe en el mercado o la forma de evadirla. Según el informe de Oxfam publicado en enero de 2018 el 82 % de la riqueza generada el año 2017 fue acaparada por el 1 % más rico de la población mundial, mientras que los 3.700 millones de personas que componen la mitad más pobre del mundo no vieron aumentar su riqueza. La riqueza de los más ricos ha aumentado en un promedio anual de 13 % desde 2010, que es seis veces más rápido que los salarios de los trabajadores ordinarios, que han aumentado en un promedio anual de sólo 2 %. El número de multimillonarios aumentó a un ritmo sin precedentes de uno cada dos días entre marzo de 2016 y marzo de 2017. Adicionalmente, datos de Credit Suisse revelan que 42 personas poseen en 2017 la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad. Estas tendencias se explican por el crecimiento natural del capitalismo.


Brecha social e injusticia


            Evidentemente, la brecha entre los más ricos y los más pobres del planeta dentro del sistema capitalista aumenta paralela al crecimiento económico. La causa estructural es que en mismo mercado la demanda por capital es siempre creciente, mientras que también lo es la oferta de trabajo, generando este injusto desequilibrio. Otra causa es que tras la mayor competitividad y una mayor ganancia el capitalista o la empresa invierte en tecnología para disminuir trabajo o racionalizar el trabajo y así reducir costos de producción. Además, instigada por el movimiento feminista, entre otras causas, la incorporación de la mujer a la masa laboral ha tenido como consecuencia inmediata la drástica disminución de los salarios promedios. De esta manera, en vez de ser de beneficio para toda la sociedad, el capitalismo es un sistema que sirve para favorecer exclusivamente a los capitalistas. Así, el capitalismo ha provocado una injusticia social similar a la del Imperio romano, cuando más de la mitad de los habitantes eran esclavos. En ambos casos las elites han sido tan autocomplacientes como autorreferentes.


Alienación del trabajador


La alienación es inherente al capitalismo. Marx consideraba que el trabajador, desde el punto de vista capitalista, no es una persona en sí misma, sino una mercancía, llamada fuerza de trabajo, que puede representarse equivalentemente como dinero. El trabajador es una determinada cantidad de dinero utilizable, como mano de obra, para la multiplicación del mismo. El capitalista compra con dinero el trabajo de los demás y los trabajadores cambian la fuerza de trabajo, que es su mercancía, por la mercancía del capitalista, que es el salario. La fuerza de trabajo para el trabajador es su actividad vital que le asegura los medios necesarios para subsistir. El trabajador es libre de cambiar de capitalista, pero no puede desprenderse de la clase de los capitalistas, a quienes se ha alquilado. El trabajador no recoge el verdadero valor de lo que produce y esta explotación lo priva además de sus herramientas artesanales. La alienación surge cuando el producto del trabajo del trabajador, en lugar de satisfacer sus necesidades, se vuelve algo ajeno y cobra una existencia totalmente independiente del mismo que fue quien lo produjo. Además, el trabajador ignora usualmente lo que está produciendo. Una vez que ese producto cobra su independencia, se genera el trabajo alienado, a través del cual el hombre se vuelve esclavo cada vez más y más de las cosas que produce. Mientras más produce y mayor es su actividad, el trabajador tendrá menos, su vida ya no le pertenecerá a él, sino al objeto, el que cobra vida propia y se opone al trabajador de forma autónoma. Su agobiada vida transcurre entre angustia y depresión que lo incapacita y recurre a la droga y el alcohol en forma creciente.     


Robotización


            Sólo imaginan la robotización de la producción quienes no tienen el más leve conocimiento de que la economía es regida por el capitalismo. La robotización forma parte de la tendencia de recurrir a la tecnología para reemplazar el trabajo humano. En contra de esta tendencia surgió ya entre los años 1811 y 1816 el “ludismo”, que fue un movimiento que protestaba contra las nuevas máquinas que destruían el empleo. La realidad es que el crecimiento económico depende en gran medida de la masa asalariada que lo gasta casi en su totalidad en productos industriales. Una reducción, por no decir abolición, de los salarios haría decrecer la economía. El desempleo tiene un efecto negativo sobre la economía, no sólo porque se resta trabajo a su actividad, sino que la energía representada por el salario deja de fluir hacia los productores. Persiguiendo la competitividad, el capitalista no ceja en introducir más tecnología que reemplace trabajo humano.


Burbujas financieras


            Las burbujas financieras ocurren cuando la emisión monetaria supera la masa monetaria necesaria requerida por la actividad comercial y la capacidad de ahorro. El excedente monetario es inflacionario y se dirige a ciertos activos financieros o económicos que sufren una inflación llamada burbuja. En la actualidad, en EE.UU., el FED, que es su banco central y que es privado, ha seguido una política, llamada “flexibilización monetaria”. Se supuso que inyectando mayor financiamiento a la economía, se podía reactivarla. El efecto fue crear tanto gigantescas burbujas como opulentos millonarios y acortar distancias para un grandioso colapso económico.


Deuda impagable


            El sistema crediticio, que ha permitido acceder a bienes de consumo a la mayoría de la población, tiene como efecto haber consumido los productos antes de haber repuesto la energía gastada en producirlos. El sistema crediticio se beneficia, ya que gana por los intereses de sus préstamos, pero tiene un efecto destructivo si la codicia de la banca sobrepasa la capacidad de pago de intereses de los deudores, como ha sido patente en la pasada crisis económica de los “subprimes” y que se está apuntando como la causa de la gran crisis financiera y económica que se avecina.




38. LAS PECULIARIDADES DE LA ECONOMÍA
DE LOS ESTADOS UNIDOS




Existen características particulares en la economía de los Estados Unidos que probaron ser fortalezas para construir un gran imperio. Sin embargo, por abusar despiadadamente del poder imperial éstas se ha tornado en debilidades que han producido su decadencia y, ahora último, su desintegración y que arrastrará al mundo al colapso del capitalismo. La mala semilla ha fructificado y ha condenado irremediablemente al imperio.


Introducción


El contexto político estadounidense puede describirse como una poderosísima plutocracia que, como un ávido parásito, se ha desarrollado subrepticiamente al amparo de una democracia en forma como su respetable y creíble fachada según sus intereses de mayor poder y riqueza. Se la designa como el “gobierno en la sombra”, en el sentido que no se sabe quiénes ni cómo la dirigen. Éste se vale del llamado “estado profundo” para implementar su política económica a nivel mundial. El estado profundo es una burocracia autónoma del poder soberano del pueblo y su dirección no es responsable ante las autoridades electas. Sus agencias más conspicuas son la CIA y la NSA, en el ámbito internacional, y el FBI, en el ámbito nacional. La CIA dirige además otra decena de agencias menores. El Pentágono también participa con un costoso poder militar y su brazo armado se extiende a 700 bases militares repartidas en el mundo entero y 10 flotas aeronavales, llevando a cabo una decena de conflictos armados simultáneamente y mostrando ostentosamente sus músculos. Además mantiene un exagerado arsenal nuclear capaz de destruir la biósfera varias veces. Las agencias de inteligencia están dedicadas a la inteligencia global y a desarrollar operaciones encubiertas al margen de la ley y destinadas a controlar los otros gobiernos del mundo, ya sea a través de las elecciones o el cambio de régimen. El propósito es que las corporaciones, incluida la banca, que el gobierno profundo posee, puedan explotar los recursos extranjeros con el mayor beneficio posible, proteger sus inversiones y facilitar la venta de sus productos. Como un sirviente, el aparataje del Estado republicano es funcional al estado profundo a través del chantaje, la corrupción, el soborno e incluso la ideología. El CFR (Council on Foreign Relations) agrupa ideológicamente a los altos servidores de estas agencias. Ellos son intercambiables con los ejecutivos de las corporaciones y los altos servidores públicos. Todos adhieren a las ideas de hegemonía global, unipolarismo y al mito del destino manifiesto de EE.UU. El acicate son puestos muy bien remunerados si desempeñan las tareas ordenadas, las que normalmente son antipatrióticas y reñidas con el bien común y el estado de derecho. Los principales medios de comunicación, que son los del “main stream media” (MSM), son de propiedad de unas seis corporaciones, que comulgan con el establishment y propalan las noticias que les manipula la CIA, manteniendo adormecido e ignorante de la realidad al público en general y a nosotros en particular.


El Dólar


La Conferencia de Bretton Woods, llevada a cabo en Julio de 1944 y que reunió a delegados de 44 naciones aliadas, estableció un sistema monetario internacional basado en el dólar, la moneda estadounidense, que era respaldado por oro a razón de US$35 por onza de oro.

A principios de la década de 1970, a causa de la estanflación, el acuerdo de Bretton Woods se había derrumbado. El 15 de agosto de 1971, en el llamado Nixon shock, EE.UU. terminó unilateralmente la convertibilidad del dólar al oro, dejando que el dólar flotara libremente entre las otras monedas fiat. El presidente Nixon y su Secretario de Estado, Henry Kissinger, sabían que la destrucción del patrón oro para el dólar causaría una disminución en su demanda global artificial. Mantener esta demanda era vital para que EE.UU. continuara expandiendo su gasto en bienestar y guerra. Requería que esta demanda se sustituyera por algún otro mecanismo. De 1971 y 1973, en una serie de reuniones Kissinger y la familia real saudita llegaron a un acuerdo. Según éste, EE.UU. ofrecía protección militar a los campos petroleros de Arabia Saudita, accedía a proporcionar a los saudíes armas y a garantizar la protección de Israel.

Para 1975, todas las naciones productoras de petróleo de la OPEP habían acordado fijar el precio de su petróleo en dólares y mantener sus excedentes de petróleo en títulos de deuda del gobierno de EE.UU. Desde entonces el petróleo de la OPEP se cotiza en dólares estadounidenses, denominados petrodólares. Un petrodólar es un dólar estadounidense que recibe un productor de petróleo a cambio de vender petróleo y que luego se deposita en bancos occidentales. La demanda mundial artificial de dólares estadounidenses no sólo se mantendría intacta, sino que se dispararía debido a la creciente demanda de petróleo en todo el mundo.

Desde la perspectiva del imperio, este nuevo sistema de dólares por petróleo era mucho más preferible que el anterior sistema de dólares por oro, ya que sus requisitos económicos eran mucho menos estrictos. Sin las restricciones impuestas por un estándar de oro rígido, la base monetaria de los EE.UU. podría crecer a tasas exponenciales. El dólar se convertía en la moneda de reserva nacional y de intercambio internacional. Para obtener dólares muchos países optaron por desarrollar una estrategia orientada a la exportación con los Estados Unidos con el fin de intercambiar sus bienes y servicios por dólares estadounidenses que necesitan para comprar petróleo en los mercados mundiales. En esencia, EE.UU. recibe un doble préstamo de cada transacción petrolera global. En primer lugar, se exige a los consumidores de petróleo que compren petróleo en dólares. Los beneficios excesivos de las naciones productoras de petróleo se colocan en títulos de deuda pública de EE.EE. mantenidos en bancos occidentales. El sistema petrodólar proporciona al menos tres beneficios inmediatos a los Estados Unidos. Aumenta la demanda mundial de dólares. Aumenta la demanda mundial de títulos de deuda estadounidenses. Le da a los Estados Unidos la capacidad de comprar petróleo con una moneda que puede imprimir a voluntad.

Después de que los Estados Unidos y sus ciudadanos hubieran gozado de este gigantesco privilegio monetario, que les permitía una vida excesiva a expensas de otras naciones, no hubo vuelta atrás. A pesar de la presión ejercida por países extranjeros para proteger el valor del dólar frenando el gasto excesivo del gobierno, Washington mostró pocas restricciones fiscales y continuó viviendo por encima de sus posibilidades. Era obvio para todos que EE.UU. carecía de la disciplina fiscal básica necesaria para evitar la destrucción de su propia moneda. No obstante, EE.UU. persiste en defender que el petróleo se transe en su moneda y ha emprendido destructivas y costosas guerras contra países productores de petróleo (Irak, Libia, Siria, etc.) que han osado pensar en otra política.

Sin embargo, la amenaza proviene ahora del petroyuan chino, siendo China el mayor importador de petróleo del mundo. Además, China puede deshacerse de sus reservas en bonos del tesoro estadounidense si prosigue la estúpida guerra comercial iniciada por Trump. En la actualidad lo único que mantiene el valor del dólar es la confianza que aún se le tiene.


El Fed


El Sistema de la Reserva Federal, el Fed, es el banco central de los Estados Unidos. Fue establecido por el presidente Woodrow Wilson, quien firmó la Ley de la Reserva Federal en ley el 23 de diciembre de 1913. Tiene tres funciones principales: debe proporcionar y mantener un sistema de pagos eficaz, supervisar y regular las operaciones bancarias y llevar a cabo la política monetaria.

Lo notable es que el Fed es un banco privado y no estatal, por lo que obedece a los intereses de sus propietarios, que conforman una plutocracia, y no a los de la nación. Diez bancos controlan las doce sucursales del Fed:  N.M. Rothschild de Londres, Rothschild Bank de Berlín, Warburg Bank de Hamburgo, Warburg Bank de Amsterdam, Lehman Brothers de Nueva York, Lazard Brothers de París, Kuhn Loeb Bank de Nueva York, Israel Moses Seif Bank de Italia, Goldman Sachs de Nueva York y JP Morgan Chase Bank de Nueva York.  Asimismo, William Rockefeller, Paul Warburg, Jacob Schiff (ligado a Kuhn Loeb) y James Stillman (miembro de Citigroup) poseen grandes acciones de la Reserva Federal. Además de varios trillones en derivativos, estos diez bancos poseen los activos de las más importantes corporaciones transnacionales y las controlan. También por corrupción y chantaje ellos manejan el CFR, el estado profundo, el Pentágono, el gobierno, el congreso y el poder judicial.

La ley de 1913 le dio al Fed el poder sobre el suministro de dinero y la determinación de las tasas de interés. Por extensión el Fed tiene poder sobre la economía. El Fed tiene el control de la oferta de dinero a través de su poder para crear crédito con tasas de interés y requisitos de reserva, añadiéndolos electrónicamente a las cuentas de los agentes de bonos de los bancos del sistema. Los bancos que reciben los créditos los utilizan como reservas y su monto lo prestan varias veces debido a la magia del encaje fraccionario. Cuando el gobierno necesita dinero, el Tesoro de los Estados Unidos emite bonos y los entrega a agentes de bonos independientes, que los subastan al Fed. Entonces el Fed crea un crédito en la cuenta del Tesoro de los Estados Unidos, es decir, el Fed simplemente crea un crédito, generando dinero de la nada. Los bonos del gobierno incluyen el interés que fija el mismo Fed y que el gobierno le debe pagar anualmente con los impuestos que recauda mientras no los cancele, mientras los bancos dueños del Fed se enriquecen colosal y fácilmente con esta simple recaudación de intereses.

En lugar de que la crisis financiera de 2008 siguiera su curso recesivo y de quiebras, el Fed, bajo Ben Bernanke, prefirió implementar una política monetaria no convencional, llamada “relajación cuantitativa” o QE (quantitative easing), por sus siglas en inglés, que es una compra de activos a gran escala con el fin de estimular la economía, aumentar la liquidez y reforzar las condiciones del mercado financiero. Consiste en que el Fed redujo en muy poco tiempo las tasas de interés  del 5,25 por ciento al 0 y 0,25 por ciento y compró activos como valores públicos u otros valores del mercado respaldados por hipotecas y valores del Tesoro, en el rango de cientos de miles de millones de dólares, aumentando la oferta monetaria al inundar las instituciones financieras con capital en un esfuerzo por promover el aumento de los préstamos y la liquidez. Los bancos se fortalecieron. Sin embargo, tal como un terremoto se produce periódicamente cuando las tensiones de las placas se hacen irresistibles, el QE sólo logró postergar el inevitable sismo, que después será muchísimo mayor. Entre 2008 y 2015, los activos totales según el balance general de la Reserva Federal aumentaron de 900.000 millones de dólares a 4,5 billones de dólares. Juntos, la banca central europea, el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón y la Reserva Federal han acumulado balances de más de 14 billones de dólares. Los efectos de esta emisión inorgánica han sido el aumento de la especulación financiera, la creación de burbujas financieras, el aumento de los valores accionarios, la disminución en la confianza internacional en el dólar, pero el capital creado de la nada no ha impulsado el crecimiento económico.

Ahora el Fed está intentando revertir su expansiva política que no ha conducido al crecimiento, pero su “quatitative tightening” de aumentar las tasas de interés está colisionando con la política de Trump de facilitar el financiamiento a las corporaciones.


La deuda


Por 1950 los bancos comenzaron a otorgar, además de créditos hipotecarios, créditos de consumo a la clase trabajadora. Pronto ésta podía adquirir, sin haber ahorrado previamente, viviendas, automóviles, electrodomésticos, etc. El sistema crediticio permitió formar una gran clase media afluente y generó el “American way of life”. Los intereses recaudados enriqueció la banca y la industria se expandió. Sin embargo, la energía que se gastaba en el consumo de estos productos era obtenido del futuro en forma de deuda.

Hasta 1990 los Estados Unidos era el principal acreedor del mundo, ahora es su principal deudor. Al 30 de abril de 2018, la deuda pública ascendía a 15,3 billones de dólares y la intragubernamental a 5,7 billones de dólares, para un total o "Deuda Nacional" de 21 billones de dólares (105% del PGB) y se estima que se duplicará por 2028. La deuda total sube anualmente en alrededor de 1 billón de dólares. Desde luego, ella es una deuda imposible de pagar y los ingresos por impuestos escasamente cubren el pago de intereses. Las causas de los déficits y la deuda son directamente la consecuencia de financiar guerras en el Medio Oriente sin aumentar los impuestos para pagarlas (según Trump, en las guerras de Medio Oriente se han gastado inútilmente 7 billones de dólares), el aumento de la seguridad nacional y otros costos de defensa fuera de la guerra (se está investigando la desaparición de 21 billones de dólares del Pentágono), los recortes masivos de impuestos para las empresas y los inversionistas desde 2001, el crecimiento económico en dos tercios de lo normal en la última década, generando menos ingresos fiscales, la escalada de los costos de los programas de salud del gobierno debido a la escalada de precios en el sector de la salud, y ningún crecimiento de los salarios reales para el 80 por ciento de la fuerza laboral, lo que resulta en el aumento de los costos de los cupones de alimentos, Seguridad de Ingreso Suplementario, y otros beneficios.


La corporatocracia


La “corporatocracia” es un término reciente utilizado para referirse a un sistema económico y político controlado por corporaciones o intereses corporativos. Las corporaciones transnacionales causan estragos en los sistemas financieros, económicos, sociales y ecológicos en una colonización progresiva de la vida pública en la que sólo 147 organizaciones controlan ahora el 40 por ciento del comercio mundial. Las 200 principales corporaciones son más grandes que las economías combinadas de 182 países y tienen el doble de influencia económica que el 80% de toda la humanidad.

El origen de las corporaciones estadounidenses fueron los magnates industriales del siglo XIX. Algunos de los más famosos fueron: John Jacob Astor (bienes raíces, pieles), Andrew Carnegie (acero), Jay Gould (ferrocarriles), J. P. Morgan (finanzas, consolidación industrial), William Randolph Hearst (magnate de los medios de comunicación), John D. Rockefeller (Standard Oil), Cornelius Vanderbilt (transporte marítimo, ferrocarriles).

Se arguye que la causa de la desigualdad de ingresos es el resultado del auge de la corporativización. Se caracteriza por organizaciones y bancos semimonopólicos, grandes confederaciones de empleadores, que a menudo actúan con instituciones estatales cómplices de manera que desalientan (o bloquean) el funcionamiento natural de una economía libre. Los principales efectos de la corporativización son la consolidación del poder económico y la riqueza. El crecimiento relativo de los ingresos y la riqueza está ocurriendo entre los grandes empresarios descritos como súper-elites, peces gordos corporativos y traficantes de ruedas financieros y que ganan US$2 millones o más cada año. Las tasas efectivas de impuestos corporativos de los Estados Unidos también han caído significativamente y no han seguido el ritmo del crecimiento de los beneficios. Otro indicio del aumento del poder de las empresas fue la eliminación de las restricciones a su capacidad de recompra de acciones corporativas. También la concentración de corporaciones aumenta su influencia sobre el gobierno, como el poder de imponer la desregulación. Son peligrosas para la democracia por su capacidad de influir y, a menudo, de infiltrarse en los gobiernos y su capacidad de actuar como una auténtica clase social internacional para defender sus intereses comerciales contra el bien común. Es este poder de toma de decisiones, así durante los últimos 30 años, lo que ha dado lugar a cambios en las constituciones nacionales y en la legislación nacional e internacional, lo que ha creado el ambiente para el crimen corporativo y la impunidad. Asimismo las corporaciones tienen una influencia significativa en las regulaciones y en los reguladores que las monitorean.

Confesiones de un sicario económico, escrito por John Perkins, 2004, proporciona su relato de su carrera con una firma consultora de ingeniería. Su papel fue convencer a los líderes de países subdesarrollados para que aceptaran préstamos de desarrollo sustanciales para grandes proyectos de construcción e ingeniería que ayudarían principalmente a las familias más ricas y a las élites locales, más que a los pobres, mientras se aseguraban de que estos proyectos fueran contratados con compañías estadounidenses. Más tarde, estos préstamos le darían a los EE.UU. influencia política y acceso a los recursos naturales para las empresas de EE.UU.

El complejo militar-industrial es una alianza informal entre el Pentágono y la industria de defensa que lo abastece; en conjunto su interés común influye en la política pública. Un factor impulsor detrás de esta relación entre el gobierno y las corporaciones con mentalidad defensiva es que ambas partes se benefician, una de ellas de la obtención de armas de guerra y la otra de que se les pague por suministrarlas. El término ganó popularidad después de su uso en el discurso de despedida del Presidente Dwight D. Eisenhower el 17 de enero de 1961, quien advirtió que los Estados Unidos debe "protegerse contra la adquisición de influencia injustificada... por parte del complejo militar-industrial". Este complejo incluye a miembros del Congreso, de distritos dependientes de las industrias militares, el Departamento de Defensa, junto con los servicios militares y contratistas militares privados. En 2011, Estados Unidos gastó más en su ejército que las 13 naciones siguientes juntas. Los 9 mayores contratistas de defensa son Lockheed Martin Corporation, la Compañía Boeing, la Compañía Raytheon, General Dynamics Corporation, Northrop Grumman Corporation, United Technologies Corporation, L-3 Comunicaciones y BAE Systems. Ellos conforman un poderoso lobby para inducir al país a sostener guerras y, bajo el supuesto que las industrias de armas proveen empleo y ventas, el presidente Trump se ha tornado en su principal agente de ventas. Por ejemplo, si el promedio de bombas arrojadas durante el gobierno de Bush fue de 21 bombas al día y el de Obama, 25 bombas diarias, con Trump el promedio ha subido a 121 bombas arrojadas diariamente por las fuerzas armadas de EE.UU.

El neoliberalismo ha sido la idea para promover el comercio y la inversión global en un intento de encontrar siempre recursos más baratos, para maximizar los beneficios y la eficiencia de las corporaciones. La globalización es la interdependencia de los países como resultado de la creciente integración del comercio internacional y las inversiones. Considerando que el capital, la tecnología y las mercaderías pueden desplazarse por el mundo, al trabajo no le está permitido, por lo que la globalización permite a las empresas acceder a mano de obra a precios más baratos. Con el pretexto de que era mejor que EE.UU. se convirtiera de país productor a uno que ofrecería servicios, las corporaciones comenzaron, a partir de la década de 1990, a inducir al gobierno para flexibilizar la política de inversión y a tercerizar su producción en países con costos laborales e inmobiliarios mucho más bajos. Los resultados han sido nefastos para el empleo en EE.UU. Aunque las cifras oficiales indican un desempleo del 4%, están ocultando un gran desempleo. Según Pew Research Center, en enero de 2017 el número total de empleados fue del 59,2% de la fuerza de trabajo, mientras 35,2% no quería trabajar. El resto, aunque buscaba trabajo, no lo conseguía. Por otra parte, el número en el programa de asistencia alimenticia (Food stamps) ha subido de 18 millones, en el año 2000, a 45 millones, en el año 2015.




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